viernes, 20 de noviembre de 2020

NUESTRA FE ES LÓGICA Y PRÁCTICA A LA VEZ.

 

NUESTRA FE ES LÓGICA Y PRÁCTICA A LA VEZ.

 

RESUMEN.

 

La Fe del episcopal es una aventura matizada por la capacidad innata de someter al criterio lógico cuanto acontece con ella, es decir, de hacer del mensaje una realidad construida en su plano vivencial. Pbro. Diego Sabogal.

 

La Fe y la razón se potencian en una relación de necesidad esencial. Esta relación no se convierte en una calamidad sino en un vínculo esencialmente indisoluble (hipostasis), la expresión de sometimiento sede su espacio gnoseológico a una relación de absoluta complementariedad y no de supremacía dialéctica cómo es posible pensar. En términos agustinianos podríamos afirmar: “Somete a la razón lo que creas con el corazón” la dinámica del creer es iluminada por el razonar y la razón a su vez en absoluta reciprocidad por la Fe. El cristiano-episcopal debe emplear la razón en la misma proporción como se precia de usar la Fe en su vida espiritual. El binomio (Fe/razón) se manifiesta por las operaciones naturales de la conciencia humana, y el describir el mundo como entorno vital es parte de tal contenido que nos distingue en esencia de las otras formas vivas de la obra de Dios, sin desconocer que el pensarnos, recordarnos y conocernos es parte de esta afirmación de vitalidad en el orden racional humano. La Fe nos permite aterrizar la vida natural en su esfera sobrenatural y luego trascendente. El “creemos porque somos inteligentes” anselmiano tiene sus fundamentos en el pensamiento agustiniano. El creer es una operación sobrenatural de la mente y el poder de la razón que analiza y argumenta la viabilidad de la Fe y su creencia. “Credo ut intelligam”. O si es de nuestra preferencia afirmamos también: “Neque enim quaero intelligere ut credam, sed credo ut intelligam” que al traducirlo argumentamos lo siguiente: “no busco entender para poder creer, sino que creo para poder entender” en la misma dirección el Hiponense afirmaría: “La Fe busca comprensión”.

 

INTRODUCCIÓN.

 

La concepción del presente enunciado puede confundir especialmente a quienes creen en la experiencia espiritual como un proceso quietista donde Dios es el activo de la comunicación y el ser humano solo dispone de su subjetividad. Nada más alejado de la realidad porque la construcción crítica unida al ejercicio racional nutre los postulados de nuestra experiencia espiritual. Los episcopales no solo hacemos una vinculación formal de la Fe y la razón, sino que evitamos subordinar una a la otra o a su respectivo influjo que es básicamente lo mismo. La Fe como realidad que se percibe no desde la praxis científica o fenomenológica sino del sentir y vivir acordes con las enseñanzas del Evangelio procura hacer “nicho” en la conciencia racional del ser humano y para lograrlo experimenta el contacto con la realidad perceptible y asumible de la especie humana racional. La realidad y la aprehensión inmediata es una cualidad del ser racional que posee conciencia de sí mismo y de sus observaciones tanto a nivel personal como general, es decir, nos contemplamos a nosotros mismos. “La razón no es solo una potencia del alma es también por definición una gran particularidad dentro de la singularidad de nuestra naturaleza. Si nosotros relacionamos esencialmente Fe y Razón o en su formulación latina: “Fides et Ratio estaremos creando una relación sustancial tan poderosa que se transforma  por sí sola  en las “alas” del  espíritu humano que solo así podrá elevarse hasta la contemplación de la verdad esencial, es decir, la única posible que procede de Dios revelado como atributo de su Ser Perfectísimo, es simplemente asegurar que lo que conocemos de Dios lo conocemos porque procede de su Voluntad revelarlo y que el ejercicio de este binomio trascendental nos  asegura la comprensión de la existencia de un orden no solo material.  El Racionalismo asume que la verdad solo es revelada por la razón incluso la de contenido ontológico. Mientras que el Fideísmo asegura que la verdad solo llega por la contemplación de la Fe. Estas posturas no son nuevas por lo que la estructura mental del episcopal debe dar espacio tanto a la razón como a la Fe o cómo podríamos nosotros elaborar una dialéctica del conocimiento sin la vinculación de ambos enunciados. Para dejar en orden la aproximación de nuestra hermenéutica recomendamos la vinculación de la teología natural, en cuyos postulados tanto la Fe como la razón tienen espacio amplio de convergencia, pero se estable un principio axiológico que nos dice que la evidencia y la razón llevan o portan la creencia en los objetos de la Fe, entendemos por objetos de la Fe los principios y fundamentos establecidos en la dogmática de la Iglesia. La definición de quien es primero o posterior no es tan importante como el saber que una y otra son fruto de la praxis de nuestras cualidades y habilidades como atributos esenciales.

 

 

OBJETIVIDAD DE LA RAZÓN Y SUS ENUNCIADOS.

 

No podemos confundir la razón con el materialismo y sus manifestaciones en el presente, el uso de la razón en un acto natural de nuestra condición, mientras que el materialismo es una concepción pobre de la realidad que supera la connotación fenomenológica. Pbro. Diego Sabogal.

