NUESTRA FE ES
LÓGICA Y PRÁCTICA A LA VEZ.
RESUMEN.
La
Fe del episcopal es una aventura matizada por la capacidad innata de someter
al criterio lógico cuanto acontece con ella, es decir, de hacer del mensaje
una realidad construida en su plano vivencial. Pbro. Diego Sabogal. |
La Fe y la razón
se potencian en una relación de necesidad esencial. Esta relación no se
convierte en una calamidad sino en un vínculo esencialmente indisoluble
(hipostasis), la expresión de sometimiento sede su espacio gnoseológico a una
relación de absoluta complementariedad y no de supremacía dialéctica cómo es
posible pensar. En términos agustinianos podríamos afirmar: “Somete a la
razón lo que creas con el corazón” la dinámica del creer es iluminada por
el razonar y la razón a su vez en absoluta reciprocidad por la Fe. El
cristiano-episcopal debe emplear la razón en la misma proporción como se precia
de usar la Fe en su vida espiritual. El binomio (Fe/razón) se manifiesta por
las operaciones naturales de la conciencia humana, y el describir el mundo como
entorno vital es parte de tal contenido que nos distingue en esencia de las
otras formas vivas de la obra de Dios, sin desconocer que el pensarnos, recordarnos
y conocernos es parte de esta afirmación de vitalidad en el orden racional
humano. La Fe nos permite aterrizar la vida natural en su esfera sobrenatural y
luego trascendente. El “creemos porque somos inteligentes” anselmiano
tiene sus fundamentos en el pensamiento agustiniano. El creer es una operación
sobrenatural de la mente y el poder de la razón que analiza y argumenta la
viabilidad de la Fe y su creencia. “Credo ut intelligam”. O si es de
nuestra preferencia afirmamos también: “Neque enim quaero intelligere ut
credam, sed credo ut intelligam” que al traducirlo argumentamos lo
siguiente: “no busco entender para poder creer, sino que creo para poder
entender” en la misma dirección el Hiponense afirmaría: “La Fe busca
comprensión”.
INTRODUCCIÓN.
La concepción del
presente enunciado puede confundir especialmente a quienes creen en la
experiencia espiritual como un proceso quietista donde Dios es el activo de la
comunicación y el ser humano solo dispone de su subjetividad. Nada más alejado
de la realidad porque la construcción crítica unida al ejercicio racional nutre
los postulados de nuestra experiencia espiritual. Los episcopales no solo
hacemos una vinculación formal de la Fe y la razón, sino que evitamos
subordinar una a la otra o a su respectivo influjo que es básicamente lo mismo.
La Fe como realidad que se percibe no desde la praxis científica o
fenomenológica sino del sentir y vivir acordes con las enseñanzas del Evangelio
procura hacer “nicho” en la conciencia racional del ser humano y para lograrlo
experimenta el contacto con la realidad perceptible y asumible de la especie
humana racional. La realidad y la aprehensión inmediata es una cualidad del ser
racional que posee conciencia de sí mismo y de sus observaciones tanto a nivel
personal como general, es decir, nos contemplamos a nosotros mismos. “La
razón no es solo una potencia del alma es también por definición una gran
particularidad dentro de la singularidad de nuestra naturaleza.” Si
nosotros relacionamos esencialmente Fe y Razón o en su formulación
latina: “Fides et Ratio” estaremos creando una relación
sustancial tan poderosa que se transforma por sí sola en las “alas” del espíritu humano que
solo así podrá elevarse hasta la contemplación de la verdad esencial, es decir,
la única posible que procede de Dios revelado como atributo de su Ser
Perfectísimo, es simplemente asegurar que lo que conocemos de Dios lo conocemos
porque procede de su Voluntad revelarlo y que el ejercicio de este binomio
trascendental nos asegura la comprensión de la existencia de un orden no
solo material. El Racionalismo asume que la verdad solo es revelada
por la razón incluso la de contenido ontológico. Mientras que el Fideísmo
asegura que la verdad solo llega por la contemplación de la Fe. Estas posturas
no son nuevas por lo que la estructura mental del episcopal debe dar espacio
tanto a la razón como a la Fe o cómo podríamos nosotros elaborar una dialéctica
del conocimiento sin la vinculación de ambos enunciados. Para dejar en orden la
aproximación de nuestra hermenéutica recomendamos la vinculación de la teología
natural, en cuyos postulados tanto la Fe como la razón tienen espacio amplio de
convergencia, pero se estable un principio axiológico que nos dice que la
evidencia y la razón llevan o portan la creencia en los objetos de la Fe,
entendemos por objetos de la Fe los principios y fundamentos establecidos en la
dogmática de la Iglesia. La definición de quien es primero o posterior no
es tan importante como el saber que una y otra son fruto de la praxis de nuestras
cualidades y habilidades como atributos esenciales.
OBJETIVIDAD DE LA
RAZÓN Y SUS ENUNCIADOS.
No
podemos confundir la razón con el materialismo y sus manifestaciones en el
presente, el uso de la razón en un acto natural de nuestra condición,
mientras que el materialismo es una concepción pobre de la realidad que
supera la connotación fenomenológica. Pbro. Diego Sabogal. |
En cuanto a nuestro
enunciado quiero partir de una frase del Hiponense: La ciencia de la Fe
debía ocupar el primer lugar tanto desde el punto de vista metodológico como
ontológico y temporal. Es claro que la Fe abordada como una ciencia supone
no solo el creer que es apenas lógico sino también relacionar
vitalmente el creer con el conocer y parir de esta manera
el saber, es también asumir la necesidad de la manifestación
fenomenológica de la Fe, es decir, creer de forma coherente con nuestro estilo
de vida y doctrina. La subjetividad del creer se puede y debe
transformar en la más profunda certeza del que vive por la Fe. Si miramos la historia comprenderemos
distintas perspectivas filosóficas sobre la realidad humana que involucra no
solo la Fe en lo absolutamente trascendente sino también en la confianza
humana. No podemos desconocer que la Fe como ciencia nos ubica en la realidad
perceptible y percibible. Pero aún bajo esa primicia no es factible dejar a un
lado la razón y su sustentabilidad en cuanto somos y asumimos.
