martes, 12 de junio de 2018

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.


CUARTO  DOMINGO  DESPUÉS  DE  PENTECOSTÉS. Año B. 1 Samuel capítulo 15 versículos 34 y 16:13. Salmo 20. 2 Corintios capítulo 5 versículos 6-10 (11-13), 14-17. Marcos capítulo 4 versículos 26-34.



El libro de Samuel  continua la historia del domingo anterior pero dejando en claro que la relación entre el profeta y el rey cambió radicalmente, no eran puntos de vista reconciliables puesto que el profeta hablaba de justicia bajo el modelo anterior (jueces) y la absoluta sumisión a Yahveh por parte del israelita, mientras que la organización política entorno al rey desplazaba paulatinamente la injerencia de Dios. Uno y otro modelo chocaban y la posibilidad de lograr una relativa aceptación era compleja de darse, aquí lo importante es tener presente que el modelo monárquico no era propio de Israel sino de sus vecinos, la constante injerencia externa llevara Israel a afirmar el culto en los “lugares altos” montes, arboles, rocas, etc., como era costumbre entre los cananeos y filisteos con sus deidades sobresalientes (Baal y Astarté).

No perdamos de vista que el monoteísmo en Israel no se dio en sus comienzos, ya que ellos creían en la existencia de dioses pero aseguraban que Dios (Yahveh) era el más poderoso, esto implica receptividad para entrar en  contacto con estas culturas y su liturgia politeísta. Las prácticas culticas de Israel no eran en sus inicios distintas a la cosmovisión de estos pueblos. El pensamiento religioso evolucionó   hasta lo que es hoy en día.  Samuel ve con total preocupación estas ideas que se están infiltrando en su pueblo y muchas de ellas en el futuro fueron  realidad,  ya que los reyes tomaron esposas en distintas culturas y a estas esposas se les permitía tener culto para sus deidades. En nuestro presente podemos afirmar que la sociedad está desarrollando una percepción particular de las riquezas y el confort a un nivel que se rinde culto a la persona y su rostro, creen en un solo Dios pero rinden culto a muchísimos modelos de felicidad que entrega el mundo.

El Texto inspirado para este domingo  culmina con la Unción de David como el futuro rey de su pueblo, miremos:

Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos. Y a partir de entonces, vino sobre David el Espíritu de Yahveh. Samuel se levantó y se fue a Ramá. 


La alusión al Espíritu de Dios corresponde –según los PP. de la Iglesia- a las gracias muy particulares que recibe una persona consagrada, la comparación la podemos traer al presente de todo bautizado y los dones que recibe para vivir su Fe. David deberá recuperar la conexión con la tradición y su revelación, y restablecer el Señorío de Dios en medio de su pueblo. Es consagrado para una misión muy particular que sin duda no dista mucho de la misión de cada bautizado en medio de la sociedad y la Madre Iglesia.

El Salmo 20, es claramente una oración destinada al rey, particularmente cuando este sale a la guerra. Es pues Dios la esperanza de su pueblo y no implica que el poderío de su ejército sea suficiente sino todo lo contrario a esta afirmación, ya que la confianza está en manos de Dios y solo Dios da la victoria sin importar que tipo de guerra o conflicto se esté viviendo por parte del creyente. El rey es modelo de justicia terrenal y la confianza del bautizado no puede descansar sobre los poderes de este mundo. La realidad es pasajera y quienes se confían a ella pasaran también, mientras que los afirmados en Cristo trascenderán. Dios cuida a cada uno de sus ungidos, a cada uno de su rebaño. Estamos pues luchando constantemente y no estamos solos, Dios está a nuestro lado.

El Apóstol Pablo en su Carta a los Corintios,  nos dice entre otras cosas, que la imperfección como consecuencia del pecado se aparta de nosotros cuando el deseo y el propósito de nuestras vidas es vivir unidos a Cristo. La imperfección es sinónimo de la fragrante ausencia de la Gracia y por ende de la ratificación de un estado que no trasciende porque está muy “bien” en el mundo (realidad material).

