VACÍO EXISTENCIAL. TENDENCIA
O REALIDAD EN EL MUNDO ACTUAL.
RESUMEN.
“Quien ama nunca tendrá vacío el corazón”. Sentencia introductoria.
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Es
un concepto relativamente nuevo en nuestro entorno académico y reflexivo, el
ser humano enfrenta la vida y en dicho proceso es posible ver algunas
manifestaciones no muy coherentes de esta realidad del estar vivos. Antes se
pensaba casi que al unísono que las personas muy mayores y solo ellas caían en
esta crisis o vacío existencial según sus condiciones de vida y decisiones que
pudieron tomar en determinados momentos de sus vidas. Hoy, sin embargo, sabemos
que el vacío existencial afecta drásticamente al ser humano incluso desde la
misma adolescencia. La vida y sus
continuos cambios hoy son más profundos que antes gracias a las condiciones de
vida y entorno moderno (1). La tecnología cambió el paradigma de las
relaciones tempo espaciales. Este cambio introdujo la “inmediatez”
especialmente en las comunicaciones y se trivializa la respuesta al mundo y a
nuestro entorno intelectivamente hablando. Los juicios a priori inundan las
relaciones y lo que antes tomaba tiempo y se cifraba en un proceso de
autoconocimiento ahora se adelanta en el “ya mismo” (2) de las variantes
de tiempo y realidad percibida, desde luego superando este concepto simplemente
diremos que lo privado se convirtió en sustento de lo público y ya nada queda a
la imaginación. La ciber-realidad presenta todo en tiempo real incluyendo
las emociones y como estas se muestran a su entorno (3).
INTRODUCCIÓN.
Autores
como el judío Víctor Frankl (4) víctima y sobreviviente de los campos de
concentración nazi, nos aseguran que el ser humano se interroga válidamente
sobre el sentido de su existencia y como esta realidad es un derecho y no
propiamente una debilidad, en la misma dirección podemos citar a Kierkegaard (5)
que sostiene algo similar al afirmar que es propio del ser humano el modificar
su entorno según sus planes, proyectos e ideales mientras que otras especies de
no-humanos simplemente corren por el mundo adaptándose a este. El vacío existencial es una anormalidad en
el ser humano cuando este no es claro y franco en sus motivaciones esenciales
para hacer posible la vida. Nuestra
condición racional está en permanente conflicto con su entorno y busca leer en
los signos de los acontecimientos aquella fuerza que le pueda motivar a
concretar un ideal o plan en su existencia (6). Buscar la felicidad nos
abre a un universo de posibilidades para auto-construirnos de tal forma que la
existencia con sus contenidos agridulces es lo suficientemente buena que
buscamos vivirla y conservarla superando el apenas natural instinto de
conservación (7). Solo buscando
ser distintos y trascendentes encontramos la felicidad en el plano de nuestra
vida racional, emocional, afectiva, ese ideal de ser y existir se apodera de
las consecuencias del estar vivos. Parece pues un discurso introductorio de
contenido existencialista, pero en realidad es la justa medida de una
existencia que nos pertenece más allá de nuestra propia contingencia (8).
La ausencia de bienes materiales comúnmente se llama
pobreza, pero en el alma es un vacío que nada tiene que ver con las
posesiones de índole económicas…
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VACÍO EXISTENCIAL. UNA FORMA
DE VER LA VIDA.
La
negación de la realización personal aun por medio de las actitudes y praxis
opaca de valores y contenidos sólidos en la conciencia y mente de la persona
desemboca en un sin sentido latente que se expresa con una serie de
comportamientos que delatan su estado mental. El no encontrar sentido a la vida
desarrolla esta condición en la persona (9), el mundo moderno facilita
la vida, pero no da ciertamente una razón de ser y existir, el contenido
asumido no está enfocado en el ser y su concreción sino en las relaciones
cambiantes que fabrican falsos conceptos de bienestar y que por esta condición
generan frustración en la persona. El no estar en control de la vida introduce
una pseudo-contingencia en la psique de la persona y plantea para si un “sin
sentido” existencial que la puede llevar a desconocer la realidad superior de
su configuración racional y por tal razón de la naturaleza humana. El alma nos ofrece para la comprensión y
racionalización tres elementos que se reflejan en las potencias del alma y que
por medio de tales atributos entendemos el derrotero de nuestra existencia (10).
INTELIGENCIA. que nos ubica en la
realidad de nuestro presente o comprensión en tiempo real de cuanto estamos
viviendo sin distinción alguna de los acontecimientos, solo la percepción de su
cronología como actualidad. La conciencia sobre nuestro presente se afirma en
las acciones y decisiones que nos hacen saber que existe un mañana y que en su
praxis es posible concretar lo que no pudimos hoy. Negar esta posibilidad nos
sumerge en un fatalismo tal que atenta contra la concepción de un tiempo
cambiante o evolucionado según la realidad de nuestra existencia perceptible (11).
MEMORIA. Es necesaria para dilucidar lo acontecido antes en el tiempo
tanto cronológico como anímico y emocional. Nuestra memoria se enfrenta a los
sucesos ya realizados y dimensionados en nuestra vida. Ella deja ir o conserva
incluso aquello que no es saludable.
Dejar ir los sucesos y acontecimientos es saludable especialmente cuando
estos nos hacen daño o limitan la expresión armoniosa de nuestra existencia. La
condición humana busca contener todo lo que vivimos porque esta actividad de
nuestra memoria se convierte en vital para construir nuestra identidad e
interacción con el presente (12).
VOLUNTAD. Con cuánta fuerza y poder se proyecta en el finito de
nuestra mente y sentimientos, aquí la contingencia se hace maravillosamente
necesaria dada la condición de nuestra personal existencia singular. Los contenidos de las potencias del alma
entran en acción y relación vital en cada momento de la existencia, nos
recordamos pensamos y comprendemos (13). La vida como un todo
articula nuestros distintos eventos y con ellos desarrollamos contenidos que a
nivel emocional pueden definir lo que somos y la percepción de nosotros mismos.
Para captar el sentido de una acción basta analizar esta en sí misma. El
sentido sólo se revela cuando se contempla tal acción en una trama de acciones
interconexas. Tienes hambre y ves un cesto de manzanas apetitosas en la
entrada de una frutería. Para ti tiene un gran significado el tomar una y
comerla. Te apetece, te gusta, te sacia. Ese gesto está colmado de significado.
