miércoles, 8 de julio de 2020

VACÍO EXISTENCIAL. TENDENCIA O REALIDAD EN EL MUNDO ACTUAL...


VACÍO EXISTENCIAL. TENDENCIA O REALIDAD EN EL MUNDO ACTUAL.

RESUMEN.

“Quien ama nunca tendrá vacío el corazón”.   Sentencia introductoria.


Es un concepto relativamente nuevo en nuestro entorno académico y reflexivo, el ser humano enfrenta la vida y en dicho proceso es posible ver algunas manifestaciones no muy coherentes de esta realidad del estar vivos. Antes se pensaba casi que al unísono que las personas muy mayores y solo ellas caían en esta crisis o vacío existencial según sus condiciones de vida y decisiones que pudieron tomar en determinados momentos de sus vidas. Hoy, sin embargo, sabemos que el vacío existencial afecta drásticamente al ser humano incluso desde la misma adolescencia.  La vida y sus continuos cambios hoy son más profundos que antes gracias a las condiciones de vida y entorno moderno (1). La tecnología cambió el paradigma de las relaciones tempo espaciales. Este cambio introdujo la “inmediatez” especialmente en las comunicaciones y se trivializa la respuesta al mundo y a nuestro entorno intelectivamente hablando. Los juicios a priori inundan las relaciones y lo que antes tomaba tiempo y se cifraba en un proceso de autoconocimiento ahora se adelanta en el “ya mismo” (2) de las variantes de tiempo y realidad percibida, desde luego superando este concepto simplemente diremos que lo privado se convirtió en sustento de lo público y ya nada queda a la imaginación. La ciber-realidad presenta todo en tiempo real incluyendo las emociones y como estas se muestran a su entorno (3). 

INTRODUCCIÓN. 

Autores como el judío Víctor Frankl (4) víctima y sobreviviente de los campos de concentración nazi, nos aseguran que el ser humano se interroga válidamente sobre el sentido de su existencia y como esta realidad es un derecho y no propiamente una debilidad, en la misma dirección podemos citar a Kierkegaard (5) que sostiene algo similar al afirmar que es propio del ser humano el modificar su entorno según sus planes, proyectos e ideales mientras que otras especies de no-humanos simplemente corren por el mundo adaptándose a este.  El vacío existencial es una anormalidad en el ser humano cuando este no es claro y franco en sus motivaciones esenciales para hacer posible la vida.  Nuestra condición racional está en permanente conflicto con su entorno y busca leer en los signos de los acontecimientos aquella fuerza que le pueda motivar a concretar un ideal o plan en su existencia (6). Buscar la felicidad nos abre a un universo de posibilidades para auto-construirnos de tal forma que la existencia con sus contenidos agridulces es lo suficientemente buena que buscamos vivirla y conservarla superando el apenas natural instinto de conservación (7).  Solo buscando ser distintos y trascendentes encontramos la felicidad en el plano de nuestra vida racional, emocional, afectiva, ese ideal de ser y existir se apodera de las consecuencias del estar vivos. Parece pues un discurso introductorio de contenido existencialista, pero en realidad es la justa medida de una existencia que nos pertenece más allá de nuestra propia contingencia (8). 

La ausencia de bienes materiales comúnmente se llama pobreza, pero en el alma es un vacío que nada tiene que ver con las posesiones de índole económicas…

VACÍO EXISTENCIAL. UNA FORMA DE VER LA VIDA. 

La negación de la realización personal aun por medio de las actitudes y praxis opaca de valores y contenidos sólidos en la conciencia y mente de la persona desemboca en un sin sentido latente que se expresa con una serie de comportamientos que delatan su estado mental. El no encontrar sentido a la vida desarrolla esta condición en la persona (9), el mundo moderno facilita la vida, pero no da ciertamente una razón de ser y existir, el contenido asumido no está enfocado en el ser y su concreción sino en las relaciones cambiantes que fabrican falsos conceptos de bienestar y que por esta condición generan frustración en la persona. El no estar en control de la vida introduce una pseudo-contingencia en la psique de la persona y plantea para si un “sin sentido” existencial que la puede llevar a desconocer la realidad superior de su configuración racional y por tal razón de la naturaleza humana.  El alma nos ofrece para la comprensión y racionalización tres elementos que se reflejan en las potencias del alma y que por medio de tales atributos entendemos el derrotero de nuestra existencia (10). 
INTELIGENCIA.  que nos ubica en la realidad de nuestro presente o comprensión en tiempo real de cuanto estamos viviendo sin distinción alguna de los acontecimientos, solo la percepción de su cronología como actualidad. La conciencia sobre nuestro presente se afirma en las acciones y decisiones que nos hacen saber que existe un mañana y que en su praxis es posible concretar lo que no pudimos hoy. Negar esta posibilidad nos sumerge en un fatalismo tal que atenta contra la concepción de un tiempo cambiante o evolucionado según la realidad de nuestra existencia perceptible (11). 
MEMORIA. Es necesaria para dilucidar lo acontecido antes en el tiempo tanto cronológico como anímico y emocional. Nuestra memoria se enfrenta a los sucesos ya realizados y dimensionados en nuestra vida. Ella deja ir o conserva incluso aquello que no es saludable.  Dejar ir los sucesos y acontecimientos es saludable especialmente cuando estos nos hacen daño o limitan la expresión armoniosa de nuestra existencia. La condición humana busca contener todo lo que vivimos porque esta actividad de nuestra memoria se convierte en vital para construir nuestra identidad e interacción con el presente (12).
VOLUNTAD. Con cuánta fuerza y poder se proyecta en el finito de nuestra mente y sentimientos, aquí la contingencia se hace maravillosamente necesaria dada la condición de nuestra personal existencia singular.  Los contenidos de las potencias del alma entran en acción y relación vital en cada momento de la existencia, nos recordamos pensamos y comprendemos (13). La vida como un todo articula nuestros distintos eventos y con ellos desarrollamos contenidos que a nivel emocional pueden definir lo que somos y la percepción de nosotros mismos. Para captar el sentido de una acción basta analizar esta en sí misma. El sentido sólo se revela cuando se contempla tal acción en una trama de acciones interconexas. Tienes hambre y ves un cesto de manzanas apetitosas en la entrada de una frutería. Para ti tiene un gran significado el tomar una y comerla. Te apetece, te gusta, te sacia. Ese gesto está colmado de significado. Significa mucho para ti. Pero ¿tiene sentido? La manzana que te apetece comer no es abstracta, se halla en un contexto concreto: pertenece al frutero y no puedes apropiártela sin concertarlo con él. Concertar algo significa entrar en una red de interrelaciones y ajustarse a sus leyes. El sentido sólo se nos alumbra cuando tomamos cierta distancia y contemplamos una acción o realidad en su contexto. El sentido presenta una condición relacional. Por ser relacional, el sentido es cambiante; puede incrementarse o amenguarse, adquirir nuevos matices o tornarse más elemental y tosco. Si deseo dominar una realidad, tiendo a rebajarla a condición de objeto, de medio para mis fines interesados, no a verla en toda su complejidad, como un mundo de relaciones. La mirada contemplativa, respetuosa, colaboradora ve, por ejemplo, el pan y el vino como el fruto de una confluencia múltiple de elementos: campesino, semillas, cepas, tierra, lluvia, viento, sol... El sentido de los términos pan y vino se enriquece al máximo merced a esta forma relacional de ver. El que sólo ve en el pan un medio para saciar el hambre no altera su significado básico, pero amengua la amplitud de su sentido.  La comprensión de los términos fundamentales de las disciplinas que estudian el enigma del ser humano, pende no sólo de nuestro grado de inteligencia y preparación, sino también, y no en último término, de nuestra actitud ante la vida: actitud dominadora y prepotente, o bien respetuosa y solidaria. La arbitrariedad esta fuera de la contemplación ultima o primordial de nuestra existencia. 