La proximidad de la carne como estilo de vida y de mentalidad nos aparta de Cristo y de toda posibilidad de pensar en los valores y bienes espirituales, recordemos una vez más que el mundo posee sus propios estándares y deidades y que el bautizado es una criatura nueva solo en la medida en la que le permita a la Gracia transformar su ser y su existencia. Debemos descubrir la Misericordia de Dios y vivirla como parte vital de nuestra existencia terrena. El creyente debe amar y promover la vida pero no puede olvidar que está llamado a un Reino y que en su momento su presentación en este mundo pasará. Ante el dolor y la perdida no podemos vivir como los que no tienen esperanza.

Cristo se estregó por todos y Pablo lo tiene presente en esta exhortación a la comunidad de Corinto. Ratifica su pensamiento expresado anteriormente en su Carta a los Romanos sobre la importancia del santo Bautismo ya que  al ser sumergidos en el agua morimos con Cristo y al salir de ella lo hacemos  renovados y regenerados por la Gracia del Resucitado, literalmente para Pablo, morimos y resucitamos con Cristo. No es posible vivir en el mundo y afirmarnos solo en sus valores, nosotros los bautizados debemos vivir aquí como de paso.

El Evangelio Marcano, nos dice muy a su estilo y como una expresión encriptada de su propia Fe que el Reino de Dios como una semilla posee un principio que le permite desarrollarse aunque nosotros no lo veamos, pues esa fuerza escondida para nosotros es la Gracia de la presencia de Cristo. Bella forma de decir que el Reino es la expresión ascendente del amor de Dios en nuestra  vida y por ende en cada una de las realidades que vive y vivirá el bautizado. La siguiente enseñanza (Texto acomodaticio) compara al Reino de Dios con la “semilla de mostaza”   de esa manera guarda absoluta relación con el principio anterior.

La realidad que se manifiesta en la vida del bautizado es absolutamente positiva y su presencia transforma totalmente cualquier mentalidad sin importar su complejidad. No importa el tamaño, la promesa está disponible para todos los bautizados… Es pues, un compromiso grande de nuestra parte para que el Reino de Dios se manifieste y empiece a ser una realidad Aquí y Ahora. Nosotros los cristianos debemos afirmar con nuestro estilo de vida que existe una santa y necesaria reciprocidad entre el Reino de Dios y su manifestación en nuestras vidas y accionar dentro y fuera de la Iglesia.  

Este fruto es también la Iglesia y como tal lleva en su ser la semilla de la Gracia que se comunica y cada día está a nuestro lado para transformar realidades. La Iglesia en su condición de Madre y Maestra del bautizado tiene la misión de cuidar de todas las semillas para que con sus enseñanzas puedan germinar y revelar el Reino de Dios plantado en el santo bautismo. Aquí encontramos una imagen de su Tradición y Magisterio, esa Semilla es el amor de Dios revelado en su Adorado  Hijo. El crecer es también un proceso natural que es animado profundamente por la Gracia y la necesaria transformación de la vida del creyente. El reino de Dios es tan real que las mismas parábolas y enseñanzas propuestas por marcos en su Evangelio tocan de lleno el estilo de vida del judío de su época y su gran conexión con el entorno natural.

El explicar su contenido en privado es una forma Marcana que nos está diciendo que la relación de intimidad y discipulado con Cristo es indispensable para comprender y vivir su Palabra,  de lo contrario el mensaje se diluye y se pierde quedándose sin énfasis. Nuestro discipulado es una realidad salvífica y solo así cobra todo sentido la expresión de nuestra Fe en el Resucitado. El Evangelio está a nuestro alcance pero requiere de nosotros tener hábitos de lectura y meditación de su contenido y lo más importante de configurar nuestras vidas bajo la luz de sus enseñanzas, bien diría san Jerónimo (PP. de la Iglesia y amigo de Agustín de Hipona)  Quien no conoce el Evangelio miente si dice conocer a Cristo o Quis scit si dixero quia non mentiri Evangelium Christi     Y en esta misma dirección surge un axioma entre los PP. de la Iglesia que reza: El valor de los libros canónicos de las Sagradas Escrituras, está más presente en el corazón de la Madre Iglesia que en el Texto  o  Et valorem canonicum Sacrarum Scripturarum definiendum libri scriptum est de pectore praesens in Ecclesia Mater in textu.
  

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