DOMINGO XXIV
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Rut capítulo 3 versículos 1-5; 4:13-17. Salmo
127. Hebreos capítulo 9 versículos 24-28. Marcos capítulo 12 versículos 38-44.
El Libro de Rut, continúa
en la dinámica del domingo anterior, es decir, presentando a Rut en relación
con su opción de Fe al continuar al lado de Noemí no obstante que los vínculos
familiares quedaron rotos por la pérdida de su esposo, la fidelidad de esta
mujer es de admirar, La escena que sigue es la recreación de la entrada en sus
vidas de su Goel o pariente político israelita que asumía la responsabilidad de
velar por estas mujeres. Históricamente la figura del Goel simbolizó un
contenido más universal al ser relacionado con el propio Cristo quien nos
rescató en la Cruz. La figura de este pariente es clave para asegurar la
descendencia de Noemí y explicar el origen del Rey David (en lo sucesivo de
este relato). La decisión de Rut asegura también continuidad histórica de la
descendencia futura de su pueblo y la manera como es incrustada en la visión
universalista del futuro Mesías. Rut
atenta a la situación no da marcha atrás, sino que asume las tradiciones de su
suegra y las consecuencias de estas son vistas como en una perspectiva
salvífica que requiere de su decisión y capacidad para confiar en su nueva
familia. Sus cualidades son equiparadas a las de los bautizados hoy,
especialmente la confianza en las promesas de Dios por medio de su Adorado
Hijo. Las medidas de los productos de la tierra son parte de la simbología de
la prosperidad que acompaña a quienes decididamente hacen la Voluntad de Dios y
por ende siguen sus planes. Estos planes son eminentemente salvíficos y tienen
todo que ver con la condición confiada del creyente que reconoce en Dios su
absoluto y pleno proveedor como lo relatará seguidamente el Salmo propuesto
para este domingo.
El Salmo 127,
específicamente asume la connotación de una autentica Teonomia, es decir,
confianza total en el Dios providente, que cuida de la naturaleza y provee todo
cuanto esta necesita para ser y existir. El Salmo citado para este domingo sin
duda, entra perfectamente en la visión del libro de Rut, deja todo en manos de
Dios sin dudar sobre su desenlace. Miremos un ejemplo de ello: En vano
madrugáis a levantaros, el descanso retrasáis, los que coméis pan de fatigas,
cuando él colma a su amado mientras duerme (Versículo 2). Solo nuestro trabajo
dará su fruto si es fecundado por el amor de Dios, de lo contrario solo será
esterilidad queriendo fecundar y pobreza pretendiendo riqueza. Dios en su
infinita misericordia puede hacer prosperar el fruto de nuestros afanes y así
lo hace con creces en una relación espiritual madura y confiada, signo vivo de
santidad.
La Carta a los Hebreos, aborda una vez más la temática de Cristo como Sumo Sacerdote convirtiendo este título en exclusiva designación del Redentor del mundo. El sacrificio de Cristo es irrepetible lo que significa que estará siempre delante de Dios moviendo su infinita misericordia por nosotros y su creación entera. La entrada de Cristo en el mundo supone gracias a su Encarnación una relación con el pecado, pero en la más grande de las paradojas “el pecado sirvió para tenerle entre nosotros” como lo expresaría atinadamente el propio Agustín de Hipona “Oh feliz culpa que nos mereciste tal Redentor” o también: “O Félix culpa, quae tantum meruit habere Redemptorem meruimus” el pecado sirvió para la manifestación plena del Hijo de Dios entre nosotros y el autor de la carta a los Hebreos lo sabe. Esta relación con el pecado nunca le puso bajo su dominio, sino que la vivió de esta forma por nosotros. La presencia de Cristo en nuestra historia es totalmente salvífica, no existe posibilidad alguna de ser contraria a nuestra necesidad, pero todo ello por amor a la creación, Dios no ha dejado a su obra abandonada, está allí a nuestro lado. Tal relación era necesaria porque solo Dios podía actuar como Dios y amar como Dios, es decir, plena y totalmente perfecto. El orden establecido por el triunfo de Cristo es también el nuestro, pero solo si nuestra relación con Él es vital y auténtica, de esta manera su plan salvífico llega a la perfección en cada uno de los bautizados.
El texto Marcano, nos
muestra una escena muy conocida y es la de aquella mujer que a pesar de su
condición social y pobreza real entrega sus ofrendas en el templo, asumiendo
tal acción desde la perspectiva de la Providencia de Dios. La pobreza no es
natural en la vida de las sociedades y mucho menos debe ser considerado como
parte de una herencia en determinado grupo social o colectivo. La pobreza limita poderosamente el
crecimiento de los pueblos y mientras más pobreza existe en una nación esto es
indicativo de sus elevados niveles de corrupción. El presente siglo tiene retos
bien interesantes y uno de ellos es luchar contra tanta desigualdad social.
Tanta limitación que hace de las ciudades expresiones de su autismo fraterno y
sobre todo de modelos bizarros que funcionan en un espacio determinado. La
mujer que depositó en el tesoro del templo cuanto tenía era consciente de sus necesidades,
pero también ella podría haber necesitado de la solidaridad social tan perdida
hoy por hoy. No todo es asunto de nuestra Fe también de estructuras justas y humanas
al servicio del otro y del reconocimiento de sus circunstancias. El tesoro
estaba por sobre el judío y sus compromisos personales e incluso
familiares. El diezmo como tal solo fue
producto de la ley Mosaica por su exagerado deseo de exaltar la ley y el valor
intrínseco de su cumplimiento, situación está que el propio Señor derogó al
introducir el amor al otro a pesar de su condición de vida.
Marcos ve en el
cumplimiento de estas leyes una paradoja que permite so pena por no cumplirla
el ignorar a los demás en su praxis de vida a nuestro lado. Si el bautizado
solo se queda en el término financiero corre el riesgo de perder la dimensión
de su propia espiritualidad y haber creado así otra ley no evangélica. Agustín
de Hipona afirmó: “No es más feliz el que mucho tiene, sino el que menos
necesita y en esta dirección también dijo, Toma solo lo que necesites, deja un
poco que otros también necesitan”. La Providencia de Dios es una realidad no
sujeta a las finanzas estrictamente, es por demás, expresión de su amor por
nosotros sus hijos adoptivos. Vivir de su amor y misericordia nos ubica en el
nivel más alta de esta relación de absoluta Teonomia y/o dependencia de su
Gracia.
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