TEOLOGÍA DE LA CONFIRMACIÓN…
PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO.
INTRODUCCIÓN.
“Hay tres sacramentos
que su confección en la vida del creyente no necesitan ser repetidos
porque imprimen carácter y son el Bautismo, la Confirmación y el Orden
Sacerdotal” Agustín de Hipona, Siglo V.
La Iglesia
particularmente en la época de los PP. Tanto los griegos como los latinos afirmaron
categóricamente no solo la necesidad de la Confirmación sino
también su naturaleza en cuanto al rito y su Mistagogia, es pues, como definió
que al igual que el Bautismo y el Orden la Confirmación una vez recibida no se
administraba otra vez, era definitivamente una “consagración del
cristiano a Dios” y su huella indeleble lo acompañaría
indefectiblemente. Superando la huella de la Tradición existe una
realidad antropocéntrica que asiste a la Confirmación y es como
palpar la presencia del Espíritu Santo en medio de la cotidianidad y como el
confirmado toma conciencia sobre su importancia y valor espiritual. La Sociedad
actual está buscando siempre esclarecer los problemas que la praxis diaria
ofrece y la Confirmación como realidad de los creyentes se ve en
problemas a la hora de conectar con la realidad vivida en la perspectiva de la
oración y las manifestaciones de la Fe personal y colectiva. Las celebraciones
masivas con rotulo de “mega celebraciones” dejan muchas veces fuera la
identidad del confirmado para explicitar los imaginarios de la Fe popular. Se
institucionalizó este sacramento en la vida de la Iglesia universal. Basta con
recordar que la Confirmación como sacramento se destinó eso sí, desde
siempre para significar la relación espiritual con el Bautismo y la
presencia del Espíritu Santo en la vida del creyente que en la
perspectiva de su Fe como Ciclo vital espiritual perfecciona
los dones y las gracias recibidas en el santo Bautismo.( Hechos de los apóstoles
8: 15-17; 19: 5-6) también en la carta a los Hebreos su autor nos
recuerda que el primer rito unido al Bautismo era la “imposición de manos”
(6,2)… Actualizando y perpetuando en alguna medida Pentecostés en el creyente y
asociarlo no como un momento particular de la Iglesia sino como un estado
espiritual que marca la existencia del cristiano.
EN
LA TRADICIÓN GRIEGA Y ROMANA… La
Materia de la Confirmación es el santo Crisma (aceite
consagrado por el Obispo) su simbología es bastante clara, el aceite se extiende,
pero impregna todo y a diferencia del agua no se retira con facilidad (Salmo
133,2) y por la acción del Espíritu Santo llega a la vida del “ungido”
(Juan 1,16). Todas estas significaciones de la unción con aceite se
encuentran en la vida sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de
los catecúmenos significa purificación y fortaleza; la unción de los enfermos
expresa curación y consuelo. La unción del santo crisma después del Bautismo,
en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo
de una consagración. Por la Confirmación, los cristianos, es
decir, los que son ungidos, participan más plenamente en la misión de
Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que
toda su vida desprenda “el buen olor de Cristo” (2 Corintios capítulo 2 versículo
15). Por medio de esta unción, el confirmando recibe “la marca”, el sello del
Espíritu Santo. El sello es el símbolo de la persona (Génesis 38:18) signo de
su autoridad (Génesis 41:42), de su propiedad sobre un objeto (Deuteronomio
32:34) por eso se marcaba a los soldados con el sello de su jefe y a los
esclavos con el de su señor autentifica un acto jurídico (1 Reyes 21:8) o un
documento (Jeremías 32:10) y lo hace, si es preciso, secreto (Isaías
29:11) Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (Juan capítulo 6
versículo 27). El cristiano también está marcado con un sello: “Y es Dios el
que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que
nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones” (2
Corintios capítulo 1 versículo 22). Este sello del Espíritu Santo, marca la
pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica
también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica (Apocalipsis
capítulos y versículos 7:2-3; 9:4; Ezequiel capítulo 9 versículos 4-6).
