SÉPTIMO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Génesis capítulo 28 versículos 10-19ª. Salmo 139,
1, 11,22-23. Romanos capítulo 8 versículos 12-25. Mateo capítulo 13
versículos 24-30, 36-43.
El sueño de Jacob bien
podría ser el “título” de esta escena y acto seguido la “escalera” que sube al
cielo, son pues figuras recurrentes de la cultura cananea para simbolizar la
relación de lo humano con lo sobrenatural. Los PP. De la Iglesia ven en esta escena
bellamente descrita por el autor sagrado dos simbologías. La primera hace
mención de este sueño y la figura de la escala o escalera como un nexo entre la
vida sobrenatural y el ser humano y de paso la ratificación de las promesas de
Dios a los antepasados de Jacob, si observamos básicamente son las promesas
iniciales dada la estrecha relación con la tierra y su significación. Es pues
la Providencia de Dios que establece literalmente un “puente” con la humanidad
y lo ratifica en la Encarnación de su adorado Hijo… La segunda tiene todo que
ver con la consagración y dedicación de un santuario a Dios y la conciencia de
su presencia personal en el creyente. Nosotros estamos en posición de consagrar
a Dios no solo santuarios o templos sino y sobre todo nuestras vidas que es sin
lugar a duda el mejor de los santuarios posibles al Dios vivo. La cultura
semita como sus vecinos empleaba el aceite para consagrar y dar la connotación
de sagrado en una expresión de su Fe. Ser padre de muchos es una imagen recurrente
que se quedó en el pasado de Israel y que en el presente es asumida por el
santo Bautismo. En cuanto al género literario es claro que corresponde al Yahvista en cuanto a la exaltación de Dios y su Liturgia. Jacob funge en la
escena como Sacerdote, imagen muy presente en la vida y cosmovisión de los
israelitas. Por último, recordemos que estaba pisando suelo cananeo lo que
implicaba consagrarlo al verdadero Dios. La Puerta del Cielo (porta
caeli) es una bella expresión de sacralidad que no tiene límite alguno y
menos se deja condicionar por la realidad terrena que se gesta donde se
manifiesta.
El Apóstol Pablo
nos dibuja un cuadro ya explorado anteriormente y tiene y que ver con la obra
de Dios y la humana. El mundo material creado por el ser humano sufre las
consecuencias del pecado que bajo sus estructuras afecta al mundo que le rodea
y antropiza de esta forma generando violencia. La creación sufre en términos Paulinos el
influjo del pecado humano. Nosotros somos la voz de la creación lo que implica
el compromiso concreto de luchar contra el pecado y sus estructuras que
paulatinamente incrementan el sufrimiento de la obra de Dios en contacto con
nosotros. Todo no acaba allí también como respuesta a esta
situación la Gracia irrumpe en el escenario de la humanidad y su historia
aportando su presencia y con ella la contundente transformación en Cristo el
vencedor del pecado y la consecuencia la muerte. El Señor nos mostró que la
muerte no es natural sino impuesta por el orden carcomido de las acciones en
contravía del ser humano. Natural es vivir y amar. Por
extensión la obra de Cristo en la Cruz toca a las distintas categorías de
existencia en la Creación material y en el mundo espiritual. Nuestro rescate es
primicia de la Gracia y su poder para transformar que es lo mismo que decir
liberar la existencia del pecado y su esclavitud. El llanto de la
creación es escuchado junto con el nuestro y la respuesta de Dios no
se hace esperar. Es la respuesta del amor que transforma y libera de la antigua
condición, es pues, el hombre nuevo imagen del Dios viviente. Pablo da
testimonio de ello cuando afirma en el versículo 24: “Porque nuestra
salvación es en esperanza”.
Mateo continuando
con las parábolas de Jesús nos muestra la imagen cambiante de este tipo de
relatos y sus “Logion” o dichos del Señor (Papías, Padre de la Iglesia)
que el domingo anterior nos habló de la actitud del que recibe el mensaje y
como el mundo o entorno puede condicionarlo. Para este domingo (séptimo) la
propuesta es otra, no se centra en el fruto sino en la planta y el plantío. Luego
entronca con la explicación del propio Señor sobre la enseñanza. Los hijos del
maligno es una expresión semítica para destinar a quienes dan la espalda al
mensaje proclamado. Sobre el Reino, sin duda se refiere al instaurado por
Cristo que es fiel herencia del Padre Dios. Esta afirmación tiene su origen en
la promesa del Salvador referente a su Reino que será heredado por quienes
siguen y hacen atento caso de su Evangelio.
Las disputas entre el
bien y el mal son consecuencia de las decisiones de cada bautizado. No
olvidemos que nuestras actitudes son tanto un acelerante como un
retardante del Reino de Dios y su justicia y todo ello conforme al crecimiento
de la realidad de nuestra Fe y vida espiritual. La opción es única
y clara hacer todo por alcanzar el Reino prometido. Así como una planta
no deseada toma el mismo tiempo que la deseada para manifestarse y ser “mala
cosecha” así mismo el bien debe trabajar para direccionar nuestras vidas y
actitudes. La vida y la Fe son procesos que se alimentan de ciclos
vitales lo que implica cosechar de forma coherente los valores que
hacen la diferencia, es decir, los del Reino de Dios.
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