Cuando acudimos al
Hiponense encontramos que su argumentación parte de la doctrina platónica sin
descartar a Plotino el neo-platónico, es posible reconocer que el pensamiento
platónico descansa sobre la base fundamental de la inquietud del ser humano por
buscar su bienestar en la trascendencia que es equiparada con la divina (Dios)
mientras que otras doctrinas filosóficas como por citar el epicureísmo ubican
la felicidad en el ser humano y en los apetitos de este en la construcción de
su realidad. Las implicaciones de la dinámica de la concepción mudable de
una felicidad en el ser humano producen la desesperanza y/o pérdida de la
congruente respuesta al mundo y su necesaria trascendencia. La razón no
es totalmente autónoma ya que reposa sobre la percepción de la Fe.
Establece una relación esencialmente abierta a la concepción de un Dios
que actúa bajo el concepto preconcebido de la espiritualidad el
creyente. Es un paso indispensable que faculta al ser humano para
contemplar en ausencia de evidencias palpables la existencia y subsistencia de
Dios.
El Imago Dei o
el alma como Imagen de Dios es la caracterización de la razón en un escenario
que no solo se percibe desde lo fenomenológico, sino que arrastra el peso
positivo del Ethos que construye como tradición y costumbre. “La
Imagen de Dios se piensa así misma y se ama como primicia esencial de su creador
y salvador en referencia al ser humano su obra.” El pensamiento que formula
en síntesis la idea se materializa en la comprensión de la misma y si conocemos
nuestra Fe entonces sabremos con total certeza de donde procede esta. Esa
procedencia es un camino de índole ontológico ya que supedita al ser y sus
facultades de conocer y de interpretar intuitivamente cuanto sucede en su
alrededor o entorno somático. Lo que estamos manifestando es sencillo, los
milagros se imperan en la Voluntad reveladora de Dios y siempre sobre la
primicia de un marco tanto conceptual como practico que lo hace posible ya que
implica la respuesta afirmativa de los involucrados y no simplemente el superar
las estructuras de la realidad material como la conocemos y percibimos. Por ejemplo,
cuando el Señor alimentó a muchas personas según el evangelio Marquiano
requirió de la presencia solidaria de los panes y los pescados que portaban
algunos de los asistentes, es decir, parte de una realidad apreciativa
reconocida por todos e identificada en la acción, de esta forma el Señor rompe
el paradigma de la necesidad o escasez. Aquí radica la acción dialéctica de su
milagro como tal y la ubica en la percepción sensorial de quienes en se momento
se constituyen en testigos de la materialización de una acción solidaria
despertada antes por su predicación, primera multiplicación de los panes
(Marcos capítulo 6 versículos 34-44).
34 y
al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como
ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. 35 era
ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: El
lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. 36 despídelos
para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer. 37 Él
les contestó: Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: ¿Vamos nosotros a
comprar doscientos denarios de pan para darles de comer? 38 Él
les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse cerciorado, le
dicen: Cinco, y dos peces. 39 entonces les mandó que se
acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba. 40 y se
acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. 41 y tomando
los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la
bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los
fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. 42 comieron
todos y se saciaron. 43 y recogieron las sobras, doce
canastos llenos y también lo de los peces. 44 los que
comieron los panes fueron cinco mil hombres.
La Fe se convierte en
instrumento de la razón que clama no solo por las manifestaciones descritas
sino y sobre todo por su propia ausencia de dominio del entorno de la Fe lo que
implica la necesaria alianza entre lo que pensamos y lo que creemos de lo
pensado. Es pues interesante como el conocimiento natural de las cosas u
objetos que nos rodean nos ponen en sintonía de su Creador. Es una propuesta
fundamental el suponer bajo conceptos argumentados que la razón explícita el
poder de la Fe. Que el creer necesita del pensar y definir sobre la base
fundamental de lo creído, esta dimensión ontológica esclarece las primicias de
nuestra Fe en un Dios tan amoroso que hace de nuestra realidad una posibilidad
de encontrarle aún en las figuras más cotidianas como lo son nuestros hábitos
alimenticios. Estamos identificando por un lado el valor de la seguridad en la
manifestación del propio Dios y por otro contorno lo importante de asumir el
mensaje desde su única perspectiva reveladora del amor providente de Dios.
La Fe es una realidad
ontológica porque nos define en orden a la trascendencia y la continuidad
dialéctica de la vida sin quedarnos en el discurso de la existencia para quedar
configurados bajo la influencia espiritualizada de la Gracia. Sólo cuando
nuestra Fe es madura y concreta dejamos a un lado la natural Mismidad para
emprender un “vuelo” a la eternidad superando así las mismas leyes de lo creado
por lo Increado esta bella paradoja se llama eternidad. Aquí unimos la
primicia de la antropología trascendente que esta Iglesia vive desde la
concepción de la revelación amorosa de Dios y los “Medios de la Gracia”
por Él legados. La Fe nos da luz y la razón el poder conservarla sin variación
alguna, eso se llama fidelidad a la doctrina de la Madre Iglesia o en latín: La
Fe nos da luz y la razón el poder conservarla sin variación alguna: Rationem servent fidem nobis sine varietate doctrinae
Ecclesiae fides dicitur Latine, pues
la luz no es solo un artículo de la exposición dialéctica del cristiano sino la
respuesta al influjo de la Gracia en su existencia, recordemos que somos hijos
de la luz por mandato de Cristo luz del mundo. La relación pierde su
subjetividad y se llena de una potente dosis de intrínseca comprensión de la
luz como reflejo de la eternidad que hay en cada bautizado. Como será posible
trascender si la composición residual de la materia es fruto de los apegos del
creyente al mundo, aun cuando sabe que su destino es la eternidad, Agustín de
Hipona lo ve desde la perspectiva de la necesaria relación de lo natural
(derecho natural) y la trascendencia: Señor nos hiciste para ti y
nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en ti o en su
expresión original:
Dominus fecit nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te.