Significa mucho para ti. Pero ¿tiene sentido? La manzana que te apetece
comer no es abstracta, se halla en un contexto concreto: pertenece al frutero y
no puedes apropiártela sin concertarlo con él. Concertar algo significa entrar
en una red de interrelaciones y ajustarse a sus leyes. El sentido sólo se nos alumbra
cuando tomamos cierta distancia y contemplamos una acción o realidad en su
contexto. El sentido presenta una condición relacional. Por ser relacional, el
sentido es cambiante; puede incrementarse o amenguarse, adquirir nuevos matices
o tornarse más elemental y tosco. Si deseo dominar una realidad, tiendo a
rebajarla a condición de objeto, de medio para mis fines interesados, no a
verla en toda su complejidad, como un mundo de relaciones. La mirada
contemplativa, respetuosa, colaboradora ve, por ejemplo, el pan y el vino como
el fruto de una confluencia múltiple de elementos: campesino, semillas, cepas,
tierra, lluvia, viento, sol... El sentido de los términos pan y vino se
enriquece al máximo merced a esta forma relacional de ver. El que sólo ve en el
pan un medio para saciar el hambre no altera su significado básico, pero
amengua la amplitud de su sentido. La
comprensión de los términos fundamentales de las disciplinas que estudian el
enigma del ser humano, pende no sólo de nuestro grado de inteligencia y
preparación, sino también, y no en último término, de nuestra actitud ante la
vida: actitud dominadora y prepotente, o bien respetuosa y solidaria. La
arbitrariedad esta fuera de la contemplación ultima o primordial de nuestra
existencia.
EL AMOR Y SU PRESENCIA EN EL
SER HUMANO.
La
cuestión del sentido surge con el ser humano. El animal no necesita
planteársela. Tiene que desarrollarse, pero su desarrollo está predeterminado
con firmeza implacable por la especie. Por eso no puede equivocarse nunca al
actuar. Le basta seguir sus instintos para asegurar su pervivencia y la de
la especie. El ser humano debe también crecer por ley natural, pero tiene
el privilegio de saberlo y de precisar el modo de llevarlo a cabo. El hombre
es un ámbito, no un mero objeto, y se desarrolla como persona creando
nuevos ámbitos a través del encuentro. El encuentro es fuente de luz y de
sentido. Al encontrarme con otras personas y formar comunidades, siento que
configuro mi vida de forma ajustada a las exigencias de mi realidad personal, a
lo que ya soy y a lo que estoy llamado a ser. Esta llamada es mi vocación y
misión. Cuando mis opciones fundamentales, mis hábitos y mis actos se orientan
hacia el cumplimiento de esta misión y esta vocación, la marcha de mi existencia
se realiza en el sentido adecuado, en la dirección justa. En la misma medida
tiene sentido. El sentido no es algo que el hombre pueda tener estáticamente,
como un objeto; lo adquiere y posee dinámicamente, al entrar en relación
creadora con otras realidades. El ser humano, por bien dotado que esté en
cuanto a potencias, no puede ser creativo a solas. Tanto en el nivel biológico
como en el espiritual, la fecundidad es siempre dual.
Cualquier
actividad, aun la más intensa, sólo puede tener sentido cabal si asume
activamente ciertas posibilidades que le vienen dadas de fuera. Aprendo un
poema de memoria; lo declamo una y otra vez, fraseando de modo distinto,
alterando los ritmos, buscando el ajuste perfecto de forma y fondo. Muy pronto
sentiré que el poema me pertenece, aun siendo distinto de mí. Dejó de serme
distante, externo y extraño para hacérseme íntimo. Ahora ya no me viene dictado
de fuera; lo proclama mi voz interior, y yo participo de él creadoramente. Lo
configuro al dejarme configurar por él. Esta actividad bilateral o reversible,
el ser configurado sólo es posible en el plano de los acontecimientos
creadores, no en el de los procesos meramente artesanales o productivos. La
vida humana se desarrolla en nivel creador, vinculandose a otros ámbitos y
haciendo surgir ámbitos nuevos de mayor envergadura. Cuando uno acierta a ver
que su entorno vital está constituido no sólo por objetos, sino también por
ámbitos, descubre que el sentido de la vida es fruto de la actividad creadora
de encuentros fecundos. La idea de sentido pende de la concepción que se tenga
del ser humano (14).
El
ser en su dimensión creadora esta ante el mundo y la posibilidad de modificar
su entorno y razón de ser (15). La dimensión del ser como creador en su
realidad material, emocional, afectiva y racional, se expresa en las categorías
de la mente dispuesta a asumir el reto de diseñar su existencia en el entorno
que percibe y el cual no puede modificarlo totalmente por su misma naturaleza
contingente. Pero a diferencia de la vida en otras formas, persiste la
posibilidad concreta de hacer de nuestro entorno lo que en verdad aspiramos
sea, y la dificultad radica en la escogencia de los procesos y contenidos por
medio de los cuales modificamos o redefinimos nuestro entorno (16). La
capacidad productiva alcanza niveles impensados por nuestra especie. Pero se
presenta un movimiento que engaña la conciencia cuando al salir en la búsqueda
de ideales descuidamos la razón última de ser y la lucha incansable por la
felicidad. La proyección de nuestro ser
se mide en un mar de imprecisiones donde el ser humano debe estar atento para
no seguir por rutas que no llegan a puerto seguro (17). Los niveles de
tolerancia al fracaso y por ende a la frustración son también un signo de
madurez y forma de vida ante la contingente realidad y lo que esta produce en
cada uno de nosotros. La relación con Dios es tan profunda que ella puede con
el concurso humano modificar la percepción de la realidad y nuestra
satisfacción en ella. La condición humana modificada por la Gracia en el plano
del desarrollo personal le será imposible caer en el vacío existencial (18).
El sin sentido de la existencia es fruto de la negación tacita de la felicidad
como razón de nuestra existencia y su ausencia condiciona nuestra respuesta al
mundo. La formación de valores y contenidos saludables previene caminar
peligrosamente en la vaciedad (vacuidad) (19) de una existencia limitada
y sin ningún tipo de aspiraciones. Quien aspira a algo en su vida está
alimentando su propia proyección en el mundo y este movimiento de la razón le
mantiene ocupado en la consecución de su realidad (20).
