viernes, 22 de octubre de 2021

DOMINGO XXII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...

 

DOMINGO XXII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Libro de Job capítulo 42 versículos 1-6, 10-17. Salmo 34: 1-8 (19-22). Hebreos capítulo 7 versículos 23-28. Marcos capítulo 10 versículos 46-52.

El Libro de Job, comparte con los bautizados su tesoro maravilloso el cual es la percepción de la realidad de Dios en la vida del creyente. Por Fe Job cree y espera en Dios, por Fe Job profundiza su relación al punto de hacerla manifestar su testimonio vivo y contundente. Solo quien ama puede conocer a Dios y solo conoceremos aquello que Dios desea revelarnos y darnos a conocer. Es insondable su misterio y su enseñanza no se hace esperar convirtiendo nuestras vidas en un gran laboratorio de Fe… La propuesta de Dios es siempre la misma y para conocerla debemos literalmente doblar nuestras rodillas delante de su Majestad. Dios está atento a nuestro proceder, pero aún más a nuestra forma de amar y vivir en vocación salvífica nuestra Fe. La experiencia de amor ha llevado a Job por el camino de la superación personal, dejando a un lado sus temores y miedos más profundos simbolizados por todas las calamidades que este personaje vivió. Nada de lo sufrido lo separó del amor de Dios, todo lo vivió con heroísmo al punto de hacer de sus tragedias personales una autentica declaración de Fe. No interesa que tan dura sea la prueba que el creyente experimente la Sabiduría de Dios es insospechada y obedece a su Voluntad salvífica. Job es testigo excepcional de esta realidad vivencial. Job conoce el amor de Dios aun en la dificultad de su existencia.

Su círculo inmediato y entre sus amigos y cercanos su esposa parece no comprender la obra de Dios en Job. La misma que lo hará retornar por los caminos de la prosperidad, pero solo una vez su amor conozca límite en la praxis terrena. Job no fue puesto a prueba por argumentos terrenales sino por la auténtica dimensión de su amor por Dios. Los últimos versículos de este Libro Sapiencial, nos regalan una historia totalmente distinta al dolor y la amargura, en sus versículos vemos el sentido perfecto de la retribución en el espíritu del (A.T) Job dio parte de sus bienes a sus hijas lo que no era praxis en su época ya que solo podían heredar sino tenían hermanos, pero Job vivió la justicia en todas sus expresiones como consecuencia de su profunda Teonomia. Socialmente fue restaurado e incluido en el medio familiar de donde salió precisamente por sus calamidades personales. La bendición de Dios es la perfección de su estado de vida y familia.

El Salmo 34, es una bella composición Sapiencial cuya finalidad es la instrucción de los creyentes. Dar gracias a Dios es una de las mayores actividades de nuestra vida y del empleo de nuestro tiempo en la oración de acción de gracias reconociendo el favor de Dios. Es una primicia comprobada en la vida de los bautizados “Dios se deja encontrar” por  quienes le buscan con amor y sinceridad, es también tema del (A.T) y en el presente de nuestra espiritualidad cristiana. Dios está cerca de nuestras vidas lo que implica todo un ejercicio de interioridad para reconocer su presencia. Los tiempos de la historia son trazados por Dios y nuestras vidas están dibujadas precisamente en sus tiempos. Vivamos conforme a su Palabra y lo encontraremos. Dios está con nosotros y será siempre de esta manera.

Hebreos, como el domingo anterior, continúa centrando su relato en el sacerdocio de Cristo el cual a diferencia de los judíos no es perecedero sino eterno, establecido de una vez para siempre. Cristo como Sacerdote es pleno y lo comparte en alguna proporción con su Iglesia, es decir, que nuestro ministerio ordenado tiene sentido solo en su ejercicio en la vida de la Iglesia. Solo Cristo posee el “Sacerdocio Pleno” el nuestro es comunicado por su Iglesia, lo que implica que la vivencia afecta positiva o negativamente a la Iglesia. El testimonio sacerdotal es el testimonio del testigo de Cristo en el mundo y sus realidades percibidas desde el ejercicio ministerial.   Los tiempos no son fáciles y el testimonio parece muchas veces diluirse en la praxis de un ministerio inserto en el mundo que muchas veces no atestigua el triunfo de Cristo sino el éxito personal de Obispos, Diáconos y Presbíteros. Si el reconocimiento es exclusivamente humano entonces nuestro ministerio solo estará arraigado en el mundo y no en el corazón de la Iglesia. Recordemos como lo hace también el texto citado en la presente reflexión, que el sacerdocio de Cristo es pleno y que solo su Sangre verdaderamente nos ha comprado un Reino que comúnmente llamamos “Reino de los Cielos” Nuestra visión de la Fe debe llevarnos a vivir de cara a esta realidad trascendente y no escudarnos tanto en el mundo como en sus   exigencias. El autor del Libro a los Hebreos, tiene claro que solo el sacrificio de Cristo hizo posible nuestra Salvación y que no depende de nosotros su eficacia, lo que hacemos como Iglesia es materializar nuestra Fe común y adorarle en la liturgia y la proclamación de su Palabra, pero los méritos son exclusivos del Hijo de Dios, Sumo y Eterno Sacerdote. Cristo inaugura su sacerdocio siendo intercesor nuestro ante el Padre Dios, pues de su plenitud nuestra escatología cobra su sentido y razón de ser. Solo un sacrificio efectivo y definitivo, el de Cristo nuestro Señor y Salvador.

El texto Marcano, nos presenta una escena dinámica sobre la curación de un ciego en Jericó, el dialogo con Jesús le permite a este hombre acercarse a Jesús desde su percepción de Fe y ver con el alma lo que esperaba confirmar con sus ojos. La ceguera limita poderosamente y hace que el invidente dependa totalmente de otros en su vida cotidiana, pero en cuanto a la Fe no pasa de igual manera, esta se ve así misma libre de toda atadura y el reconocer a Cristo es parte de esa libertad. Una expresión de vida que confía plenamente en Cristo, aunque con los ojos del cuerpo no lo perciba, pero el alma empoderada de su Fe ve por sobre su propia limitación y privación. Aquí la ceguera tiene dos connotaciones como hemos dicho, la física y la espiritual, cada una de ellas es difícil de superar, pero no imposible como reto de vida y espiritualidad. El alma puede estar a oscuras mientras el cuerpo es iluminado por el mundo y sus valores. O todo lo opuesto, ser invidentes ante las luces y realidades del mundo material y con los ojos del alma abiertos para ver aproximarse al Señor, tal y como aconteció con aquella persona. No estamos ciegos, no somos ajenos al mundo y sus realidades, estamos inmersos en el mundo, pero con los ojos puestos en el Dios liberador.

Descubrir el amor de Dios solo podemos equipararlo al que pudo recobrar su visión… Al que pudo ver su propia realidad y superarla grandemente reconociendo a Dios en ella. Bien diría el Hiponense: “Dios es lo más íntimo que hay en mí”. No se trata de una percepción amañada del mundo y su intríngulis. No se trata de ver lo que anhelamos sino vivir lo anhelado en su presencia. El cambio de actitud es indispensable para dejar atrás las privaciones de la vista emocional, afectiva, y material. Solo nuestra Fe nos libera y retira las “costras” de nuestros ojos. El camino del creyente no es fácil pero no estamos solos, nunca lo hemos estado.  Dice el Señor ánimo, y lo repite en su Iglesia que está allí a nuestro lado para guiarnos en el diario caminar.

 

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