La razón es también una fuerza que hace que el creyente asuma con
claridad y profundidad a la vez su llamado a realizar la Fe o confianza humilde
en el Dios revelado y que percibe en el proceso paulatino de su
revelación. Este proceso se anima radicalmente desde los sentidos hasta la
comprensión de lo intelectivo como potencia de su racionalidad, es decir
estamos imposibilitados para aceptar como verdadero lo que no descanse sobre
evidencias confiables de su bondad en esta postura agustiniana encontramos lo
que será siglos después el método cartiano de la duda.
Lucas capítulo 17
versículos 6-36. La Fe del bautizado es una Fe que puede abordar el
problema de su relación con el mundo sin desvirtuar su contenido sobrenatural,
es una experiencia espiritual capaz de trascender el acontecer material y
relacional de su entorno. La Fe del episcopal es una aventura matizada por
la capacidad innata de someter al criterio lógico cuanto acontece con ella, es
decir, de hacer del mensaje una realidad construida en su plano vivencial. No
es la expresión de nuestras creencias solo la realización de lo inmensurable en
el terreno de lo espiritual, es también la capacidad de gobernar el mundo
material y animar sus experiencias con el encuentro esencial con el Dios vivo. Surge para nosotros el problema del Aquí
y Ahora para significar con ello que la espiritualidad se vive en el plano de
su expresión material pero que es solo su preparación para trascender en su
contemplación. No solo podemos vivir de las realidades eternas nos hace
falta también constituir el vínculo esencial con la existencia terrenal la
misma que hace de la Fe y la razón sus aliadas. La expresión del Señor
sobre una Fe capaz de mover montañas es coherente si entendemos que la Fe es el
vínculo de la experiencia material con la perfecta realidad espiritual que no
caduca o se degrada. Jesús no pretende decirnos que es la Fe sino su
significación vital en el corazón del bautizado.
El Señor dijo: Si
tuvierais Fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro:
Arráncate y plántate en el mar, y os habría obedecido. 7. ¿Quién de vosotros
tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ¿Pasa
al momento y ponte a la mesa? 8. ¿No le dirá más bien: ¿Prepárame algo para
cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás
y beberás tú? 9. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue
mandado? 10. De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue
mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer. 11.
Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y
Galilea, 12.y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres
leprosos, que se pararon a distancia 13.y, levantando la voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro,
¡ten compasión de nosotros! 14. Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los
sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. 15. Uno de ellos,
viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; 16.y postrándose
rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano.
17. Tomó la palabra Jesús y dijo: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros
nueve, ¿dónde están? 18. ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino
este extranjero? 19. Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado. 20.
Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les
respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. 21. Y no dirán: Vedlo
aquí o allá, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. 22. Dijo a sus
discípulos: Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del
hombre, y no lo veréis. 23. Y os dirán: Vedlo aquí, vedlo allá. No vayáis, ni
corráis detrás. 24. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo
a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. 25. Pero, antes, le es
preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación. 26. Como sucedió en
los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. 27. Comían,
bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino
el diluvio y los hizo perecer a todos. 28. Lo mismo, como sucedió en los días
de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; 29. pero el
día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los
hizo perecer a todos. 30. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del
hombre se manifieste. 31. Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus
enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el
campo, no se vuelva atrás. 32. Acordaos de la mujer de Lot. 33. Quien intente
guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. 34. Yo os lo
digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro
dejado; 35. habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra
dejada. 36. Y le dijeron: ¿Dónde, Señor? Él les respondió: Donde esté el
cuerpo, allí también se reunirán los buitres.
El Texto Lucano nos
ilustra sobre la opción de la Fe en cuanto a la orientación de la vida del
bautizado, nos deja ver como se presenta la posibilidad de esta experiencia y
como transforma al ser humano según la opción de este frente al mensaje y su
contenido de gran actualización espiritual. La Fe se presenta como una decisión
de índole personal pero tan poderosa que transforma la configuración tanto
metafísica como ontológica del creyente al punto de ser literalmente en el
Texto “arrebatado de la realidad presente” pues con esta figura se nos recuerda
que la vida de Fe no solo dispone para los dones y gracias salvíficos, sino que
nos conecta con la trascendencia de Dios Todopoderoso. La
percepción gráfica como la describe Lucas es clara y busca con ello
afirmar la transformación vital de la experiencia el creyente que no abandona
su mundo, pero percibe que hay algo más allá de su emotividad sensorial. Qué
interesante conectar la realidad bajo la “lupa” de la Fe con el mundo material
que edificamos a partir de nuestra conciencia de la intervención amorosa de
Dios.
Una Fe dinámica es
aquella que se centra en el acontecer de su entorno alimentando esta experiencia
la Gracia de tal manera que nada se asuma fuera de ese contexto que a la postre
rendirá los frutos que todos estamos esperando. Es muy posible que abordemos el
mundo tal y como este se presenta a nuestros sentidos y reflexión, pero también
cabe recordar que debe existir coherencia con nuestras expresiones de Fe. La
conciencia religiosa es necesaria para vivir y dimensionar positivamente las
acciones de la Iglesia. No pretendemos decir que Fe y razón sean lo
mismo ya que ontológicamente es imposible tan apreciación lo que realmente
sucede es la vinculación necesaria entre ambas como fruto tanto de la Gracia
como de la inteligencia de nuestra especie.