Lo vacío como ausencia de motivaciones puede calar muy profundo en la
psique humana y hacer de los individuos sujetos proclives a la frustración, en
el ámbito teológico, esta ausencia es a nivel existencial llegando a definir
finalmente la condición ontológica del ser alejado de su Creador (21) y por ende sin
poder descubrir el sentido de su existencia. Este sentido tanto en el plano
relacional como trascendente supera las barreras del tiempo y el espacio en la
vivencia y fundamento de la existencia. La ausencia de la Gracia en el ser
humano es un problema que supera cualquier definición posible ya que en el ser
que la sufre no queda nada para salvar o redimir puesto que la respuesta fue
totalmente contraria a la naturaleza salvífica (22). ¿Qué podemos
asumir de tal concepto? (23) pues que la praxis de la Gracia en
sintonía con el plan salvífico de Dios asegura la realización total y
totalizante de la criatura humana. La puesta en escena de una vida y sus
valores que paulatinamente va descubriendo en su ser la existencia de un Reino
pleno y cuyo contenido empieza a ser revelado en la profundidad de la
conciencia humana (24). Las acciones y formas de vivir fundamentados en
el Evangelio se abren paso a través de la vida de los bautizados para fundar en
su ser la vida sobrenatural que madura hasta equilibrar la existencia y la
forma como enfrentamos nuestro entorno somático. Hay un catalizador de este
movimiento intestino del ser en sus profundidades existenciales y es la Gracia
ya que sin ella no sería posible clarificar o arrojar luz al sentido de nuestra
existencia (25).
La
visión de nuestro entorno puede hacer ver situaciones para nada acabadas o
definidas, la vida en su condición de inacabada transita por la duda y la
incertidumbre y sin un proyecto de vida es posible caer en la tristeza y en el
desamor. Perder de vista la dignidad del ser humano puede vernos
irrevocablemente condenados a una praxis sin sentido. El desarrollo personal es vital para crecer y
asumir el rol que tal situación de vida porta para nosotros sus “consumidores”
(26) la vida y todos sus eventos no quedan a un lado, siempre muestran
la acertada decisión o equivocada a la hora de planear el vivir y el encuentro
con nosotros mismos. La fundamentación de una pedagogía básica del “ensayo y el
error” nos acompaña siempre y hace parte de nuestro ser imperfecto y por ende
portador de necesidad de experiencias para afirmar su propia identidad (27).
El
amor como fundamento de la vida que afrontamos y que puede ser realizada
podemos definirlo en dos enfoques distintos, uno de ellos es el Eros (28)
de Platón, que considera se debe amar lo que es digno del amor y se enfoca
especialmente en las emociones humanas, esta condición es la sublimación a un
plano racional del instinto que nos dicta el acercarnos y reconocer las
similitudes en el otro bajo la significación de los sentimientos y las
emociones que despierta el contacto con el otro, en este caso la atracción
sexual. Es interesante como la visión platónica nos atribuye tal condición
relacional y como las emociones superan el actuar de la razón ya que cuando
este tipo de amor se despierta entonces la racionalidad se convierte en un
accidente. En algo cuya influencia es posible ser engañada por los sentidos (29).
La pasión es necesaria porque nos mueve en la dirección de la consecución o
expresión de nuestra condición humana. La moralidad y la eticidad que se dictan
sobre tal situación o condición de la humanidad marca la diferencia al rechazar
o avalar determinado comportamiento. El amor Eros cuenta con la
intencionalidad, aunque esta no sea siempre racional. Podemos estar seguros
que actuamos con o sin Eros, pero es importante tener presente que corresponde
a la sublimación de la razón y sus consecuencias el aceptarlo o convertirlo en
amo de nuestra existencia. Las pasiones venéreas son determinantes en la
relación vital que expresa nuestros sentimientos y posturas ante la vida, ellas
nos mueven lícitamente en la consecución de un ideal o meta (30). En el
ámbito cristiano la tentación fuerte es a considerar que el Eros no es bueno en
nosotros, que su influjo es imperfecto y generador de imperfección, pero para
ser realistas en esta reflexión, no es factible desligarlo o asumir que la
pasión y su presencia en nosotros es un asunto netamente volitivo que se sale
de control, todo no se hace con amor o pasión estas realidades de nuestro ser
están presentes. No todo en la pasión es Eros y Agapé, la contraparte
que corresponde al amor cristiano. Nuestro cuerpo es vehículo de tales
relaciones y el Eros quiere lo que queremos desde las pasiones, mientras que el
amor ordena la realidad de la cosa que estamos queriendo (31).
Desear
algo en la vida no se convierte en placer sexual pero mucho de lo deseado lo
es, es un factor que hace posible la entrega de los esposos y la procreación de
la familia para que luego el amor Agapé entre en escena y de una razón
superior para amar a las personas cercanas a nosotros que no solo son familia. El
Eros lleva en sí y para si un componente carnal que lo hace poco práctico en la
vivencia de la entrega condicional al amor esponsal, es decir, el Eros no es
exclusivo responde al placer bajo la forma que este adopte en nosotros (32).
Para concluir y definir este aspecto citamos a (1 Corintios capítulo 7
versiculo 5) “No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto,
tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás
no os tiente por vuestra incontinencia.” (33). Recordemos la postura
platónica sobre el cuerpo como “cárcel para el alma” y como el mismo Pablo y la
tradición cristiana de la penitencia y el ascetismo insiste en la penitencia
para doblegar las pasiones. Desde luego la postura Agustiniana se enmarcaba en
la dinámica platónica asunto este que facilitó la dicotomía entre el cuerpo y
el alma como si la salvación no afectara la totalidad del ser humano (34).
Cuando los enamorados dicen de algún acto que nosotros podríamos censurar, “El
amor nos llevó a hacerlo”, debe advertirse el tono en que lo dicen. Un hombre
que dice: “Lo hice porque estaba asustado” o “Lo hice porque estaba enfadado”,
habla de modo muy diferente. Está adelantando una excusa por algo que, según
él, necesita disculpa. Pero los enamorados rara vez hacen eso. Notemos qué
trémulamente, hasta con devoción, pronuncian la palabra “amor”, no tanto
alegando una “circunstancia atenuante”, sino como apelando a una autoridad. La
confesión casi puede llegar a ser ostentación. Quizás pueda haber en ella
incluso un matiz de desafío. Se “sienten como mártires”. En casos extremos lo
que expresan sus palabras es, en realidad, una recatada pero inamovible
adhesión al dios del amor (35). Nuestro proceder no es independiente de
nuestros sentimientos y estos expresan la visión clara del mundo que estamos
percibiendo.