 

En cuanto a nuestro enunciado quiero partir de una frase del Hiponense: La ciencia de la Fe debía ocupar el primer lugar tanto desde el punto de vista metodológico como ontológico y temporal. Es claro que la Fe abordada como una ciencia supone no solo el creer que es apenas lógico sino también relacionar vitalmente el creer con el conocer y parir de esta manera el saber, es también asumir la necesidad de la manifestación fenomenológica de la Fe, es decir, creer de forma coherente con nuestro estilo de vida y doctrina. La subjetividad del creer se puede y debe transformar en la más profunda certeza del que vive por la Fe.  Si miramos la historia comprenderemos distintas perspectivas filosóficas sobre la realidad humana que involucra no solo la Fe en lo absolutamente trascendente sino también en la confianza humana. No podemos desconocer que la Fe como ciencia nos ubica en la realidad perceptible y percibible. Pero aún bajo esa primicia no es factible dejar a un lado la razón y su sustentabilidad en cuanto somos y asumimos.

Cuando acudimos al Hiponense encontramos que su argumentación parte de la doctrina platónica sin descartar a Plotino el neo-platónico, es posible reconocer que el pensamiento platónico descansa sobre la base fundamental de la inquietud del ser humano por buscar su bienestar en la trascendencia que es equiparada con la divina (Dios) mientras que otras doctrinas filosóficas como por citar el epicureísmo ubican la felicidad en el ser humano y en los apetitos de este en la construcción de su realidad.  Las implicaciones de la dinámica de la concepción mudable de una felicidad en el ser humano producen la desesperanza y/o pérdida de la congruente respuesta al mundo y su necesaria trascendencia.  La razón no es totalmente autónoma ya que reposa sobre la percepción de la Fe.  Establece una relación esencialmente abierta a la concepción de un Dios que actúa bajo el concepto preconcebido de la espiritualidad el creyente. Es un paso indispensable que faculta al ser humano para contemplar en ausencia de evidencias palpables la existencia y subsistencia de Dios.

El Imago Dei o el alma como Imagen de Dios es la caracterización de la razón en un escenario que no solo se percibe desde lo fenomenológico, sino que arrastra el peso positivo del Ethos que construye como tradición y costumbre. La Imagen de Dios se piensa así misma y se ama como primicia esencial de su creador y salvador en referencia al ser humano su obra.” El pensamiento que formula en síntesis la idea se materializa en la comprensión de la misma y si conocemos nuestra Fe entonces sabremos con total certeza de donde procede esta. Esa procedencia es un camino de índole ontológico ya que supedita al ser y sus facultades de conocer y de interpretar intuitivamente cuanto sucede en su alrededor o entorno somático. Lo que estamos manifestando es sencillo, los milagros se imperan en la Voluntad reveladora de Dios y siempre sobre la primicia de un marco tanto conceptual como practico que lo hace posible ya que implica la respuesta afirmativa de los involucrados y no simplemente el superar las estructuras de la realidad material como la conocemos y percibimos. Por ejemplo, cuando el Señor alimentó a muchas personas según el evangelio Marquiano requirió de la presencia solidaria de los panes y los pescados que portaban algunos de los asistentes, es decir, parte de una realidad apreciativa reconocida por todos e identificada en la acción, de esta forma el Señor rompe el paradigma de la necesidad o escasez. Aquí radica la acción dialéctica de su milagro como tal y la ubica en la percepción sensorial de quienes en se momento se constituyen en testigos de la materialización de una acción solidaria despertada antes por su predicación, primera multiplicación de los panes (Marcos capítulo 6 versículos 34-44). 

34 y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. 35 era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. 36 despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer. 37 Él les contestó: Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: ¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer? 38 Él les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: Cinco, y dos peces. 39 entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba. 40 y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. 41 y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. 42 comieron todos y se saciaron. 43 y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces. 44 los que comieron los panes fueron cinco mil hombres.

La Fe se convierte en instrumento de la razón que clama no solo por las manifestaciones descritas sino y sobre todo por su propia ausencia de dominio del entorno de la Fe lo que implica la necesaria alianza entre lo que pensamos y lo que creemos de lo pensado. Es pues interesante como el conocimiento natural de las cosas u objetos que nos rodean nos ponen en sintonía de su Creador. Es una propuesta fundamental el suponer bajo conceptos argumentados que la razón explícita el poder de la Fe. Que el creer necesita del pensar y definir sobre la base fundamental de lo creído, esta dimensión ontológica esclarece las primicias de nuestra Fe en un Dios tan amoroso que hace de nuestra realidad una posibilidad de encontrarle aún en las figuras más cotidianas como lo son nuestros hábitos alimenticios. Estamos identificando por un lado el valor de la seguridad en la manifestación del propio Dios y por otro contorno lo importante de asumir el mensaje desde su única perspectiva reveladora del amor providente de Dios.

