CUARTO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. 1 Samuel capítulo 15
versículos 34 y 16:13. Salmo 20. 2 Corintios capítulo 5 versículos 6-10
(11-13), 14-17. Marcos capítulo 4 versículos 26-34.
El
libro de Samuel continua la historia del domingo anterior pero
dejando en claro que la relación entre el profeta y el rey cambió radicalmente,
no eran puntos de vista reconciliables puesto que el profeta hablaba de
justicia bajo el modelo anterior (jueces) y la absoluta sumisión a Yahveh por
parte del israelita, mientras que la organización política entorno al rey
desplazaba paulatinamente la injerencia de Dios. Uno y otro modelo chocaban y
la posibilidad de lograr una relativa aceptación era compleja de darse, aquí lo
importante es tener presente que el modelo monárquico no era propio de Israel
sino de sus vecinos, la constante injerencia externa llevara Israel a afirmar
el culto en los “lugares altos” montes, arboles, rocas, etc., como era
costumbre entre los cananeos y filisteos con sus deidades sobresalientes (Baal
y Astarté).
No perdamos de vista que
el monoteísmo en Israel no se dio en sus comienzos, ya que ellos creían en la
existencia de dioses pero aseguraban que Dios (Yahveh) era el más poderoso,
esto implica receptividad para entrar en contacto con estas culturas y su liturgia
politeísta. Las prácticas culticas de Israel no eran en sus inicios distintas a
la cosmovisión de estos pueblos. El pensamiento religioso evolucionó hasta lo que es hoy en día. Samuel ve con total preocupación estas ideas
que se están infiltrando en su pueblo y muchas de ellas en el futuro fueron realidad,
ya que los reyes tomaron esposas en distintas culturas y a estas esposas
se les permitía tener culto para sus deidades. En nuestro presente podemos
afirmar que la sociedad está desarrollando una percepción particular de las
riquezas y el confort a un nivel que se rinde culto a la persona y su rostro,
creen en un solo Dios pero rinden culto a muchísimos modelos de felicidad que
entrega el mundo.
El Texto inspirado para
este domingo culmina con la Unción de
David como el futuro rey de su pueblo, miremos:
Tomó
Samuel el cuerno de aceite y le
ungió en medio de sus hermanos. Y a partir de entonces, vino sobre David el Espíritu de Yahveh. Samuel se levantó y se fue a Ramá.
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La alusión al Espíritu de
Dios corresponde –según los PP. de la Iglesia- a las gracias muy particulares
que recibe una persona consagrada, la comparación la podemos traer al presente
de todo bautizado y los dones que recibe para vivir su Fe. David deberá
recuperar la conexión con la tradición y su revelación, y restablecer el
Señorío de Dios en medio de su pueblo. Es consagrado para una misión muy
particular que sin duda no dista mucho de la misión de cada bautizado en medio
de la sociedad y la Madre Iglesia.
El
Salmo 20, es claramente una oración destinada al rey,
particularmente cuando este sale a la guerra. Es pues Dios la esperanza de su
pueblo y no implica que el poderío de su ejército sea suficiente sino todo lo
contrario a esta afirmación, ya que la confianza está en manos de Dios y solo
Dios da la victoria sin importar que tipo de guerra o conflicto se esté
viviendo por parte del creyente. El rey es modelo de justicia terrenal y la
confianza del bautizado no puede descansar sobre los poderes de este mundo. La
realidad es pasajera y quienes se confían a ella pasaran también, mientras que
los afirmados en Cristo trascenderán. Dios cuida a cada uno de sus ungidos, a
cada uno de su rebaño. Estamos pues luchando constantemente y no estamos solos,
Dios está a nuestro lado.
El
Apóstol Pablo en su Carta a los Corintios, nos dice entre otras
cosas, que la imperfección como consecuencia del pecado se aparta de nosotros
cuando el deseo y el propósito de nuestras vidas es vivir unidos a Cristo. La
imperfección es sinónimo de la fragrante ausencia de la Gracia y por ende de la
ratificación de un estado que no trasciende porque está muy “bien” en el mundo
(realidad material).