Dejando a un lado el
modelo agustiniano de relación Fides et Ratio encontramos otra
postura posterior (Tomás de Aquino, siglo XIII) quien sostenía todo lo
contrario al afirmar que la Filosofía se constituía en “sierva” de la Teología,
aunque si bien esa definición se conservaban intereses comunes definidos como
la “Doble verdad” o causa común donde la filosofía aborda
la realidad en la determinación del fenómeno cognoscible y la Fe se aproxima a
lo sobrenatural y sus contenidos. Pero en dicho enunciado es importante
reconocer que el ejercicio racional no está condicionado y mucho menos puede condicionar
la Fe del creyente “en mi opinión personal es todo lo contrario ya que
la razón nos permite interrogarnos y abordar la existencia de la realidad
múltiple donde no solo interviene el fenómeno de lo perceptible sino también de
lo creíble como experiencia de Fe.” Subordinar la una a la
otra sin importar el orden limita grandemente el ejercicio crítico y la
capacidad de pensamiento independiente del creyente ante el mundo y su
cosmovisión. Es que acaso está bien visto que un bautizado sea o acepte la
corrupción en el estamento público y privado de su País. Estamos
rechazando el influjo de la razón sobre el derecho intrínseco de creer, pero en
cuanto a las consecuencias del ejercicio del discernimiento social no estamos
operando con absoluta claridad lo que conlleva la aparición de los vicios
propios de un “estado de derecho” asaltado literalmente por el “hampa intestina”. Somos
tanto personal como colectivamente hablando responsables de la antropización de
la Fe y de la razón ya que con ellas construimos tanto el todo social y
cultural como las estructuras de pensamiento, análisis y trascendencia, esto
último referido a la Fe y su vida espiritual.
Las estructuras sociales
son en cierta medida reflejo del condicionamiento racional y mental que
experimentan los bautizados. Este reflejo se condiciona a las estructuras que
nosotros los bautizados permitimos y avalamos, en el caso de lo social y
político es claro que las consecuencias son producto de la poca o nula
ejercitación crítica de la razón. De lo anterior se desprende la imposibilidad
de sujetar a la Fe la razón limitando su accionar y criterio. Si el episcopal
libera la razón es precisamente para construir un orden social, político y
religioso libre de las estructuras alienantes de pecado. La razón genera
la posibilidad de fundamentar el criterio para decidir y ampliar la posibilidad
de acertar en la reflexión sobre los distintos conceptos que argumentamos a la
hora de buscar su materialización dejando a un lado sus fundamentos e inicios. El
episcopal expresa su comunión con el entorno somático asumiendo el compromiso
de la búsqueda del bien común. Esta postura tiene consecuencias inmediatas en
el cambio de actitud y reivindicación de los derechos y deberes en lo social y
cultural.
El pensamiento
independiente se alimenta del orden como tal al reconocer en la estética de la razón
su trascendencia y determinación de valor. La mente creada
por Dios es libre en su esencia y manifestación y la mente como parte del todo
llamado persona humana posee esta cualidad que aporta a nuestra praxis la
voluntad de proseguir en la edificación de nuestra identidad la misma que
aparece bajo el signo de la Gracia fortalecida y liberada no de su esencia sino
de los apegos de la realidad material que encuentra delante de sí. Esta
liberación se inicia con la posibilidad real de pensamiento crítico
independiente y su particular forma de potenciar la experiencia de la
realidad. El misterio de Dios supera con creces el entendimiento humano y
su alcance. Para otros pensadores el problema del conocimiento de Dios por
medio de la razón muta hasta convertirse en un problema de índole moral estamos
trasegando en la línea kantiana donde la concepción de Dios y su axiología es
de naturaleza moral pero tales enunciados reposan también en la imposibilidad
de definir quién es Dios solo guiados por el bien moral y las consecuencias que
observamos del bien. Aquí la dinámica de nuestra subjetividad hace imposible
concretar en la dirección indicada la percepción de Dios solo por el bien
ejecutado ya que este no es de índole católica o evangélica puesto que es la
misma naturaleza humana la que tiende a obrar el bien en sí misma y por quienes
le rodean.
No confundamos estas
concepciones de Filantropía con el bien producido por la Gracia en la
existencia del bautizado. El orden metafísico que supone el bien de esta
naturaleza no es posible confundirlo con la manifestación de Dios como Ser
trascendente y completamente distinto a nosotros. La experiencia
moral como tal se une a la concepción racional de la vida y se asume como
totalmente necesaria para el ser humano y su valoración del entorno (más allá
de percibir y ser percibidos). Solo para recordar los enunciados kantianos
sobre la “Fe Práctica” que son en si la Fe y su practicidad y el bien
como suma expresión de la moral y porque no de la eticidad. Estamos poniendo de
manifiesto que la imposibilidad del conocimiento científico frente al alma del
ser humano es una realidad y que decir de la existencia de Dios. La razón
es libre y se vincula a la Fe para comprender sus implicaciones más no para dar
un juicio de su valor o asertividad. No pretendemos como Kant plantear la
posibilidad de un conocer de índole moral sobre las acciones y competencias de
la persona humana para dirimir sobre Dios sino reconocer que el ejercicio
racional es propio de nuestra condición y que sin este ejercicio esencial
nuestra naturaleza estará incompleta. Kant confía en la existencia de una Fe
práctica que descansa sobre los conceptos lógicos de Justicia de Dios lo que
sin duda vence al pecado y sus manifestaciones personales como colectivas y
estructurales…
La postura racional en la
Fe no es totalizante ya que la trascendencia puede estar fuera de la totalidad
de sus enunciados, pero es un recurso existencial de incalculable valor.