La Fe es una realidad ontológica porque nos define en orden a la trascendencia y la continuidad dialéctica de la vida sin quedarnos en el discurso de la existencia para quedar configurados bajo la influencia espiritualizada de la Gracia. Sólo cuando nuestra Fe es madura y concreta dejamos a un lado la natural Mismidad para emprender un “vuelo” a la eternidad superando así las mismas leyes de lo creado por lo Increado esta bella paradoja se llama eternidad. Aquí unimos la primicia de la antropología trascendente que esta Iglesia vive desde la concepción de la revelación amorosa de Dios y los “Medios de la Gracia” por Él legados. La Fe nos da luz y la razón el poder conservarla sin variación alguna, eso se llama fidelidad a la doctrina de la Madre Iglesia o en latín: La Fe nos da luz y la razón el poder conservarla sin variación alguna: Rationem servent fidem nobis sine varietate doctrinae Ecclesiae fides dicitur Latinepues la luz no es solo un artículo de la exposición dialéctica del cristiano sino la respuesta al influjo de la Gracia en su existencia, recordemos que somos hijos de la luz por mandato de Cristo luz del mundo. La relación pierde su subjetividad y se llena de una potente dosis de intrínseca comprensión de la luz como reflejo de la eternidad que hay en cada bautizado. Como será posible trascender si la composición residual de la materia es fruto de los apegos del creyente al mundo, aun cuando sabe que su destino es la eternidad, Agustín de Hipona lo ve desde la perspectiva de la necesaria relación de lo natural (derecho natural) y la trascendencia: Señor nos hiciste para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en ti o en su expresión original:  
Dominus fecit nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te.  La razón es también una fuerza que hace que el creyente asuma con claridad y profundidad a la vez su llamado a realizar la Fe o confianza humilde en el Dios revelado y que percibe en el proceso paulatino de su revelación. Este proceso se anima radicalmente desde los sentidos hasta la comprensión de lo intelectivo como potencia de su racionalidad, es decir estamos imposibilitados para aceptar como verdadero lo que no descanse sobre evidencias confiables de su bondad en esta postura agustiniana encontramos lo que será siglos después el método cartiano de la duda.

Lucas capítulo 17 versículos 6-36.  La Fe del bautizado es una Fe que puede abordar el problema de su relación con el mundo sin desvirtuar su contenido sobrenatural, es una experiencia espiritual capaz de trascender el acontecer material y relacional de su entorno. La Fe del episcopal es una aventura matizada por la capacidad innata de someter al criterio lógico cuanto acontece con ella, es decir, de hacer del mensaje una realidad construida en su plano vivencial. No es la expresión de nuestras creencias solo la realización de lo inmensurable en el terreno de lo espiritual, es también la capacidad de gobernar el mundo material y animar sus experiencias con el encuentro esencial con el Dios vivo.   Surge para nosotros el problema del Aquí y Ahora para significar con ello que la espiritualidad se vive en el plano de su expresión material pero que es solo su preparación para trascender en su contemplación. No solo podemos vivir de las realidades eternas nos hace falta también constituir el vínculo esencial con la existencia terrenal la misma que hace de la Fe y la razón sus aliadas. La expresión del Señor sobre una Fe capaz de mover montañas es coherente si entendemos que la Fe es el vínculo de la experiencia material con la perfecta realidad espiritual que no caduca o se degrada. Jesús no pretende decirnos que es la Fe sino su significación vital en el corazón del bautizado.

El Señor dijo: Si tuvierais Fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: Arráncate y plántate en el mar, y os habría obedecido. 7. ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ¿Pasa al momento y ponte a la mesa? 8. ¿No le dirá más bien: ¿Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú? 9. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? 10. De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer. 11. Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, 12.y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia 13.y, levantando la voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros! 14. Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. 15. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; 16.y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. 17. Tomó la palabra Jesús y dijo: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18. ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero? 19. Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado. 20. Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. 21. Y no dirán: Vedlo aquí o allá, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. 22. Dijo a sus discípulos: Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. 23. Y os dirán: Vedlo aquí, vedlo allá. No vayáis, ni corráis detrás. 24. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. 25. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación. 26. Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. 27. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. 28. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; 29. pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. 30. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. 31. Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. 32. Acordaos de la mujer de Lot. 33. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. 34. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; 35. habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada. 36. Y le dijeron: ¿Dónde, Señor? Él les respondió: Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres.

El Texto Lucano nos ilustra sobre la opción de la Fe en cuanto a la orientación de la vida del bautizado, nos deja ver como se presenta la posibilidad de esta experiencia y como transforma al ser humano según la opción de este frente al mensaje y su contenido de gran actualización espiritual. La Fe se presenta como una decisión de índole personal pero tan poderosa que transforma la configuración tanto metafísica como ontológica del creyente al punto de ser literalmente en el Texto “arrebatado de la realidad presente” pues con esta figura se nos recuerda que la vida de Fe no solo dispone para los dones y gracias salvíficos, sino que nos conecta con la trascendencia de Dios Todopoderoso. La percepción gráfica como la describe Lucas es clara y busca con ello afirmar la transformación vital de la experiencia el creyente que no abandona su mundo, pero percibe que hay algo más allá de su emotividad sensorial. Qué interesante conectar la realidad bajo la “lupa” de la Fe con el mundo material que edificamos a partir de nuestra conciencia de la intervención amorosa de Dios. 

Una Fe dinámica es aquella que se centra en el acontecer de su entorno alimentando esta experiencia la Gracia de tal manera que nada se asuma fuera de ese contexto que a la postre rendirá los frutos que todos estamos esperando. Es muy posible que abordemos el mundo tal y como este se presenta a nuestros sentidos y reflexión, pero también cabe recordar que debe existir coherencia con nuestras expresiones de Fe. La conciencia religiosa es necesaria para vivir y dimensionar positivamente las acciones de la Iglesia. No pretendemos decir que Fe y razón sean lo mismo ya que ontológicamente es imposible tan apreciación lo que realmente sucede es la vinculación necesaria entre ambas como fruto tanto de la Gracia como de la inteligencia de nuestra especie.

