DOMINGO XXIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Rut 1: 1-18. Salmo 146. Hebreos capítulo 9 versículos 11-14. Marcos capítulo 12 versículos 28-34.
Este libro (Rut) puede
ser incluido en un orden distinto por su contenido de sabiduría y por su estilo
motivador. Los personajes que describe el primer capítulo que hemos proclamado,
sin duda son fruto de la religiosidad popular, pero todo su contenido es
fundamental en una instrucción piadosa y de Fe. Rut no es judía por lo tanto
sus inclinaciones religiosas y culticas no se identificaban con las de su
suegra Noemí, pero, aun así, el deseo de esta muchacha es firme, acompañar y
vincularse a la praxis de Fe de su pariente político. Encontramos en este relato
ejemplos de la Ley del Levirato presente en Deuteronomio (capitulo 25
versículos 5-10) por medio de la cual cuando una mujer enviudaba el pariente de
su esposo más cercano se casaba con ella con la finalidad de asegurarle
descendencia. Esta práctica común permitía que la viuda no fuera rechazada o
abandonada convirtiendo su perdida en un castigo. Noemí es una judía piadosa
conocedora de la Ley y sus compromisos legales. Solo Rut permanece fiel a su
vínculo familiar y en acto de solidaridad y lealtad permanecerá con ella.
Miremos su declaración:
Pero Rut respondió: No
insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré,
donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. 17.
Donde tú mueras moriré y allí seré enterrada. Que Yahveh me dé este mal y añada
este otro todavía si no es tan sólo la muerte lo que nos ha de separar.
(Versículos 16-17). Cuando el creyente establece una relación sobre el
fundamento de su Fe esta se convierte en algo indestructible, y nada puede
minar el vínculo construido. Nosotros vemos en el ejemplo de esta muchacha
valores propios del cristianismo y los cuales debemos cultivarlos como
cristianos. La Lealtad es un fruto exquisito del que solo disfrutan los auténticos
creyentes en su cotidianidad y relaciones. Aquí se convierte este ejemplo en
modelo de Fe y compromiso de vida en la perspectiva de nuestra entrega al Dios
vivo. Este juramento imprecatorio, quedará derogado por el cumplimiento de la
promesa personal entre estas dos mujeres.
El Salmo 146 es
tradicionalmente un Salmo que el pueblo judío recitaba en las mañanas, cuyo
contenido está constantemente recordándonos que Dios es fiel con los creyentes,
y que nuestra respuesta es también consecuencia de la relación que hayamos
construido con Él. Las cualidades y valores que argumenta son propios de la
visión de un Dios generoso y amoroso que cuida de su pueblo. El justo es aquel que acude a Dios y cumple
sus compromisos. Toda relación necesita de la debida reciprocidad. Tales
actitudes nos deben distinguir del común denominador que andan buscando
prebendas para afirmar su Fe. El abandono confiado y humilde en brazos de Dios
es el éxito de una vida de Fe.
La Carta a los Hebreos continua en la línea de los domingos anteriores, es decir, exaltando los valores de Cristo como nuestro único y suficiente salvador, como aquel que establece una alianza definitiva y la misma es suficiente en su amor y misericordia, la comparación con el sumo sacerdote es necesaria en una conciencia cristiana primitiva que sabe quién es su Señor y como Él nos ha redimido, aquí se está construyendo la estructura de nuestra doctrina sobre Cristo en su Iglesia. La Iglesia es percibida de forma cultica estrictamente por el autor de esta carta, tal postura es testiga fiel de su antigüedad. Estamos en un medio religioso en formación que necesita de estos valores para su afirmación y desde luego identidad. Quiere llevar a los cristianos al convencimiento sobre el valor del sacrificio de Cristo y en el cual reside nuestra salvación, a diferencia de estas liturgias que solo concedían un perdón parcial de los pecados de los creyentes. La tienda del encuentro citada corresponde a la época Mosaica que posteriormente será superada en perfección por el Templo construido por Salomón, ni aun así todo este poder era suficiente para alcanzar el perdón de los pecados. Ahora queda para nosotros la necesidad de valorar el papel de la Iglesia en la conservación de la misión y difusión de la Palabra revelada. La Eucaristía es la vivencia incruenta de la Cruz de Cristo, es decir, que se repite, pero sin derramar su Santísima Sangre. El sacrificio de Cristo estará siempre delante de Dios y cada celebración es un memorial de su amor por la humanidad redimida en su Adorado Hijo.
Marcos nos dejar ver una
maravillosa intransigencia en su discurso con relación al monoteísmo del pueblo
de Israel, aquí el mandamiento principal es expuesto desde la perspectiva del
otro y la adoración fundamental del creyente. No es negociable su orden y mucho
menos su contenido. Aquí su contenido es reforzado por el componente gramatical
agregado a la escena literaria, es decir, que la respuesta de aquel hombre que
es solo la afirmación de lo manifestado por el Señor es un texto acomodaticio. Marcos
reconoce la importancia de la afirmación monoteísta en la escena que nos
describe y fija su objetivo educativo en esta declaración que bien podría sonar
como la ratificación de la conciencia de Jesús sobre su origen. Esta citando
particularmente a Levítico y Deuteronomio quienes contienen las afirmaciones
sobre esta cuestión. Tales contenidos son Identitativos del pueblo y fueron
construidos durante su peregrinar por el desierto. Una muestra de una relación
de noviazgo entre Dios y el pueblo y este último reconociendo su presencia. Para
Marcos es necesario fundamentar una relación sobre la primicia del gobierno
absoluto de Dios, recordemos que los Mandamientos fueron compuestos y tomados
como signo vivo de la Alianza entre Dios y el pueblo judío. El Amor es el que
prioriza el tipo de relaciones que estamos dispuestos a vivir. No se trata solo
de un mandato imperativo para el cristiano sino de la Voluntad explícita de
Dios bajo el modelo relacional redimido también en la Cruz. Estamos llamados a
construir relaciones sanas y en vocación de santidad reconociendo perfectamente
al otro. Estamos cerca del reino de Dios, solo en la medida en la que el reino
se manifieste en nosotros. El Reino es una alusión dinámica de la misericordia
del amor de Dios, y en nosotros la praxis de la vida consagrada del bautizado
(Pacto Bautismal).
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