Quiero introducir esta
reflexión sobre la presencia de la Confirmación y algunos
argumentos sobre su institucionalización:
“En la primera
Iglesia los tres sacramentos de iniciación: Bautismo, Confirmación y
Eucaristía, se celebraban en la misma ceremonia con adultos catecúmenos en la
Vigilia Pascual. Los catecúmenos descendían a una fuente en la que eran
bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Después de
que ascendían, se les vestía de blanco, el obispo les imponía sus manos y les
ungía con el óleo. Luego iban en procesión a un lugar de honor en medio de la
comunidad donde participaban en la Eucaristía por primera vez. De esta manera,
su iniciación consistía en un único evento con varios momentos. El clímax era la
celebración de la Eucaristía. La separación de la
unción del obispo del momento del Bautismo ocurrió por muchas razones en la
Iglesia en Occidente. La proclamación que hizo el emperador romano Constantino
de que el cristianismo era la religión oficial del Estado, en el Siglo
IV significó, entre muchas otras cosas, que los bautismos se dieran en grandes
cantidades. El cristianismo se extendió desde las ciudades a los campos
rurales. Esto hizo que fuera imposible para los obispos, envueltos también en
asuntos de gobierno de la Iglesia, el presidir todos y cada uno de los
bautismos. Los obispos de Oriente resolvieron el problema al delegar los
Sacramentos de Iniciación al presbítero, y se reservaron para ellos la
consagración del óleo que se emplea en el rito. Hasta el día de hoy en las
Iglesias de Oriente la iniciación se celebra con los tres sacramentos a la vez.
Los obispos en Occidente también delegan el Bautismo a los sacerdotes, no
obstante, retienen la función de hacer la unción final y la imposición de las
manos. Lo celebran cuando visitan una localidad particular, una parroquia o un
pueblo. Así pues, la celebración de la Confirmación en la Iglesia de Occidente
se llevó a cabo mucho tiempo después del Bautismo. En los países de América
Latina, especialmente en tiempos anteriores y con diócesis muy extensas, muchos
infantes, niños de muy corta edad, eran confirmados cuando el obispo hacia la
“visita pastoral”, que era con intervalo de muchos años. Ahora las diócesis son
más pequeñas; hay más obispos y se prefiere que este Sacramento sea recibido en
edad más avanzada”.
TEOLOGIA DE LA CONFIRMACIÓN.
ANTROPIZACIÓN DEL
SIGNO.
La Confirmación
es anunciada y prefigurada en el pasado del pueblo de Israel, recordemos que
sus gobernantes eran “ungidos” y esa unción se constituía en el signo de
la destinación y presencia de Dios en ellos y en la misión encomendada.
El “aceite consagrado” era empleado también en las ofrendas de la
Liturgia del Templo construido por Salomón y también antes de este rey. El aceite
se mezclaba con “harina” y era una ofrenda al Dios vivo. También era empleado para “marcar”
“destinar” “consagrar” los distintos utensilios que se usaban en
la liturgia de su época, incluso los lugares santos eran signados derramando
aceite sobre sus piedras ya bien para un sacrificio o para edificar un
santuario. Citamos el “sueño de Jacob” Se levantó Jacob de
madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como
estela y derramó aceite sobre ella” (Génesis capítulo 28 versículo
18). Todavía hoy nuestra liturgia emplea esa fórmula para dedicar los terrenos
de sus templos, en República Dominicana lo llamamos “primer picazo”. Hay
innumerables ejemplos de este tipo de ritos que involucran el aceite y sus
cualidades simbólicas. Los reyes de Israel fueron ungidos basta con citar a
David y su hijo Salomón, o Saúl su primer rey ungido por Samuel. La presencia
de este signo de consagración y destinación es clara en la cosmovisión de los
hebreos. Nosotros heredamos esta tradición y la sublimamos en la liturgia
bautismal como parte integral de la iniciación cristiana.
MATERIA.
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FORMA.
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MINISTRO.
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En la Tradición de la
Iglesia romana sobrevive el Crisma como vemos a continuación. La manera
remota de la Confirmación es el crisma está
constituido por aceite de oliva y bálsamos y otras esencias que se
mezclan. La manera inmediata es la unción con el crisma
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La Forma es la misma en
síntesis que la Materia ya que corresponde a la intención en la imposición de
manos por parte del Obispo y la fórmula para tales fines dentro de la
celebración del rito: “Fortalece, oh Señor, a tu siervo N, con tu
Espíritu Santo…
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La “imposición
de manos” en la Confirmación debe ser individual, puesto que
cada bautizado manifiesta con su asentimiento la voluntad de vivir el influjo
de la Gracia y buscar con sus obras y Fe en Dios Trinidad vivir este llamado
a la santidad.
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El Credo y el Pacto
Bautismal se entrelazan para recordar los compromisos cristianos de los
confirmados en la Iglesia y su adhesión tanto a la doctrina como a su culto y
disciplina.
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Bajo ninguna
circunstancia es posible administrar la Confirmación a una persona
NO-BAUTIZADA, EL
Obispo se abstendrá de proceder a “confirmar” si hay duda razonable
sobre el bautismo de los candidatos.