Dejando a un lado el modelo agustiniano de relación Fides et Ratio encontramos otra postura posterior (Tomás de Aquino, siglo XIII) quien sostenía todo lo contrario al afirmar que la Filosofía se constituía en “sierva” de la Teología, aunque si bien esa definición se conservaban intereses comunes definidos como la “Doble verdad” o causa común donde la filosofía aborda la realidad en la determinación del fenómeno cognoscible y la Fe se aproxima a lo sobrenatural y sus contenidos. Pero en dicho enunciado es importante reconocer que el ejercicio racional no está condicionado y mucho menos puede condicionar la Fe del creyente “en mi opinión personal es todo lo contrario ya que la razón nos permite interrogarnos y abordar la existencia de la realidad múltiple donde no solo interviene el fenómeno de lo perceptible sino también de lo creíble como experiencia de Fe.  Subordinar la una a la otra sin importar el orden limita grandemente el ejercicio crítico y la capacidad de pensamiento independiente del creyente ante el mundo y su cosmovisión. Es que acaso está bien visto que un bautizado sea o acepte la corrupción en el estamento público y privado de su País. Estamos rechazando el influjo de la razón sobre el derecho intrínseco de creer, pero en cuanto a las consecuencias del ejercicio del discernimiento social no estamos operando con absoluta claridad lo que conlleva la aparición de los vicios propios de un “estado de derecho” asaltado literalmente por el “hampa intestina”. Somos tanto personal como colectivamente hablando responsables de la antropización de la Fe y de la razón ya que con ellas construimos tanto el todo social y cultural como las estructuras de pensamiento, análisis y trascendencia, esto último referido a la Fe y su vida espiritual.

Las estructuras sociales son en cierta medida reflejo del condicionamiento racional y mental que experimentan los bautizados. Este reflejo se condiciona a las estructuras que nosotros los bautizados permitimos y avalamos, en el caso de lo social y político es claro que las consecuencias son producto de la poca o nula ejercitación crítica de la razón. De lo anterior se desprende la imposibilidad de sujetar a la Fe la razón limitando su accionar y criterio. Si el episcopal libera la razón es precisamente para construir un orden social, político y religioso libre de las estructuras alienantes de pecado. La razón genera la posibilidad de fundamentar el criterio para decidir y ampliar la posibilidad de acertar en la reflexión sobre los distintos conceptos que argumentamos a la hora de buscar su materialización dejando a un lado sus fundamentos e inicios.  El episcopal expresa su comunión con el entorno somático asumiendo el compromiso de la búsqueda del bien común. Esta postura tiene consecuencias inmediatas en el cambio de actitud y reivindicación de los derechos y deberes en lo social y cultural.

El pensamiento independiente se alimenta del orden como tal al reconocer en la estética de la razón su trascendencia y determinación de valor.  La mente creada por Dios es libre en su esencia y manifestación y la mente como parte del todo llamado persona humana posee esta cualidad que aporta a nuestra praxis la voluntad de proseguir en la edificación de nuestra identidad la misma que aparece bajo el signo de la Gracia fortalecida y liberada no de su esencia sino de los apegos de la realidad material que encuentra delante de sí. Esta liberación se inicia con la posibilidad real de pensamiento crítico independiente y su particular forma de potenciar la experiencia de la realidad. El misterio de Dios supera con creces el entendimiento humano y su alcance. Para otros pensadores el problema del conocimiento de Dios por medio de la razón muta hasta convertirse en un problema de índole moral estamos trasegando en la línea kantiana donde la concepción de Dios y su axiología es de naturaleza moral pero tales enunciados reposan también en la imposibilidad de definir quién es Dios solo guiados por el bien moral y las consecuencias que observamos del bien. Aquí la dinámica de nuestra subjetividad hace imposible concretar en la dirección indicada la percepción de Dios solo por el bien ejecutado ya que este no es de índole católica o evangélica puesto que es la misma naturaleza humana la que tiende a obrar el bien en sí misma y por quienes le rodean. 

No confundamos estas concepciones de Filantropía con el bien producido por la Gracia en la existencia del bautizado. El orden metafísico que supone el bien de esta naturaleza no es posible confundirlo con la manifestación de Dios como Ser trascendente y completamente distinto a nosotros. La experiencia moral como tal se une a la concepción racional de la vida y se asume como totalmente necesaria para el ser humano y su valoración del entorno (más allá de percibir y ser percibidos). Solo para recordar los enunciados kantianos sobre la “Fe Práctica” que son en si la Fe y su practicidad y el bien como suma expresión de la moral y porque no de la eticidad. Estamos poniendo de manifiesto que la imposibilidad del conocimiento científico frente al alma del ser humano es una realidad y que decir de la existencia de Dios. La razón es libre y se vincula a la Fe para comprender sus implicaciones más no para dar un juicio de su valor o asertividad. No pretendemos como Kant plantear la posibilidad de un conocer de índole moral sobre las acciones y competencias de la persona humana para dirimir sobre Dios sino reconocer que el ejercicio racional es propio de nuestra condición y que sin este ejercicio esencial nuestra naturaleza estará incompleta. Kant confía en la existencia de una Fe práctica que descansa sobre los conceptos lógicos de Justicia de Dios lo que sin duda vence al pecado y sus manifestaciones personales como colectivas y estructurales…

