QUINTO DOMINGO DE
PASCUA. Hechos de los Apóstoles capítulo 11 versículos 1-18. Salmo 148.
Apocalipsis 21 versículos 1-6. Juan capítulo 13 versículos 31-35.
El Apóstol Pedro, relata
sobre sus visiones en las que aparece una ruptura con la tradición judía en lo
concerniente a la ingesta de determinados animales. Esto podría sonar trivial,
pero tengamos presente que sociológicamente hablando la instauración de un
sistema de pensamiento nuevo se hace siempre sobre las bases del anterior y la
negación de los principios anteriores es vital en dicho proceso de potenciación
terminológica. Pedro en su visión es instado a consumir alimentos que eran
proscritos por la tradición de su pueblo. Pedro abre o expande la mentalidad
universal e incluyente del cristianismo y marca así una tendencia que no
reconoce barrera cultural alguna. Desde
la perspectiva del “quinto evangelio” Lucano, el apóstol Pedro aparece como el
primero en traer al cristianismo a la gentilidad, lo que explicaría el sentido
común y típico de la visión descrita. El medio cultural es importante pero los
valores del cristianismo entran de lleno en el orden social y cultural
asumiendo un rol motivador y esperanzador en un cambio de mentalidad. Pedro
acompaña a unas personas asumiendo así su papel protagónico en los inicios de
la obra cristiana. La necesidad de inculturizar el Evangelio está latente en la
misión de la Iglesia y en los métodos que esta emplea para continuar la obra apostólica.
El cambio de paradigma en la visión que nos describe Pedro, ofrece una
posibilidad de aceptación para los no-creyentes en Cristo, es una posibilidad
de acoger en la perspectiva amplia del cristianismo a sus futuros seguidores y
bautizados, aquí la misión de la Iglesia toma un rumbo abierto y extra frontera
de Israel en cuanto a su mentalidad. También vemos una forma arcaica que describe
lo que se asemeja al sacramento de la Confirmación en la actualidad.
El Salmo 148, es recitado
tradicionalmente por el pueblo judío especialmente en la mañana, aquí la
creación entera celebra la restauración de Israel. Este Salmo fue escrito justo
después del destierro o diáspora. La comunión que debemos establecer con la
naturaleza es atestiguada en la misma dirección que nuestra restauración o
conversión personal. El salmista esta ante el mundo y sus maravillas y observa
místicamente como este se une en la misma plegaria reconociendo el amor
providente de Dios. No hay excepción para la vida ya que el amor de Dios se
manifiesta en toda ella y sus multiformes recreaciones. El nombre de Dios es
adorado y glorificado siempre, y es también nuestra tarea de Fe.
Juan en un bello trozo del Apocalipsis, nos deja ver su profunda Fe y Esperanza en la manifestación amorosa de Dios. Un cielo nuevo y una tierra nueva, una condición redimida de la humanidad y de toda la obra de Dios está por manifestarse y dependerá de nosotros que así sea. El bautizado sabe que el pecado tocó poderosamente a la creación sirviéndose de nuestra mano. La contaminación hace que la vida sufra grandemente y los valores de la sociedad se centran en el poder económico y no en lo valioso de la naturaleza. Juan asume que la Gracia en nosotros nos prepara para actuar con amor y respeto por la creación hasta hacerla escatológicamente libre de esta mancha que llamamos pecado ecológico. Agustín de Hipona en su obra cumbre la “Civitas Dei” o Ciudad de Dios, (escrita entre el 415 y el 426 d.C) nos muestra como el ser humano cuando actúa de espaldas a su Dios solo piensa y vive en categorías meramente materiales, desconociendo la realidad de su ser en la trascendencia, la ciudad del hombre esta como se ven nuestros mares, llenos de basura y toda suerte de desperdicios como si solo importara el ser humano y nada más que nosotros.
Babilonia en la mente de
Juan es aquella ciudad de pecado que no podrá disfrutar de la presencia de Dios
como si lo podrá vivir la “Nueva Jerusalén” que sabiamente la relaciona o
describe en figura pensando en la Madre Iglesia. Esta ciudad Joanica es la
metrópoli mesiánica donde la Gracia será plena, total y totalizante. El mar como sabemos de la mentalidad judía es
el lugar donde vive la bestia, el llamado Leviatán. No se trata solo de un
espacio físico sino de toda una condición contraria a Cristo. Pero aun, así
como sucedió con el pueblo a la salida de Egipto, Dios puede abrir camino
seguro de salvación al bautizado cuya praxis es su amor. Dios con ellos y con
nosotros, Dios que se manifiesta grandemente en nuestras vidas y en nuestra
realidad, Juan ve una realidad in-contaminada donde el amor de Dios se
manifestara definitivamente. El (versículo 6) textualmente dice: “Hecho está,
Yo Soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, al que tenga sed Yo le daré
del manantial del agua de la vida gratis”. Recordemos hermanos que en el N.T el
agua es signo vivo del Espíritu de Dios, de esta sentencia Joanica desprendemos
que la Gracia plena será dada por el Espíritu de Dios a los bautizados.
El mensaje Joanico, se
centra en las “despedidas” del Señor con relación a sus discípulos, está
hablando de la realidad física y material de su existencia, pero también es muy
claro en citar lo referente a sus manifestaciones como Hijo de Dios y su existencia
trascendente. Juan en su evangelio percibe la necesidad de fortalecer el
carácter de los discípulos y sembrar en ellos la esperanza que se volverá a
retomar durante los coloquios con el resucitado. El Mandamiento Nuevo, es para
sus discípulos no solo un mandato de su Señor, es también el signo vivo de la
manifestación de una condición distinta ante el mundo y las relaciones que
constituimos en este. Un signo social y cultural de la resurrección de Cristo
es el florecimiento de relaciones santas y libres de intereses mundanos como lo
dicta el entorno donde actuamos siempre. El mundo busca imperar bajo sus
protocolos materialistas. Cristo nos da testimonio de vida y coherencia y nos
pide vivir bajo el signo de su amor, solo el amor de Dios puede liberarnos de
las relaciones superficiales y sin contenido alguno, el mundo presente
relativiza los valores con el fin de “vender” sus productos. Juan observa como
las despedidas del Señor deben coincidir con nuestra madurez espiritual y
doctrinal, no sea que como en Lucas literalmente nos quedemos “mirando al
cielo”.
Para salir literalmente a anunciarle vivo y
glorioso. Es pues necesario que la resurrección alimente nuestra forma de ser,
ver, y vivir el mundo presente. No se trata de recordarle se trata, por el
contrario, de actualizar su mensaje viviendo como quien sabe que está de paso
afirmando valores contenidos en el Evangelio. Hoy es posible que caminemos
coherentemente bajo la guía de su amor y demos los frutos necesarios para
anunciarle vivo y triunfante. El nuevo discípulo debe vivir como criatura nueva
dispuesta a seguir siendo transformado por la Gracia del resucitado.
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