jueves, 12 de diciembre de 2024

En la noche de una eterna navidad…

 

REFLEXIÓN DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

 

En la noche de una eterna navidad…

 

La Iglesia se prepara para vivir en la tranquilidad y seguridad de los hogares de sus hijos los bautizados, pero antes en nuestros templos este maravilloso acontecimiento que antropizó totalmente nuestra relación con el Dios amoroso y por ende salvífico. Proclamó antes el profeta Isaías capítulo 7 versículo 14: “Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”.  El Mesías anunciado entrará no precedido de un ejército numeroso y poderoso sino con la sencillez de su corazón y viendo como sintiendo a todos sus hermanos y necesitados de su amor. Es la entrada de Dios, del Creador de todo en el reducido recinto de Nazaret, en la ciudad de David o Belén, arrullado por los cantos de cuna cuando había antes sido adorado por los coros celestiales de pléyades angelicales.  (Brillando en su presencia siempre, o como lo expresaría la mitología griega eran hermanas de Calipso y de las Hespéridas. Sus nombres eran Maya, Electra, Taigete, Alcíone, Selene, Estérope y Mérope. En astronomía las Pléyades son un cúmulo abierto en la constelación de Taurus). Las estrellas más brillantes de las Pléyades pueden verse a simple vista incluso desde las grandes ciudades. Imaginándonos simplemente si una estrella brilla hasta nosotros con cuanto más poder cantaban sus ángeles…

 Este era el escenario cósmico del Hijo de Dios, pero a pesar de todo su Poder como Dios se encarna y disfruta de los cantos infantiles que le tributa la Virgen Madre. El dueño del universo reclama una cuna entre nosotros. Es una gran paradoja que el Creador necesite que le creen un espacio para descansar y un hogar para crecer y ser feliz. Es la familia el valor por antonomasia de este acontecimiento histórico-salvífico. Dios ha buscado un hogar para su Hijo hecho hombre, Dios lo confió a una joven esposa y niña en edad y dulce expresión.  La familia conformada por María, José y el Niño Dios, encarna el acontecer salvífico de toda la familia humana. De toda posible esperanza que se cierne sobre la humanidad aquí expectante, aquí materializada en la certeza de un acontecimiento que transformará su razón y fundamento de ser y sentir, la bendición de Dios santificando sus ciclos vitales y momentos de amor. Estos momentos salvíficos en esencia hacen de lo cotidiano oportunidad de adoración cuando nos reconocemos bajo la inspiración de este santo modelo de Nazaret.

Belén no es la ciudad más reconocida por la tradición y los estudiosos, así como por los eruditos judíos, pero no obstante la proximidad de “Dios con nosotros” se revela en lo pequeño y muchas veces ignorado. Porque la cuestión radica no en el lugar sino en la voluntad de Dios y la disposición de nuestra fe… En una necesidad de manifestar su amor a la humanidad y mostrar que el camino que conduce a su Reino no necesita agregar portentos que solo con amar basta cuando este amar se convierte en el combustible que enciende nuestras lámparas vigilantes.  Santa Noche por excelencia en la que se juntan las voces del cielo y la tierra y la luz brilla en ambos espacios. Bendita noche en la que un niño nos ha nacido y porta en su tierna sonrisa la esperanza de toda la humanidad y la creación. Pero cual fue la escena que contemplaron sus padres y quienes les visitaron. Y que dialogo el mortal podría sostener con la Palabra eterna. Como expresarle al Dueño y Señor de todo, los sentimientos que embargaron a aquellas almas devotas. En la simpleza y humildad de los pastores, en el regocijo de una madre inexperta y un esposo maduro conocedor de la vida, pero de corazón henchido de amor y ternura. La expresión común en ángeles, pastores, familia y amigos era una sola, alabanza, alabanza y alabanza, nada distinto podría brotar de estas personas sus primeros amigos y futuros discípulos en la obra del Evangelio. Nada distinto a una Iglesia que como madre aguarda para adorar a su Señor y Salvador… Bendita noche llena de estrellas y astros anunciantes de aquel inenarrable misterio hecho carne. Abraham, Moisés, Jacob, David, Salomón, los profetas, todos ellos quisieron ver lo que los bautizados miramos hoy por los ojos de nuestra madre la Iglesia. Una expresión tanto de amor como de profunda fe maravilla a los pastores y a los coros angélicos. Ha nacido el Verbo en la carne humana, ha nacido el que no tiene principio, pero aun así lo tiene en el corazón de una madre. Quien podría sospechar siquiera que el creador de todo cuanto existe, el que sostiene la creación y la justifica siempre, sea cargado y sostenido por brazos frágiles de mujer que paradójicamente como toda niña, sus brazos, hechos para acariciar y no para sostener pesos, pero aquí se trata del creador que se rinde ante la niña María y su dulzura.  En esta noche maravillosa será posible unir los anhelos y la esperanza de toda la humanidad que sin saberlo por descansar plácidamente en otras latitudes serán bendecidos con la visita de la misericordia reconciliadora de Dios.