La postura racional en la Fe no es totalizante ya que la trascendencia puede estar fuera de la totalidad de sus enunciados, pero es un recurso existencial de incalculable valor.  Establecemos una comparación humilde cuando afirmamos que Dios posee mente y el ser humano también, pero a nuestro perecer y limitado nivel. La mente de Dios expresa la eternidad de su perfección y santidad sin que medie cosa creada o pensada por nosotros. El bien que es Dios es perfecta expresión de su Naturaleza Divina. Si bien ejercitamos la razón y la lógica en su análisis también es cierto que el camino a Dios no es la razón estrictamente sino la Cruz (Martín Lutero) de esta forma tomamos la verdad de la Cruz y le entregamos toda autoridad en el discernimiento de nuestra Fe. La Cruz de nuestra salvación llega gracias al amor sin límite de Dios que no solo se afirma en la comprensión sino y sobre todo en la Fe porque siendo sinceros no hay nada pensable o realizable en nuestra condición humana que pueda mover la Voluntad y Misericordia de Dios en nuestro favor. No existe posibilidad siquiera pensable de ser dignos de ser amados y considerados rescatables por Dios al punto de enviar a su Hijo para que su amor nos redimiera en la Cruz. El episcopal no puede perder de vista que la Cruz es la materialización de la razón de ser y creer en la Misericordia de Dios.  Diríamos que la autonomía del ser humano es la causante del ejercicio de la dignidad que reivindica la condición de la persona humana y más aún cuando pesa sobre ella la marca indeleble del Bautismo como propiedad de Cristo y su Iglesia. La Fe alimentada por el amor es una Fe de poder absoluto ya que el amor vence las inmanencias socioculturales que rodean la vida del bautizado. El amor de Dios en nosotros es vinculo de olor a eternidad, y gracias a su praxis la Bondad asume el control de nuestra existencia. La Fe y la razón sin amor son estériles o también   Fides et Ratio extranei a caritate confusis.

Por lo general en los imaginarios socio-culturales sobreviven imágenes que motivan la definición ligada de la Fe a prácticas axiológicas que en algunas oportunidades reivindican los valores expuestos por esta.  Nos referimos a aquellas acciones que están vivas en los imaginarios de la Fe que se transmutan en Piedad y se convierten en más poderosas que la misma praxis de nuestras creencias.  Las prácticas axiológicas son en realidad la materialización de los valores enseñados por el Evangelio pero que su formalización se quedó en un estadio de tiempo insípido que las transformó en sólo acciones antropológicas. Nuestra axiología descansa sobre la iluminación de valores como por ejemplo aquellos que intuitivamente recibió el joven rico (estereotipo de riqueza estrictamente material).

Marcos capítulo 10 versículos 17-31 y también (Lucas capítulo 18 versículos 18-30).

“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?17 Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.18 le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio.19 honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.22 oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.23 entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.24 otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.25 sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?26 y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible.”

La construcción racional de la exposición de la Fe no suplanta sus constitutivos simplemente los fundamenta en una expresión de lo sobrenatural que no renuncia a la articulación de la Fe como tal. El Joven rico es una muestra de la meditación con propósito y contexto de los evangelios y como tales acciones son por demás edificantes partiendo de una propuesta que se une a la radicalidad de los bautizados. Queda a salvo la soberana intervención de Dios para poner de manifiesto qué tipo de riqueza es indispensable para reconocer el Reino de Dios.  Los valores cristianos son elementos vitales para antropizar la Fe y darle anatomía como conciencia en nuestro entorno somático. Ser racionales no implica la imposibilidad para inferir intuitivamente lo que no es percibido por los sentidos, la experiencia sensible no puede limitar la praxis de valores cuyo principio es eminentemente inmaterial. El “súper hombre” de Federico Nietzsche reemplaza vitalmente al hombre cristiano en la concepción de su filosofía de la historia ya que paradójicamente el creyente con sus acciones es quien materializa su sentencia al afirmar “Dios ha muerto” no existe alguna duda de los procesos antropológicos que retiran cada día más a Dios del corazón del ser humano y ese puesto o lugar de importancia vital está siendo usurpado por modelos de vida tan alejados de la realidad espiritual del bautizado:

 

·                 Dios ha muerto porque el corrupto en la mayoría abrumadora de los casos es bautizado y se llama cristiano.

·                  Dios ha muerto porque las estructuras sociales creadas por los creyentes son una carga moral tan grande que admiten espacios sociales donde la discriminación es latente.

·                  Dios ha muerto porque la Justicia está en manos de corruptos y el pobre no posee la capacidad para acceder a ella.

·                  Dios ha muerto porque los creyentes llamados a ser “otro Cristo” ignoran su Fe y viven sumergidos en el materialismo y sensualismo reinantes.

·                  Dios ha muerto porque nuestros jóvenes no tienen un referente digno de imitar, sino que están siguiendo modelos corruptos y materialistas de sus gobernantes y políticos como del medio de la fama y el deporte mediático.

·                  Dios ha muerto porque el cristiano que es su testigo tiene pereza de madrugar a misa los días domingo y manifestar que está vivo en su casa y en su trabajo.

·                  Dios ha muerto porque así lo necesita quien soborna o es sobornado.

·                  Dios ha muerto porque la extorsión así lo refleja.

·                  Dios ha muerto porque la bautizada cuida más su cuerpo que su espíritu y gasta más prolongando engañosamente la juventud que alimentando su espíritu.

·                  Dios ha muerto porque el bautizado no quiere sacarlo de la tumba donde el miedo y el orgullo lo mantienen retenido.

