PRIMER DÍA DE
CUARESMA. MIÉRCOLES DE CENIZA. Isaías capítulo 58 versículos 1-12. Salmo 103. 2
Corintios capítulos 5:20b-6:10. Mateo capítulo 6
versículos 1-6, 16-21.
Miércoles de Ceniza marca
el inicio de una celebración de corte penitencial en la Iglesia cuyos registros
llegan al siglo II y posteriormente al siglo IV, gracias a la reflexión por
parte de los santos PP. De la Iglesia tanto latina como oriental. Durante este
tiempo la oración, meditación de la Palabra de Dios, así como el ayuno y la
limosna y ofrenda deben alimentar nuestro espíritu y fortalecer la relación
amorosa con el Dios revelado. Gregorio VII en el siglo XI desarrolló la primera
liturgia para la bendición de la Ceniza empleada el día de penitencia
denominado “Miércoles de Ceniza” en el presente los romanos, griegos,
anglicanos lo conservan en su liturgia con algunas modificaciones propias. El
profeta Isaías, nos ilustra sobre el auténtico ayuno que debemos observar para
concluir en su reflexión con la necesidad de un gesto de amor y misericordia
con los demás ya que el ayuno es por definición la sensibilización nuestra con
respecto a quienes nos rodean, bien diría
Martín Lutero: Las obras buenas que practicamos no son útiles a Dios, pero si a
nuestros hermanos. El profeta del mesianismo nos invita a considerar al otro y
dimensionarlo justamente en nuestros corazones. La manera como procedemos debe
ser revisada cuidadosamente no sea que por noble que esta sea o se muestre en
verdad sea solo manifestación de nuestra autosuficiencia frente a Dios. El
ayuno que no repare nuestras relaciones con el prójimo y con la naturaleza será
simplemente un acto de disciplina al no consumir alimento alguno, pero poco
provechoso en la manera de generar conciencia sobre la vida en todas sus
formas. Hoy se hace un ingente llamado a la Justicia en nuestras vidas y en la
forma como edificamos nuestro entorno, el pecado se apoderó hace ya rato de
muchas obras y les cambió su esencia. Hoy seguimos creyendo que la guerra puede
solucionar los dramas de la vida. Ya la vida vale dependiendo de la óptica
política que la vea y defienda, ya no es la vida como obra de Dios sino la
connotación política, económica y cultural del ser humano lo que en verdad
cuenta y pesa. Vale más un conflicto en Sur América que en el Caribe, ese ayuno
de Justicia es en verdad necesario y determinante hoy para construir la paz
mundial y regional.
Solo Dios levantará las
ruinas de nuestra vida y su cultura, solo Dios dejará a salvo la existencia de
los seres humanos por sobre las pretensiones del mundo. La libertad, el orden,
la justicia, son valores universales que brotan del Evangelio y su auténtica
praxis. Isaías nos invita a valorar la relación vital con el otro y ser justos
con él, iglesias, clérigos y feligreses que se comportan como hegemónicos
desdibujando la Caridad de la Iglesia en sus actuaciones y determinaciones…
Ayunemos de odio, ambiciones, dignidades, primeros lugares, de buscar esta o
aquella congregación donde se gane un poco más de dinero o simplemente donde se
traben relaciones de provecho para la familia. Son solo algunos de los
componentes nobles de una praxis contraria al Ayuno cristiano dimensionado en
todas las facetas de nuestras vidas…
El Salmo 103, nos habla
sobre el perdón de Dios y todo lo que produce en nosotros. Bendecir a Dios es
ser coherentes con lo que decimos creer y por ende vivir. Somos fruto de su
amor justiciero y nada de lo opuesto a su Justicia reinará en el bautizado
auténticamente comprometido con el Dios vivo. Dios perdona, pero ese perdón
solo se manifiesta cuando verdaderamente deseamos ser perdonados. El Episcopal
debe vivir como perdonado y amado y darle la espalda al pecado y sus
maquinaciones pasadas. Dios es amor y el perdón es fruto de su infinito amor.
El Salmista tiene claro que el perdón se vive y no solo se pide, basta de vivir
solo categorías cómodas para nosotros, ya es urgente vivir el amor como razón
de nuestra existencia.
El llamado Paulino es a
la reconciliación con Dios. Pablo nos
dice con claridad y contundencia que la reconciliación es necesaria y que llega
a nosotros gracias a Cristo Resucitado. Cristo no conoció pecado, prosigue
Pablo, y aun así se entregó por nosotros en la Cruz como un gran pecador, solo
el amor puede dar el suficiente motivo para morir y vivir por los demás.
Hermanos, el amor fue el que levantó al Hijo de Dios de entre los muertos. El
amor nos levantará a nosotros de entre los muertos, luego, sin amor no hay vida
y mucho menos eternidad. La vida del bautizado se muestra como contradicción al
mundo y sus valores, debemos vivir nuestra Teonomia ante Dios, es decir,
confiar en su misericordiosa Providencia y no andar tras los esquemas del
mundo. Cuantos ricos hoy son pobres ante Dios y cuantos pobres muy ricos ante
el Resucitado. La Simonía y los Nicolaítas que asolan economías eclesiales por
vivir como príncipes y herederos de los poderes de este mundo seducidos por el
confort y la calidad de vida no cristiana sino mundana. Como tristes, pero siempre alegres; como
pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo
poseemos… (2 Corintios capítulo 6 versículo 10).
La visión Mateana, camina
en la misma dirección en la que Pablo nos confronta con la realidad de nuestra
vivencia cristiana. Mateo ve con preocupación los valores no vividos por los
creyentes y como el signo de poder universal ($$$) la marca de la Bestia
Joanica se viste de ayuno y “buenas obras”. Desde la perspectiva Marcana es
posible dibujar una ruta de espiritualidad donde los valores del cristiano
alimenten sus expresiones de Fe y piedad. La Limosna es signo de solidaridad y
conciencia con los que sufren privaciones concretas. Una limosna no solo se debe medir en cuanto
a la cantidad sino también en orden a lo integral que vincula calidad y
servicio en su expresión solidaria. Dar no es difícil, pero hacerlo entre
iguales es la diferencia y valor intrínseco de toda ofrenda o limosna. Ponernos
en los pies del sufriente nos dispone de corazón a ser justos y generosos. Un
corazón lleno de bondad será capaz de ver en el otro a Cristo sufriente, nadie
debe enterarse de todo el bien que los bautizados pueden hacer, las obras en si
son poderosos interlocutores que hablan del amor hecho ofrenda y limosna. Lo
secreto de nuestro ayuno solo puede salir a la luz cuando las obras son dignas
de ser mostradas como testimonio de vida. Pedir a Dios es un ejercicio natural
y compartir con el otro desde su propia dignidad es el ejercicio sobrenatural
del amor convertido en justicia y por ende en ofrenda y limosna, en ayuno y
oración.
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