Establecemos una comparación humilde cuando afirmamos que Dios posee mente y el
ser humano también, pero a nuestro perecer y limitado nivel. La mente de
Dios expresa la eternidad de su perfección y santidad sin que medie cosa creada
o pensada por nosotros. El bien que es Dios es perfecta expresión de su Naturaleza
Divina. Si bien ejercitamos la razón y la lógica en su análisis también es
cierto que el camino a Dios no es la razón estrictamente sino la Cruz (Martín
Lutero) de esta forma tomamos la verdad de la Cruz y le entregamos toda
autoridad en el discernimiento de nuestra Fe. La Cruz de nuestra salvación
llega gracias al amor sin límite de Dios que no solo se afirma en la
comprensión sino y sobre todo en la Fe porque siendo sinceros no hay nada
pensable o realizable en nuestra condición humana que pueda mover la Voluntad y
Misericordia de Dios en nuestro favor. No existe posibilidad siquiera pensable
de ser dignos de ser amados y considerados rescatables por Dios al punto de
enviar a su Hijo para que su amor nos redimiera en la Cruz. El episcopal
no puede perder de vista que la Cruz es la materialización de la razón de ser y
creer en la Misericordia de Dios. Diríamos que la autonomía del ser
humano es la causante del ejercicio de la dignidad que reivindica la condición
de la persona humana y más aún cuando pesa sobre ella la marca indeleble del
Bautismo como propiedad de Cristo y su Iglesia. La Fe alimentada por el amor es
una Fe de poder absoluto ya que el amor vence las inmanencias socioculturales
que rodean la vida del bautizado. El amor de Dios en nosotros es vinculo de
olor a eternidad, y gracias a su praxis la Bondad asume el control de nuestra
existencia. La Fe y la razón sin amor son estériles o también
Fides et Ratio
extranei a caritate confusis.
Por lo general en los
imaginarios socio-culturales sobreviven imágenes que motivan la definición
ligada de la Fe a prácticas axiológicas que en algunas oportunidades
reivindican los valores expuestos por esta. Nos referimos a aquellas
acciones que están vivas en los imaginarios de la Fe que se transmutan en
Piedad y se convierten en más poderosas que la misma praxis de nuestras
creencias. Las prácticas axiológicas son en realidad la materialización
de los valores enseñados por el Evangelio pero que su formalización se quedó en
un estadio de tiempo insípido que las transformó en sólo acciones
antropológicas. Nuestra axiología descansa sobre la iluminación de valores como
por ejemplo aquellos que intuitivamente recibió el joven rico (estereotipo de
riqueza estrictamente material).
Marcos capítulo 10
versículos 17-31 y también (Lucas capítulo 18 versículos 18-30).
“Entonces vino uno
y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?17 Él
le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Más si
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.18 le dijo:
¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No
hurtarás. No dirás falso testimonio.19 honra a tu padre y
a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.20 El
joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?21 Jesús
le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.22 oyendo
el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.23 entonces
Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un
rico en el reino de los cielos.24 otra vez os digo, que es más
fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino
de Dios.25 sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran
manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?26 y mirándolos
Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es
posible.”
La construcción racional
de la exposición de la Fe no suplanta sus constitutivos simplemente los
fundamenta en una expresión de lo sobrenatural que no renuncia a la
articulación de la Fe como tal. El Joven rico es una muestra de la meditación
con propósito y contexto de los evangelios y como tales acciones son por demás
edificantes partiendo de una propuesta que se une a la radicalidad de los
bautizados. Queda a salvo la soberana intervención de Dios para poner de manifiesto
qué tipo de riqueza es indispensable para reconocer el Reino de Dios. Los
valores cristianos son elementos vitales para antropizar la Fe y darle anatomía
como conciencia en nuestro entorno somático. Ser racionales no implica la
imposibilidad para inferir intuitivamente lo que no es percibido por los
sentidos, la experiencia sensible no puede limitar la praxis de valores cuyo
principio es eminentemente inmaterial. El “súper hombre” de Federico
Nietzsche reemplaza vitalmente al hombre cristiano en la concepción de
su filosofía de la historia ya que paradójicamente el creyente con sus acciones
es quien materializa su sentencia al afirmar “Dios ha muerto” no
existe alguna duda de los procesos antropológicos que retiran cada día más
a Dios del corazón del ser humano y ese puesto o lugar de importancia vital
está siendo usurpado por modelos de vida tan alejados de la realidad espiritual
del bautizado:
·
Dios
ha muerto porque el corrupto en la mayoría abrumadora de los casos es
bautizado y se llama cristiano.
·
Dios
ha muerto porque las estructuras sociales creadas por los creyentes
son una carga moral tan grande que admiten espacios sociales donde la
discriminación es latente.
·
Dios
ha muerto porque la Justicia está en manos de corruptos y el pobre no
posee la capacidad para acceder a ella.
·
Dios
ha muerto porque los creyentes llamados a ser “otro Cristo” ignoran su
Fe y viven sumergidos en el materialismo y sensualismo reinantes.
·
Dios
ha muerto porque nuestros jóvenes no tienen un referente digno de imitar,
sino que están siguiendo modelos corruptos y materialistas de sus gobernantes y
políticos como del medio de la fama y el deporte mediático.
·
Dios
ha muerto porque el cristiano que es su testigo tiene pereza de
madrugar a misa los días domingo y manifestar que está vivo en su casa y en su
trabajo.