·                  Dios ha muerto porque es más fácil salir victorioso de la muerte que entrar en el corazón de la humanidad.

 

Son solo algunos de los argumentos generados por la praxis “tibia” y poco realista de nuestra Fe y por ende de una seudo-axiología moderna con enraizamiento profundo en el materialismo cuya fundamentación es el modelo económico desencarnado y salvaje. La Fe como expresión de humanidad requiere mayor atención y recursos que pueda emplear en su crecimiento y desarrollo. La Justicia es uno de los mayores exponentes de los valores del bautizado y cuando este recurso imperativo brilla por su ausencia nos indica con absoluta claridad que las estructuras de pecado están desplazando los valores y su importancia. El referente social y cultural que el Evangelio nos enseña es clave en la materialización de la Esperanza. El Texto Inspirado que comúnmente llamamos del “Joven rico” nos muestra la relación y discordancia entre los valores del cristiano y los esquemas del mundo. La riqueza como es presentada por Jesús no es propiamente la posesión material sino las posesiones del corazón donde radican tanto los apegos como las libertades del ser humano. Los valores que señala el Evangelio apuntan en una dirección, la libertad y realización plena de la persona redimida.  El relato se centra en la explicitación de la conciencia de aquel hombre cuya falta de experiencia es la que genera la crisis de vida y le permite poder contar con alternativas para su inquietud existencial. No es un llamado estricto al orden ministerial sino a la respuesta de todo creyente que se enfrenta a la problemática del mundo y como este argumenta sus propios valores mediante una concepción de la vida que no escatima en tesis de alguna índole.

La praxis de los valores configura la sociedad y la influencia que el cristiano tiene en la misma lo que nos lleva a concluir con claridad que es el bautizado quien debe presentarse ante la política y la economía y el deporte con una fundamentación tal que no altere la relación con el Dios vivo. Esta relación es vital y trascendente por razones prácticas. Es también necesario asumir que el entorno está siendo constantemente moldeado por las acciones y concepciones de vida y que nosotros como referentes de la vida eclesial tenemos el deber de instaurar sin que suene a utopía un orden de justicia que se alimente del Evangelio y que con su praxis asegure a la sociedad vivir verdaderamente en su vocación de promoción y justicia. Es fácil caer en la tentación de ver a un Cristo fácilmente moldeable a nuestros intereses y concepciones personales de vida. Pero en realidad la Soberanía de Dios no es un artículo negociable, es una realidad materializada de nuestra Fe. La praxis de valores cristianos tiene su génesis en el Dios revelado con los valores que su fenómeno trae a nuestra realidad. No es posible creer en el Dios revelado si nuestra vida no es en sí formalmente una revelación de su amor. Los idealismos de nuestra Fe son importantes, pero no pueden condicionar la praxis de valores incluso los de marcada esencia antropológica porque somos el producto de su amor creador y revelador en estadios de tiempo que se relacionan vitalmente.

Amar a Dios no es posible sino media la praxis del amor por quienes son iguales en sustancia a cada bautizado.  Es decir, cómo expresamos amor a Dios que es distinto esencialmente y dejamos de amar a quien es igual en todo a nosotros, pero aun así recordemos que Dios no necesita nada de nosotros, pero el otro (el próximo o prójimo Lucano) sí. Esta relación que es esencialmente ontológica nos muestra como la realidad creada necesita amarse así misma antes de amar a Dios su Creador. Empleo intencionalmente el término esencia para referirme con propiedad a la naturaleza humana y sus implicaciones, que son en si la configuración de lo que somos como especie. Estamos pues supeditados a la realidad inmanente y como tal somos lo que el amor puede vencer ya que quien ama supera los límites de su propia entrega y concepción de la vida como amor y amar.  Quien no posee amor no puede amar y quien ama vive gracias a su praxis. No es por demás una definición de sus cualidades como ser amable sino de amar antes de ser amados. Los valores que el Evangelio encarna no son mudables o alienables sino todo lo contrario liberan y engrandecen al que ama auténticamente. La muerte eterna es desde esta perspectiva axiológica la imposibilidad de amar y ser amados como destino donde antes era origen (retorno a Dios Creador). Este principio de nuestra antropología trascendente, es radicalmente opuesto a la fundamentación teórica de valores que no nacen del Evangelio y que en su mayoría son interpretaciones individualistas del ciudadano y del promover (estándares de calidad humana) nuestras vidas. No estamos descartando la filantropía y el derecho natural sino ratificando la postura liberadora del Evangelio de Cristo el Hijo de Dios.

La riqueza de aquel hombre contrasta grandemente con la pobreza de su expresión de Fe, la misma que cuestiona no su inclinación sino la enseñanza del Señor. El problema no radica en el poseer como decíamos antes, el problema es de índole ontológico cuando limita grandemente el crecimiento y la transformación de una riqueza material en una verdadera y eterna riqueza. Este principio lo emparentamos con una aseveración de índole sustancial. Esta relación esta equiparada desde la perspectiva de la riqueza que si podrá acompañarnos ante el Dios vivo y subsistente. Es una riqueza cuya praxis ya tuvo su nacimiento en la convivencia y cotidianidad del creyente.

