martes, 21 de febrero de 2023

CUARESMA, SIGNO DE AMOR CRISTIANO.

 

CUARESMA, SIGNO DE AMOR CRISTIANO.

RESUMEN.

La celebración de la Pascua (1) tiene en la Cuaresma (2) un importante recurso para su preparación próxima, esta preparación en cabeza de los bautizados hace eco de la Gracia de Dios en la vida de los creyentes. Nos remontamos en el tiempo de los santos Padres pre-nicenos cuando esta praxis litúrgica llegó inicialmente solo para clérigos y luego ante la riqueza que comportaba se adoptó en general. Es un tiempo de autoevaluación y autoanálisis teniendo presente que el cristiano está llamado a buscar la perfección que es la santidad (3). La Cuaresma como tiempo litúrgico insiste en la necesidad de la búsqueda de la santidad mediante la toma de conciencia del valor de esta en la praxis de los bautizados. Hoy enfrenta muchos problemas al desarrollarse en un mundo sensualista donde el hedonismo, el culto a la persona física, la frivolidad, dictan todos ellos una serie de parámetros de comportamiento que alejan a los bautizados de una auténtica vida espiritual. La disciplina en la vida espiritual es uno de los valores de este tiempo fuerte en nuestra litúrgica (4).  Los frutos de una bien vivida Cuaresma saltan a la vista en la madurez humana de los creyentes. En su concepción renovada de un Dios revelado desde el amor como esencia de su accionar. 

 

INTRODUCCIÓN.

 

Este año llega el Triduo Pascual (5)  particularmente temprano pero con todo es una fecha que se hace vivencia en la espiritualidad de la Madre Iglesia, que se prepara y prepara a sus hijos los bautizados en la perspectiva de la renovación de nuestra Fe y experiencia con el Dios vivo (6), hemos vivido Miércoles de Ceniza  y  dispuestos  una vez más a renovar el contenido espiritual de este rito (signo-símbolo) que en sintonía con la Tradición de la Iglesia que desde el año 384 (7) consideró importante el ayuno en su entorno y espiritualidad, es sin duda la finalidad explicita de la Liturgia de la Palabra en este Día Santo (Joel capítulo  2 versiculos 1-2, 12-17 ; Isaías capítulo 58 versiculos 1-12; 2 Corintios capítulo y versiculos   5.20b-6:10; Salmo 103; Mateo capítulo  6 versiculos 1-6,16-21) y todo lo que implica la observancia del Evangelio y su alta dosis de humanidad, de alteridad, en la centralidad de una promesa que repercute grandemente en la persona humana   en todo lo que vivimos siempre en la dirección de la Gracia que magnífica todo esfuerzo de nuestra parte, estamos seguros de la necesaria comunión entre el amor y la humanidad, estamos seguros de recuperar literalmente humanidad cuando caminamos en dicha dirección,  es también un tiempo precioso para reflexionar sobre la vivencia del mensaje de Cristo. Que otro sentido podrá tener la penitencia en boca de Joel e Isaías que el reconocer nuestra intoxicación espiritual que nos quiere apartar de Dios y su Voluntad, el creernos autosuficientes y libres de reproche hace que nuestro corazón vuelto sobre sí mismo desconozca su propia limitación, es este el momento oportuno para sentir al Resucitado haciendo todo nuevo en nuestra existencia.

VIVENCIA DE LA CUARESMA EN LA DINÁMICA DE NUESTRA ECLESIOLOGÍA.

El catolicismo no está solo en este camino cuaresmal también hnos de las Iglesias históricas, Bautista, Luteranas, Presbiterianas, Metodistas (8), observan este llamado a la penitencia y conversión, al cambio de vida que se hace ingente en la propia madurez de nuestra opción por Cristo, que como decisión de cada uno está en nuestras manos y en la Gracia de Dios, hoy como desde el siglo IV la Madre Iglesia espera que nosotros transitemos por la ruta de la reflexión y compromiso de vida tanto física como de nuestro espíritu, Joel admite la presencia del Espíritu de Dios que también ahora se convierte en la Causa Eficiente de nuestra conversión,  no estamos solos todos y cada uno de los bautizados acudimos al llamado de esta necesaria renovación para aprovechar mejor su amor misericordioso, es la posibilidad de la Gracia en nuestra historia y propósito de salvación, rogamos a Dios en su amor infinito que nos sea propicio por amor de su Adorado Hijo el Señor de la Iglesia… (9).