·
Dios
ha muerto porque así lo necesita quien soborna o es sobornado.
·
Dios
ha muerto porque la extorsión así lo refleja.
·
Dios
ha muerto porque la bautizada cuida más su cuerpo que su espíritu y
gasta más prolongando engañosamente la juventud que alimentando su espíritu.
·
Dios
ha muerto porque el bautizado no quiere sacarlo de la tumba donde el
miedo y el orgullo lo mantienen retenido.
·
Dios
ha muerto porque es más fácil salir victorioso de la muerte que entrar en el
corazón de la humanidad.
Son solo algunos de los
argumentos generados por la praxis “tibia” y poco realista de nuestra Fe y por
ende de una seudo-axiología moderna con enraizamiento profundo en el
materialismo cuya fundamentación es el modelo económico desencarnado y salvaje.
La Fe como expresión de humanidad requiere mayor atención y recursos que pueda
emplear en su crecimiento y desarrollo. La Justicia es uno de los mayores
exponentes de los valores del bautizado y cuando este recurso imperativo
brilla por su ausencia nos indica con absoluta claridad que las estructuras de
pecado están desplazando los valores y su importancia. El referente social
y cultural que el Evangelio nos enseña es clave en la materialización de la
Esperanza. El Texto Inspirado que comúnmente llamamos del “Joven rico” nos
muestra la relación y discordancia entre los valores del cristiano y los
esquemas del mundo. La riqueza como es presentada por Jesús no es propiamente
la posesión material sino las posesiones del corazón donde radican tanto los
apegos como las libertades del ser humano. Los valores que señala el
Evangelio apuntan en una dirección, la libertad y realización plena de la
persona redimida. El relato se centra en la explicitación de la
conciencia de aquel hombre cuya falta de experiencia es la que genera la crisis
de vida y le permite poder contar con alternativas para su inquietud
existencial. No es un llamado estricto al orden ministerial sino a la respuesta
de todo creyente que se enfrenta a la problemática del mundo y como este
argumenta sus propios valores mediante una concepción de la vida que no
escatima en tesis de alguna índole.
La praxis de los valores
configura la sociedad y la influencia que el cristiano tiene en la misma lo que
nos lleva a concluir con claridad que es el bautizado quien debe presentarse
ante la política y la economía y el deporte con una fundamentación tal que no
altere la relación con el Dios vivo. Esta relación es vital y trascendente por
razones prácticas. Es también necesario asumir que el entorno está siendo
constantemente moldeado por las acciones y concepciones de vida y que nosotros
como referentes de la vida eclesial tenemos el deber de instaurar sin que suene
a utopía un orden de justicia que se alimente del Evangelio y que con su praxis
asegure a la sociedad vivir verdaderamente en su vocación de promoción y justicia.
Es fácil caer en la tentación de ver a un Cristo fácilmente moldeable a
nuestros intereses y concepciones personales de vida. Pero en realidad la
Soberanía de Dios no es un artículo negociable, es una realidad materializada
de nuestra Fe. La praxis de valores cristianos tiene su génesis en el Dios
revelado con los valores que su fenómeno trae a nuestra realidad. No es posible
creer en el Dios revelado si nuestra vida no es en sí formalmente una
revelación de su amor. Los idealismos de nuestra Fe son importantes, pero no
pueden condicionar la praxis de valores incluso los de marcada esencia
antropológica porque somos el producto de su amor creador y revelador en
estadios de tiempo que se relacionan vitalmente.
Amar a Dios no es posible
sino media la praxis del amor por quienes son iguales en sustancia a cada
bautizado. Es decir, cómo expresamos amor a Dios que es distinto esencialmente
y dejamos de amar a quien es igual en todo a nosotros, pero aun así recordemos
que Dios no necesita nada de nosotros, pero el otro (el próximo o prójimo Lucano)
sí. Esta relación que es esencialmente ontológica nos muestra como la realidad
creada necesita amarse así misma antes de amar a Dios su Creador. Empleo
intencionalmente el término esencia para referirme con propiedad a la
naturaleza humana y sus implicaciones, que son en si la configuración de lo que
somos como especie. Estamos pues supeditados a la realidad inmanente y como tal
somos lo que el amor puede vencer ya que quien ama supera los límites de su
propia entrega y concepción de la vida como amor y amar. Quien no posee
amor no puede amar y quien ama vive gracias a su praxis. No es por demás una
definición de sus cualidades como ser amable sino de amar antes de
ser amados. Los valores que el Evangelio encarna no son mudables o alienables
sino todo lo contrario liberan y engrandecen al que ama auténticamente. La
muerte eterna es desde esta perspectiva axiológica la imposibilidad de amar y
ser amados como destino donde antes era origen (retorno a Dios
Creador). Este principio de nuestra antropología trascendente, es
radicalmente opuesto a la fundamentación teórica de valores que no nacen del
Evangelio y que en su mayoría son interpretaciones individualistas del
ciudadano y del promover (estándares de calidad humana) nuestras vidas. No
estamos descartando la filantropía y el derecho natural sino ratificando la
postura liberadora del Evangelio de Cristo el Hijo de Dios.
La riqueza de aquel hombre
contrasta grandemente con la pobreza de su expresión de Fe, la misma que
cuestiona no su inclinación sino la enseñanza del Señor. El problema no radica
en el poseer como decíamos antes, el problema es de índole ontológico cuando
limita grandemente el crecimiento y la transformación de una riqueza material
en una verdadera y eterna riqueza. Este principio lo emparentamos con una
aseveración de índole sustancial. Esta relación esta equiparada desde la perspectiva
de la riqueza que si podrá acompañarnos ante el Dios vivo y subsistente. Es una
riqueza cuya praxis ya tuvo su nacimiento en la convivencia y cotidianidad del
creyente.