EL AMOR Y SU PRESENCIA EN EL SER HUMANO.

La cuestión del sentido surge con el ser humano. El animal no necesita planteársela. Tiene que desarrollarse, pero su desarrollo está predeterminado con firmeza implacable por la especie. Por eso no puede equivocarse nunca al actuar. Le basta seguir sus instintos para asegurar su pervivencia y la de la especie. El ser humano debe también crecer por ley natural, pero tiene el privilegio de saberlo y de precisar el modo de llevarlo a cabo. El hombre es un ámbito, no un mero objeto, y se desarrolla como persona creando nuevos ámbitos a través del encuentro. El encuentro es fuente de luz y de sentido. Al encontrarme con otras personas y formar comunidades, siento que configuro mi vida de forma ajustada a las exigencias de mi realidad personal, a lo que ya soy y a lo que estoy llamado a ser. Esta llamada es mi vocación y misión. Cuando mis opciones fundamentales, mis hábitos y mis actos se orientan hacia el cumplimiento de esta misión y esta vocación, la marcha de mi existencia se realiza en el sentido adecuado, en la dirección justa. En la misma medida tiene sentido. El sentido no es algo que el hombre pueda tener estáticamente, como un objeto; lo adquiere y posee dinámicamente, al entrar en relación creadora con otras realidades. El ser humano, por bien dotado que esté en cuanto a potencias, no puede ser creativo a solas. Tanto en el nivel biológico como en el espiritual, la fecundidad es siempre dual. 
Cualquier actividad, aun la más intensa, sólo puede tener sentido cabal si asume activamente ciertas posibilidades que le vienen dadas de fuera. Aprendo un poema de memoria; lo declamo una y otra vez, fraseando de modo distinto, alterando los ritmos, buscando el ajuste perfecto de forma y fondo. Muy pronto sentiré que el poema me pertenece, aun siendo distinto de mí. Dejó de serme distante, externo y extraño para hacérseme íntimo. Ahora ya no me viene dictado de fuera; lo proclama mi voz interior, y yo participo de él creadoramente. Lo configuro al dejarme configurar por él. Esta actividad bilateral o reversible, el ser configurado sólo es posible en el plano de los acontecimientos creadores, no en el de los procesos meramente artesanales o productivos. La vida humana se desarrolla en nivel creador, vinculandose a otros ámbitos y haciendo surgir ámbitos nuevos de mayor envergadura. Cuando uno acierta a ver que su entorno vital está constituido no sólo por objetos, sino también por ámbitos, descubre que el sentido de la vida es fruto de la actividad creadora de encuentros fecundos. La idea de sentido pende de la concepción que se tenga del ser humano (14). 
El ser en su dimensión creadora esta ante el mundo y la posibilidad de modificar su entorno y razón de ser (15). La dimensión del ser como creador en su realidad material, emocional, afectiva y racional, se expresa en las categorías de la mente dispuesta a asumir el reto de diseñar su existencia en el entorno que percibe y el cual no puede modificarlo totalmente por su misma naturaleza contingente. Pero a diferencia de la vida en otras formas, persiste la posibilidad concreta de hacer de nuestro entorno lo que en verdad aspiramos sea, y la dificultad radica en la escogencia de los procesos y contenidos por medio de los cuales modificamos o redefinimos nuestro entorno (16). La capacidad productiva alcanza niveles impensados por nuestra especie. Pero se presenta un movimiento que engaña la conciencia cuando al salir en la búsqueda de ideales descuidamos la razón última de ser y la lucha incansable por la felicidad.  La proyección de nuestro ser se mide en un mar de imprecisiones donde el ser humano debe estar atento para no seguir por rutas que no llegan a puerto seguro (17). Los niveles de tolerancia al fracaso y por ende a la frustración son también un signo de madurez y forma de vida ante la contingente realidad y lo que esta produce en cada uno de nosotros. La relación con Dios es tan profunda que ella puede con el concurso humano modificar la percepción de la realidad y nuestra satisfacción en ella. La condición humana modificada por la Gracia en el plano del desarrollo personal le será imposible caer en el vacío existencial (18). El sin sentido de la existencia es fruto de la negación tacita de la felicidad como razón de nuestra existencia y su ausencia condiciona nuestra respuesta al mundo. La formación de valores y contenidos saludables previene caminar peligrosamente en la vaciedad (vacuidad) (19) de una existencia limitada y sin ningún tipo de aspiraciones. Quien aspira a algo en su vida está alimentando su propia proyección en el mundo y este movimiento de la razón le mantiene ocupado en la consecución de su realidad (20). 
Lo vacío como ausencia de motivaciones puede calar muy profundo en la psique humana y hacer de los individuos sujetos proclives a la frustración, en el ámbito teológico, esta ausencia es a nivel existencial llegando a definir finalmente la condición ontológica del ser alejado de su Creador (21) y por ende sin poder descubrir el sentido de su existencia. Este sentido tanto en el plano relacional como trascendente supera las barreras del tiempo y el espacio en la vivencia y fundamento de la existencia. La ausencia de la Gracia en el ser humano es un problema que supera cualquier definición posible ya que en el ser que la sufre no queda nada para salvar o redimir puesto que la respuesta fue totalmente contraria a la naturaleza salvífica (22). ¿Qué podemos asumir de tal concepto? (23) pues que la praxis de la Gracia en sintonía con el plan salvífico de Dios asegura la realización total y totalizante de la criatura humana. La puesta en escena de una vida y sus valores que paulatinamente va descubriendo en su ser la existencia de un Reino pleno y cuyo contenido empieza a ser revelado en la profundidad de la conciencia humana (24). Las acciones y formas de vivir fundamentados en el Evangelio se abren paso a través de la vida de los bautizados para fundar en su ser la vida sobrenatural que madura hasta equilibrar la existencia y la forma como enfrentamos nuestro entorno somático. Hay un catalizador de este movimiento intestino del ser en sus profundidades existenciales y es la Gracia ya que sin ella no sería posible clarificar o arrojar luz al sentido de nuestra existencia (25). 