Isaías (58) nos llama a un cambio de vida y actitud,  este cambio debe ser sincero  para dejar a un lado los modelos “viejos” tanto de vida como de acción y adoración que pudieran subsistir en nosotros y que nos recuerdan al hombre viejo señalado por Pablo,  este hombre viejo es reacio a permitir el auténtico reconocimiento de las operaciones de la Gracia en nuestras vidas y desconfía de la Iglesia como guía en este caminar, es pues una antítesis que se opone a la Voluntad salvífica de Dios, estamos ante la naturaleza que se resiste a la Gracia  y busca hacer su destino aunque paradójicamente sea a ciegas. La Cuaresma se presenta como oportunidad de renovación para nosotros, es curioso como en tiempos del padre del Monacato San Antonio (10) (Tebaida egipcia) sus anacoretas durante este periodo se dedicaban a la oración con mayor intensidad, elaboraban “canastos” con las hojas de palma y en Pascua los quemaban, el propósito era la penitencia y el aprovechamiento del tiempo al máximo, inicialmente la Cuaresma solo era observada por las comunidades religiosas y luego se extendió como practica  saludable a los laicos y sus parroquias o congregaciones. La Cuaresma es también sinónimo de Justicia (11) y en esa orientación el bautizado debe revisar su vida en el hacer y en el juzgar delante de sus hermanos y su asamblea o congregación, al profeta Isaías le preocupa la ausencia de Justicia en la cotidianidad tanto del creyente como de sus instituciones (civiles y de gobierno) la ausencia de la Justicia nos provoca vivir dramáticamente en un estado de pérdida constante de felicidad y bienestar, también es aliciente que motiva el creciente establecimiento de estructuras de pecado y muerte “ En el día de ayuno ustedes hacen negocios y maltratan a sus trabajadores luego agrega Si quieren que escuche sus oraciones  no ayunen de esa manera” (Isaías capítulo  58 versiculos  3-4) la sentencia es contundente, la Justicia puede arropar nuestras oraciones o desvirtuarlas ante el Dios justiciero que cuida de los suyos, es pues la Justicia Isainiana  vivida bajo dos vertientes la personal y la comunitaria donde la obra del creyente puede retrasar el Reino de Dios  o verlo en la perspectiva de su promesa salvífica.

La Cuaresma posee su propia identidad litúrgica y nos entrega generosamente sus valores y contenidos, aquí el ayuno, la oración, la meditación de la Palabra de Dios son sin duda alguna uno de sus tópicos más relevantes. La Tradición vio precisamente estos contados antes de universalizarla como praxis de espiritualidad para los bautizados. Este mismo espíritu lo recogemos en el L.O.C cuyos ritos disponen de una evidente noción de su trascendencia y por ende de su valor mistagógico (12). Pocos tiempos litúrgicos, en su retorno anual, habrán dejado tan profunda huella como la Cuaresma en el pueblo cristiano. Este ha sido de verdad uno de los tiempos fuertes, resultado de una larga historia multisecular de haber convocado a la milicia cristiana para la puesta a punto de las armas de la luz (Conf. Romanos capítulo 13 versiculo 12), para luchar contra nuestro enemigo el diablo (conf. Efesios capítulo 6 versiculos 11-17; 1 Pedro capítulo 5 versiculo 8).