En
el Antiguo y en el Nuevo Testamento, la agapé (el amor) indica aquella fuerza
espiritual o sentimiento que mueve a una persona a entregarse al amado, o bien
a apropiarse de la realidad amada, o bien a realizar aquello por lo que se
siente algún placer o deleite. La agapé no se limita a la esfera profana o
natural de la experiencia humana, sino que comprende también la relación
hombre-Dios. Según el Antiguo Testamento, el amor de Dios al hombre se
caracteriza por la espontaneidad, la gratuidad, la fuerza, la virtud unitiva,
el impulso a compartir la vida, la fidelidad, la tendencia a ser exclusivo, la
capacidad de renovarse en el perdón; y la agapé del hombre a Dios se
caracteriza por el gozo, la entrega de sí mismo, la fidelidad, la observancia
de la ley. Jesús de Nazaret. con su praxis, muestra en concreto la profundidad,
la imprevisibilidad y la desmesura de la agapé de Dios. Hablando de la agapé
del hombre a Dios, Jesús subraya su radicalidad, que mueve al creyente a no
dejarse seducir por las riquezas y las ambiciones y a no desanimarse ante las
persecuciones. De la agapé para con el prójimo, Cristo subraya la
disponibilidad a atender al necesitado, así como la obligación de amar incluso
a los enemigos. La agapé es una especie de “unidad de medida” de la vida
presente del creyente: y es también lo que permite (y permitirá hasta el fin de
los tiempos) hacer una seria discriminación entre los hijos dignos y los hijos
indignos del Padre celestial, que ama sin límites y sin medida.
La obra de Jesús y su empoderamiento del amor como su
condición vital en el plano relacional le permitió ver al otro por sobre su
propia alteridad. Permite que su proceder tenga auténticamente al otro como
referencia inmediata, esta postura es una bella manifestación del poder del
amor cuando este mueve todo nuestro ser. Jesús fue auténtico en su proceder y
en la expresión de sus sentimientos respecto de quienes compartían su vida con
él. Tal manera es única en la perfección del amor como esencia de nuestra
existencia y no solo como un reflejo de nuestra singularidad. El amor vivido
y gastado por el Señor entre nosotros fue totalmente salvífico. Una
totalidad que marca contundentemente el quehacer de la humanidad en uno que
siendo Dios también se convirtió en uno de nosotros. Jesús expresó la totalidad
de Dios y también la totalidad de la naturaleza humana. (36).
También
Pablo es un cantor de la agapé de Dios, que se manifiesta en el envío del Hijo
y del Espíritu; en la muerte en la cruz de Cristo y en la elección universal;
para el apóstol, la agapé es la anticipación del futuro: es la virtud que
permanece más allá de la muerte. En la carta de Santiago se recuerda que la
agapé es la ley del Reino, que se traduce en fidelidad a los mandamientos y en
obras de bien para con los hermanos. En Juan, la agapé tiene siempre un
carácter «descendente»: del Padre al Hijo, del Hijo a los hombres, del hombre a
los demás hombres. Cómo resumiendo toda la enseñanza bíblica, la Iglesia
primitiva considera la agapé como “la quintaesencia del modo de obrar de Dios
con el hombre y de la redención de Cristo” (E. Stauffer, teólogo alemán
1902/1979) y, consiguientemente, como la regla principal de la praxis de
los creyentes, sobre todo en las relaciones mutuas. No es una casualidad que
ágape sea también el nombre que dio la Iglesia primitiva al banquete
eucarístico, que constituye el momento en que con mayor claridad se hacen
presentes tanto el amor de Dios a la humanidad, concretado en el don del Hijo y
en el misterio pascual, como la comunión profunda que se ha establecido entre
los elegidos de Dios, en virtud de la fe, de la esperanza y del bautismo (37).
En griego philéó es el término más utilizado para designar el afecto entre
personas. Eráó y eros expresan el amor como un bien codiciado y deseado. El
eros tiene algo de demoníaco, en tanto que, en la búsqueda del éxtasis, es
arrinconada la razón. Por su parte, el verbo agapáó y el sustantivo agápé se
usan con significados más bien vagos, entre los cuales el más característico es
el de predilección. Este verbo es utilizado ya desde Homero, pero no así el
sustantivo, que corresponde al griego tardío y fuera de la Biblia es muy
difícil encontrarlo. En el lenguaje neotestamentario ha adquirido un
significado riquísimo, expresando la plenitud de relación entre Dios y el
hombre y la nueva relación que el cristianismo establece entre un hombre y otro
(38).
En
cuanto al amor Agapé aparece con una claridad radiante en el mensaje evangélico
que centra su accionar en el amor al prójimo a Dios y al ser humano en una
madurez en escala que alcanza su plenitud en la configuración de una vida en su
máxima expresión de Fe y madurez (39). El amor en la vida del ser humano
faculta su ser para ser lleno en su totalidad por una gran razón para la vida y
la felicidad. El gusto y el deseo son parte de la expresión racional del afecto
entre personas, es una respuesta al entorno y al contacto con quienes nos
rodean y desarrollamos afinidad con ellos por distintas situaciones de vida.
Son sin duda niveles de comunicación real entre las personas y de la persona
hacia otras especies incluso no-humanas (40). El amor se manifiesta en
la vida como un elemento de nuestra humanidad y sobre todo de la relación con
la trascendencia, de esta manera el amor se convierte en nexo vital con la vida
espiritual y la realidad no material anhelada por el ser humano en la praxis de
su credo o filosofía de vida. Un componente de lo sobrenatural que actúa
restando análisis crítico a las situaciones de vida afrontadas por la persona
en su medio y entorno de vida. Desde esta postura naturalmente el amor debe
encausar todo lo bueno en el ser humano estableciendo una ruta de actitud y
aptitud y pensamiento superior a cualquier otra experiencia de vida racional (41).
AMOR NATURAL. La Biblia es un cántico al amor de Dios a sus
criaturas, y de manera especial a su pueblo; pero no ignora el amor del hombre
en sus múltiples expresiones naturales y religiosas. En la Sagrada Escritura
encontramos una interesante presentación del amor humano, que evidentemente no
está separado de Dios y de su palabra, y que por tanto no puede ser considerado
siempre como simplemente profano; pero este amor es vivido con sus
manifestaciones de la existencia en la esfera natural, como la familia, la
amistad, la solidaridad, aun cuando estas realidades sean consideradas como
sagradas. Además, la Biblia habla también del amor egoísta, con sus
manifestaciones eróticas. (42).
En
el amor entramos en una dinámica de vida que por si sola es expectante porque
aguarda la respuesta de nuestra parte en la forma como actuamos y vivimos
movidos por su presencia, el amor descrito desde la comprensión humana
enriquece toda vida pero también nos obliga a actuar de manera consecuente con
su realización en nosotros, es decir, el amor como praxis es la vida bien
vivida en un enfoque pleno hacia quienes nos rodean con la mente puesta en Dios
y su total búsqueda porque cuando el amor es auténtico desemboca en Dios como
su plenitud superando las limitaciones del amor humano y por ende imperfecto (43).
