sábado, 23 de noviembre de 2024

Breves sobre Juan capitulo 18 versículos 33-37. Cristo Rey.

  El Evangelio de Juan, haciendo eco del Señorío de Jesús lo presenta como Rey, precisamente durante el desenlace de su Pasión, aquí la Verdad queda expuesta y es atacada frontalmente por los poderes del mundo reinante. La Verdad de Dios entre nosotros no puede ser silenciada ya que habita en el corazón de cada uno de los bautizados. Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores, es decir, nada hay por sobre su soberana autoridad, pero reconocer su autoridad es todo un ejercicio de renuncia a la voluntad egoísta del ser humano que quiere reinar en todos los escenarios posibles y para ello se vale de la injusticia que hace campear por doquier. La Verdad de Dios pretende ser acallada por el materialismo y el sensualismo, por el tener “siempre la razón”, aquí encontramos una definición antropológica del contenido de la verdad y la cual debe ser aun defendida de nosotros mismos.

Reconocer su autoridad no es tan simple, no se trata de un ejercicio de competencias alegremente dibujado en el Ethos religioso de los episcopales, reconocer la Verdad de Dios implica vivir bajo estos nuevos fundamentos y valores, implementar una axiología distinta al mundo y sus estándares de éxito y calidad.  Bien dice el Señor que su Reino no es de este mundo, si fuera de aquí y ahora, entonces seriamos hijos de la desesperanza que agobia al creyente en un mundo materializado en sus relaciones y cotidianidad. El Reino de Dios en cabeza del Resucitado implica un modelo nuevo y definitivo de existencia y relaciones. Confesar nuestra Fe es un acto maduro de asimilación de su autoridad y reinado, Cristo es el Señor y su gobierno es la más concreta esperanza en el alma y psique de los bautizados, la Santidad de Dios es su Adorado Espíritu Santo, y su Trono pavoroso y todopoderoso nos aguarda a su tiempo, pero la misericordia de Dios se llama Cristo Hijo Adorado y Señor de su Iglesia, aquí está nuestra esperanza.     

jueves, 21 de noviembre de 2024

CAMINAMOS MOVIDOS POR LA ESPERANZA EN CRISTO.

 

CAMINAMOS MOVIDOS POR LA ESPERANZA EN CRISTO.

 

La realidad que mueve nuestra existencia se centra en la medida de la relación con el Dios de la vida, y la esperanza surge precisamente como esa fuerza que anima nuestro caminar. No importa lo que acontezca la realidad de nuestra relación con Dios será siempre total y totalizante, es decir, específicamente una constante transformación que nos permite ver más allá de la vida en nuestra presentación temporal, en este contexto Pablo es claro cuando afirma la temporalidad de nuestra existencia y la necesaria transformación escatológica. Una presentación que no es definitiva muy a pesar de nuestra cultura tecno-científica que enfila baterías hacia un orden demostrable y casi predecible bajo las leyes estadísticas sobre la vida, el trabajo, la cultura, e incluso la religión, iglesias muy preocupadas por sus estadísticas de aceptación y no por la calidad de su mensaje y seguimiento de Cristo.  “Cuando hay una carrera, todos corren para ganar, pero solo uno recibe el premio. Así que corran para ganar. Todos los deportistas que compiten en la carrera tienen que entrenar con disciplina. Lo hacen para poder recibir un premio que no dura. Pero nuestro premio dura para siempre. Por eso yo no corro sin una meta ni peleo como los boxeadores que solo dan golpes al aire. Golpeo mi propio cuerpo, lo castigo para controlarlo, para así, no resultar yo mismo descalificado ante Dios, después de haber anunciado la buena noticia de salvación a los demás” 1 Cor 9:24-27.

La pérdida de la esperanza es aún más contundente en el ser humano que la misma muerte sobre la que nadie tiene control alguno, pero la esperanza vitaliza aun la muerte y con ello derrota las consecuencias de su presencia en el ser humano. Cristo porta para nosotros la esperanza imperecedera, aquella que derrotó a la muerte y al caos que la muerte porta para la existencia del ser humano. Si antropizamos este concepto encontramos que la cultura humana se desenvuelve entre manifestaciones de esperanza y perdida de esta, creando escenarios sociales donde la frustración es el pan de cada día y donde la enfermedad y muerte se convierten en el desenlace ya normalizado de la vida humana, pero en Cristo la realidad es otra informada por y en la gracia de su sacrificio en la Cruz, no somos una fe de Cruz sino de sacrificio en ella. “Luego Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida?” Mt 16: 24-26.