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El ministro es el
Obispo en nuestra tradición, en la Iglesia romana es el Obispo y/o sacerdote
delegado con esas funciones, tal cosa acontece en la Iglesia Ortodoxa, como
en los Veterocatolicos (Países Bajos) que están en comunión con la “Comunión
Anglicana”.
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En la Tradición
anglicana la manera remota y la inmediata es
la misma y está constituida por la Imposición de manos y oración conforme
es relatado por los Hechos de los Apóstoles capítulo 8 versículos 16-17. Es
decir, la imposición de manos suple el empleo de crisma, reservándolo para el
Bautismo, la Unción de los enfermos y el Orden sacerdotal.
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Es nuestra disposición
positiva para la Gracia y su accionar en cada bautizado… Es importante tener
presente que las palabras de la “Forma” son potestad de la Iglesia y
ella buscará siempre la mejor comprensión de los creyentes.
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En el caso nuestro
corresponde a la Tradición de nuestra composición como Iglesia. Está sujeto
esto último a la disciplina eclesial y la norma que manifiesta la “rubrica”.
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Sobre la Confirmación
apunta Tomás de Aquino: Es el complemento del Bautismo y nos ayuda
a alcanzar la edad perfecta.
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La preparación es
necesaria porque asegura que la Confirmación y su influjo manifiesten la
presencia del Espíritu Santo en la vida del confirmado como un Ciclo
vital de su Fe en Cristo.
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Las oraciones que
emplea el rito están determinadas por el espíritu de la administración de la
Confirmación y corresponden a la esencia de su Mistagogia.
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La Mistagógica del rito
pasa por la imposición de manos del Obispo… Es pues la Forma que nosotros
reconocemos en la Confirmación.
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La Gracia se manifiesta
como consecuencia de la imposición de manos en el bautizado que se confirma.
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La Confirmación
completa (Siglo III registro de Hipólito) lo iniciado en el Bautismo con la
presencia del Espíritu Santo para asegurar con ello la posibilidad de vivir
la santidad a la que todo bautizado es llamado... La iniciación cristiana une
hipostáticamente tanto al Bautismo como a la Confirmación. La unción se
realiza en el Bautismo y en la Confirmación la imposición de manos como parte
de la iniciación en la vida cristiana.
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“signaculum
donationis Spiritus Sancti” o dona tu Espíritu Santo a este siervo
signado o marcado. … Esta es la fórmula
griega que concuerda en alguna medida con la empleada por nuestro L.O.C.
Mientras que la romana es: Te signo Crucis, & confirmo te
Chrismate salutis in nomine Patris, & Filii, & Spiritus Sancti.
Amen. Palabras de la invocación Trinitaria.
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Se recomienda que
quienes se acercan a la Confirmación sean preparados convenientemente, lo que
implica evitar presentar bautizados todavía en la niñez. Solo la Iglesia
griega u ortodoxa conserva la tradición de “Crismar” a los
niños una vez se les administra el santo Bautismo. Nosotros y occidente
compartimos la tradición de administrar la confirmación en una edad
mayor que la niñez.
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La imposición de
manos por parte del Obispo, marca
para nuestra tradición la confección plena de la Confirmación tal
y como la tradición Escrituristica la conserva hasta nuestros días. Es
importante considerar que la imposición de manos es en si el signo y el símbolo
de la Confirmación recayendo en la Liturgia y en la voluntad del
Obispo su administración. La Confirmación comporta una serie de
cualidades que facilitan el plan de Dios y nuestro propósito como creyentes,
para Lutero en la imposición de manos no se recibía al Espíritu Santo como don
sino los dones de su presencia en el confirmado, es una de las dificultades
para su aceptación entre iglesias de corte y doctrina protestante. Desde luego
nosotros explicitamos su presencia mediante sus dones y no como Dios Espíritu Santo
puesto que nada creado podría contener a Dios mismo.
1. La
Confirmación es el don del Espíritu Santo explicitado en sus
gracias.
2. La
Confirmación es la gracia de ratificar de forma activa y
reflexiva los compromisos de nuestro Pacto Bautismal.
3. La
Confirmación es como Gracia fuente inagotable de bendición para
quien decididamente abraza sus compromisos de Fe.
4. La
Confirmación como antes el Bautismo se constituye en Sello de
Dios en el corazón del confirmado en la Iglesia.
5. La
Confirmación es la vivencia de la Fe de la Iglesia en el Resucitado y quien se
confirma acepta vivir en la disciplina y doctrina de esta Fe.
6. La
Confirmación comporta carácter de i- repetibilidad.
7. La
Exposición de la madurez de la Fe en Cristo necesita de la Confirmación.
