jueves, 22 de junio de 2023

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.

 

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.  Génesis capítulo 21 versículos 8-21. Romanos capítulo 6 versículos 1b-11. Mateo capítulo 10 versículos 24-39.

 

El relato del Génesis con el que abrimos la “Liturgia de la Palabra” de este domingo está conformado particularmente por la fusión o mezcla de los géneros literarios (GL) que dominan la tradición del Pentateuco, sin duda alguna, su objetivo es mostrar la unidad en orden al relato de la expulsión de Agar y su hijo Ismael del clan de Abraham como quiera que existe para los fines dos intereses. El primero se relaciona con la heredad y el gobierno tribal o del clan y el segundo sobre la necesidad de expandir los límites de dominio territorial asunto que solo se hacía como parte de una herencia. “Isaac e Ismael jugaban juntos” porque eso implica un entendimiento entre estos personajes que no solo eran hermanos por parte de su padre, sino que simbolizaban las esperanzas de una nación en formación. El plan de Dios es también para Ismael como quiera que sea fruto de la promesa a Abraham, pero la escena en el desierto es dramática porque implica la preparación para que entre en escena Dios a favor de ellos y la consolidación de una nueva nación. Dios no abandona a nadie y tiene siempre un plan santo y vital para cada uno de nosotros. El texto sagrado de tradición nos dice que Dios asistió al chico versículo 20, porque la promesa se extiende en todo tipo de vida y circunstancia. Para nosotros debe quedar claro que Dios no abandona nunca a ninguno de sus hijos porque la promesa se hace concreta y plena en Cristo que no hace de nosotros un Pueblo sino hijos de Dios. Es una nueva y definitiva condición que argumenta el Señor superando con creces las definiciones de este clan que solo veía la filiación por el emparentamiento de la sangre. Isaac e Ismael son pueblos que cumplen la Voluntad de Dios y su proyecto de enviarles a los confines de esos territorios para que se conozca la existencia del Dios Vivo. El Amor de carácter universal corta de raíz el egoísmo de la imperfección humana.   En este pasaje queda claro que los fines de Dios son muy distintos a los nuestros y que lo que es valioso a sus ojos no siempre lo es a los nuestros.

El apóstol Pablo en su carta a los Romanos, nos enseña que el Bautismo es fundamental en la vivencia de nuestra fe y nunca lo consideramos un obstáculo, por el contrario, sin el Bautismo no hay posibilidad alguna de vivir la vida de la gracia y ser insertos en los “medios de gracia”. Esta cuestión la referimos claramente al vínculo entre los bautizados y el redentor, se establece una relación indisoluble que nos ata santamente al Señor. La vida como asegura el texto paulino es Nueva distanciándose del pecado y sus estructuras totalmente alejadas del Dios de la vida. La llamada Solidaridad de Cristo la expresamos cuando como bautizados nos unimos a su muerte y resucitamos con Él. Pablo insiste en el hombre viejo que se manifiesta en las cosas absurdas de la vida y que caducan en cada uno de nosotros. Los comportamientos del hombre viejo deben ser superados para dar paso a la vida de la nueva criatura u hombre nuevo. La moral imperfecta solo podrá ser superada por la norma del amor cuyo fundamento es el propio Cristo.  No olvidemos que la Resurrección es la centralidad de nuestra experiencia de fe.  Con todo ello el bautizado debe edificar su existencia y madurar en su opción por Cristo que es y será definitiva. Las expresiones Paulinas son muy ricas en su intención y buscan animar la esperanza de los cristianos. La fe en Cristo es el tesoro que todas y todos atesoramos en nuestras vidas. La muerte y lo pasado con toda su decadencia quedó atrás, ahora es Cristo quien gobierna y a esa vida plena somos llamados por el don amoroso de su Resurrección.

 

El Evangelio de Mateo contiene para nosotros una propuesta bien interesante que sin duda refleja los trabajos de edición que la Iglesia adelantó para adaptar los textos a la comprensión pedagógica de la asamblea. La unidad temática expuesta aquí tiene dos momentos de su interacción que citaremos brevemente: Hablar sin temor, Jesús señal de contradicción, los cuales se articulan perfectamente. La conciencia del cristiano sobre la presencia de Dios en su ser debe permitirle convertirse en animador constante de la fe y espiritualidad de otros bautizados. La transparencia debe gobernar cada una de nuestras acciones como fundamento testimonial del triunfo del resucitado. Jesús genera en muchas personas discordias simplemente porque las exigencias del Evangelio y su seguimiento requieren de parte nuestras actitudes nuevas en vocación de santidad. Cada bautizado es misionero desde el lugar y ocupación que desempeña puesto que el testimonio y su declaración competen a todas nuestras acciones.  Nuestra vida es en sí testimonio y declaración.  La opción por Cristo es vital en la vida del Creyente y la consecuencia de su respuesta definitiva en términos salvíficos. Las fórmulas de negación y aceptación son perentorias y no admiten explicación distinta en la cosmovisión de sus discípulos bajo el estilo gramatical del Decálogo y la Ley Mosaica.

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