La visión de nuestro entorno puede hacer ver situaciones para nada acabadas o definidas, la vida en su condición de inacabada transita por la duda y la incertidumbre y sin un proyecto de vida es posible caer en la tristeza y en el desamor. Perder de vista la dignidad del ser humano puede vernos irrevocablemente condenados a una praxis sin sentido.  El desarrollo personal es vital para crecer y asumir el rol que tal situación de vida porta para nosotros sus “consumidores” (26) la vida y todos sus eventos no quedan a un lado, siempre muestran la acertada decisión o equivocada a la hora de planear el vivir y el encuentro con nosotros mismos. La fundamentación de una pedagogía básica del “ensayo y el error” nos acompaña siempre y hace parte de nuestro ser imperfecto y por ende portador de necesidad de experiencias para afirmar su propia identidad (27). 
El amor como fundamento de la vida que afrontamos y que puede ser realizada podemos definirlo en dos enfoques distintos, uno de ellos es el Eros (28) de Platón, que considera se debe amar lo que es digno del amor y se enfoca especialmente en las emociones humanas, esta condición es la sublimación a un plano racional del instinto que nos dicta el acercarnos y reconocer las similitudes en el otro bajo la significación de los sentimientos y las emociones que despierta el contacto con el otro, en este caso la atracción sexual. Es interesante como la visión platónica nos atribuye tal condición relacional y como las emociones superan el actuar de la razón ya que cuando este tipo de amor se despierta entonces la racionalidad se convierte en un accidente. En algo cuya influencia es posible ser engañada por los sentidos (29). La pasión es necesaria porque nos mueve en la dirección de la consecución o expresión de nuestra condición humana. La moralidad y la eticidad que se dictan sobre tal situación o condición de la humanidad marca la diferencia al rechazar o avalar determinado comportamiento. El amor Eros cuenta con la intencionalidad, aunque esta no sea siempre racional. Podemos estar seguros que actuamos con o sin Eros, pero es importante tener presente que corresponde a la sublimación de la razón y sus consecuencias el aceptarlo o convertirlo en amo de nuestra existencia. Las pasiones venéreas son determinantes en la relación vital que expresa nuestros sentimientos y posturas ante la vida, ellas nos mueven lícitamente en la consecución de un ideal o meta (30). En el ámbito cristiano la tentación fuerte es a considerar que el Eros no es bueno en nosotros, que su influjo es imperfecto y generador de imperfección, pero para ser realistas en esta reflexión, no es factible desligarlo o asumir que la pasión y su presencia en nosotros es un asunto netamente volitivo que se sale de control, todo no se hace con amor o pasión estas realidades de nuestro ser están presentes. No todo en la pasión es Eros y Agapé, la contraparte que corresponde al amor cristiano. Nuestro cuerpo es vehículo de tales relaciones y el Eros quiere lo que queremos desde las pasiones, mientras que el amor ordena la realidad de la cosa que estamos queriendo (31). 
Desear algo en la vida no se convierte en placer sexual pero mucho de lo deseado lo es, es un factor que hace posible la entrega de los esposos y la procreación de la familia para que luego el amor Agapé entre en escena y de una razón superior para amar a las personas cercanas a nosotros que no solo son familia. El Eros lleva en sí y para si un componente carnal que lo hace poco práctico en la vivencia de la entrega condicional al amor esponsal, es decir, el Eros no es exclusivo responde al placer bajo la forma que este adopte en nosotros (32). Para concluir y definir este aspecto citamos a (1 Corintios capítulo 7 versiculo 5) “No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto, tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia.” (33). Recordemos la postura platónica sobre el cuerpo como “cárcel para el alma” y como el mismo Pablo y la tradición cristiana de la penitencia y el ascetismo insiste en la penitencia para doblegar las pasiones. Desde luego la postura Agustiniana se enmarcaba en la dinámica platónica asunto este que facilitó la dicotomía entre el cuerpo y el alma como si la salvación no afectara la totalidad del ser humano (34). Cuando los enamorados dicen de algún acto que nosotros podríamos censurar, “El amor nos llevó a hacerlo”, debe advertirse el tono en que lo dicen. Un hombre que dice: “Lo hice porque estaba asustado” o “Lo hice porque estaba enfadado”, habla de modo muy diferente. Está adelantando una excusa por algo que, según él, necesita disculpa. Pero los enamorados rara vez hacen eso. Notemos qué trémulamente, hasta con devoción, pronuncian la palabra “amor”, no tanto alegando una “circunstancia atenuante”, sino como apelando a una autoridad. La confesión casi puede llegar a ser ostentación. Quizás pueda haber en ella incluso un matiz de desafío. Se “sienten como mártires”. En casos extremos lo que expresan sus palabras es, en realidad, una recatada pero inamovible adhesión al dios del amor (35). Nuestro proceder no es independiente de nuestros sentimientos y estos expresan la visión clara del mundo que estamos percibiendo. 
En el Antiguo y en el Nuevo Testamento, la agapé (el amor) indica aquella fuerza espiritual o sentimiento que mueve a una persona a entregarse al amado, o bien a apropiarse de la realidad amada, o bien a realizar aquello por lo que se siente algún placer o deleite. La agapé no se limita a la esfera profana o natural de la experiencia humana, sino que comprende también la relación hombre-Dios. Según el Antiguo Testamento, el amor de Dios al hombre se caracteriza por la espontaneidad, la gratuidad, la fuerza, la virtud unitiva, el impulso a compartir la vida, la fidelidad, la tendencia a ser exclusivo, la capacidad de renovarse en el perdón; y la agapé del hombre a Dios se caracteriza por el gozo, la entrega de sí mismo, la fidelidad, la observancia de la ley. Jesús de Nazaret. con su praxis, muestra en concreto la profundidad, la imprevisibilidad y la desmesura de la agapé de Dios. Hablando de la agapé del hombre a Dios, Jesús subraya su radicalidad, que mueve al creyente a no dejarse seducir por las riquezas y las ambiciones y a no desanimarse ante las persecuciones. De la agapé para con el prójimo, Cristo subraya la disponibilidad a atender al necesitado, así como la obligación de amar incluso a los enemigos. La agapé es una especie de “unidad de medida” de la vida presente del creyente: y es también lo que permite (y permitirá hasta el fin de los tiempos) hacer una seria discriminación entre los hijos dignos y los hijos indignos del Padre celestial, que ama sin límites y sin medida.