La concreción del amor se manifiesta en la vida y sus compromisos, una vida
animada por la praxis del amor tiene todo sentido. Los vínculos relacionales
importados por el amor son duraderos y su propósito trasciende las limitaciones
de la conciencia humana. La vida vacía es aquella que no posee una autentica
experiencia de amor y un amor realmente vital en todas sus facetas o funciones
(44). El amor supera cualquier limitación de la naturaleza humana, el amor hace
de lo cotidiano un terreno abonado para la trascendencia. El amor hace que todo
el cometido humano tenga una poderosa razón de ser. Los vacíos son producto de
una mala práctica amorosa y sabemos que la ausencia de amor es también ausencia
de humanidad verdadera y única en su singularidad (45). En el presente se confunde toda, manifestación
emocional con el amor, de allí que las relaciones sean “desechables”. La
praxis de lo cotidiano encuentra su razón de ser en el hacer para la vida y sus
relaciones. La vida casi que divide los intereses de las personas según sus
inclinaciones y manifestaciones. El tener y el ser están continuamente una
lucha de prioridades para los seres humanos y la vivencia de la Fe cristiana
puede priorizar el valor del ser antes que el tener (46).
LA EUDEMONIA DE LOS
GRIEGOS.
El
significado primario de este término en los principales idiomas europeos parece
estar relacionado con el concepto de buena suerte, una buena oportunidad, un
buen suceso; pero desde muy temprano en la historia de la filosofía griega, el
concepto se volvió el centro de intensa especulación y discusión. ¿Qué es la
felicidad? ¿Qué la constituye? ¿Cuáles son las causas y las
condiciones de la felicidad? ¿Se diferencia del placer? y en caso
afirmativo ¿En qué forma? ¿Cómo se relaciona con la inteligencia, la
voluntad y la vida entera del hombre? ¿Dónde se ubica en una teoría general
del universo? Estas son preguntas de las que se han ocupado en gran medida
las variadas escuelas de filosofía y, que han inquietado a personas que no
estarían dispuestas a ser acusadas de filosofar. Porque la felicidad está
necesariamente entre los temas que nos interesan más profundamente a todos.
Entre los griegos, el interés en el problema era principalmente ético y la
psicología de la felicidad era algo auxiliar mientras que para varias escuelas
modernas de filosofía la psicología es la clave para muchos de los más
importantes interrogantes de este concepto familiar y enigmático a la vez.
En
el sistema ético de Aristóteles, la felicidad, expresada como eudaimonia es la
idea central. Está de acuerdo con Platón en rechazar la oposición exagerada
establecida por los sofistas entre razón y naturaleza y fundamental para las
escuelas Estoica y Epicúrea. Para Aristóteles la naturaleza es la naturaleza
humana como un todo. Abarca tanto lo racional como lo sensible. Su
tratamiento de la felicidad está más en contacto con lo empírico que el de
Platón. El bien que le interesa es aquel que el hombre puede alcanzar en esta
vida. El bien supremo es la felicidad. Este debe ser el verdadero fin de la
vida, ya que la buscamos en todos nuestros actos. Pero, ¿en qué consiste? No en
un mero goce pasivo ya que a ello pueden acceder los animales, sino en acción
(energeia) del tipo que es propio del hombre en contraste con los animales: la
acción intelectual. Sin embargo, no todas las clases de acción intelectual
alcanzan la felicidad sino sólo la acción virtuosa, es decir los actos que
provienen de la virtud y están de acuerdo con sus leyes; es la actividad
superior de la facultad superior. Aunque la felicidad no consiste en el placer,
no lo excluye. Por el contrario, la forma más elevada de placer es resultado
de la acción virtuosa. Pero para que dicha felicidad sea completa debería
prolongarse durante una vida de duración promedio en circunstancias al menos
moderadamente confortables y enriquecerse por medio del intercambio con amigos.
Aristóteles es marcadamente humano en este punto. Las virtudes son éticas o
dianoéticas (intelectuales) Las dianéticas pertenecen o a la razón práctica o a
la razón especulativa. Esta última es la más elevada de todas las facultades;
en consecuencia, la virtud superior es un hábito de la razón especulativa.
Entonces, para Aristóteles, la felicidad suprema debe hallarse no en las
virtudes éticas de la vida activa sino en la vida de contemplativa o
filosófica, en la que se ejercen las virtudes dianoéticas de entendimiento,
ciencia y sabiduría. La Teoría o especulación pura es la más elevada de las
actividades del hombre y aquella por la que es mejor visto por los dioses,
porque en ello consiste también la felicidad de los dioses. Es, en cierto
sentido, una vida Divina. Sin embargo, sólo una minoría puede acceder a ella;
la gran mayoría debe contentarse con la felicidad inferior de la vida activa. La
felicidad (eudaimonia), por lo tanto, para Aristóteles, no se identifica con el
placer (hedone) ni tampoco con la suma de placeres. Se la ha definido como
aquel bienestar producto del buen obrar y la felicidad suprema consiste
entonces en el buen accionar de la facultad suprema. El placer es la
consecuencia o el resultado de tal actividad.
La postura de Tomás de Aquino respecto a la felicidad,
podemos apreciar mejor su superioridad. El hombre es complejo en su naturaleza,
sensible y racional y en sus actividades, cognoscitivas y afectivas. Existen
para él un bienestar del todo y un bienestar de las partes; una existencia
relativamente breve aquí y una vida eterna en el más allá. El beatitudo, la
felicidad perfecta, el bienestar total, no es asequible en esta vida sino en la
próxima. Consiste, principalmente, en la actividad de la facultad cognoscitiva
suprema, la inteligencia, en la contemplación de Dios, el infinitamente
Hermoso. Pero esto inmediatamente resulta en el goce supremo de la voluntad por
la posesión consciente del Summun Bonum (sumo bien), Dios, el infinitamente
Bueno. Esta actividad feliz de las facultades espirituales superiores, como
enseña la Fe Católica, traspasará nuestra experiencia presente redundando, en
cierta forma, en la felicidad de las facultades inferiores. Porque el hombre en
cuanto hombre disfrutará de esa bienaventuranza perfecta. Además, una parte
esencial de esa felicidad será la conciencia de que es absolutamente segura y
eterna, una existencia perfecta en la posesión de tranquila y segura de todo lo
bueno –status omnium bonorum aggregatione perfectus, como lo define Boecio (nos
agregamos a un estado perfecto). Este estado incluye la autorrealización en el
orden más elevado y la perfección del ser humano en su grado más alto. Combina,
por lo tanto, cualquier componente de verdad contenido en las teorías hedonistas
y racionalistas. Reconoce la posibilidad de una felicidad relativa e incompleta
en esta vida y su valor, pero insiste en la importancia de la moderación,
desapego y control de las facultades y apetencias particulares para la
obtención de esta felicidad limitada y más aún, a fin de asegurar que el
bienestar eterno no sea sacrificado por un goce transitorio (47).