Paz a los hombres de buena voluntad, no es un saludo protocolar o la manera de agraciar a las personas de experiencia de fe, es sobre toda expresión posible, el señalamiento de mujeres y hombres que han entendido que la vivencia del amor les hace participes de la misericordia de Dios, no es misericordia aprendida de experiencias de fe sino de la praxis de un Ethos santo reflejado por el Dios amor.   Esta bendita noche nos hace participes y obreros de la misericordia y la bondad por quienes nos rodean, esta bella noche nos invita a trabajar por la extensión del Reino de Dios, de un Dios que aun infante trabaja por nosotros sin cesar.

La Paz que procede de Dios es y será uno de los mayores dones del resucitado, sus discípulos, y nosotros en ellos, y con ellos participamos de los mismos. La paz que brota del corazón de un padre, de Dios nuestro Padre, es la paz que da vida y lo hace en abundancia, es la paz de María y José como de los pastores y sus amigos los ángeles. Es la paz el don de vida que llega a nosotros por el santo Bautismo, es la paz que hace de la tierra por ese dulce momento el hogar de los ángeles de Dios que llegaron a adorarle en la humanidad de su cuerpo frágil y tierno, del Dios antes reverenciado en su trono altísimo, ahora abajado a la carne de un niño lleno de amor y ternura. Tanta expectativa generó a sus padres que todo lo vivido se convertirá en un tesoro en el corazón de la niña María.  Esta bella noche nos recuerda que la paz llegó a la tierra para convertirse en el anhelo de cada bautizado y que todas las naciones de la tierra la podrán tener cuando verdaderamente reconozcan el imperio de Dios en sus corazones. Una paz como la que brinda Dios que no depende de nada que pueda suceder entre nosotros. Que no se rinde ante los imperios de este mundo o los valores arbitrarios impuestos en la sociedad sensualista y temerosa del verdadero amor, del único que trae Paz y esperanza. Es pues la oportunidad de la humanidad para alcanzar los ideales de su existencia, los ideales que respiran a vida eterna en los labios dibujada, por un frágil niño recién nacido. La sonrisa más profunda de la creación que todavía refleja lo divino y lo creado, que todavía ilumina la tierra, aunque de este maravilloso suceso han pasado 2000 años. Suceso que no tiene paradigma entre nosotros, suceso lleno de expectación. La madre del niño Dios guarda en su corazón cuanto acontece con su vida y su fe como experiencia de misericordia de Dios y su gran amor.  Ella ante los sucesos que marcaran su vida recuerda impávida a su niño en los primeros meses de vida y renueva constantemente su amor de madre y su vocación como la futura hija de la Iglesia. La fe de María y de su esposo José, se refleja en todos los cuidados y preocupaciones por la vida del niño recién nacido, lo que hay en sus corazones no se atiene al cuidado de los ángeles visitantes, sino que ellos asumen su rol como padres y familia. Una familia que comprende perfectamente que la vida compartida por el Creador debe ser protegida y promovida y que los valores y virtudes se cosechan también en familia.  Una familia que hace muy bien su trabajo de amar y cuidar, cuidar y amar, como promover y prosperar…

Lucas en su evangelio se cuida de mostrarnos que esta bella familia cumplió con todas las prescripciones de la ley Mosaica, aunque algunas de sus prácticas no eran obligatorias, pero de esta forma desean mostrar al mundo que el compromiso de fe es dulce como la miel y más refréscate que el bálsamo puro.  Familia que ora y permanece unida bajo la guía del Espíritu Santo, son ellos modelos de padres y madres que caminan con nosotros por el mundo. Sin duda que el niño Jesús fue criado como creyente y comprometido con el Dios de la vida, el mismo que por amor y en amor le engendró antes de todo tiempo o principio.  Los bautizados debemos subir de lo material a lo espiritual, de lo visible a lo invisible, es la trascendencia el alimento de nuestra navidad. Para culminar esta breve reflexión los dejo con las palabras de Agustín de Hipona… “Mirad hecho hombre al Creador del hombre para que mamase leche el que gobierna el mundo sideral, para que tuviese hambre el pan, para que tuviera sed la fuente, y durmiese la luz, y el camino se fatigase en el viaje, y la Verdad fuese acusada por falsos testigos, y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por juez mortal, y la justicia, condenada por los injustos. Y la disciplina fuera azotada con látigos, y el racimo de uvas fuera coronado de espinas, y el cimiento, colgado en el madero; la virtud se enflaqueciera, la salud fuera herida, y muriese la misma vida (Sermón 191,1: PL 38,1010)”.

Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad…

 

 

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