La obra de Jesús y su empoderamiento del amor como su condición vital en el plano relacional le permitió ver al otro por sobre su propia alteridad. Permite que su proceder tenga auténticamente al otro como referencia inmediata, esta postura es una bella manifestación del poder del amor cuando este mueve todo nuestro ser. Jesús fue auténtico en su proceder y en la expresión de sus sentimientos respecto de quienes compartían su vida con él. Tal manera es única en la perfección del amor como esencia de nuestra existencia y no solo como un reflejo de nuestra singularidad. El amor vivido y gastado por el Señor entre nosotros fue totalmente salvífico. Una totalidad que marca contundentemente el quehacer de la humanidad en uno que siendo Dios también se convirtió en uno de nosotros. Jesús expresó la totalidad de Dios y también la totalidad de la naturaleza humana. (36). 

También Pablo es un cantor de la agapé de Dios, que se manifiesta en el envío del Hijo y del Espíritu; en la muerte en la cruz de Cristo y en la elección universal; para el apóstol, la agapé es la anticipación del futuro: es la virtud que permanece más allá de la muerte. En la carta de Santiago se recuerda que la agapé es la ley del Reino, que se traduce en fidelidad a los mandamientos y en obras de bien para con los hermanos. En Juan, la agapé tiene siempre un carácter «descendente»: del Padre al Hijo, del Hijo a los hombres, del hombre a los demás hombres. Cómo resumiendo toda la enseñanza bíblica, la Iglesia primitiva considera la agapé como “la quintaesencia del modo de obrar de Dios con el hombre y de la redención de Cristo” (E. Stauffer, teólogo alemán 1902/1979) y, consiguientemente, como la regla principal de la praxis de los creyentes, sobre todo en las relaciones mutuas. No es una casualidad que ágape sea también el nombre que dio la Iglesia primitiva al banquete eucarístico, que constituye el momento en que con mayor claridad se hacen presentes tanto el amor de Dios a la humanidad, concretado en el don del Hijo y en el misterio pascual, como la comunión profunda que se ha establecido entre los elegidos de Dios, en virtud de la fe, de la esperanza y del bautismo (37). En griego philéó es el término más utilizado para designar el afecto entre personas. Eráó y eros expresan el amor como un bien codiciado y deseado. El eros tiene algo de demoníaco, en tanto que, en la búsqueda del éxtasis, es arrinconada la razón. Por su parte, el verbo agapáó y el sustantivo agápé se usan con significados más bien vagos, entre los cuales el más característico es el de predilección. Este verbo es utilizado ya desde Homero, pero no así el sustantivo, que corresponde al griego tardío y fuera de la Biblia es muy difícil encontrarlo. En el lenguaje neotestamentario ha adquirido un significado riquísimo, expresando la plenitud de relación entre Dios y el hombre y la nueva relación que el cristianismo establece entre un hombre y otro (38).
En cuanto al amor Agapé aparece con una claridad radiante en el mensaje evangélico que centra su accionar en el amor al prójimo a Dios y al ser humano en una madurez en escala que alcanza su plenitud en la configuración de una vida en su máxima expresión de Fe y madurez (39). El amor en la vida del ser humano faculta su ser para ser lleno en su totalidad por una gran razón para la vida y la felicidad. El gusto y el deseo son parte de la expresión racional del afecto entre personas, es una respuesta al entorno y al contacto con quienes nos rodean y desarrollamos afinidad con ellos por distintas situaciones de vida. Son sin duda niveles de comunicación real entre las personas y de la persona hacia otras especies incluso no-humanas (40). El amor se manifiesta en la vida como un elemento de nuestra humanidad y sobre todo de la relación con la trascendencia, de esta manera el amor se convierte en nexo vital con la vida espiritual y la realidad no material anhelada por el ser humano en la praxis de su credo o filosofía de vida. Un componente de lo sobrenatural que actúa restando análisis crítico a las situaciones de vida afrontadas por la persona en su medio y entorno de vida. Desde esta postura naturalmente el amor debe encausar todo lo bueno en el ser humano estableciendo una ruta de actitud y aptitud y pensamiento superior a cualquier otra experiencia de vida racional (41).  

AMOR NATURAL. La Biblia es un cántico al amor de Dios a sus criaturas, y de manera especial a su pueblo; pero no ignora el amor del hombre en sus múltiples expresiones naturales y religiosas. En la Sagrada Escritura encontramos una interesante presentación del amor humano, que evidentemente no está separado de Dios y de su palabra, y que por tanto no puede ser considerado siempre como simplemente profano; pero este amor es vivido con sus manifestaciones de la existencia en la esfera natural, como la familia, la amistad, la solidaridad, aun cuando estas realidades sean consideradas como sagradas. Además, la Biblia habla también del amor egoísta, con sus manifestaciones eróticas. (42). 