8. El
Obispo es en nuestra Iglesia el ministro ordinario de la Confirmación.
9. La
Confirmación es Sello de Dios en la vida del
confirmado.
10. Juan en su
Evangelio admitió que no teníamos como escribir o relatar todas las obras del
Señor, esto nos indica que la Confirmación bien podría ser parte
de aquello no escrito por cuestiones de tiempo y momento.
11. El Señor
entrega a su Iglesia la potestad de fijar y quitar, borrar y liberar lo mismo
puede acontecer con la instauración de estos signos vivos de su Gracia.
12. La Confirmación
se relaciona directamente con los dones del Espíritu Santo, quien se confirma
recibe la Gracia concreta bajo la simbología conocida de la presencia del
Espíritu de Dios en:
13. Confianza.
14. Temor de
Dios.
15. Consejo.
16. Discernimiento.
17. Sabiduría.
18. Fruición.
19. Fortaleza.
20. Fe.
21. Esperanza.
22. Caridad.
23. Entendimiento.
24. Ciencia.
25. Alegría.
26. Paz.
27. Libertad.
28. Justicia.
29. Amor.
30. Verdad.
31. Coherencia.
32. Gozo.
33. Calidad y
condición de ser amables.
34. Defensa
de nuestra Fe.
En el siglo III están los
excelentes testimonios de Tertuliano y San Cipriano; habla por lo menos
siete veces de la Confirmación y suele (aunque no siempre) citarla entre
el Bautismo y la Eucaristía y se fija principalmente en los efectos
espirituales que produce. Cipriano considera más bien la necesidad y los
ritos esenciales de la Confirmación, a la par que insiste también en la
necesidad del Obispo como ministro. Ambos distinguen la Confirmación
del Bautismo, y presentan la Confirmación como complemento del
Bautismo: A continuación (después del Bautismo) se procede a la
imposición de la mano por la bendición, invocando e invitando al Espíritu
Santo. Ahora bien, el efecto de la imposición de manos, así como el efecto
espiritual, por el que somos liberados de los pecados del acto carnal del
Bautismo mismo, por el que somos sumergidos en el agua, por los que habían
recibido el Bautismo obrado por ellos y habiéndoles impuesto las manos, fuera
invocado e infundido sobre ellos el Espíritu Santo. Lo cual también se hace hoy
entre nosotros de manera que los que son bautizados en la Iglesia sean
presentados a los obispos de la Iglesia y por nuestra oración y la imposición de
manos reciban el Espíritu Santo y sean perfeccionados con la señal del Señor.
Como está claro, Cipriano habla de aquel rito usado por los apóstoles en
Samaria, el cual dice que se sigue haciendo en su tiempo en la Iglesia; y sin
embargo no consta que en tiempo de Cipriano bajara como en tiempo de los
apóstoles el Espíritu Santo de forma carismática. Por otra parte, es un rito
distinto y separable del Bautismo y que tiene un efecto espiritual y al mismo
tiempo imprime carácter.
En el siglo IV ya todos
los santos PP. de La Iglesia están de acuerdo con lo que afirma Jerónimo:
que era costumbre de las comunidades eclesiásticas “el que el Obispo
acuda con presteza a fin de imponer las manos, al tiempo que invoca al Espíritu
Santo, a aquellos que han sido bautizados por presbíteros y por diáconos”. Hipólito
dice: “Que es este óleo con el que los creyentes son ungidos con el
crisma del Bautismo, es la virtud del Espíritu Santo”: Y el Papa
Cornelio recrimina a Novaciano el que después de una enfermedad haya omitido lo
que es costumbre dar a los bautizados: el sello recibido del obispo. El autor
del tratado sobre los sacramentos: Sigue (al bautismo) la señal
espiritual que habéis oído que se lee hoy, porque después del Bautismo queda el
que se realice la perfección, cuando a la invocación sacerdotal se infunde el
Espíritu Santo, espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y
de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu de santo temor, siete a
manera de virtudes del Espíritu. La celebración de la Confirmación
en el ámbito de la Iglesia supone la invocación de la presencia del Espíritu
Santo de dos maneras: la primara obedece a la disposición particular de la
asamblea que unida en oración y bajo un mismo sentir clama la presencia del
Espíritu de Dios en total comunión con sus enseñanzas y compromiso de vivir sus
dones y carismas. Y la segunda corresponde a quienes el Obispo les impone las
manos y ora por ellos con la fórmula de la invocación contenida en el L.O.C
página 340. Este rito nos acerca a la realidad de la Inhabitación Trinitaria en
el bautizado y ahora confirmado.