HACIA NUESTRA REFLEXIÓN
PERSONAL.
La
misma y única complejidad del ser humano hace que el todo y las partes busquen
la felicidad en lo que operan como “acciones consecuencia” de su racionalidad,
la misma que someten a la búsqueda de la felicidad. Buscar la felicidad no es
factible solo en las partes de la ecuación y me refiero a lo que produce
bienestar cuando no es posible involucrarlo en toda la dimensión de la persona.
Este tipo de afirmaciones nos dice que la felicidad puede ser percibida en una
acción particular de otra pero que la plenitud de esta se encuentra en la
relación vital del. todo humano. Por ejemplo, una adicción puede hacerle creer
a quien la sufre que en ella está el placer y la felicidad, pero en realidad es
solo una expresión mínima que se percibe solamente en los sentidos y por ende
esta fuera del dominio absoluto de la razón (48). No es posible aquí una
experiencia metafísica de la felicidad y por ende no llega más allá de la
connotación natural de tal acción. La posesión del amor como experiencia de
vida llena toda la dimensionalidad de la vida humana y se constituye en razón
eficiente de nuestra existencia. Quien ama nunca tendrá vacío el corazón
(49). El amor se asume en una
condición propia de su naturaleza como restaurador de nuestra personal visión
sobre el mundo y la manera como interactuamos con este. Amar y amor son en si
producto maravilloso de la Gracia en nosotros. Los sacrificios por amor son
determinados por la intensidad y profundidad de este. Los conflictos
existenciales denotan un vacío que debe ser cubierto por la condición
dignificadora del amor en la persona humana. El punto central o focal de la
praxis humana no puede estar desprovista del amor y sus contenidos plenipotenciarios de la naturaleza humana. La psique entra en contacto con el
entorno y determina la conveniente incorporación de contenidos y respuestas a
la vez. Pasar tiempo con nosotros mismos nos hace sentir conformes con lo
que somos y pensamos, uno de los síntomas modernos por antonomasia es la
necesidad de ocupar el tiempo y estar interactuando con las demás personas (50).
También la tecnología facilita la pobre respuesta o viaje a nuestra
interioridad. El presente se vive en el ámbito perturbador de una cultura
sensitiva que solo identifica al individuo cuando interactúa en su medio. De
esta afirmación encontramos la contundente calidad de anonimato que padece
quien vive alejado de la tecnología. El fenómeno de la ciber-amistad es bien
particular, personas que tienen en el ámbito del Facebook y otras redes
sociales más de “5.000 amigos “de los cuales no conoce absolutamente nada
porque estas relaciones son absolutamente superficiales e imposibles de
concreción por su propia naturaleza (51). Aquí se desarrolla una nueva
fenomenología que carece de evidencia palpable o concreta y que al ser sometida
al escrutinio de la razón carece de total sentido. No es posible conducir un
juicio metafísico sobre tales conceptos. La realidad que se agranda en las
redes sociales solo es una afirmación tiempo espacial pero la percepción de su
condición esta fuera de valoración. El vacío existencial no puede ser
afrontado desde tales presupuestos relacionales, por el contrario, se convierte
en un escudo que protege la poca o nula interacción real de la persona y su
interés como criatura racional y amable en la configuración de su ser (52).
La
vivencia de una realidad de fuertes contenidos espirituales es clave para
destinar la existencia a la realización plena en cada condición vivida por el
ser humano, en este contexto el sustantivo Fe aparece 24 veces en los sinópticos,
el verbo Creer 30 veces y en Juan 88 veces, desde una dimensión del ser
que construye y edifica dentro de si mismo, estos contenidos son definitivos
para fortalecer nuestra postura ante el mundo y la concreción necesaria para la
vida tanto natural como espiritual. Es necesario tener Fe en nosotros mismos y
creer que es posible ser felices, y lo más importante trabajar para lograrlo. La
vida es determinada por la realización de sus ideales en cada uno de nosotros.
¿Qué creemos o en que tenemos Fe? (53) Más allá de la experiencia
liberadora con el Dios revelado, nos puede enfocar en nosotros y nuestra proyección
sobre el mundo. Potenciemos el llegar a ser como respuesta ante lo que hoy
somos y podemos llegar a ser, poner nuestro acto y potencia en una imagen de
vida y realización personal nos ayudará a ver lo que hoy somos y queremos ser más
tarde (54). La Fe nos permite
soñar en el plano existencial en el que nos encontramos, es decir, en la toma
de conciencia sobre nuestra ulterior realidad como criaturas de Dios. Una existencia
plena se descubre a sí misma en el derrotero de la vida y no necesita ser
descubierta por situaciones muchas veces ajenas a la persona y su entorno (55).
La autenticidad en las vivencias del alma nos asegura ver el mundo con los
colores apropiados y no ser presa del engaño de lo que no es y aparenta serlo. Aquí
la espiritualidad debe ser reflejo de lo que somos y no de lo que era necesario
aparentar. La vida coherente afirma nuestra soberana voluntad de crecer y
vivir bajo la motivación de la Gracia (56).
Apoyarnos
en nuestros propios valores puede ser una praxis muy limitada de la realidad trascendente
de la persona humana, la Gracia es siempre un medio de aproximación a la
plenitud de la axiología que más requerimos, esto es, la que brota de la categórica
vivencia del evangelio de Cristo. Una vivencia que potencia la vida en todas
sus explicitaciones. No es fácil reconocer la necesidad del continuo
crecimiento como quiera que somos seres en proceso de grandeza (sublimar
nuestra condición) en la dirección del espíritu y sus valores vitales en la configuración
del ser y lo que este cree sinceramente (57). La categoría de la percepción
de nuestra realidad va de la mano con el acontecer y el vivir de las
posibilidades existenciales que la Gracia permite en nosotros. El descubrimiento
de la felicidad puede ser posible mediante la sensibilización de nuestras
motivaciones y la sinceridad en lo que deseamos concretar como proyecto o
modelo de vida, nada puede ser tomado a la ligera o de manera inconsulta, la
vida posee distintos enfoques, aunque una sola analogía (58). Sobre tales
presupuestos trabajamos el acontecer de nuestra humanidad y lo que es en ella
latente. Si nuestro espíritu es pobre entonces no existirá riqueza material que
prodigue felicidad. La ausencia de bienes materiales comúnmente se llama pobreza,
pero en el alma es un vacío que nada tiene que ver con las posesiones de índole
económicas (59). El mundo y sus valores nos enseñan una felicidad en
solitario, donde cada cual debe tener lo que necesita para serlo, el bautizado
no puede olvidar nunca, que la felicidad en su plenitud no es una experiencia terrena,
existe un Reino y su plenitud. Si vemos el mundo con ojos humanos,
terminaremos sin entender por qué del sufrimiento. Pero si impregnamos nuestra vida
de Dios, comenzaremos a ver las cosas de un modo distinto. Por contradictorio
que pudiera parecernos, el sufrimiento es uno de los caminos de la felicidad
cristiana, porque el sufrimiento a la luz de la cruz nos acerca a Jesús. Dios espera que seamos cristianamente
felices, y eso lo podemos lograr en nuestra vida ordinaria. Acercarse a Dios es
encontrar la felicidad, y a Él se le puede encontrar en todos los momentos de
nuestras vidas: en el taller, en la oficina, en la escuela, en la casa. Si nos
vamos haciendo conscientes de la intervención permanente de Dios en nuestras
vidas, iremos conociéndolo. Conocer a Dios es amarlo, y no hay un medio más
seguro para la felicidad que amar a Dios, que cumplir Su voluntad. ¿Cuántas
veces hemos visto el sufrimiento de nuestra vida en el pasado para finalmente
entender que era necesario para obtener un bien mayor?
