CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE
PENTECOSTÉS. 2 Reyes capitulo 5 versículos 1-14. Salmo 20. Gálatas capítulo 6
(1-6), 7-16. Lucas capitulo 10 versículos 1-11, 16-20.
La curación de Naamán,
sirve de ejemplo de la relación profunda entre Yahveh y el pueblo de Israel,
los signos por los cuales este hombre
queda limpio de su enfermedad son contundentes y comprometen el sentir del
pueblo, recordemos que el rio citado (Jordán) es el epicentro de manifestaciones como el
bautismo solidario del Señor, pues esta acción de bañarse 7 veces en sus aguas
simboliza la forma viva como el agua prefigura el santo Bautismo que recibimos,
capaz de quitar los pecados de la humanidad y restaurar tanto su salud física como
espiritual.
La desconfianza es propia
del alma que no comprende la manera como Dios puede intervenir en su realidad
para superar cualquier postración, muy seguramente la enfermedad de Naamán no
era estrictamente hablando “lepra” porque como inferimos de la lectura
de este Texto Sagrado de Tradición, aquel no interrumpe sus relaciones sociales
y es acogido en el proceso de su curación. Lo realmente importante es la
posibilidad de ser sanados y por ende liberados sin que con ello implique solo
una “enfermedad” física o espiritual, o también alguna afección de índole
moral que perjudica grandemente al ser humano en su vida y cotidianidad.
Nosotros ante el suceso de
un milagro buscamos una explicación que pase por nuestra comprensión racional
de los acontecimientos y anteponemos lo que creemos, es nuestra valía, esta
postura la encontramos en Naamán, la connotación sobrenatural de un fenómeno nos
permite avivar nuestra Fe y sobre todo nuestra Esperanza de cambiar por
completo la realidad a la que nos enfrentamos, pero desafortunadamente
desconocemos el fin ultimo de los acontecimientos que involucran nuestra
existencia. El profeta Eliseo canalizó esta situación y la encausó en el
contexto de una acción salvífica de Dios.
El Salmo 20
es una oración por el rey que esta presto a ir a la guerra, aquí la protección
es una de las gracias que Yahveh concede a quienes buscan en Él su abrigo y
seguridad ante las dificultades del mundo y sus relaciones hostiles al mensaje
de Cristo. La victoria es obra de Dios en la vida del bautizado y esta victoria
se viste de cotidianidad e incluso de decisiones que pueden sonar triviales
pero que en ellas se manifiesta el amor de Dios en nosotros. Conocer aquí en un
ejercicio amoroso que permite al creyente poner todo en manos de Dios y asumir
las consecuencias de ser guiado por el amor de Dios.
Pablo escribe a los
Gálatas con un propósito claro, es la necesidad de honrar el
amor de Dios presente en nuestras vidas. Solo mediante la praxis de tal amor el
bautizado comprenderá el sentido ultimo de su propia existencia y vivirá
renovado en el Espíritu de Dios y en las gracias dadas a su Iglesia. Aquí la
ley de Cristo es la contraparte de la judía, no son normas o preceptos sino el
amor de Dios el motor de esta nueva y definitiva ley.
La solidaridad con los
demás particularmente en la congregación, procede de este espíritu que busca la
justicia y la fraternidad en los distintos procederes, tenemos una guía y es el
amor, no hay otra manera coherente de proceder que la de actuar movidos por el
amor de Dios. Nuestra conciencia debe ser educada para reconocer el valor del
otro en nuestro obrar y opción de vida como bautizados. La carene designa al
mundo y sus relaciones y el espíritu al Reino de Dios que prevalecerá sobre la presentación
de este mundo.
Pablo sigue la línea del Señor
cuando habla de los vínculos verdaderos para los creyentes, la sangre es
importante pero no más que la hermandad que brota del santo Bautismo entre los
creyentes, por esta razón la congregación es algo más que una cita dominical. Los
signos de identidad judíos ya no son relevantes para el creyente, lo auténticamente
vital es el amor como praxis en la cultura de la vida. La letra sola, no es
hoy causa de salvación lo es si esta unida al amor de Dios en Cristo y en su Iglesia.
La Iglesia es y será en la visión Paulina y Joanica el “Nuevo Israel” y
de características universales, donde los bautizados son sus piedras vivas.
Pablo como el mismo lo
dice lleva los signos del seguimiento de Cristo en un ambiente hostil y
absolutamente agresivo con la naciente Iglesia, Pablo es un luchador convencido
de su misión y quiere inyectarnos su convencimiento, las cicatrices es su carta
de presentación y su compromiso aterrizado delante de todos los bautizados. Diría
Agustín:” Imita a Cristo, y si no puedes imita a Pablo y si aun es muy difícil,
pues hermano cristiano, imita a tu prójimo y si aun es muy difícil, entonces imítame
a mí”.
El Texto Lucano propuesto
para este domingo (IV después de Pentecostés) se diferencia
del anterior (III domingo) aquí los discípulos ya no salen a preparar hospedaje
para continuar el camino a Jerusalén, son más bien una especie de “precursores”
espirituales del Señor. Este discurso o “logia” Lucano posee una característica
particular y es la de ser dirigido tanto a Israel como a los pueblos paganos
donde se llevará acabo la misión. El trabajo es grande y se debe adelantar
confiadamente en Cristo como una manifestación de su revelación como Dios y
Hombre verdadero. Aquí la manifestación toca la conciencia de los bautizados,
al punto de convertirnos en misioneros en los distintos espacios donde nosotros
nos encontramos.
Lucas busca de esta
manera enviar el mensaje de una obra de índole universal que simbólicamente cita
la cifra (72) esta cantidad es empleada por los pueblos paganos como referente
de sus dioses en el quehacer de sus distintas culturas… Lucas acude a los
imaginarios que todos conocemos sobre el desempeño de los llamados discípulos del
Señor. También podemos asociar la cifra a las escuelas proféticas de Israel
donde los profetas en masa acudían tanto a las sinagogas como a las ciudades a
profetizar, nos basta leer
detenidamente el Libro 1 y 2 de Reyes del (A.T) para dejar en perspectiva y
contexto esta cifra elevada de sus discípulos.
Estas manifestaciones son
estereotipos del Reino de Dios y su finalidad, profundizar en la psique de
quienes escuchan su mensaje y asumen el contenido de tamaña esperanza (Conf.: versículos
8 al 10, Edición Biblia de Jerusalén) los tiempos de la revelación del poder de
las señales conviene en el inicio de una madures espiritual pero el creyente no
puede quedarse allí, debe trascender y aprender a amar por sobre todas las cosas
a Dios. El rechazo del mensaje salvífico hace que el ser humano pierda el
norte trascendente de su propia existencia y esta se reduzca a una mera expresión
de la naturaleza humana alejada de la Gracia y lo sobrenatural.
Las enseñanzas sobre el
Reino de Dios nos competen a todos los bautizados y el ejemplo de vida es de
capital importancia para manifestar este Reino entre nosotros. Jesús busca en
los suyos la coherencia de vida como signo seguro de estar caminando en pos de
su Reino, sin trabajarlo y cultivarlo esa semilla no dará su fruto, esa perla
no llegará a nuestras manos. La Gracia produce alegría en el corazón de los bautizados
generando tal estado de animo en nosotros. Trabajemos pues como auténticos herederos
de un Reino que hoy lo tenemos, pero todavía no esta en nuestras manos.
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