Es el Espíritu
Santo quien derrama sus dones y carismas sobre el creyente que ha sido
depositario de los mismos. Esta presencia nos capacita para vivir los ideales
de nuestra Fe y reconocer el vínculo eclesiástico que hay en nosotros al ser
convertidos por el Bautismo y ahora la Confirmación en hijos de la Madre
Iglesia. La relación con la Iglesia no es nominal corresponde a un espacio de
absoluta y necesaria importancia sin la cual la experiencia del creyente
estaría supremamente limitada. La Iglesia debe por ende educar a sus hijos en
las enseñanzas de la Tradición, Magisterio y en todo aquello que nos conduce a
la vivencia plena de nuestra Fe cristiana. Sobra decir que las Sagradas
Escrituras son vitales y ellas “contienen todo lo necesario para
nuestra salvación”. La madurez espiritual comporta una serie de
actitudes para poder nosotros sopesar el influjo de la Gracia. La presencia del
Espíritu Santo es el fundamento de la Confirmación. La
administración de la Confirmación rompe con el individualismo de
algunas concepciones sobre dones y carismas exclusivos de las instituciones y
las personas en particular. La Confirmación llega a todos los
bautizados que se alimentan convenientemente de la santa Eucaristía.
ALGUNAS CUESTIONES RELATIVAS
A LA CONFIRMACIÓN.
*** La Confirmación,
al llevar a plenitud la gracia bautismal, nos une más fuertemente a Jesucristo
y a su Cuerpo, que es la Iglesia. También aumenta en nosotros los dones del
Espíritu Santo con el fin de concedernos una fuerza especial del Espíritu Santo
para difundir y defender la Fe mediante la palabra y las obras como verdaderos
testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no
sentir jamás vergüenza de la cruz
*** Ambrosio exhorta
al confirmado con estas vibrantes palabras. Recuerda que has recibido el sello
espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y
fortaleza, el Espíritu de ciencia y piedad, el Espíritu de temor de Dios y
conserva lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado, te ha confirmado Cristo
Señor y ha puesto en tu corazón como prenda el Espíritu (De mysteriis).
*** El don del Espíritu nos
compromete a dar testimonio de Jesucristo y de Dios Padre, y asegura la
capacidad y la valentía para hacerlo. Los Hechos de los Apóstoles nos dicen
claramente que el Espíritu es derramado sobre los apóstoles para que se
conviertan en testigos (Hechos de los Apóstoles capítulo 1 versículo 8 y Juan
capítulo 15 versículos 26-27).
*** Tomás de
Aquino, por su parte, sintetizando admirablemente la tradición de la
Iglesia, afirma que mediante la confirmación se le dan al bautizado las ayudas
necesarias para profesar públicamente y en toda circunstancia la Fe recibida en
el Bautismo. Se le da la plenitud del Espíritu Santo -precisa-ad robur
spirituale (para la fortaleza espiritual), que conviene a la edad
madura (Summa Theol., III, q. 72, a. 2). Es evidente que esa madurez no
se ha de medir con criterios humanos, sino dentro de la misteriosa relación de
cada uno con Cristo.
*** Esta enseñanza, arraigada
en la Sagrada Escritura y desarrollada por la sagrada Tradición, encuentra
expresión en la doctrina del concilio de Trento, según la cual el sacramento de
la confirmación imprime en el alma un signo espiritual indeleble,
el carácter que es precisamente el signo impreso por Jesucristo en el cristiano
con el sello de su Espíritu.
*** Este don específico
conferido por el sacramento de la Confirmación capacita a los
fieles para desempeñar su función profética de testimonio de la Fe. El
confirmado, explica santo Tomás, recibe el poder de profesar públicamente la Fe
cristiana, como en virtud de un cargo oficial (quasi ex officio)
El bautizado que, con plena y madura conciencia, recibe la Confirmación,
declara solemnemente ante la Iglesia, sostenido por la Gracia de Dios, su
disponibilidad a dejarse inundar, de modo siempre nuevo y cada vez más
profundo, por el Espíritu de Dios, a fin de llegar a ser testigo de Cristo
resucitado.
*** Esta disponibilidad,
gracias al Espíritu Santo que penetra y colma su corazón, se extiende hasta el
martirio, como lo demuestra la ininterrumpida cadena de testigos cristianos
que, desde los albores del cristianismo hasta nuestro siglo, no han temido
sacrificar su vida terrena por amor a Jesucristo. La Iglesia es el
supremo testimonio de la verdad de la Fe, designa un testimonio que llega hasta
la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está
unido por la caridad. En la actualidad el martirio se lleva a
concepciones no sangrientas o incruentas de lucha y renuncia por alcanzar la
perfección de vida cristiana.
