TEOLOGÍA DE
LAS VISITAS PASTORALES
DEL ORDINARIO DE LUGAR EN
LOS TERRITORIOS DE
SU JURISDICCIÓN CANÓNICA.
OBJETIVACIÓN
CONCEPTUAL.
El Obispo diocesano
canónicamente es reconocido como: El Ordinario de Lugar o Diocesano, (1) los
términos canónicos son claros en cuanto a que su expresión reconoce
implícitamente la Jurisdicción en el desempeño de la autoridad de una Diócesis.
Solo las iglesias de tradición apostólica, es decir, aquellas que conservan el
triple ministerio ordenado reconocen y viven como parte de su ser eclesial e
identitativo la presencia tanto del Obispo como del Diacono y el Presbítero. El
reconocimiento de la autoridad por via apostólica es aquella que atañe a la
Sucesión Apostólica, es decir del orden ininterrumpido de obispos bajo la sucesión de la Iglesia de
Cristo. No es del todo exacto suponer que el Obispo sea solo administrativo y
removible de su dignidad que no obedece a la persona sino a la autoridad
apostólica inherente a su condición ministerial. Del latín episcopus; en griego
ἐπίσκοπος. (2) Es importante tener presente que la connotación ministerial que conocemos como el
triple ministerio ordenado se desarrolló bajo el modelo de la realeza, de esta
expresión viene la jerarquía convertida en servicio a la Iglesia bajo la figura
del ministerio ordenado.
TRIPLE
MINISTERIO ORDENADO: Agustín de Hipona en su definición sobre el
Ministerio Ordenado afirmaría entre su clero “El Orden Sacerdotal imprime carácter”… (3).
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El
termino Clero se empleó por vez primera en el medio evo para evocar los
privilegios de los señores feudales y como estos podían ser “copiados” por la
Iglesia. (4) El Obispo con jurisdicción ejerce su
autoridad en todos los territorios de su Diócesis, los Presbíteros o
Sacerdotes, ejercen el ministerio como
participación y explicitación del Diocesano que a su vez se erige como el
Oficial de la liturgia y administración sacramental y de los ritos contenidos
en los manuales de liturgia debidamente aprobados, en nuestro caso del Libro de
Oración Común, por las siglas (L.O.C). Y otros elementos al servicio de
nuestras acciones culticas. En el presente y ante la extensión universal de la
Iglesia el gobierno recae sobre los obispos (Comunión Anglicana) en cuanto a
las diócesis y otras divisiones político-administrativas de un territorio, que
no son del caso mencionar en cuanto a
que su estudio no hace parte de este muy
breve ensayo. Los modelos feudales desencadenaron una serie de jerarquización
de privilegios y gobierno que todavía y particularmente en el anglicanismo se
mantienen, nos referimos al Clero Alto,
compuesto por Arzobispos, Obispos, Abades, Priores, y posteriormente de índole
honorifico a discreción del Diocesano por múltiples razones los canónigos (solo
aplica para quienes son parte del clero), es importante destacar que este tipo
de nombramientos nobiliarios entraron en desuso en Iglesias como la católica
romana (5).
El
Diocesano como Oficial de la vida de la Diócesis vela celosamente por la
Doctrina, Tradición, Magisterio y en esta perspectiva por los Usos y Costumbres
de la Iglesia particular que pastorea. El Clero Mayor está conformado por aquellos eclesiásticos
que recibieron una o dos dimensiones del ministerio ordenado donde técnicamente
y para efectos de los ministerios como el diaconado y el presbiterado incluimos
a los abades, canónigos y demás clérigos no de carácter episcopal. Todas estas
distinciones persiguen el objetivo de afirmar que la autoridad recae sobre el
Obispo Diocesano, es decir, con jurisdicción sobre una Diócesis (6).
El
Diacono sirve al Diocesano y el sentido ministerial que recibe camina en
dicha dirección. El servicio en la Edad Media se efectuaba bajo los
dictámenes del Ordinario de Lugar, es decir, El Diacono, debe servir según las políticas pastorales
establecidas por el Diocesano. Lo anterior no lo exime de asistir a una
congregación y vivir en esta su diaconía. Para efectos de gobierno, solo los diáconos responsables de una
congregación (en ausencia de un Vicario) pueden gozar de privilegios eclesiásticos
como la remuneración económica, los demás viven su ministerio
coherentemente con su vocación de servicio cristiano (7).