Cuando toda nuestra atención está volcada hacia nosotros
mismos, encontraremos abundantes motivos de tristeza y contradicción. Quien
es egoísta y solo piensa en sí mismo, va haciendo su vida solitaria y deja de
encontrar sentido en las contradicciones que le aquejan. En cambio, quien
vuelca su vida a los demás estará pendiente de auxiliar, de solidarizarse con
el dolor ajeno. Y, extraordinariamente, al dejar de vernos a nosotros mismos
sino de amar hacia fuera y volcarnos a los demás, nuestros propios problemas y
sufrimientos se vuelven menos importantes. El gran antídoto contra el
egoísmo es la caridad. Y la caridad es un camino a la felicidad en la que
vamos de la mano como hermanos con quienes nos rodean. Si queremos felicidad
“instantánea” terminaremos llenos de frustración. La felicidad “de aspirina”
no existe. Solo Dios, Trino y Uno es la felicidad verdadera. Conocerle y
enamorarse de Él es un proceso que no ocurre de la noche a la mañana. Pero si
nos acercamos a Jesús, Él nos abrirá las puertas del cielo.
Conozcamos
a Jesucristo leyendo el Evangelio, reconozcamos cómo impregna nuestras vidas y
llevemos vidas rectas y apegadas a la voluntad de nuestro Padre (60). Es
un continuo caminar de nuestra Fe en el Dos de la vida animando también nuestra
Fe en términos de naturaleza y voluntad personal. Aquí la caridad es la manifestación
aterrizada que da forma al amor y toda su praxis en nosotros. La personalidad
es de suprema importancia porque en su categórica percepción de la realidad
puede ser influida en su configuración de una manera positiva o negativa según sea
la naturaleza de este influjo, los creyentes esperamos siempre la presencia de
Dios para dar forma a nuestra existencia natural e intelectual (61). Nuestra
naturaleza reclama siempre autonomía y solo el amor puede producir un fruto apacible
y totalmente edificante. Los traumas y complejos como trastornos son una
realidad que porta su propia manifestación enfermiza de la condición mental de
las personas, pero tales conceptos no siempre desencadenan enfermedades
intratables sino la oportunidad de enfrentar lo irracional de ellas con un toque
de dominio intelectivo de nuestra parte. La conciencia se puede alterar,
pero la conciencia también obedece al derrotero de nuestro vivir (62). Las patologías
(trastornos) son realmente un problema, pero en la lucha y constancia de un propósito
maduro de vida se gana muchísimo terreno. De la vida de Carlos Borromeo (63).
Se inclinó por una lucha permanente
contra su propio carácter y temperamento hasta poder dominarlo en gran medida y
facilitar así su convivencia y trato con los demás, su primer paso fue tomar
conciencia sobre ese problema y como afectaba sus relaciones personales y la visión
que él mismo tenía de la gente. La inteligencia nos puede dar señales sobre
la necesidad de asumir comportamientos más que instintivos, estamos hablando de
necesarios y vitales en el marco de nuestra propia civilidad y encuentro vital
con los demás (64).
La felicidad “de aspirina” no existe. Solo Dios, Trino y
Uno es la felicidad verdadera.
|
La esperanza es un bálsamo que hace realidad todo aquello que
hay en el alma de los creyentes y que nos motiva a continuar adelante en pos de
la verdadera liberación de nuestra condición proclive al pecado y en decadencia
constante, entendemos decadencia como fruto de la pérdida de los dones
preternaturales que hacían del hombre inicialmente un ser sobredimensionado en
la Voluntad de Dios Creador (65). Esta Voluntad amorosa de Dios es siempre salvífica y
busca la plenitud de nosotros sus hijos por adopción gracias a su praxis de
amor pleno en nosotros. Amando la esperanza buscamos amar la condición plena a
la que estamos siempre siendo llamados por el mismo Señor y Dios nuestro. Estamos
integrados a nuestro entorno y nuestra relación debe ser reparadora y atenta a
la vida en sus formas. Una Koinonia sin par y medida donde el amor que nos
hace plenos también plenifica a cuanta vida nos rodea (66). El amor que nos
hace plenos es siempre una bella interacción tan intima como explícitamente comunitaria
puede ser. La soledad no es una opción material sino espiritual y es cuando el
solitario llena su corazón de Dios y de amor por quienes le rodean, esta
soledad es edificante y no genera trauma alguno, claro esta que el modelo de soledad
presente en la sociedad moderna es discriminatorio y clasista (67). Introduce
la frustración de la persona en sus relaciones
CIBERGRAFÍA/ARTICULOS/FUENTES.
1-
Nota del autor.
2-
Nota del autor.
3-
Nota del autor.
4-
Doctor en Medicina a los 25 años, en 1936 Frankl se
especializó en neurología y psiquiatría. Desde muy pronto mantuvo contacto con
Freud; pero se apartó más tarde de la corriente psicoanalítica. Siguió entonces
la psicología individual de Adler, que también acabó abandonando, para formar
su propia escuela. Por su condición de judío, en 1942 fue apresado
por los nazis, junto con su familia. Pasó por cuatro
campos de concentración, donde murieron sus padres, sus hermanos y su primera
esposa (tras la guerra contrajo matrimonio por segunda vez). Puesto en libertad
en 1945, ocupó la jefatura del departamento de neurología del Hospital
Policlínico de Viena. Hasta los 85 años dio clases en la Universidad de la
misma ciudad. Además, impartió cursos en cinco universidades de Estados Unidos
y recorrió buena parte del mundo para pronunciar conferencias. Era también
doctor en Filosofía desde 1949 y recibió 29 doctorados honoris causa. De sus 32
libros, traducidos a 26 idiomas, se han vendido en total varios millones de ejemplares.