***En el umbral del
tercer milenio, invoquemos el don del Paráclito para reavivar la
eficacia de la Gracia del sello espiritual impreso en nosotros en la
Confirmación. Nuestra vida, animada por el Espíritu, difundirá el perfume de
Cristo (2 Corintios capítulo 2 versículo 15) hasta los confines de la
tierra.
FUNDAMENTO CRISTOLÓGICO.
El punto de partida
cristológico fundamental para un intento de revalorización de la Confirmación,
ha de ser la bajada del Espíritu sobre Jesús después de su “bautismo” (signo
solidario) en el Jordán (Mc 1, 9-11 par). El envío del Espíritu por el
Padre expresa la idea de que, en la plenitud del Espíritu, Jesús acepta su
misión mesiánica. Así, se convierte en el Ungido sobre el que reposa el
Espíritu; y a la luz de su unción, la venida del Espíritu es reinterpretada
como la iniciación de su misión mesiánica. Tanto el Bautismo como la unción se
consideran pertenecientes al contenido básico del kerigma apostólico
(Hechos de los Apóstoles capítulo 10 versículos 36-43). La venida del
Espíritu adquiere su significación real a la luz de las profecías isaínianas
que anuncian la venida del Espíritu del Señor sobre su ungido (Isaías 11, 1-2;
42, 1-2; 61,1), cuyo cumplimiento es el bautismo de Jesús. Así, el envío del
Espíritu constituye claramente a Jesús como el único Siervo de Yahveh, como el
prometido para los tiempos escatológicos y mesiánicos, lo cual explica por qué
la cristología neotestamentaria es una cristología del “siervo de Yahveh” el
Yo cooperativo de Cristo se pone de manifiesto en la vida
ministerial de la Iglesia que a su vez la hereda de la tradición semita del
pueblo hebreo. La Confirmación anuncia especialmente tanto a Pentecostés
como el misterio pascual que sumerge a Cristo en la muerte y le resucita
glorioso y vencedor. Es como dijimos anteriormente la manifestación profética
un signo de la revelación mesiánica que centra su accionar en el reconocimiento
de este anuncio.
Hoy por ejemplo la
necesidad imperante es de corte ecuménico y solo por medio del Espíritu de Dios
que habita en cada bautizado y confirmado es posible que la Iglesia se
abra a todo tipo de escenarios donde viven y sobreviven hijos de Dios por
adopción. No creamos que la relación del bautizado con el Espíritu Santo se
frena una vez este sea consciente de su compromiso y vivencia de este Pacto
de Amor o Alianza de eternidad, por el contrario, apenas inicia la
edificación de su ser destinado a la plenitud en el Espíritu de Dios. No
es factible suponer que la asamblea que cada domingo celebra la Resurrección
del Señor lo haga sin tener el influjo del Espíritu Santo que con su presencia
convierte cada acción puntual e histórica en la continuidad de nuestra opción
por Cristo Salvador y Redentor. En esta perspectiva, Pentecostés
es un acontecimiento fundador de Iglesia, en el caso de la Iglesia Universal,
pero el envío del Espíritu para fundar Iglesias no se limita al primer Pentecostés,
sino que se encuentra en pasajes temáticamente importantes de los Hechos de los
Apóstoles, donde Lucas describe el envío del Espíritu en la inauguración de las
Iglesias de Samaría y Asia Menor (Hechos de los Apóstoles 8, 5-25; 19,
1-7) Así pone de relieve la importancia del don del Espíritu para el
establecimiento pleno de la Iglesia, no sólo universalmente, como en el primer
Pentecostés, sino también, y quizá incluso primariamente, a nivel local, allí
donde se forma una Iglesia en torno al Obispo como su cabeza visible y el clero
que ejecutará la obra.
Habrá que tener en
cuenta lo que Lucas entiende por Iglesia, la comunidad de creyentes
modelada en una unidad, para llegar a ser, por su realidad de llena del
Espíritu, la presencia del mesianismo en el mundo del que somos parte activa en
la dinámica de nuestra Fe Cristocentrica. Luego y según lo
anterior la Confirmación se relaciona vitalmente con el Bautismo, la vida de la
Iglesia y el anuncio de Cristo resucitado, o qué sentido tiene la Confirmación
sino es como punta de lanza para el anuncio de Cristo vivo y triunfante. La
Iglesia como comunidad de Fe y bautizados, se convierte en sacramento
universal de salvación al mundo y a su gran cantidad de
componentes socio-culturales que lo gobiernan… Una vez más el Señor se refiere
a la presencia del Espíritu Santo como parte de su plan salvífico y para
fundamentar con ello la vivencia de su Palabra.