La concepción de la vida no se altera, por el contrario, necesita de los valores que conocemos y vivimos para pasar del fenómeno del bautizado al concreto ser redimido por Cristo en la Cruz. La historia es importante en la medida en la que afirmamos nuestro presente y damos crédito a lo vivido como razón de nuestra actualidad. La Gracia es el vínculo eterno con la temporalidad, es una gran paradoja que la eternidad se vista de temporalidad para entrar en sintonía con nuestras expresiones de Fe y de cotidianidad. Es lo mismo cuando asumimos que la vida proviene del amor, pero de un amor que en sus enunciados eternos no están al alcance de nuestros sentidos y tenemos la necesidad de darles forma desde la perspectiva de las operaciones de la mente y la Fe. Es una alusión a la forma de nuestros valores y como los estamos empleando en la actualidad o en el hoy de nuestra existencia. Nos preocupa grandemente la axiología que no se desprende de los conceptos evangélicos porque en muchas ocasiones se inclina por una interpretación axiológica de Dios y para ejemplo un botón: “Yo no robo, ni mato, luego soy bueno.” Es como afirmar que la dinámica antropológica por sí misma es condicionante a la respuesta salvífica de Dios y que Dios salva a uno y simplemente a otros no.

La dinámica de los valores evangélicos no solo se fundamenta en el amor, sino que son afirmantes de las cualidades que definen nuestra militancia y sus proyecciones. Verdad que es una y como tal no admite compuestos retóricos distintos es “simple” como expresión de su autenticidad. Esta autenticidad radica en la idealización y posterior materialización de los valores y su incidencia antropológica en la construcción de la realidad redimida y pensada por el cristiano. Sino piensas en la Verdad que vives podrías terminar viviendo la sugerida por los demás. La realidad de los valores nos dice inmediatamente la confrontamos que la realidad es tal y como la encontramos aún bajo la influencia de los valores. Las acciones como tal son eminentemente objetivas la interpretación es subjetiva ya que es diciente según la circunstancia de la misma y sus implicaciones en una persona y en el colectivo donde esta asume la existencia. El cristiano debe tener presente que es parte viva de la realidad que se edifica con el día a día y esta realidad que es percibida por la praxis de valores que nos está repitiendo siempre la importancia de sus contenidos (les invito hnos, a revisar la teoría axiológica del español Julián Marías).  Pues los valores cuando se unen a la Fe y muestran ser parte de su experiencia asumen y poseen implícitamente un papel protagónico en el tejido social donde vive el bautizado. En cuanto a la verdad objetiva prefiero asumir la existencia de estos elementos básicamente universales desde la mente de Dios (universales) y la experiencia de los creyentes. No asumimos íntegramente la teoría sobre la composición de la realidad a partir de la experiencia de los valores sino del influjo de la Gracia. Para la posición objetivista u objetivismo, la verdad se encuentra únicamente en lo exterior al sujeto conocedor. Las opiniones subjetivas no añaden nada a la verdad, no cuentan realmente, sino que sólo se limitan a afirmar o negar la verdad objetiva. Se opone al subjetivismo, pues afirma que la persona no es creadora de la verdad o de los valores, sino sólo descubridora y comunicadora de ellos.

 La objetividad de los valores cristianos esta manifestada independientemente de la realidad axiológica del mundo (entorno somático) que por demás dictamina el proceder de cada cristiano que los toma por fundamento desde la percepción misma del Evangelio de donde procede. Para la posición subjetivista o subjetivismo, la verdad se encuentra únicamente en lo personal, en lo vivido y conocido por cada sujeto. Los valores no son realidades objetivas ni universales, válidas o iguales para todo el mundo; sino que son realidades personales, creadas por cada sujeto, que aparecen y desaparecen en la historia de las sociedades. Solo los valores del Evangelio se tornan en universales para los creyentes. La naturaleza de la realidad redimida es la que apreciamos desde nuestra experiencia de Fe en el Dios vivo. Nuestra epistemología se fundamenta en la realidad del Dios Creador y revelado en las Escrituras como en las enseñanzas de Jesús.

 De igual manera, lo que el cristiano afirma sobre los hechos de la realidad está basado en una presuposición particular sobre la naturaleza de la realidad, a saber, que es la creación ex nihilo del Dios de la Escritura. De este modo el cristiano conoce todas las cosas por Fe (hebreos capítulo 11 versículo 3), es decir que él comienza su razonamiento con un acto de Fe en el Dios de la Escritura y así postula la veracidad y la suficiencia de la revelación divina como el mismo fundamento de su entendimiento de todas las cosas. Al hacerlo así insiste en que la única interpretación válida de los hechos de la realidad es aquella que le ha dado su creador y que esta interpretación autoritativa de la realidad ha sido establecida por Dios mismo en las Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento. De esta forma, el cristiano afirma que la única epistemología válida o teoría del conocimiento humano es aquella que está basada en la Palabra revelada de Dios. La postura subjetiva de los valores es por demás significante para el sujeto y su proceso de conocimiento. Los valores son en sí los postulados de la razón que se recrea en las acciones de los seres humanos.