En efecto, la Cuaresma que nosotros celebramos es una síntesis de un triple itinerario ascético y sacramental: la preparación de los catecúmenos al bautismo, la penitencia pública y la preparación de toda la comunidad cristiana para la Pascua. Denominador común de este triple itinerario interdependiente ha sido la cuarentena de días que el Señor quiso cumplir, como dice Agustín, “para aleccionarnos para la victoria”. El simbolismo bíblico de los cuarenta días, como período de prueba y de tentación, de éxodo a través del desierto -el de Israel duró cuarenta años-, pero también de Gracia y de acción divina en favor de su pueblo, ha sido decisivo para configurar la fisonomía de la Cuaresma cristiana. Moisés, Elías y, sobre todo, el propio Jesús, cuando a continuación del bautismo es llevado por el Espíritu al desierto (conf. Lucas capítulo 4 versiculos 1-2), han consagrado este tiempo, al que la liturgia no duda en llamar sacramento cuaresmal, es decir, período sagrado de salvación y signo de la Gracia de Cristo por voluntad de la Iglesia. La Cuaresma es, entonces, un verdadero rito sacramental puesto a disposición de toda la comunidad cristiana para que reviva y renueve cada año el paso de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios (conf. Romanos capítulo 8 versiculos 21) que un día se realizó en el bautismo de cada uno (conf. Romanos capítulo 6 versiculos 3-11; Colosenses capítulo 2 versiculos 12). La experiencia del pueblo hebreo en el desierto es consecuencia de la necesidad de madurar en la Fe y de esta forma su caminar o peregrinar asume una calidad y condición de la vida sobrenatural que empieza a crecer en ellos y en los creyentes de nuestras épocas.

EN SU HISTORIA.

Ya en el siglo IV este ayuno se extiende a otras dos semanas más, dejando los domingos, en los que también estaba prohibido ayunar. Esta época es la que conoce el mayor esplendor del catecumenado de adultos, cuya última etapa, la inmediatamente anterior a la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana, se desarrollaba en estas semanas anteriores a la Pascua. También es entonces cuando mayor impulso recibe otra importantísima institución pastoral de la Iglesia antigua: la penitencia pública de los grandes pecados, con el rito de la reconciliación de los penitentes en la mañana del jueves santo. Aunque este modo de obtener el perdón de los pecados duraba varios años, lo mismo que el catecumenado, sin embargo, todos los años, al comenzar el período de preparación para la Pascua y a su término, en la mañana del Jueves Santo, se celebraban los ritos de entrada en el orden de los penitentes y el rito de la reconciliación, respectivamente. Entre una y otra celebración terminarán por transcurrir cuarenta días, sin duda por influjo del ayuno del Señor en el desierto. A finales del siglo IV, Roma ya tenía organizada así la Cuaresma, participando en ella no solamente los catecúmenos y los penitentes, sino toda la comunidad. Por cierto, que el rito de entrada en la penitencia pública es lo que ha dado lugar al miércoles de Ceniza. La Cuaresma en la Iglesia Episcopal conserva el espíritu rescatado por los Padres del Movimiento de Oxford, particularmente en lo referente a la universalidad de su rito y consecuencias en la vida espiritual de los bautizados. No se trata solo de un rito cuyo contenido se agota al final de la celebración sino toda una gama de contenidos que aterrizan en la confesión de nuestros pecados y la necesaria enmienda de vida. Aquí es importante recalcar el valor intrínseco de la penitencia como factor que contribuye a la sensibilización de los creyentes frente al mundo y su entorno somático.  En Oxford se recuperó la necesidad de la penitencia ante el avanza de una sociedad absolutamente liberal en sus contenidos y exigencias. La fuente primaria de estas motivaciones son el evangelio y la tradición profética de Israel. En cuaresma el bautizado dimensiona su responsabilidad personal ante el pecado que puede cometer y de hecho cometió en el pasado. El presente aparece como el momento propicio para romper con esta jettatura que esclaviza y aliena a los bautizadas. La congregación como expresión de la Iglesia local o Diócesis pone de relieve la importancia de la penitencia en su praxis mistagógica y en sus Usos y Costumbres. Las formas de penitencia evolucionaron más su contenido inicial es conservado celosamente por la Iglesia.

Nuestra penitencia es racionalmente humana como debe ser ante el mundo y las relaciones que en su ámbito se gestan y consolidan, el pecado como experiencia muy profunda del mal debe dejar su espacio al influjo transformador de la Gracia. Es pues la opción por Cristo la que alienta y alimenta nuestra Cuaresma, es la necesidad de replantear nuestras vidas y acciones de cara a la realidad del Dios revelado. Aquí los bautizados dimensionan la constante necesidad de la Metanoia en sus vidas. Cambiar es solo posible cuando es el reflejo contundente del amor en nosotros que nos hace amar y cesar estar más cerca de Cristo que del mundo o realidad material donde vivimos. Pues estos estadios de madurez espiritual aprovechan al máximo la Cuaresma y dejan una huella indeleble en la vida de los bautizados. Sin amor la Cuaresma se convierte en una mera citación ritual. El amor puede y de hecho trasforma al creyente bajo el modelo de Cristo. Estamos pues condicionados por la praxis amorosa que nos libera y convierte la Cuaresma en un tiempo reflexivo vital para continuar creciendo en Gracia. La huella de la Cuaresma puede evidenciarse en el estilo de vida de los bautizados que la viven con intensidad y compromiso.