En el amor entramos en una dinámica de vida que por si sola es expectante porque aguarda la respuesta de nuestra parte en la forma como actuamos y vivimos movidos por su presencia, el amor descrito desde la comprensión humana enriquece toda vida pero también nos obliga a actuar de manera consecuente con su realización en nosotros, es decir, el amor como praxis es la vida bien vivida en un enfoque pleno hacia quienes nos rodean con la mente puesta en Dios y su total búsqueda porque cuando el amor es auténtico desemboca en Dios como su plenitud superando las limitaciones del amor humano y por ende imperfecto (43). La concreción del amor se manifiesta en la vida y sus compromisos, una vida animada por la praxis del amor tiene todo sentido. Los vínculos relacionales importados por el amor son duraderos y su propósito trasciende las limitaciones de la conciencia humana. La vida vacía es aquella que no posee una autentica experiencia de amor y un amor realmente vital en todas sus facetas o funciones (44). El amor supera cualquier limitación de la naturaleza humana, el amor hace de lo cotidiano un terreno abonado para la trascendencia. El amor hace que todo el cometido humano tenga una poderosa razón de ser. Los vacíos son producto de una mala práctica amorosa y sabemos que la ausencia de amor es también ausencia de humanidad verdadera y única en su singularidad (45).  En el presente se confunde toda, manifestación emocional con el amor, de allí que las relaciones sean “desechables”. La praxis de lo cotidiano encuentra su razón de ser en el hacer para la vida y sus relaciones. La vida casi que divide los intereses de las personas según sus inclinaciones y manifestaciones. El tener y el ser están continuamente una lucha de prioridades para los seres humanos y la vivencia de la Fe cristiana puede priorizar el valor del ser antes que el tener (46).

LA EUDEMONIA DE LOS GRIEGOS. 

El significado primario de este término en los principales idiomas europeos parece estar relacionado con el concepto de buena suerte, una buena oportunidad, un buen suceso; pero desde muy temprano en la historia de la filosofía griega, el concepto se volvió el centro de intensa especulación y discusión. ¿Qué es la felicidad? ¿Qué la constituye? ¿Cuáles son las causas y las condiciones de la felicidad? ¿Se diferencia del placer? y en caso afirmativo ¿En qué forma? ¿Cómo se relaciona con la inteligencia, la voluntad y la vida entera del hombre? ¿Dónde se ubica en una teoría general del universo? Estas son preguntas de las que se han ocupado en gran medida las variadas escuelas de filosofía y, que han inquietado a personas que no estarían dispuestas a ser acusadas de filosofar. Porque la felicidad está necesariamente entre los temas que nos interesan más profundamente a todos. Entre los griegos, el interés en el problema era principalmente ético y la psicología de la felicidad era algo auxiliar mientras que para varias escuelas modernas de filosofía la psicología es la clave para muchos de los más importantes interrogantes de este concepto familiar y enigmático a la vez.
En el sistema ético de Aristóteles, la felicidad, expresada como eudaimonia es la idea central. Está de acuerdo con Platón en rechazar la oposición exagerada establecida por los sofistas entre razón y naturaleza y fundamental para las escuelas Estoica y Epicúrea. Para Aristóteles la naturaleza es la naturaleza humana como un todo. Abarca tanto lo racional como lo sensible. Su tratamiento de la felicidad está más en contacto con lo empírico que el de Platón. El bien que le interesa es aquel que el hombre puede alcanzar en esta vida. El bien supremo es la felicidad. Este debe ser el verdadero fin de la vida, ya que la buscamos en todos nuestros actos. Pero, ¿en qué consiste? No en un mero goce pasivo ya que a ello pueden acceder los animales, sino en acción (energeia) del tipo que es propio del hombre en contraste con los animales: la acción intelectual. Sin embargo, no todas las clases de acción intelectual alcanzan la felicidad sino sólo la acción virtuosa, es decir los actos que provienen de la virtud y están de acuerdo con sus leyes; es la actividad superior de la facultad superior. Aunque la felicidad no consiste en el placer, no lo excluye. Por el contrario, la forma más elevada de placer es resultado de la acción virtuosa. Pero para que dicha felicidad sea completa debería prolongarse durante una vida de duración promedio en circunstancias al menos moderadamente confortables y enriquecerse por medio del intercambio con amigos. Aristóteles es marcadamente humano en este punto. Las virtudes son éticas o dianoéticas (intelectuales) Las dianéticas pertenecen o a la razón práctica o a la razón especulativa. Esta última es la más elevada de todas las facultades; en consecuencia, la virtud superior es un hábito de la razón especulativa. Entonces, para Aristóteles, la felicidad suprema debe hallarse no en las virtudes éticas de la vida activa sino en la vida de contemplativa o filosófica, en la que se ejercen las virtudes dianoéticas de entendimiento, ciencia y sabiduría. La Teoría o especulación pura es la más elevada de las actividades del hombre y aquella por la que es mejor visto por los dioses, porque en ello consiste también la felicidad de los dioses. Es, en cierto sentido, una vida Divina. Sin embargo, sólo una minoría puede acceder a ella; la gran mayoría debe contentarse con la felicidad inferior de la vida activa. La felicidad (eudaimonia), por lo tanto, para Aristóteles, no se identifica con el placer (hedone) ni tampoco con la suma de placeres. Se la ha definido como aquel bienestar producto del buen obrar y la felicidad suprema consiste entonces en el buen accionar de la facultad suprema. El placer es la consecuencia o el resultado de tal actividad.

La postura de Tomás de Aquino respecto a la felicidad, podemos apreciar mejor su superioridad. El hombre es complejo en su naturaleza, sensible y racional y en sus actividades, cognoscitivas y afectivas. Existen para él un bienestar del todo y un bienestar de las partes; una existencia relativamente breve aquí y una vida eterna en el más allá. El beatitudo, la felicidad perfecta, el bienestar total, no es asequible en esta vida sino en la próxima. Consiste, principalmente, en la actividad de la facultad cognoscitiva suprema, la inteligencia, en la contemplación de Dios, el infinitamente Hermoso. Pero esto inmediatamente resulta en el goce supremo de la voluntad por la posesión consciente del Summun Bonum (sumo bien), Dios, el infinitamente Bueno. Esta actividad feliz de las facultades espirituales superiores, como enseña la Fe Católica, traspasará nuestra experiencia presente redundando, en cierta forma, en la felicidad de las facultades inferiores. Porque el hombre en cuanto hombre disfrutará de esa bienaventuranza perfecta. Además, una parte esencial de esa felicidad será la conciencia de que es absolutamente segura y eterna, una existencia perfecta en la posesión de tranquila y segura de todo lo bueno –status omnium bonorum aggregatione perfectus, como lo define Boecio (nos agregamos a un estado perfecto). Este estado incluye la autorrealización en el orden más elevado y la perfección del ser humano en su grado más alto. Combina, por lo tanto, cualquier componente de verdad contenido en las teorías hedonistas y racionalistas. Reconoce la posibilidad de una felicidad relativa e incompleta en esta vida y su valor, pero insiste en la importancia de la moderación, desapego y control de las facultades y apetencias particulares para la obtención de esta felicidad limitada y más aún, a fin de asegurar que el bienestar eterno no sea sacrificado por un goce transitorio (47).