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VISITAS
PASTORALES.
En nuestra reflexión
teológica y bajo la guía de una perspectiva desambiguada de su contenido sociológico,
las Visitas Pastorales del Diocesano en su Diócesis fue percibida
particularmente desde el siglo XV como una forma viva de Relación y Comunión,
explicando las connotaciones de estas dos posturas diremos en su orden:
A- Visitas como Relación: En
el presente de la vida diocesana y concretamente en República Dominicana
nuestra Diócesis requiere ser consolidada en los distintos escenarios donde
hacemos presencia. El Diocesano en pleno uso de su jurisdicción acude a animar
y promover desde su Catedra y Sentido Común, a las distintas comunidades a él
confiadas como supremo pastor de la vida diocesana. Esto trae implicancias bien
particulares como es sin duda su visión del hoy de la Iglesia y el encuentro
fraterno con sus clérigos y feligresía en general. La Relación de naturaleza
pastoral solo puede ser trabada en el escenario congregacional particular, es
decir, de cada congregación y su intríngulis. Si en una congregación hay
Diacono o Diáconos, estos, en su ejercicio ministerial por delegación se convierten en el “puente” que une las expectativas de una
asamblea con su Pastor, el Diocesano (no
es solo litúrgico o dominical el servicio de la diaconía), el Ordinario de
Lugar reconoce el trabajo y comparte sus expectativas con ellos y los
Presbíteros a cargo. El conocimiento de
las Visitas sin duda alguna permiten al Diocesano trazar políticas pastorales
acordes con las necesidades del lugar. De lo anterior se desprende que sus
Visitas son entre otras cosas de Supervisión,
y en esta dinámica relacional entran también las indagaciones sobre la “buena
marcha” de la congregación. Tanto los Presbíteros (Vicario) como el Diacono
deberán tener un informe sobre sus acciones pastorales de ser necesario según la
directriz del Diocesano. Conocemos que
los informes oficiales se rinden en otros momentos de la vida diocesana, pero
esto no impide socializar lo inherente a las pastorales congregacionales. La
Relación fruto de la Visita del Diocesano,
la Iglesia la entiende en la perspectiva de su crecimiento en vínculos
que superan lo nominal de las fechas establecidas y se adentran en la relación
necesaria para el fortalecimiento y vida de la congregación y su inserción en
la vida de la Diócesis. La congregación es la expresión local de la vida
diocesana por ende está y debe estarlo, íntimamente ligada a su pastor
principal. Los sacramentos y ritos que
el Diocesano preside en ella son parte de esas relaciones necesarias y del
mutuo conocimiento que se establece como indispensable en dicha relación pastoral. El carácter de
la Koinonia pone de relieve tal
relación y la vitalidad que procede de ella empapa los escenarios de la vida
congregacional. Superando los mandatos canónicos nos adentramos en una relación
de espiritualidad y paternidad espiritual del Diocesano hacia los feligreses y
sus clérigos. Los procesos de la
Sanación, Reconciliación y Evangelización deben ser vistos como parte de la
Relación entre el Diocesano y la congregación.
Sin la constatada paternidad del ordinario de Lugar no será posible
tales acciones afirmantes del Carisma de la Diócesis y su presencia en el mundo
(visto aquí en la perspectiva de la congregación con su entorno)…El Evangelio
necesita de las debidas condiciones para producir los frutos esperados. En esta
Relación de vitalidad pastoral, todos los bautizados entran necesariamente,
pero de forma particular los Líderes o Ministros Laicos Licenciados que
proyectan en la comunidad eclesial local la postura y visión del Diocesano. Esta postura se debe reforzar con la Formación
Continuada bajo la gravedad de una Institución Eclesial historica en posesión
de una Doctrina, Tradición, Magisterio,
Usos y Costumbres, y una dimensión canónica cuyo mensaje es articulado y
consecuente con la disciplina eclesial. El
modelo epistemológico de la Relación con el Diocesano en el plano de una
congregación se construye con la supervisión y Cátedra del Diocesano y sus
facultades para formar e instruir a sus feligreses en lo que hemos determinado
como función suprema del Ordinario de Lugar. Tal facultad es intrínseca a
su ministerio episcopal y no proveniente de consideración distinta a la asumida en el gobierno de la Diócesis. Es
importante conocer que en esta relación el Presbítero Rector o Vicario, ejerce
su ministerio en participación con el Diocesano, es decir, el Diocesano faculta
a estos para ministrar los sacramentos e instruir a la comunidad eclesial bajo
su cargo. Positivamente hablando el
ejercicio ministerial del Diacono y el Presbítero dependerán estrictamente del
Diocesano y las facultades tacitas que este otorga y que llegan por el acto
sacramental de la Ordenación y destinación para una misión en concreto. Ubicamos
los escritos Paulinos a distintas iglesias como función de suprema autoridad en
su gobierno e instrucción. En el presente las visitas proceden en la función
formativa y fraterna propia de una institución donde prima el Ser. El
ministerio facultado se convierte en
parte viva de la acción salvífica de la Iglesia en su Relación con el Dios
humanado, fija su mirada en Cristo como el único mediador entre el Padre Dios y
la humanidad (8).