La ceniza debe superar en nosotros el compuesto químico y su signo para convertirse en generador de conciencia que no se detenga ante los imaginarios de nuestro medio eclesial, la Justicia no se puede alienar y mucho menos equiparar bajo pretensiones personales por nobles que estas sean, la ceniza nos recuerda nuestro origen y retorno ella no es una finalidad es un instrumento propiciador de nuestra reflexión… buscamos agradar a Dios y ser   dignos herederos de su Reino, el ayuno que la Iglesia vive constantemente (forma ininterrumpida) es la búsqueda de la Justicia en el anuncio y testimonio del Resucitado, ya no le buscamos en el “sepulcro vacío” lo hacemos hoy en el hermano y su intríngulis. (40) días de cara a la celebración del misterio (mistagógico) del Santo Triduo Pascual (Pasión, Muerte, Resurrección) del Salvador Jesucristo, de la Noche Santa en la que la Madre de los bautizados le proclama resucitado y glorioso a los pies del Padre Dios, es pues Cuaresma la antesala a la obra del Redentor en la Cruz, tiempo de conciencia y amor sin medida. Para concluir esta reflexión quiero citar al Hiponense en su “Sermón de Domingo de Pascua” … Vosotros sois los mismos hombres que erais, ya no habéis traído caras nuevas, y, sin embargo, sois nuevos; viejos por la apariencia del cuerpo, pero nuevos por la Gracia de la santidad, esto sirve a la verdadera novedad. Así como veis esto es todavía Pan y Vino y por la Consagración serán el Cuerpo y la Sangre de Cristo… Esto hace el nombre de Cristo; esto hace la Gracia de Cristo: Que la realidad parezca lo mismo que parecía y que, sin embargo, no valga aquello que valía.  (14).

 

RECURSO PARA NUESTRA MEDITACIÓN PASTORAL.

 

SIGNO

CONTENIDO

CITA BÍBLICA

Inmundicia

La condición de este personaje es degradada al punto de estar por tierra, es decir, de entrar en contacto con lo más bajo de la condición humana y sus postraciones esenciales.

Job capítulo 30 versículo 19.

Desgracia

Literalmente el salmista describe un estado de infinita frustración y amargura, su condición es tan aguda que el dolor se hace uno con la causa.

Salmo 102,9.

Vergüenza

Fue retirada de su propia casa lo que implica perdida de absolutamente todo lo que la hacía ser reconocida y estimada. Tal estado solo es posible con la pérdida real de cuanto da identidad y dignidad a la persona.

2 Samuel capítulo 13 versículo 18-19.

Humillación ante Dios

Abraham reconoce la dimensión de su ser, al punto de interactuar con Dios sin olvidar su “poquedad” como él mismo lo manifiesta. Quien se humilla delante de Dios por Dios será exaltado. 

Génesis capítulo 18 versículo 27.

Arrepentimiento.

El Ayuno para Daniel como para todo creyente israelita es signo de arrepentimiento y deseo sincero de cambio de vida particularmente de aquello que considera no está bien realizado en su existencia. 

Daniel capítulo 9 versículo 3.

 

CIBERGRAFÍA Y FUENTES.

 

*** https://www.bibliatodo.com/la-biblia/version/Biblia-de-Jerusalen Los Textos bíblicos son citados de la Edición Biblia de Jerusalen.