La expresión de la Cruz no contradice nuestra esperanza, sino que la afirma sobre el presupuesto del amor como sacrificio y motor de este. Una esperanza de estas dimensiones no puede ser derrotada por nada y esto incluye al pecado y a la muerte. Arrebatar la esperanza supone pues, desde esta perspectiva un duro golpe al ser humano que lucha por establecer su vida en este entorno donde lo hacemos todos, en el mundo como encuentro de realidades. En el mundo como campo de lucha, pero también de victorias sin pár. Un mundo como este necesita de la lucha por la esperanza y en la esperanza sin importar distinción alguna que afecte al ser humano en sus multilateralidades ante otros y su entorno. La esperanza en el tiempo fuerte de Adviento no es otra cosa que el señalar una ruta de encuentro con la fuente amorosa de toda esperanza. Sin el influjo de la gracia no podremos realmente caminar en esta maravillosa esperanza, hoy estamos ante una dicotomía compleja de vivir y superar, el mundo confía plenamente su futuro a la tecnología y no al Dios que hace posible los adelantos de la ciencia y la comprensión humana.  Entramos en tiempos de destrucción de la vida a un ritmo que supera nuestros avances de los últimos 5000 años. La era de la robótica quiere darle alma a la IA (Inteligencia Artificial) pero quitándole a la humanidad la propia. La vida entró en una fase de relatividad peligrosa para el afianzamiento de los valores que brotan del Evangelio. Estos conceptos son vistos como cosa de ancianos anacrónicos y antediluvianos.  

El concepto de herramienta que entendíamos muy bien hace 30 años ahora se convierte en dependencia recreando distintos mundos personales en uno. La gracia se adapta según estas expresiones al devenir de los tiempos y con ello la salvación es vista simplemente como un cuento infantil ante la idea de un Dios creado por la ciencia o explicado o incluso anulado por esta. El ateísmo practico se convirtió en un contenido del ámbito teológico cuando escuchamos a teólogos, clérigos y demás, preocupados por justificar o anular sermones antropocéntricos y no por anunciar la Buena Nueva. Podemos traducir como una búsqueda de la esperanza en la condición humana y no en su fuente que es Dios. 

El ser humano esta pues llamado a vivir su condición sin que con ello anule la necesaria presencia de la gracia en un bello inicio salvífico que se desprende del amor de Dios en su adorado Hijo… La salvación es una realidad que toca las fibras de la creación y nosotros como parte de ella, No son solo las políticas amigables con el Medio Ambiente sino la praxis de un cristianismo que respeta y ama la vida en todas sus formas.

Un reinado de Cristo que se ve afectado por los reinados de los distintos Ethos que se toman la vida de las personas en sus praxis sociales determinadas por la necesidad de saciar convencionalismos de toda índole. Estas cuestiones nos afectan porque tácitamente renuncian algunos a su Señorío y se convierten en correligionarios del mundo y sus formas directas de perdida de madurez espiritual. Un vinculo tal lo encontramos en la forma como las leyes de una nación modifican y condicionan la respuesta de la masa social agrupada solo bajo el instinto del descanso y el trabajo remunerado ávidamente, Los calendarios religiosos son hoy solo una disculpa legal para el ocio y la pereza, cuando el problema no esta en el trabajo y su intensidad sino en los valores de este en nuestra realidad. El descanso se satanizó y algunos mandatarios en Colombia lo satanizaron, pero no así con la corrupción y sus fortunas personales fundadas en el trabajo de otros o en favores estratégicos en los negocios. 

Una esperanza artificial se vive en estas fechas próximas a la Natividad del Señor, cuando el comercio inicia sus buenos oficios al margen del acontecimiento histórico como tal de la entrada de Dios en la historia humana desde la condición propia de nuestra humanidad (Encarnación).

El Dios que trae la esperanza al mundo y su multilateralidad esta siendo desplazado por la recreación comercial mítica del llamado Papa Noel cuya barba y sonrisa encarnan las bondades del comercio y el buen vivir en estas fechas. La masa de la cultura presente desnaturaliza a pasos agigantados la Natividad del Señor. Algunos episcopales miran de reojo las representaciones del pesebre porque las creen contrarias a su fe, pero de buen agrado disfrutan la cena y las decoraciones de la Navidad. Otros corren y saltan todo tipo de dificultades para dar regalos, pero durante el año no caminaron con los niños a los pies de Cristo. Hoy vivimos una especie de anacronismo mal intencionado que señala incluso otras fechas para estas celebraciones como si lo más importante no fuera el acontecimiento en si y por si mismo. Hoy estamos llamados a recuperar los valores de la Navidad y con ello enriquecer aún más la praxis cultural, pero sin dejar por fuera el fundamento de todas estas celebraciones.

 

Viva Cristo Rey.

 

Rvdo. Pbro. Diego Sabogal.

Rector Catedral San Pablo.

Breves sobre Juan capitulo 18 versículos 33-37. Cristo Rey.

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