“Porque
hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús,
hombre también” 1 Timoteo capítulo 2 versículo 5. (9).
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B- Visitas como Comunión: Es
parte de la dimensión de nuestra eclesiología. Las Visitas son signo vivo de
Comunión que se asume con cada uno de los bautizados que participan de la vida
y obra de la congregación. Las relaciones se extienden a un plano más que
formal, se muestran vivas en el encuentro del Diocesano con su clero y con los
feligreses, es decir, con los bautizados, confirmados y recibidos, todo ello en
un ambiente festivo propio de una
eclesiología que propende por la vida y su promoción. La Visita que genera un vínculo profundo de Comunión, se sostiene de
los principios mismos de gobierno eclesial y relación necesaria entre el
Diocesano y sus clérigos en determinada misión. La mistagogia de la liturgia
celebrada en Comunión invita a fortalecer los nexos de Comunión y poner de
manifiesto el poderoso componente eclesial que se desarrolla a partir de la
necesaria interacción entre los clérigos y sus distintas responsabilidades
asignadas intrínsecamente por el Diocesano. La Comunión reconoce que tanto el Obispo como los demás clérigos poseen
un carácter ministerial que solo se da en plenitud en el propio Cristo Sumo
Sacerdote de su Iglesia. La obra eclesiológica no podría estar completa sin
esa consideración, la Iglesia está presente donde Cristo lo está por tal razón
todo lo que se hace en la vida de la Iglesia es un signo vivo de Alabanza y
Adoración al Dios viviente. La razón de
ser del ministerio Episcopal está en Cristo y su suprema autoridad como
poseedor del pleno y totalizante sacerdocio. El Obispo Diocesano asume como
es conocido la triple función de su ministerio y ministerialidad a saber: Enseñar- Gobernar- Santificar, y no
solo lo hace desde su cátedra sino que se extiende en cada una de las misiones
y congregaciones de su Diócesis, su ministerio es propio en todo lugar donde
este se haga presente (en su jurisdicción) y lo pone de relieve en las
funciones enunciadas que son también signo de unidad en su vida ministerial. La
Ataraxia es un vínculo relacional muy
fuerte que se anima gracias a la (raíz
griega que traduce armonía) inclusión
del ser Diocesano en el ser eclesial establecido bajo su gobierno y pastoreo
(10). La Comunión no solo reposa en la
espiritualidad lo hace también en la enseñanza de la recta doctrina de la Madre
Iglesia de la que el Diocesano es su guardián y al resto de sus clérigos le ha
encomendado esta función de ser celosos defensores de nuestra identidad
doctrinal. No es propio de este principio tratar de cimentar relaciones de
unidad donde la identidad doctrinal está siendo asumida parcialmente o se
sospecha de su negativa o ausencia de praxis. La Comunión posee signos Identitativos y la doctrina es sin
duda uno de los más poderosos, la praxis cristiana bajo el signo de la Iglesia
es muy fuerte y nos asegura su presencia ininterrumpida en la Historia de la
Salvación. La dinámica eclesial que parte de una doctrina segura es
fundamentalmente historica, somos producto de la reflexión de la Fe en
escenarios tan variados como la filosofía y la naturaleza que rodea las operaciones de nuestro raciocinio.