El Jesús
Histórico penetra la conciencia de sus congéneres con la propuesta
de su Evangelio y lo introduce decididamente ante los imaginarios construidos
en su época que son el primer obstáculo en la comprensión de su Naturaleza
Divina. Para el judío era imposible suponer que la Divinidad de Yahveh
encarnará plenamente en un ser humano lo que sin duda manifiesta el primer gran
problema para referir su mensaje a la Encarnación, de la cual nos habla. Es
pues una realidad que la inclusión de su mensaje afecta positivamente a las
personas que se abren a su influjo. La cristología se manifiesta positivamente
en la vida de los creyentes y más cuando estos viven sus definiciones y
participan conscientemente de la vida de la Iglesia.
El siglo XXI
nos ilustra sobre sus prioridades y necesidades y la comunidad eclesial
requiere de la vivencia decidida de la Confirmación para asegurar que los
procesos de madures espiritual sean ampliamente difundidos en todos los
escenarios de la Iglesia. Los confirmados son los soldados de
Cristo y su milicia es el Evangelio y la Fe, Esperanza y
Caridad su armadura, espada y escudo. En cuanto a la confección de la
Confirmación se vive en tres momentos que relacionan
objetivamente hablando a la congregación con sus candidatos y con el clero
representados por su Obispo y los que le asisten en la ceremonia o rito. Esta
es la real posibilidad hecha concreción de profundizar la Gracia recibida en el
Bautismo. La Iglesia debe cuidar celosamente de sus hijos confirmados para que
el Espíritu y sus gracias no se alejen de la vida de nuestros jóvenes y adultos
que han decidido vivir su Fe con nosotros. La realidad de nuestra composición
social y cultural genera oposición a la Confirmación ya que los valores que el
mundo está sembrando son contradictorios al espíritu de los creyentes y su
praxis. Uno de los frutos personales de la Confirmación es la
adhesión a Cristo y la vivencia de su Evangelio. En el
cumplimiento de las promesas que emitimos en el Bautismo y en la Confirmación
se puede sentir la mano de la Iglesia que abre espacios para la vivencia madura
de nuestra Fe y su consecuencia es clara, estar unidos a Cristo y vivenciar en
todo lo que hacemos que la definitiva alianza la hemos sellado mediante
la Gracia de nuestra iniciación cristina (Bautismo y Confirmación)…
Cristo como Señor de la Iglesia es quien le confiere la Gracia por medio del
Espíritu de Dios para vivir lo que de viva voz proclamó en el Pacto
Bautismal que al unísono la Iglesia representada en la congregación
comparte con los confirmandos. No es sencillo simplemente suponer que su
influjo llega a nosotros bajo las concepciones personales y no eclesiales. Hoy
como en la época de los santos PP. De la Iglesia la Confirmación
marca el inicio y la vivencia de la madurez de la Fe de los cristianos. Es ella
que con su Gracia alimenta toda realidad trascendente al punto de disponernos
para su encuentro. Sin la Confirmación nuestra oración no podrá ser
plena ya que con ella recibimos el don de Dios para potenciar nuestras palabras
y pensamientos y abrir nuestro entendimiento a la consideración de las verdades
de Fe contenidas en la interpretación bíblica.
ALGUNAS CITAS
BIBLICAS PARA NUESTRA REFLEXIÓN.
Isaías 58,11
|
Ezequiel 47,1
|
Joel 2,28
|
Juan 14,16.26
|
Hebreos 6,2
|
Hechos de los Apóstoles
8,14
|
Timoteo 4,14
|
Hechos de los Apóstoles
19,1-7
|
Juan 19,30
|
1 Juan 5,6
|
Juan 1: 19-34
|
2 Crónicas 15:10-13.
|
Éxodo 23,14
|
DE RITOS Y TRADICIONES.
El Himnario
Provisional que empleamos en nuestra liturgia nos señala dos cantos que
se aconsejan para la administración de la Confirmación y son el #
84 y el 85 el primero es una invocación al Espíritu Santo y el segundo
nos ilustra en primera y tercera persona sobre los compromisos de quien se
confirma en la vida, obra, y cosmovisión de la Iglesia. “Ven santo
Espíritu creador Eterna luz de inspiración… Divina unción espiritual.