HACIA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL.

La misma y única complejidad del ser humano hace que el todo y las partes busquen la felicidad en lo que operan como “acciones consecuencia” de su racionalidad, la misma que someten a la búsqueda de la felicidad. Buscar la felicidad no es factible solo en las partes de la ecuación y me refiero a lo que produce bienestar cuando no es posible involucrarlo en toda la dimensión de la persona. Este tipo de afirmaciones nos dice que la felicidad puede ser percibida en una acción particular de otra pero que la plenitud de esta se encuentra en la relación vital del. todo humano. Por ejemplo, una adicción puede hacerle creer a quien la sufre que en ella está el placer y la felicidad, pero en realidad es solo una expresión mínima que se percibe solamente en los sentidos y por ende esta fuera del dominio absoluto de la razón (48). No es posible aquí una experiencia metafísica de la felicidad y por ende no llega más allá de la connotación natural de tal acción. La posesión del amor como experiencia de vida llena toda la dimensionalidad de la vida humana y se constituye en razón eficiente de nuestra existencia. Quien ama nunca tendrá vacío el corazón (49).   El amor se asume en una condición propia de su naturaleza como restaurador de nuestra personal visión sobre el mundo y la manera como interactuamos con este. Amar y amor son en si producto maravilloso de la Gracia en nosotros. Los sacrificios por amor son determinados por la intensidad y profundidad de este. Los conflictos existenciales denotan un vacío que debe ser cubierto por la condición dignificadora del amor en la persona humana. El punto central o focal de la praxis humana no puede estar desprovista del amor y sus contenidos plenipotenciarios de la naturaleza humana. La psique entra en contacto con el entorno y determina la conveniente incorporación de contenidos y respuestas a la vez. Pasar tiempo con nosotros mismos nos hace sentir conformes con lo que somos y pensamos, uno de los síntomas modernos por antonomasia es la necesidad de ocupar el tiempo y estar interactuando con las demás personas (50). También la tecnología facilita la pobre respuesta o viaje a nuestra interioridad. El presente se vive en el ámbito perturbador de una cultura sensitiva que solo identifica al individuo cuando interactúa en su medio. De esta afirmación encontramos la contundente calidad de anonimato que padece quien vive alejado de la tecnología. El fenómeno de la ciber-amistad es bien particular, personas que tienen en el ámbito del Facebook y otras redes sociales más de “5.000 amigos “de los cuales no conoce absolutamente nada porque estas relaciones son absolutamente superficiales e imposibles de concreción por su propia naturaleza (51). Aquí se desarrolla una nueva fenomenología que carece de evidencia palpable o concreta y que al ser sometida al escrutinio de la razón carece de total sentido. No es posible conducir un juicio metafísico sobre tales conceptos. La realidad que se agranda en las redes sociales solo es una afirmación tiempo espacial pero la percepción de su condición esta fuera de valoración. El vacío existencial no puede ser afrontado desde tales presupuestos relacionales, por el contrario, se convierte en un escudo que protege la poca o nula interacción real de la persona y su interés como criatura racional y amable en la configuración de su ser (52).
La vivencia de una realidad de fuertes contenidos espirituales es clave para destinar la existencia a la realización plena en cada condición vivida por el ser humano, en este contexto el sustantivo Fe aparece 24 veces en los sinópticos, el verbo Creer 30 veces y en Juan 88 veces, desde una dimensión del ser que construye y edifica dentro de si mismo, estos contenidos son definitivos para fortalecer nuestra postura ante el mundo y la concreción necesaria para la vida tanto natural como espiritual. Es necesario tener Fe en nosotros mismos y creer que es posible ser felices, y lo más importante trabajar para lograrlo. La vida es determinada por la realización de sus ideales en cada uno de nosotros. ¿Qué creemos o en que tenemos Fe? (53) Más allá de la experiencia liberadora con el Dios revelado, nos puede enfocar en nosotros y nuestra proyección sobre el mundo. Potenciemos el llegar a ser como respuesta ante lo que hoy somos y podemos llegar a ser, poner nuestro acto y potencia en una imagen de vida y realización personal nos ayudará a ver lo que hoy somos y queremos ser más tarde (54).  La Fe nos permite soñar en el plano existencial en el que nos encontramos, es decir, en la toma de conciencia sobre nuestra ulterior realidad como criaturas de Dios. Una existencia plena se descubre a sí misma en el derrotero de la vida y no necesita ser descubierta por situaciones muchas veces ajenas a la persona y su entorno (55). La autenticidad en las vivencias del alma nos asegura ver el mundo con los colores apropiados y no ser presa del engaño de lo que no es y aparenta serlo. Aquí la espiritualidad debe ser reflejo de lo que somos y no de lo que era necesario aparentar. La vida coherente afirma nuestra soberana voluntad de crecer y vivir bajo la motivación de la Gracia (56).
Apoyarnos en nuestros propios valores puede ser una praxis muy limitada de la realidad trascendente de la persona humana, la Gracia es siempre un medio de aproximación a la plenitud de la axiología que más requerimos, esto es, la que brota de la categórica vivencia del evangelio de Cristo. Una vivencia que potencia la vida en todas sus explicitaciones. No es fácil reconocer la necesidad del continuo crecimiento como quiera que somos seres en proceso de grandeza (sublimar nuestra condición) en la dirección del espíritu y sus valores vitales en la configuración del ser y lo que este cree sinceramente (57). La categoría de la percepción de nuestra realidad va de la mano con el acontecer y el vivir de las posibilidades existenciales que la Gracia permite en nosotros. El descubrimiento de la felicidad puede ser posible mediante la sensibilización de nuestras motivaciones y la sinceridad en lo que deseamos concretar como proyecto o modelo de vida, nada puede ser tomado a la ligera o de manera inconsulta, la vida posee distintos enfoques, aunque una sola analogía (58). Sobre tales presupuestos trabajamos el acontecer de nuestra humanidad y lo que es en ella latente. Si nuestro espíritu es pobre entonces no existirá riqueza material que prodigue felicidad. La ausencia de bienes materiales comúnmente se llama pobreza, pero en el alma es un vacío que nada tiene que ver con las posesiones de índole económicas (59). El mundo y sus valores nos enseñan una felicidad en solitario, donde cada cual debe tener lo que necesita para serlo, el bautizado no puede olvidar nunca, que la felicidad en su plenitud no es una experiencia terrena, existe un Reino y su plenitud. Si vemos el mundo con ojos humanos, terminaremos sin entender por qué del sufrimiento. Pero si impregnamos nuestra vida de Dios, comenzaremos a ver las cosas de un modo distinto. Por contradictorio que pudiera parecernos, el sufrimiento es uno de los caminos de la felicidad cristiana, porque el sufrimiento a la luz de la cruz nos acerca a Jesús. Dios espera que seamos cristianamente felices, y eso lo podemos lograr en nuestra vida ordinaria. Acercarse a Dios es encontrar la felicidad, y a Él se le puede encontrar en todos los momentos de nuestras vidas: en el taller, en la oficina, en la escuela, en la casa. Si nos vamos haciendo conscientes de la intervención permanente de Dios en nuestras vidas, iremos conociéndolo. Conocer a Dios es amarlo, y no hay un medio más seguro para la felicidad que amar a Dios, que cumplir Su voluntad. ¿Cuántas veces hemos visto el sufrimiento de nuestra vida en el pasado para finalmente entender que era necesario para obtener un bien mayor?
Cuando toda nuestra atención está volcada hacia nosotros mismos, encontraremos abundantes motivos de tristeza y contradicción. Quien es egoísta y solo piensa en sí mismo, va haciendo su vida solitaria y deja de encontrar sentido en las contradicciones que le aquejan. En cambio, quien vuelca su vida a los demás estará pendiente de auxiliar, de solidarizarse con el dolor ajeno. Y, extraordinariamente, al dejar de vernos a nosotros mismos sino de amar hacia fuera y volcarnos a los demás, nuestros propios problemas y sufrimientos se vuelven menos importantes. El gran antídoto contra el egoísmo es la caridad. Y la caridad es un camino a la felicidad en la que vamos de la mano como hermanos con quienes nos rodean. Si queremos felicidad “instantánea” terminaremos llenos de frustración. La felicidad “de aspirina” no existe. Solo Dios, Trino y Uno es la felicidad verdadera. Conocerle y enamorarse de Él es un proceso que no ocurre de la noche a la mañana. Pero si nos acercamos a Jesús, Él nos abrirá las puertas del cielo.
Conozcamos a Jesucristo leyendo el Evangelio, reconozcamos cómo impregna nuestras vidas y llevemos vidas rectas y apegadas a la voluntad de nuestro Padre (60). Es un continuo caminar de nuestra Fe en el Dos de la vida animando también nuestra Fe en términos de naturaleza y voluntad personal. Aquí la caridad es la manifestación aterrizada que da forma al amor y toda su praxis en nosotros. La personalidad es de suprema importancia porque en su categórica percepción de la realidad puede ser influida en su configuración de una manera positiva o negativa según sea la naturaleza de este influjo, los creyentes esperamos siempre la presencia de Dios para dar forma a nuestra existencia natural e intelectual (61). Nuestra naturaleza reclama siempre autonomía y solo el amor puede producir un fruto apacible y totalmente edificante. Los traumas y complejos como trastornos son una realidad que porta su propia manifestación enfermiza de la condición mental de las personas, pero tales conceptos no siempre desencadenan enfermedades intratables sino la oportunidad de enfrentar lo irracional de ellas con un toque de dominio intelectivo de nuestra parte. La conciencia se puede alterar, pero la conciencia también obedece al derrotero de nuestro vivir (62). Las patologías (trastornos) son realmente un problema, pero en la lucha y constancia de un propósito maduro de vida se gana muchísimo terreno. De la vida de Carlos Borromeo (63).  Se inclinó por una lucha permanente contra su propio carácter y temperamento hasta poder dominarlo en gran medida y facilitar así su convivencia y trato con los demás, su primer paso fue tomar conciencia sobre ese problema y como afectaba sus relaciones personales y la visión que él mismo tenía de la gente. La inteligencia nos puede dar señales sobre la necesidad de asumir comportamientos más que instintivos, estamos hablando de necesarios y vitales en el marco de nuestra propia civilidad y encuentro vital con los demás (64).