Tal ejercicio no vive de Hipótesis como cualquier teoria ya que vamos más allá
y como la frase lo dice estamos en una postura Metafísica necesaria que brota
de la Comunión eclesial que se vive a nivel local entre el Diocesano, su clero,
y los feligreses bajo su pastoreo. El
Vicario no puede creer que su Visita es solo para confirmar o recibir
bautizados en el ámbito de la vida congregacional y diocesana, el clérigo debe
tener presente que la Visita del Ordinario de Lugar es la materialización de
los fundamentos de la Comunión eclesial bajo el signo de las funciones si las
hubiere de la liturgia (11). El pastoreo supera con creces el contenido de
cualquier función litúrgica, por esta
razón el Diocesano a cargo de una Diócesis se reunirá con la Junta
Congregacional, como un padre escucha a sus hijos en la Fe y presta su
sapiencia en la solución o exaltación de alguna determinada situación
congregacional. No obstante puede el Diocesano descargar en los Arcedianos o en
quien el considere oportuno la revisión de los Libros de Culto y registro de
sacramentos de la congregación según sean las costumbres de su Diócesis. La Visita Pastoral alimenta las relaciones
Ad-intra y Ad-extra de la Diócesis frente a sus congregaciones, es pues, una
fiesta eclesial importante para el Vicario, Diacono, la Junta de la Misión y en
general para los Episcopales del lugar. Todos
los miembros de la Misión o Congregación deben participar de la Visita del
Diocesano… Desde una perspectiva Ontológica podemos asegurar con certeza que
las funciones sacramentales que competen también el Orden son vitales en la
vida de la Iglesia y que su contenido no difiere por mucho que los Cánones lo
inviten a realizarlas. La disposición de una manifestación Ontológica en la
liturgia queda manifestada cuando el ser eclesial se consolida por acciones
vitales como la administración de los sacramentos y el recibimiento de nuevos
Episcopales. Es pues del Oficio del Diocesano las funciones de la liturgia como
Oficial (manus) de la misma. Los Cánones no generan oposición alguna a este
principio aunque las funciones del Obispo muchas veces sean para algunas
resumidas en la Visita Pastoral es mucho más su contenido y responsabilidad en
la vida de la Diócesis (12). El manus Pastoralae o Pastorale, del
latín que expresa tácitamente el Oficio
de Pastor, en una proporción mayor depende del Diocesano en virtud de su
anterior consagración episcopal. Desde el parangón evangélico vemos que el
referente para el Clérigo y el Diocesano (que también es clérigo) es Cristo como Sumo Sacerdote y Buen Pastor,
(13) es un testimonio atemporal que se
hace más fuerte en el vínculo de la Visita Pastoral como Comunión. El todo jurídico y canónico va de la mano
con el todo misionero de la vida del Diocesano y cada uno de los clérigos bajo
su gobierno diocesano. La
connotación de la misión toca la Comunión en la vida eclesial de una diócesis y
tal relación se explicita en el ser formativo del Pastor Diocesano, nuestras
diócesis en América Latina son misioneras no es factible pensar en una Iglesia
establecida cuando no somos mayoría. La
Comunión nos debe animar para querer compartir estos dones con quienes nos
rodean en el anuncio del Evangelio de Cristo Cabeza de la Madre de los
bautizados. La identidad fruto de la
misión se asemeja con el contenido universal del anuncio, la Comunión local es
expresión viva de dicho amor (14).
MISIÓN CONGREGACIONAL Y VISITA
PASTORAL DEL ORDINARIO DE LUGAR.
La
Evangelización es un proceso complejo y con variedad de elementos: renovación
de la humanidad, testimonio, anuncio. Explícito, adhesión del corazón,
incorporación en la comunidad, aceptación de los signos, iniciativas de
apostolado. Puede parecer que estos elementos son discrepantes y que hasta se
excluyen, pero en realidad se completan y se perfeccionan recíprocamente… (15).
|
La
obra y misión de la vida de una Diócesis se pone de relieve en el quehacer y
rutina de la congregación. La misión entendida como expectación y contacto con
el entorno tiene su epicentro en la misión o congregación. El Diocesano
fortalece tal postura de su Diócesis cuando anima este trabajo evangelizador y
lo enmarca en los objetivos de su pastoral. La naturaleza de su Visita toca
profundamente las políticas e iniciativas de la congregación en esta
materia de su obra y función. La misión que aborda la realidad
congregacional es en sí Kerigmatica porque su anuncio es el triunfo de Cristo,
porque su cometido es el conocimiento salvífico de su Señor bajo los signos
propios de su identidad congregacional que no son otros que los Identitativos
de la Diócesis. La responsabilidad del Diocesano frente a las visitas
congregacionales es perenne ya que estas articulan su política pastoral (16).