 

1-      El término "pascua" proviene de la transcripción griega y latina, pasja; de una palabra de origen hebreo y arameo, respectivamente, pesah y pasha; que remite a su vez al verbo pasah, que significa "pasar", "saltar". De aquí procede el significado del sustantivo: "fiesta" (danza) y "paso". La celebración de la pascua está en el centro y en el corazón de la experiencia bíblica, ya que está relacionada con el acontecimiento fundador del pueblo de Dios: el éxodo y la alianza. Por medio de la celebración de la pascua se actualiza el acontecimiento salvífico en su forma litúrgica. Al modelo o esquema de la pascua bíblica se refieren también los textos del NT para interpretar la acción salvífica de Jesús. En el culto cristiano como "memorial" se prolonga el acontecimiento salvífico de toda la historia bíblica, que culmina en Jesús, muerto y resucitado.

2-      Cuaresma. La primera referencia a una preparación pascual de cuarenta días aparece en un escrito de Eusebio de Cesárea que se remonta aproximadamente al año 332. En ese escrito Eusebio habla de la cuaresma como de una institución bien conocida, claramente configurada y, hasta cierto punto, consolidada. Esto nos permite pensar que a principios del siglo IV la cuaresma era ya una realidad establecida en algunas Iglesias.

3-      Nota del autor.

4-      Nota del autor.

5-      PASCUA. Llegados al siglo IV, encontramos una formulación teológica litúrgica bien precisa del triduo sacro. En san Ambrosio podemos leer: "Triduo en el que ha sufrido, ha reposado y ha resucitado el que pudo decir destruid este templo y en tres días lo reedificaré". Entre otras escogemos la conocida expresión de Agustín por su tan adecuada formulación: Sacratissimum triduum crucifixi, sepulti et suscitati. ANTECEDENTES. Hacia el año 57 d.C., Pablo, escribiendo a los corintios, precisaba con exactitud el objeto de nuestra pascua: "Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado" (1 Cor 5,7). En el lenguaje del cuarto evangelio, Cristo es el cordero pascual que quita el pecado del mundo (Jn 1,29) y, como a tal, no se le rompe ningún hueso (Jn 19,33.36). Las tres pascuas escalonadas en el ministerio público de Jesús (Jn 2,13; 6,4; 11; 55), al insistir que se trata de la pascua judía, ¿no muestran acaso la intención de aquel que con su muerte va a sustituir la pascua judía? Es normal que el anuncio pascual sea el centro de la predicación apostólica (Lc 24,26, etc.), y sobre todo los discursos kerigmática de Pedro y Pablo. Muy pronto el memorial de la muerte de Cristo ocupará, sobrepasándolo, el memorial del Éxodo (1 Cor 11,25ss). En el interior del NT, la progresiva "pascualización" de Jesús será completa en el momento de captarse la novedad absoluta de la inmolación pascual unida a la resurrección. La vida de la comunidad, nacida justamente de la pascua de Jesús, transcurre precisamente anunciando y celebrando el paso de Jesús de este mundo-al Padre por amor a los hombres (Jn 13,1).

6-      Fecha cercana al Concilio I de Constantinopla en el año 381.

7-      Nota del autor.

8-      Nota del autor.

9-      Nota del autor.

10- Antonio, Abad. Nace en Coma - la actual Quemans- junto a Heracleópolis, en la orilla izquierda del Nilo, en el Egipto central, hacia el a. 250, de padres patricios. Al fallecer éstos (270), confía su única hermana a una comunidad de vírgenes y, una vez distribuidos todos sus bienes entre los pobres, se retira a un lugar solitario para emprender una vida de anacoreta. Allí vive cerca de 20 años. Cuando tiene aproximadamente 35, lo encontramos en los montes Pispit, junto al mar Rojo, donde organiza una auténtica comunidad monástica con todos aquellos que desean seguir su ejemplo. Durante la persecución de Maximino (311) se encuentra en Alejandría, consagrado al socorro y consuelo de los mártires cristianos. Él, sin embargo, no llega nunca a ser encarcelado.  Poco después abandona Alejandría y se establece en Colztum, a unas 30 millas del Nilo, en un lugar totalmente aislado. Sus fieles discípulos del cenobio de Pispit continúan, sin embargo, buscando su nuevo paradero, hasta que lo encuentran. Hacia el 335, A. es requerido en Alejandría por el obispo Atanasio a fin de que combata a los arrianos. Enseguida vuelve a su retiro del mar Rojo.

11- Nota del autor.

12- Nota del autor.

13- (In Ps. 60,3).

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