La felicidad “de aspirina” no existe. Solo Dios, Trino y Uno es la felicidad verdadera.

La esperanza es un bálsamo que hace realidad todo aquello que hay en el alma de los creyentes y que nos motiva a continuar adelante en pos de la verdadera liberación de nuestra condición proclive al pecado y en decadencia constante, entendemos decadencia como fruto de la pérdida de los dones preternaturales que hacían del hombre inicialmente un ser sobredimensionado en la Voluntad de Dios Creador (65). Esta Voluntad amorosa de Dios es siempre salvífica y busca la plenitud de nosotros sus hijos por adopción gracias a su praxis de amor pleno en nosotros. Amando la esperanza buscamos amar la condición plena a la que estamos siempre siendo llamados por el mismo Señor y Dios nuestro. Estamos integrados a nuestro entorno y nuestra relación debe ser reparadora y atenta a la vida en sus formas. Una Koinonia sin par y medida donde el amor que nos hace plenos también plenifica a cuanta vida nos rodea (66). El amor que nos hace plenos es siempre una bella interacción tan intima como explícitamente comunitaria puede ser. La soledad no es una opción material sino espiritual y es cuando el solitario llena su corazón de Dios y de amor por quienes le rodean, esta soledad es edificante y no genera trauma alguno, claro esta que el modelo de soledad presente en la sociedad moderna es discriminatorio y clasista (67). Introduce la frustración de la persona en sus relaciones  

CIBERGRAFÍA/ARTICULOS/FUENTES.