La proximidad de la carne
como estilo de vida y de mentalidad nos aparta de Cristo y de toda posibilidad
de pensar en los valores y bienes espirituales, recordemos una vez más que el
mundo posee sus propios estándares y deidades y que el bautizado es una
criatura nueva solo en la medida en la que le permita a la Gracia transformar
su ser y su existencia. Debemos descubrir la Misericordia de Dios y vivirla
como parte vital de nuestra existencia terrena. El creyente debe amar y
promover la vida pero no puede olvidar que está llamado a un Reino y que en su
momento su presentación en este mundo pasará. Ante el dolor y la perdida no
podemos vivir como los que no tienen esperanza.
Cristo se estregó por
todos y Pablo lo tiene presente en esta exhortación a la comunidad de Corinto. Ratifica
su pensamiento expresado anteriormente en su Carta a los Romanos sobre la importancia
del santo Bautismo ya que al ser
sumergidos en el agua morimos con Cristo y al salir de ella lo hacemos renovados y regenerados por la Gracia del
Resucitado, literalmente para Pablo, morimos y resucitamos con Cristo. No es
posible vivir en el mundo y afirmarnos solo en sus valores, nosotros los
bautizados debemos vivir aquí como de paso.
El
Evangelio Marcano, nos dice muy a su estilo y como una
expresión encriptada de su propia Fe que el Reino de Dios como una semilla
posee un principio que le permite desarrollarse aunque nosotros no lo veamos, pues
esa fuerza escondida para nosotros es la Gracia de la presencia de Cristo.
Bella forma de decir que el Reino es la expresión ascendente del amor de Dios
en nuestra vida y por ende en cada una
de las realidades que vive y vivirá el bautizado. La siguiente enseñanza (Texto
acomodaticio) compara al Reino de Dios con la “semilla de mostaza” de esa manera guarda absoluta relación con
el principio anterior.
La realidad que se manifiesta
en la vida del bautizado es absolutamente positiva y su presencia transforma
totalmente cualquier mentalidad sin importar su complejidad. No importa el
tamaño, la promesa está disponible para todos los bautizados… Es pues, un compromiso grande de nuestra
parte para que el Reino de Dios se manifieste y empiece a ser una realidad Aquí
y Ahora. Nosotros los cristianos debemos afirmar con nuestro estilo de vida
que existe una santa y necesaria reciprocidad entre el Reino de Dios y su
manifestación en nuestras vidas y accionar dentro y fuera de la Iglesia.
Este fruto es también la
Iglesia y como tal lleva en su ser la semilla de la Gracia que se comunica y
cada día está a nuestro lado para transformar realidades. La Iglesia en su
condición de Madre y Maestra del bautizado tiene la misión de cuidar de todas
las semillas para que con sus enseñanzas puedan germinar y revelar el Reino de
Dios plantado en el santo bautismo. Aquí encontramos una imagen de su Tradición
y Magisterio, esa Semilla es el amor de Dios revelado en su Adorado Hijo. El
crecer es también un proceso natural que es animado profundamente por la Gracia
y la necesaria transformación de la vida del creyente. El reino de Dios es
tan real que las mismas parábolas y enseñanzas propuestas por marcos en su
Evangelio tocan de lleno el estilo de vida del judío de su época y su gran
conexión con el entorno natural.
El explicar su contenido
en privado es una forma Marcana que nos está diciendo que la relación de
intimidad y discipulado con Cristo es indispensable para comprender y vivir su
Palabra, de lo contrario el mensaje se
diluye y se pierde quedándose sin énfasis. Nuestro discipulado es una realidad
salvífica y solo así cobra todo sentido la expresión de nuestra Fe en el
Resucitado. El Evangelio está a nuestro alcance pero requiere de nosotros tener
hábitos de lectura y meditación de su contenido y lo más importante de
configurar nuestras vidas bajo la luz de sus enseñanzas, bien diría san
Jerónimo (PP. de la Iglesia y amigo de Agustín de Hipona) Quien
no conoce el Evangelio miente si dice conocer a Cristo o Quis
scit si dixero quia non mentiri Evangelium Christi…
Y en esta misma dirección
surge un axioma entre los PP. de la Iglesia que reza: El valor de los libros canónicos de las Sagradas Escrituras, está más
presente en el corazón de la Madre Iglesia que en el Texto o Et
valorem canonicum Sacrarum Scripturarum definiendum libri scriptum est de
pectore praesens in Ecclesia Mater in textu.
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