martes, 1 de diciembre de 2020

SEGUNDO DOMINGO DOMINGO DE ADVIENTO.

 

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. Isaías capítulo 40 versículos 1-11. Salmo 85:1-2,8-13. 2 Pedro capítulo 3 versículos 8-15ª. Marcos capítulo 1 versículos 1-8.  

 

El presente capítulo de Isaías (40) da inicio a la segunda parte de su libro profético que propiamente tiene todo que ver con la consolación de Israel, recordemos las dificultades que este pueblo afrontó y como la promesa de perdón y restauración fue sostenida por Dios, una restauración que hará brillar la justicia desde su concepción escatológica, es decir, plena y perfecta de tal modo que se asemeja a la reconstrucción de la identidad de este pueblo. Sus anuncios son de índole mesiánica ya que las figuras humanas simbolizadas por sus reyes y autoridades religiosas son insuficientes para sembrar esperanza en ellos. Ante tanta injusticia se presenta la posibilidad de un “nuevo Éxodo” pero guiado enteramente por el sentir de Dios. Un movimiento de características cósmicas que se alimentará de la justicia y la misericordia de Dios. Tales promesas se consumarán definitivamente en el advenimiento mesiánico remarcado en Isaías en el capítulo 7 versículo 14.  La autoridad de Israel simbolizada en el Rey dará paso a la auténtica autoridad que procede de Dios mismo. Esta autoridad será definitiva para el pueblo judío. No es difícil leer este texto que nos invita la liturgia dominical y asociarlo con el Bautista (Precursor) y toda su actividad del anuncio del Señor. Más adelante los profetas del destierro ampliaran estos señalamientos como es naturalnosotros estamos atentos a la manifestación definitiva del Hijo de Dios una vez la creación delante de Dios Padre se prepare para su definitiva recapitulación. Momento en el que el reinado de Cristo sea contundente en todas y en todos. La Palabra de Dios es un tema central aquí, ya que atestigua sobre su valor intrínseco, el mismo que supera los acontecimientos del pueblo y la creencia de sus habitantes.

El Salmo de este domingo (85) se centra en la paz mesiánica anunciada por el profeta Isaías, una paz que llega por virtud de la misericordia del pueblo que aun sin hacer nada goza de la bondad de Dios. Recordemos que este anuncio es matizado fuertemente por el drama de los deportados y su regreso a casa, a una tierra desolada que necesita ser trabajada y prosperada por el pueblo cautivo. La gloria de Dios regresa al pueblo y con su presencia todo será convenientemente transformado.

El Apóstol Pedro, Explica desde su mentalidad judía el motivo por el cual la Parusía no se da en su época y alude precisamente a la misericordia de Dios como lo vemos en el versículo (9). Aun así, se enfoca en el espíritu del Evangelio para citar también la tradición profética de Israel en lo referente al “Día de Yahveh” que sin duda marcará las aspiraciones inmediatistas también percibidas por Pablo como bien cita Pedro en el versículo (15) de esta manera queda claro para nosotros la concepción del regreso del Señor y como la Iglesia primitiva lo interpretaba. La realidad de la venida del Señor será en el orden y la armonía que supone la Gracia en la obra de Dios (creación), de un orden que será clave para que los bautizados incorporados al cuerpo de Cristo (Iglesia-Pleroma) se esfuercen por vivir según sus enseñanzas dándole valor tanto a la Palabra como a la Gracia que brota de sus líneas y promesas.

 

El tiempo al que alude Pedro sin duda corresponde al tiempo de Dios (Kairós) y no a la concepción de tiempo empleado por quienes aguardaban inmediatamente la vuelta del Señor, es un tiempo de vida y madurez espiritual que es asumido individualmente por cada uno de los bautizados.

El Evangelio de Marcos, inicia citando al profeta Isaías, pero lo hace bajo el signo de la presencia humilde del Mesías, en un modelo relacional que pretende dar razón de nuestra Fe no por los signos y prodigios descritos en el Evangelio sino por el amor y la intimidad que el bautizado construye con el Señor. “La Buena Nueva” solo llega por la acción del Señor y los signos que son fruto de su amor por la humanidad, la misericordia, la compasión, la bondad, entre otros. Tal anuncio necesita de nuestra parte una actitud comprometida y que simbolice la opción que hicimos como bautizados por el Señor.

La figura del Bautista es un referente cuyo accionar dibuja la condición del anuncio, será un anuncio desprovisto de poderes humanaos y mediatismo porque su esencia será el conocimiento de Dios en su Hijo Jesucristo. Todo anuncio en poder de la Iglesia implica ser testimonio antes que testigo y testimonio que se vea reflejado por la praxis del Evangelio que confía totalmente en Cristo su Señor y Salvador. El perdón de los pecados es y será solo facultativo del Dios revelado que no desconoce nuestra condición, pero ejerce en ella su poder sanador, liberador y dignificador. El Espíritu Santo será la fuente de la que brotará toda reconciliación con el Padre Dios y así lo hace saber Marcos en su Evangelio. Es pues el amor de Dios la causa de nuestra reconciliación y el modelo de vida para la misma. Por demás diremos que el Espíritu Santo revelado en el bautismo solidario del Señor, es la “Causa Ejemplar” de nuestra propia reconciliación.

 

 

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