1-      Nota del autor.
2-      Nota del autor.
3-      Nota del autor.
4-      Doctor en Medicina a los 25 años, en 1936 Frankl se especializó en neurología y psiquiatría. Desde muy pronto mantuvo contacto con Freud; pero se apartó más tarde de la corriente psicoanalítica. Siguió entonces la psicología individual de Adler, que también acabó abandonando, para formar su propia escuela. Por su condición de judío, en 1942 fue apresado
por los nazis, junto con su familia. Pasó por cuatro campos de concentración, donde murieron sus padres, sus hermanos y su primera esposa (tras la guerra contrajo matrimonio por segunda vez). Puesto en libertad en 1945, ocupó la jefatura del departamento de neurología del Hospital Policlínico de Viena. Hasta los 85 años dio clases en la Universidad de la misma ciudad. Además, impartió cursos en cinco universidades de Estados Unidos y recorrió buena parte del mundo para pronunciar conferencias. Era también doctor en Filosofía desde 1949 y recibió 29 doctorados honoris causa. De sus 32 libros, traducidos a 26 idiomas, se han vendido en total varios millones de ejemplares. Víctor Emil Frankl, fallecido el 2 de septiembre de 1997 en Viena -su ciudad natal- a los 92 años. El sentido de la vida en Víctor Frankl - Mercaba.orgmercaba.org › Filosofia › sentido_de_la_vida_en_victo.
5-      Nace el 5 mayo 1813 en su casa paterna de Copenhague en el Mercado Nuevo (Nytorv), n° 2 (ahora n° 27), el último de siete hijos, y es bautizado el 3 de junio. Muere el 11 de noviembre de 1855. mercaba.org › Rialp › kierkegaard_soren_aabye.
6-      Nota del autor.
7-      Nota del autor.
8-      Nota del autor.
9-      Nota del autor. 10- Nota del autor.
11-  Nota del autor.
12-  Nota del autor.
13-  Nota del autor.
14-  mercaba.org › DicPC › sentido_de_la_vida/ BENZO MESTRE M., Sobre el sentido de la vida, BAC, Madrid 1986; FRANKL V., El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 199512; ID, La voluntad de sentido, Herder, Barcelona 1994 15- Nota del autor.
16-  Nota del autor.
17-  Nota del autor.
18-  Nota del autor.
19-  Vacuidad o vaciedad corresponde a la ausencia de algo o su contenido. 
20-  Nota del autor.
21-  Nota del autor.
22-  Nota del autor.
23-  Nota del autor.
24-  Nota del autor.
25-  Nota del autor.
26-  Nota del autor.
27-  Nota del autor.
28-  Entiendo por «eros» ese estado que llamamos «estar enamorado»; o, si se prefiere, la clase de amor «en el que» los enamorados están. Algunos lectores quizá se sorprendieran cuando, en un anterior capítulo, describí el afecto como el amor en el que nuestra experiencia parece acercarse más a la de los animales. Seguramente, cabría preguntarse: ¿nuestras funciones sexuales nos colocan igualmente cerca de ellos? Esto es muy cierto si se mira la sexualidad humana en general; pero no voy a ocuparme de la sexualidad humana simplemente como tal. La sexualidad forma parte de nuestro tema sólo cuando es un ingrediente de ese complejo estado de «estar enamorado». Que esa experiencia sexual puede producirse sin eros, sin estar enamorado, y que ese eros incluye otras cosas, además de la actividad sexual, lo doy por descontado. Si prefiere decirse de otra manera, estoy investigando no la sexualidad que es común a todos nosotros y las bestias, o enteramente común a todos los hombres, sino una variedad propiamente humana de ella que se desarrolla dentro del «amor», lo que yo llamo eros, AMOR - Mercaba.org.
www.mercaba.org › DicPC › amor 29- Nota del autor.
30-         Nota del autor.
31-         Nota del autor.
32-         Nota del autor.
33-         www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/i-corintios/7/ 34- Nota del autor.
35-  Eros - Mercaba.orgmercaba.org › Libros › Lewis.
36-  Nota del autor.
37-  G. M. Salvati// W GUnter H. G. Link, Amor en DTNT 1,. 111-124; G. Quell E. stauffer, agapaO, agapé, en TWNT 1, 20ss; A. Nygren, Eros. y agapé, Sagitario, Barcelona 1969.
38-  AMOR - Mercaba.orgwww.mercaba.org › DicPC › amor/ agapé - Mercaba.org mercaba.org › VocTEO › V_agape 39- Nota el autor.
40-         Nota del autor.
41-         Nota del autor.
42-         AMOR - Mercaba.orgmercaba.org › DicTB › amor.
43-         Nota del autor.
44-         Nota del autor.
45-         Nota del autor.
46-         Nota del autor.
47-         Felicidad - Mercaba.orgmercaba.org › FICHAS › Enciclopedia › felicidad. la felicidad - Mercaba.org// mercaba.org › FICHAS › VALORES › Felicidad 48- 
48-         Nota del autor.
49-         Nota del autor.
50-         Nota del autor.
51-         Nota del autor.
52-         Nota del autor.
53-         Nota del autor.
54-         Nota del autor.
55-         Nota del autor.
56-         Nota del autor.
57-         Nota del autor.
58-         Nota del autor.
59-         Nota del autor.
60-          La clave de la felicidad - Mercaba.orgmercaba.org › FICHAS › VALORES › la_clave_de_la_ // cristianismo: Llamada a la felicidad - Mercaba.orgmercaba.org › FICHAS › arvo.net › cristianismo llama
61-          Nota del autor.
62-          Nota del autor.
63-          Nace el 2 oct. 1538; muere en Milán el 3 nov. 1584. Card. nepote de Pío IV, arzobispo de Milán y el típico representante del prelado santo y reformador de la época postridentina. Formación y secretario de Estado. Segundogénito del conde Gilbertp Borromeo y de Margarita de Médicis, hermana de Pío IV. A los ocho años de edad (15 oct. 1545), recibió la tonsura clerical y poco más tarde fue enviado a Milán para cursar los estudios humanísticos con el preceptor Bonaventura Castiglioni. En el otoño de 1552 se matriculó en la Facultad de Derecho de la Univ. de Pavía, donde el 6 dic. 1559 obtuvo el doctorado in utroque jure. El 25 del mismo mes fue elegido Papa su tío, el card. Juan Ángel de Médicis, que tomó el nombre de Pío IV (v.). Este hecho fue decisivo en la vida del joven C. El nuevo Papa, al día siguiente de su exaltación, lo mandó venir a Roma y lo colmó de honores y dignidades: protonotario apostólico y referendario de la Signatura (13 en. 1560); Card. diácono con el título de los S. VIto y Modesto (31 en. 1560), que más tarde cambió por el de S. Práxedes (17 nov. 1564); administrador de la diócesis de Milán (7 feb. 1560); administrador de las legaciones de Bolonia y de Romaña (26 ab. 1560), etc. Pero el cargo más importante que le dio fue el de la administración de los Estados de la Iglesia y el de la Secretaría de Estado. Contaba entonces C. B. 21 años. Por primera vez el nepotismo pontificio del Renacimiento daba a la Iglesia un Cardenal santo. En él halló Pío IV el más fiel y abnegado colaborador de su pontificado. carlos borroneo, san - Mercaba.org// mercaba.org › Rialp › carlos_borromeo_san…
64-          Nota del autor.
65-          Nota del autor.
66-          Nota del autor.
67-          Nota del autor.



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