SEXTO DOMINGO DE PASCUA,
Hechos de los Apóstoles capítulo 16 versículos 9-15. Salmo 67. Apocalipsis
capitulo 21:10,22-22:5. Juan capítulo 14 versículos 23-29.
Pablo se encuentra en la ciudad de Filipo, resaltamos que en aquella no había sinagoga por lo tanto los devotos judíos tenían que aproximarse a una fuente de agua o rio para sus rituales de purificación y sus oraciones. Pablo actúa desde su característica fundamental como misionero contactando a estas personas, y sumándose a sus condiciones lleva el mensaje. Toda esta región era parte del imperio conquistado por Alejandro Magno el “macedonio” y que se convirtió en parte de una provincia romana. Es interesante tener presente que Alejandro reinó un tiempo sobre los territorios de la nación judía. El modelo de Filipo era sobre todo de marcada influencia latina como quiera que Roma tenía intereses en la región. Es también factible suponer que la herencia griega no se había perdido del todo. Pablo enfrenta como en todas estas ciudades una serie de dificultades de índole cultural, la resistencia de los judíos no es tan alta como era de esperarse por factores como los descritos antes, creemos el más determinante en el caso de Filipo, como era la ausencia de un templo que centrara la formación y cultura religiosa de Israel. El Bautismo es el centro de toda la actividad misionera de la Iglesia primitiva y lo es porque por medio de este signo vivo la Iglesia primitiva como la actual fundamenta su misión y propuesta al mundo. La connotación sacramental de la Iglesia desde siempre fue ratificada como la forma novedosa de llegar al mundo plagado de tanto ritual y sacrificios cruentos, recordemos que la liturgia pagana y judía consistía en sacrificios de animales de distintas especies y algunas corrientes paganas incluso de personas, especialmente de niños. Lo demás que se percibe en las distintas escenas es parte de un elaborado esquema de actuaciones que justifican la inclusión del mensaje salvífico en las distintas realidades que los misioneros y en este caso particular que Pablo percibe de su entorno…
El Salmo 67, se recitaba
especialmente cuando se daba por terminada la cosecha, lo que implicaba que el
pueblo al unísono agradecía la misericordia de Dios y la manera como su Dios
proveía a sus necesidades, es un principio básico de Teonomia que ellos llamaron
Providencia Divina. Su contenido es esperanzador totalmente, y también como
podemos observar en el estribillo del versículo 4, es universal su idea del
Dios amoroso y misericordioso, en la connotación de la providente mano de Dios
sobre los suyos.
La concepción Joanica que
se refleja con toda claridad en el libro del Apocalipsis, nos habla sobre la
manera de percibir en la teología de la Iglesia primitiva la realidad de la
trascendencia, la misma que Juan describe maravillosamente sin abandonar la
idea de una Jerusalén redimida en sus estructuras convencionales, es decir,
proclive a la Justicia y esta como signo del amor providente de Dios. Tal
estado glorificado reñía con posturas sobre la inmediatez de la segunda venida
de Cristo y especulaciones sobre un orden justo en la sociedad. Juan lo remite
a la trascendencia de la experiencia de Fe de los creyentes. Un Dios amoroso
que provee a los suyos y les muestra un orden de cosas ignorado anteriormente,
un Dios cuya Gracia puede modificar y re-diseñar la existencia humana y la
calidad de la misma. Las necesidades que conocemos todos son convertidos en una
oportunidad de ser agradecidos y reconocer al Dios que cuida de los suyos y que
siempre está a nuestro lado, este grado de intimidad, es y será, reconocido por
los creyentes que auténticamente ponen sus vidas en manos de Dios y le buscan
amorosos antes que interesados o necesitados. “Primero amamos y luego como
expresión del amor que sentimos y vivimos por nuestro Dios viene el pedir
humildemente”. Juan tiene claro que la cotidianidad del Reino de Dios se deja
sentir en los estándares que interesan a los judíos de su época que durante
siglos viven un estado fallido de gobierno y por ende de identidad. La visión
de un orden distinto conecta con Cristo, quien habló y se expresó de forma
distinta recordándonos el Dios revelado del libro del Éxodo que se relacionó
con su pueblo bajo principios impensados en dicha época. Juan camina de la mano
de la esperanza y la libertad que solo disfrutaran los creyentes en Cristo. Un
comienzo sin precedentes antes vistos, un anuncio que se convertirá en promesa
y es visto desde su principio escatológico por el vidente de Patmos.
El texto Joanico, centra
su atención en la comprensión de la nueva relación de los bautizados con
Cristo, deja ver la realidad de su partida, pero también de la presencia del
Espíritu Santo, quien a su vez “reemplazará” al Señor, revelando lo misterioso
de la personalidad de Cristo y dará la capacidad para comprender sus palabras y
construir con ellas el mensaje salvífico. Las promesas de Dios se materializan
en Cristo quien dará cumplimiento a todo el mensaje Escrituristico. Juan está
viendo directamente como creyente, como discípulo que su Señor tiene un plan y
dicho plan se podrá concretizar solo en la medida en la que los bautizados
dejan entrar libremente al Espíritu de Dios en sus vidas. El amor aparece en escena
como conexión directa con la trascendencia y motor de la relación Trinitaria donde
el ser humano se manifiesta como obra de dicha relación. El Padre y el Hijo se
identifican gracias a la presencia del Espíritu Santo, las Personalidades de
Dios Trinidad son afirmadas por la generosa inclusión de su Espíritu en la vida
y conciencia de los creyentes. No estamos solos Cristo nos deja su Espíritu
para adorarlo y reverenciarlo como Dios y Señor en nuestras vidas.
La Paz que el
resucitado nos ofrece rompe los
esquemas del protocolo para instalarse en la psique animada y fraterna de los
bautizados, una Paz esencial y necesaria para la consolidación del Evangelio en
nosotros y su testimonio. Aquí el mundo no puede ejercer su influencia ya que
no depende de lo que pueda ofrecernos sino de Dios y su presencia misteriosa en
su obra, la humanidad.
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