Víctor Emil Frankl, fallecido el 2 de septiembre de 1997 en Viena -su ciudad
natal- a los 92 años. El sentido de la vida en Víctor Frankl -
Mercaba.orgmercaba.org › Filosofia › sentido_de_la_vida_en_victo.
5-
Nace el 5 mayo 1813 en su casa paterna de Copenhague en el
Mercado Nuevo (Nytorv), n° 2 (ahora n° 27), el último de siete hijos, y es
bautizado el 3 de junio. Muere el 11 de noviembre de 1855. mercaba.org
› Rialp › kierkegaard_soren_aabye.
6-
Nota del autor.
7-
Nota del autor.
8-
Nota del autor.
9-
Nota del autor. 10- Nota del autor.
11- Nota del autor.
12- Nota del autor.
13- Nota del autor.
14- mercaba.org › DicPC ›
sentido_de_la_vida/ BENZO MESTRE M., Sobre el sentido de la vida, BAC, Madrid
1986; FRANKL V., El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 199512; ID,
La voluntad de sentido, Herder, Barcelona 1994 15- Nota del autor.
16- Nota del autor.
17- Nota del autor.
18- Nota del autor.
19- Vacuidad o vaciedad
corresponde a la ausencia de algo o su contenido.
20- Nota del autor.
21- Nota del autor.
22- Nota del autor.
23- Nota del autor.
24- Nota del autor.
25- Nota del autor.
26- Nota del autor.
27- Nota del autor.
28- Entiendo por «eros» ese
estado que llamamos «estar enamorado»; o, si se prefiere, la clase de amor «en
el que» los enamorados están. Algunos lectores quizá se sorprendieran cuando,
en un anterior capítulo, describí el afecto como el amor en el que nuestra
experiencia parece acercarse más a la de los animales. Seguramente, cabría
preguntarse: ¿nuestras funciones sexuales nos colocan igualmente cerca de
ellos? Esto es muy cierto si se mira la sexualidad humana en general; pero no
voy a ocuparme de la sexualidad humana simplemente como tal. La sexualidad
forma parte de nuestro tema sólo cuando es un ingrediente de ese complejo
estado de «estar enamorado». Que esa experiencia sexual puede producirse sin
eros, sin estar enamorado, y que ese eros incluye otras cosas, además de la
actividad sexual, lo doy por descontado. Si prefiere decirse de otra manera,
estoy investigando no la sexualidad que es común a todos nosotros y las
bestias, o enteramente común a todos los hombres, sino una variedad propiamente
humana de ella que se desarrolla dentro del «amor», lo que yo llamo eros, AMOR
- Mercaba.org.
www.mercaba.org › DicPC ›
amor 29- Nota del autor.
30-
Nota del autor.
31-
Nota del autor.
32-
Nota del autor.
33-
www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/i-corintios/7/ 34- Nota del autor.
35- Eros -
Mercaba.orgmercaba.org › Libros › Lewis.
36- Nota del autor.
37- G. M. Salvati// W GUnter H.
G. Link, Amor en DTNT 1,. 111-124; G. Quell E. stauffer, agapaO, agapé, en TWNT
1, 20ss; A. Nygren, Eros. y agapé, Sagitario, Barcelona 1969.
38- AMOR -
Mercaba.orgwww.mercaba.org › DicPC › amor/ agapé - Mercaba.org mercaba.org ›
VocTEO › V_agape 39- Nota el autor.
40-
Nota del autor.
41-
Nota del autor.
42-
AMOR - Mercaba.orgmercaba.org › DicTB › amor.
43-
Nota del autor.
44-
Nota del autor.
45-
Nota del autor.
46-
Nota del autor.
47-
Felicidad - Mercaba.orgmercaba.org › FICHAS › Enciclopedia ›
felicidad. la felicidad - Mercaba.org// mercaba.org › FICHAS › VALORES ›
Felicidad 48-
48-
Nota del autor.
49-
Nota del autor.
50-
Nota del autor.
51-
Nota del autor.
52-
Nota del autor.
53-
Nota del autor.
54-
Nota del autor.
55-
Nota del autor.
56-
Nota del autor.
57-
Nota del autor.
58-
Nota del autor.
59-
Nota del autor.
60-
La clave de la felicidad - Mercaba.orgmercaba.org › FICHAS ›
VALORES › la_clave_de_la_ // cristianismo: Llamada a la felicidad -
Mercaba.orgmercaba.org › FICHAS › arvo.net › cristianismo llama
61-
Nota del autor.
62-
Nota del autor.
63-
Nace el 2 oct. 1538; muere en Milán el 3 nov. 1584. Card.
nepote de Pío IV, arzobispo de Milán y el típico representante del prelado
santo y reformador de la época postridentina. Formación y secretario de Estado.
Segundogénito del conde Gilbertp Borromeo y de Margarita de Médicis, hermana de
Pío IV. A los ocho años de edad (15 oct. 1545), recibió la tonsura clerical y
poco más tarde fue enviado a Milán para cursar los estudios humanísticos con el
preceptor Bonaventura Castiglioni. En el otoño de 1552 se matriculó en la
Facultad de Derecho de la Univ. de Pavía, donde el 6 dic. 1559 obtuvo el
doctorado in utroque jure. El 25 del mismo mes fue elegido Papa su tío, el
card. Juan Ángel de Médicis, que tomó el nombre de Pío IV (v.). Este hecho fue
decisivo en la vida del joven C. El nuevo Papa, al día siguiente de su
exaltación, lo mandó venir a Roma y lo colmó de honores y dignidades:
protonotario apostólico y referendario de la Signatura (13 en. 1560); Card.
diácono con el título de los S. VIto y Modesto (31 en. 1560), que más tarde
cambió por el de S. Práxedes (17 nov. 1564); administrador de la diócesis de
Milán (7 feb. 1560); administrador de las legaciones de Bolonia y de Romaña (26
ab. 1560), etc. Pero el cargo más importante que le dio fue el de la
administración de los Estados de la Iglesia y el de la Secretaría de Estado.
Contaba entonces C. B. 21 años. Por primera vez el nepotismo pontificio del
Renacimiento daba a la Iglesia un Cardenal santo. En él halló Pío IV el más
fiel y abnegado colaborador de su pontificado. carlos borroneo,
san - Mercaba.org// mercaba.org › Rialp › carlos_borromeo_san…
64-
Nota del autor.
65-
Nota del autor.
66-
Nota del autor.
67-
Nota del autor.
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