La concepción de la vida
no se altera, por el contrario, necesita de los valores que conocemos y vivimos
para pasar del fenómeno del bautizado al concreto ser redimido por Cristo en la
Cruz. La historia es importante en la medida en la que afirmamos nuestro
presente y damos crédito a lo vivido como razón de nuestra actualidad. La
Gracia es el vínculo eterno con la temporalidad, es una gran paradoja que la
eternidad se vista de temporalidad para entrar en sintonía con nuestras
expresiones de Fe y de cotidianidad. Es lo mismo cuando asumimos que la vida
proviene del amor, pero de un amor que en sus enunciados eternos no están al
alcance de nuestros sentidos y tenemos la necesidad de darles forma desde la
perspectiva de las operaciones de la mente y la Fe. Es una alusión a la forma
de nuestros valores y como los estamos empleando en la actualidad o en el hoy
de nuestra existencia. Nos preocupa grandemente la axiología que no se
desprende de los conceptos evangélicos porque en muchas ocasiones se inclina
por una interpretación axiológica de Dios y para ejemplo un botón: “Yo no
robo, ni mato, luego soy bueno.” Es como afirmar que la dinámica
antropológica por sí misma es condicionante a la respuesta salvífica de Dios y
que Dios salva a uno y simplemente a otros no.
La dinámica de los
valores evangélicos no solo se fundamenta en el amor, sino que son afirmantes
de las cualidades que definen nuestra militancia y sus
proyecciones. Verdad que es una y como tal no admite compuestos retóricos distintos
es “simple” como expresión de su autenticidad. Esta autenticidad radica en la
idealización y posterior materialización de los valores y su incidencia
antropológica en la construcción de la realidad redimida y pensada por el
cristiano. Sino piensas en la Verdad que vives podrías terminar viviendo la
sugerida por los demás. La realidad de los valores nos dice inmediatamente la
confrontamos que la realidad es tal y como la encontramos aún bajo la
influencia de los valores. Las acciones como tal son eminentemente objetivas la
interpretación es subjetiva ya que es diciente según la circunstancia de la
misma y sus implicaciones en una persona y en el colectivo donde esta asume la
existencia. El cristiano debe tener presente que es parte viva de la realidad
que se edifica con el día a día y esta realidad que es percibida por la praxis
de valores que nos está repitiendo siempre la importancia de sus contenidos
(les invito hnos, a revisar la teoría axiológica del español Julián Marías).
Pues los valores cuando se unen a la Fe y muestran ser parte de su experiencia
asumen y poseen implícitamente un papel protagónico en el tejido social donde
vive el bautizado. En cuanto a la verdad objetiva prefiero asumir la existencia
de estos elementos básicamente universales desde la mente de Dios (universales)
y la experiencia de los creyentes. No asumimos íntegramente la teoría
sobre la composición de la realidad a partir de la experiencia de los valores
sino del influjo de la Gracia. Para la posición objetivista u objetivismo,
la verdad se encuentra únicamente en lo exterior al sujeto conocedor. Las
opiniones subjetivas no añaden nada a la verdad, no cuentan realmente, sino que
sólo se limitan a afirmar o negar la verdad objetiva. Se opone al
subjetivismo, pues afirma que la persona no es creadora de la verdad o de los
valores, sino sólo descubridora y comunicadora de ellos.
La
objetividad de los valores cristianos esta manifestada independientemente de la
realidad axiológica del mundo (entorno somático) que por demás dictamina el
proceder de cada cristiano que los toma por fundamento desde la percepción
misma del Evangelio de donde procede. Para la posición subjetivista o
subjetivismo, la verdad se encuentra únicamente en lo personal, en lo vivido y
conocido por cada sujeto. Los valores no son realidades objetivas ni
universales, válidas o iguales para todo el mundo; sino que son realidades
personales, creadas por cada sujeto, que aparecen y desaparecen en la historia
de las sociedades. Solo los valores del Evangelio se tornan en universales para
los creyentes. La naturaleza de la realidad redimida es la que apreciamos desde
nuestra experiencia de Fe en el Dios vivo. Nuestra epistemología se fundamenta
en la realidad del Dios Creador y revelado en las Escrituras como en las
enseñanzas de Jesús.
De
igual manera, lo que el cristiano afirma sobre los hechos de la realidad está
basado en una presuposición particular sobre la naturaleza de la realidad, a
saber, que es la creación ex nihilo del Dios de la Escritura. De este modo el cristiano
conoce todas las cosas por Fe (hebreos capítulo 11 versículo 3), es decir que
él comienza su razonamiento con un acto de Fe en el Dios de la Escritura y así
postula la veracidad y la suficiencia de la revelación divina como el mismo
fundamento de su entendimiento de todas las cosas. Al hacerlo así insiste en
que la única interpretación válida de los hechos de la realidad es aquella que
le ha dado su creador y que esta interpretación autoritativa de la realidad ha
sido establecida por Dios mismo en las Escrituras del Antiguo y el Nuevo
Testamento. De esta forma, el cristiano afirma que la única epistemología
válida o teoría del conocimiento humano es aquella que está basada en la
Palabra revelada de Dios. La postura subjetiva de los valores es por demás
significante para el sujeto y su proceso de conocimiento. Los valores
son en sí los postulados de la razón que se recrea en las acciones de los seres
humanos.