Tuseptiforme don nos das Veni sancte spiritus creator lumen aeternum... Sancte
Spiritus spiritalis unctio. Vivamus Tuseptiforme da nobis”. Reconocemos
no el Espíritu Santo como don en la extensión de su naturaleza y esencia porque
nuestra naturaleza creada no puede contenerle al Dios Trino y Uno, pero si como
lo señala el párrafo recibimos los dones que su presencia emana en nuestras
vidas. La interpretación del canto es sin duda acertada y concreta bajo el
signo de la Pneumatología que lo inspira. Somos pues receptáculos de sus dones
para construir nuestra experiencia con el resucitado. La traducción al latín
nos asegura la más absoluta fidelidad al texto que contiene su explicitación
tanto piadosa como teológica y doctrinal. Ven Santo Espíritu recita el
confirmando justo antes de su imposición de manos y después cuando una vez
concluida la celebración sale a irradiar los dones a él o ella concedidos.
En nuestra dinámica antropológica suponemos la más auténtica conexión con
la realidad espiritual que nos rodea y de la cual participamos.
Su culmen doctrinal lo
encontramos en el verso (7) al afirmar: Al Padre, al Hijo muéstranos
y a Ti que vienes de los dos y en latín: Et Patris, et
Filii, et ostendam tibi qui es in nobis duabus, el
Hiponense cita la procedencia del Espíritu Santo y nos dice de
Entrambos. La presencia del Espíritu Santo es asociada a las demás
Divinas Personas y se establece así su concepción relacional que solo se
distinguen en cuanto a las Personalidades Divinas y no a su esencia o
sustancia. Nosotros heredamos de los santos PP. De la Iglesia la interpretación
Trinitaria de las relaciones Divinas y así lo deja claro este verso
citado. Luego la Confirmación es al igual que el Bautismo un
vínculo espiritual con el Dios que se revela Inhabitando al ser humano. Es una
profesión de Fe que acude a su bella dialéctica para expresar con absoluta claridad
que somos y seremos trinitarios.
Jesús yo he
prometido
Servirte con amor;
Concédeme tu
gracia,
Mi amigo y
Salvador.
No temeré la lucha
Si Tú a mi lado
estás,
Ni perderé el
camino
Si Tú guiando vas.
El mundo está muy
cerca,
Y abunda
tentación;
Muy suave es el
engaño
Y es necia la
pasión:
Ven Tú, Jesús, más
cerca
Mostrando tu
piedad,
Y escuda al alma
mía
De toda iniquidad.
Y si mi mente vaga
Ya incierta, ya
veloz,
Concédeme que
escuche,
Jesús, tu clara
voz:
Anímame si dudo;
Inspírame también;
Repréndeme, si
temo
En todo hacer el
bien.
Jesús, Tú has
prometido
A todo aquel que
va
Siguiendo tus
pisadas,
Que al cielo
llegará.
Sostenme en el
camino,
Y al fin con dulce
amor
Trasládame a tu gloria,
Mi amigo y
Salvador. Amén. (Himno ·85. Libro de Oración Común).
Qué bello canto
inspirador de una experiencia de Fe que el confirmado puede y necesita vivir
como signo de compromiso con Cristo y su Iglesia. No permitamos que se olvide
el deber con la Iglesia cuya inspiración esta siempre en nuestros
corazones. No existe posibilidad de interpretar nuestra Fe sin la continua
presencia de la Iglesia. Vivimos nuestro cristocentrismo en
la Iglesia y ella como depositaria de la misericordia y Voluntad
salvíficas del Padre Dios. Aunque muchas personas no les guste como suena, pero
es una realidad que en la Confirmación confesamos también la Fe de la Iglesia y
nos unimos a ella que vela por sus hijos los bautizados y ahora confirmados. Es
pues la Iglesia no solo testigo de los confirmados sino también su maestra y
guía. No en vano el mayor de los magisterios de la Iglesia después de
los apóstoles (frase célebre del inglés Beda el Venerable comentador
de las obras del último PP. De la Iglesia latina, nos referimos a Isidoro de
Sevilla) comentó en Hipona delante de su clero: Creo en Cristo y en su
Evangelio porque así me lo enseña la santa Madre Iglesia. (No
ha sido mi interés referirme a connotaciones o antítesis de los enunciados de
la Confirmación como rito sacramental o como sacramento, queda a la
disciplina de la Iglesia sus definiciones, nos hemos sujetado a la tradición
eclesial que aceptamos y vivimos). Ven Santo Espíritu de Dios
la mente de los tuyos a iluminar. Envía tu Espíritu Señor y renueva la faz de
la tierra… Veni Sancte Spiritus Dei mente tua illuminativam.
Domine mitte Spiritum facie terræ, et renovare… Amen.
FUENTE CITADA Y ACTUALIZADA:
cristoeseltema.blogspot.com
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