Sin embargo, debido a que el hombre es criatura de Dios, creado a la Imagen de Dios para que pudiese pensar los pensamientos de Dios como Él lo hace, en otras palabras, debido a que es inconsistente y asume un mundo de racionalidad, es capaz de encontrar sentido en el mundo a su alrededor en alguna medida. Pero hace eso a pesar de su negación de Dios y únicamente en la medida en que acepta, aunque sin darse cuenta, la naturaleza, creada por Dios y revelada por Dios, de la realidad, en otras palabras, en la medida en que piense los pensamientos de Dios como Él lo hace. Si fuese consistente con su negación de Dios tendría que concluir en que todas las cosas son sin sentido y que es imposible decir cualquier cosa inteligible sobre cualquier hecho o aspecto de la existencia en el universo causal (causa) que le rodea, de hecho, en tal universo el concepto de inteligibilidad es un absurdo. En alguna medida algunas escuelas de filosofía moderna han elaborado esta verdad más consistentemente que hasta ahora, y de ese modo tenemos el existencialismo y el nihilismo.

Sin embargo, si hemos de comunicar la verdad bíblica efectivamente nuestra apologética debe basarse en una epistemología que sea racionalmente consistente consigo misma y con nuestro entendimiento de la Escritura como la revelación infalible y autoritativa de Dios y de su Voluntad para el hombre. Sobre tal base podemos desafiar confiadamente todas las filosofías y sistemas racionalistas de pensamiento desplegados contra la religión cristiana en nuestro día. No obstante, al hacerlo de este modo, debemos hacer claridad que la epistemología cristiana sobre la cual edificamos no es meramente un fundamento racional para la verdad que proclamamos, sino que es el único fundamento racional para cualquier afirmación de verdad. Es la base no solamente de la verdad escritural, sino de toda la verdad, sea está concebida religiosa o científicamente, pues las afirmaciones de la verdad bíblica son globales, lo abarcan todo. Solamente sobre la base de tal epistemología estamos en posición de revelar la idolatría intelectual de la incredulidad y exponerle al no-creyente la irracionalidad de su propia posición. La universalidad de la Palabra inspirada es un asunto de Fe y como tal el creyente es tanto su emisor como receptor en la medida y proporción del compromiso cristiano.

 

ARGUMENTACIÓN POSITIVA.

 

La praxis de nuestros valores son más que un ejercicio de nuestras construcciones ético-morales, ellos simplifican la vida y su cotidianidad, es decir, gracias a los valores la realidad se comunica con la Gracia desde la concepción antropológica de esta. No es determinante si entramos en una dinámica subjetiva u objetiva de la axiología, lo que es determinante en nuestra postura será la capacidad de construir un discurso personal donde los valores de Cristo estén presentes. No asumo postura utópica simplemente estoy sugiriendo la necesaria comunión existencial con los valores que el Evangelio trae implícitos en sus discursos y tesis. Los valores entran muchas veces en una especie de mutación con el correr de los tiempos y el descubrimiento de nuevas expresiones de la realidad y su percepción. Hoy se habla sobre la Ciber-antropología, hoy es más complejo la apreciación concreta del fenómeno de la comunicación al punto que sobrevive como Iglesia en cada uno de los bautizados la necesidad de una Comunicación Metafísica que pueda ella expresar al ser y sus potencias como atributos pero que es imposible anunciarlos todos como si se tratara de calificativos en una oración. Nuestros valores son referentes de una explicitación de índole metafísica de nuestra Fe. Nuestra epistemología busca andar en los fundamentos de la existencia sobrenatural de nuestros contenidos escatológicos los mismos que recibimos en el Bautismo. Es pues, desde esta perspectiva la realidad un orden en la realización de los ideales de nuestra cosmovisión, los mismos que llegan como primicia del accionar antropológico bendecido por la Gracia de Dios.  No es posible que los valores del cristiano se pierdan en la cotidianidad o que se expresen otras concepciones no contenidas en la revelación escrita, si argumentamos que seguimos al Señor debemos hacer de su Evangelio la brújula de nuestras actuaciones tanto éticas como morales. Hoy es muy común que se sigan patrones aleatorios que vinculan realidades no cristianas o moralmente buenas. Los seudo referentes culturales cambian los valores y los desdibujan de la conciencia del bautizado. Es sorprendente como la praxis frívola, patética y superficial del Evangelio nos puede conducir a acuñar seudovalores como si ellos fueran la realidad moral del bautizado. La corrupción es un fenómeno que roba la paz y la tranquilidad a todos en la sociedad. Muchos creen que es valedero este modelo de actuar en el estado y en general en la sociedad.

La cultura de la vida se retira paulatinamente de los sistemas políticos reinantes. La visualización del ser humano bajo la perspectiva individualista está retirando de la psique colectiva la existencia del otro y su intríngulis. Esta realidad nos dice que la llegada del Reino de Dios paradójicamente se hace utópica gracias a nuestras retardantes acciones y concepciones de Justicia. El amor como libertad absoluta de la humanidad no ocupa tal lugar en la discusión esencial de nuestra especie, ahora está dejando espacio que sin duda se llena con manifestaciones contrarias a la realidad redimida del bautizado. Los valores cristianos son fruto de la dialéctica redimida desde nuestras acciones como tal. En la mente de Dios están ellos y como universales son materializados por la praxis del creyente. O acaso es posible hablar de justicia sin vivirla, o materializarla sin tomar del acto humano su fundamento. Salvo lo que procede por la misericordia de Dios. Jesús nos enseñó a perdonar para ser perdonados. No podemos confundir la razón con el materialismo y sus manifestaciones en el presente, el uso de la razón en un acto natural de nuestra condición, mientras que el materialismo es una concepción pobre de la realidad que supera la connotación fenomenológica.

Pbro. Diego Sabogal.

cristoeseltema.blogspot.com

 

 

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