Sin embargo, debido a que
el hombre es criatura de Dios, creado a la Imagen de Dios para que pudiese
pensar los pensamientos de Dios como Él lo hace, en otras palabras, debido a
que es inconsistente y asume un mundo de racionalidad, es capaz de encontrar
sentido en el mundo a su alrededor en alguna medida. Pero hace eso a pesar de
su negación de Dios y únicamente en la medida en que acepta, aunque sin darse
cuenta, la naturaleza, creada por Dios y revelada por Dios, de la realidad, en
otras palabras, en la medida en que piense los pensamientos de Dios como Él lo
hace. Si fuese consistente con su negación de Dios tendría que concluir en
que todas las cosas son sin sentido y que es imposible decir cualquier cosa
inteligible sobre cualquier hecho o aspecto de la existencia en el universo
causal (causa) que le rodea, de hecho, en tal universo el concepto de
inteligibilidad es un absurdo. En alguna medida algunas escuelas de filosofía
moderna han elaborado esta verdad más consistentemente que hasta ahora, y de
ese modo tenemos el existencialismo y el nihilismo.
Sin embargo, si hemos de
comunicar la verdad bíblica efectivamente nuestra apologética debe basarse en
una epistemología que sea racionalmente consistente consigo misma y con nuestro
entendimiento de la Escritura como la revelación infalible y autoritativa de
Dios y de su Voluntad para el hombre. Sobre tal base podemos desafiar
confiadamente todas las filosofías y sistemas racionalistas de pensamiento
desplegados contra la religión cristiana en nuestro día. No obstante, al
hacerlo de este modo, debemos hacer claridad que la epistemología cristiana
sobre la cual edificamos no es meramente un fundamento racional para la verdad
que proclamamos, sino que es el único fundamento racional para cualquier
afirmación de verdad. Es la base no solamente de la verdad escritural, sino de
toda la verdad, sea está concebida religiosa o científicamente, pues las
afirmaciones de la verdad bíblica son globales, lo abarcan todo. Solamente
sobre la base de tal epistemología estamos en posición de revelar la idolatría
intelectual de la incredulidad y exponerle al no-creyente la irracionalidad de
su propia posición. La universalidad de la Palabra inspirada es un asunto
de Fe y como tal el creyente es tanto su emisor como receptor en la medida y
proporción del compromiso cristiano.
ARGUMENTACIÓN
POSITIVA.
La praxis de nuestros
valores son más que un ejercicio de nuestras construcciones ético-morales,
ellos simplifican la vida y su cotidianidad, es decir, gracias a los
valores la realidad se comunica con la Gracia desde la concepción antropológica
de esta. No es determinante si entramos en una dinámica subjetiva u
objetiva de la axiología, lo que es determinante en nuestra postura será la
capacidad de construir un discurso personal donde los valores de Cristo estén presentes.
No asumo postura utópica simplemente estoy sugiriendo la necesaria comunión
existencial con los valores que el Evangelio trae implícitos en sus discursos y
tesis. Los valores entran muchas veces en una especie de mutación con el correr
de los tiempos y el descubrimiento de nuevas expresiones de la realidad y su
percepción. Hoy se habla sobre la Ciber-antropología, hoy es más
complejo la apreciación concreta del fenómeno de la comunicación al punto que
sobrevive como Iglesia en cada uno de los bautizados la necesidad de una Comunicación
Metafísica que pueda ella expresar al ser y sus potencias como atributos
pero que es imposible anunciarlos todos como si se tratara de calificativos en
una oración. Nuestros valores son referentes de una explicitación de
índole metafísica de nuestra Fe. Nuestra epistemología busca andar en los
fundamentos de la existencia sobrenatural de nuestros contenidos escatológicos
los mismos que recibimos en el Bautismo. Es pues, desde esta perspectiva
la realidad un orden en la realización de los ideales de nuestra cosmovisión,
los mismos que llegan como primicia del accionar antropológico bendecido por la
Gracia de Dios. No es posible que los valores del cristiano se
pierdan en la cotidianidad o que se expresen otras concepciones no contenidas
en la revelación escrita, si argumentamos que seguimos al Señor debemos hacer
de su Evangelio la brújula de nuestras actuaciones tanto éticas como morales.
Hoy es muy común que se sigan patrones aleatorios que vinculan realidades no
cristianas o moralmente buenas. Los seudo referentes culturales cambian los
valores y los desdibujan de la conciencia del bautizado. Es sorprendente como
la praxis frívola, patética y superficial del Evangelio nos puede conducir a
acuñar seudovalores como si ellos fueran la realidad moral del bautizado. La
corrupción es un fenómeno que roba la paz y la tranquilidad a todos en la
sociedad. Muchos creen que es valedero este modelo de actuar en el estado y en
general en la sociedad.
La cultura de la
vida se retira paulatinamente de los sistemas políticos reinantes.
La visualización del ser humano bajo la perspectiva individualista está
retirando de la psique colectiva la existencia del otro y su intríngulis. Esta
realidad nos dice que la llegada del Reino de Dios paradójicamente se hace
utópica gracias a nuestras retardantes acciones y concepciones de Justicia. El
amor como libertad absoluta de la humanidad no ocupa tal lugar en la discusión
esencial de nuestra especie, ahora está dejando espacio que sin duda se llena
con manifestaciones contrarias a la realidad redimida del bautizado. Los
valores cristianos son fruto de la dialéctica redimida desde nuestras acciones
como tal. En la mente de Dios están ellos y como universales son
materializados por la praxis del creyente. O acaso es posible hablar de justicia
sin vivirla, o materializarla sin tomar del acto humano su fundamento. Salvo lo
que procede por la misericordia de Dios. Jesús nos enseñó a perdonar para ser
perdonados. No podemos confundir la razón con el materialismo y sus
manifestaciones en el presente, el uso de la razón en un acto natural de
nuestra condición, mientras que el materialismo es una concepción pobre de la
realidad que supera la connotación fenomenológica.
Pbro. Diego Sabogal.
cristoeseltema.blogspot.com
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