El
Anuncio es parte crucial de la Visita Pastoral puesto que en su esencia se
vivifica y ejemplariza a un Dios humanado vivo y activo en el ámbito de la
Iglesia, es pues una de las funciones vitales de la Visita del Diocesano, el
poder encarnar en su mensaje a la congregación el contenido explicito
Escrituristico sobre los misterios en la vida del Señor y poder traducirlos en
un lenguaje comprensible para cada uno de los feligreses. La Palabra de Dios
actualiza la misión y vida de toda congregación introduciendo en ella la
Esperanza para enfrentar su presente y futuro. La realidad de la congregación
nos exige el poder dar respuesta a los contenidos inquietantes de la reflexión
Escrituristica de los bautizados. La información aportada se constituye en el
cotidiano contenido de nuestra doctrina en materia de Sagradas Escrituras. La
Palabra revelada alimenta todos los momentos y funciones de la vida de una
congregación, esta afirmación es coherente con una Iglesia que privilegia el
estudio y meditación de la Biblia (19).
La
espiritualidad de nuestra Iglesia es también Escrituristica, lo que implica
que la Palabra del Dios viviente debe ser entronizada en el corazón de cada
feligrés Episcopal… (20).
|
Nuestra
Evangelización no será otra que el anuncio de Jesucristo Señor y Salvador
nuestro y tenemos también en ello un modelo de vida que asegura el Ethos
cristiano. Esta configuración la podemos encontrar en el Texto Sagrado de
Tradición.
15. Y les dijo: Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. 16. El que crea y sea bautizado, se
salvará; el que no crea, se condenará. (Marcos capítulo 16 versículos 15-16).
(21).
|
El
Anuncio se convierte en universal sin dejar de lado su componente
congregacional, es decir, en la congregación se universaliza el mandato de
Cristo a su Iglesia, por esta razón debemos estar unidos a la autoridad eclesial como signo de
coherencia en el anuncio. La condición clave radica precisamente en la esencia
de la misión eclesial que no es otra que la de facilitar estructuras visibles
para la Evangelización siendo la congregación una de ellas y la autoridad del
Ordinario de Lugar la supervisión de ese anuncio en los términos eclesiales
aceptados por esta comunión. La Visita
Pastoral es pues el anuncio de la Buena
Nueva al interior vital de toda congregación entendida como estructura visible
al servicio de Cristo y su Iglesia (22). También otros participan de este
anuncio, es aquí donde la labor pastoral del Vicario o Rector, los diáconos
asignados a esa misión y su Junta Congregacional se empoderan de su papel en la
Evangelización (23).
Todas
las estructuras congregacionales son parte activa del anuncio del Evangelio
de Cristo. No existe excepción alguna en esta función congregacional… (24).
|
La
vivencia de los ministerios laicales licenciados por el Diocesano son por
extensión la acción compartida de la
misión de la Iglesia en la congregación lo que implica que ellos estan no solo
en la liturgia dominical sino en los quehaceres de su familia de Fe o
congregación. La Iglesia Episcopal como Institución historica está unida a Cristo por medio de su ser extensivo eclesial
o Pleroma, no se trata solo de ministerios congregacionales sino de su
insinuación en el mandato universal de anunciar su nombre a la humanidad. Los referentes culturales y paradigmáticos
de los ministros laicos es la Iglesia de Cristo (25). En el accionar del
Ordinario de Lugar es clara su
importancia para la salud de la vida diocesana. Los anuncios de la misión involucran la
integralidad de las vivencias de la misión o congregación, y sus miembros no deberían argumentar su
antigüedad sino compromiso en el
anuncio, esto último, es atemporal. La misión encarna el interés de los
bautizados por anunciar a Cristo glorioso y Señor triunfador sobre la muerte y
el pecado, la misión debe vivir su ser profético anunciando el Evangelio y
denunciando las estructuras de pecado que tocan la vida de los bautizados y su
entorno somático. De lo anterior suponemos que el anuncio posee también la
vitalidad de la protesta ante el pecado y su influjo en los seudo-modelos
sociales y culturales que nos rodean. Protestamos viviendo de manera distinta
siendo testimonio de coherencia con el anuncio que no es nuestro sino un
mandato de Cristo a su Iglesia por medio de la vida de la Diócesis y la
supervisión del Diocesano (26).
BIBLIOGRAFIA/ ARTÍCULOS/ INSUMOS/ FUENTES.
1-
Nota del autor.
2-
Nota del autor.
3-
Nota del autor.
4-
Nota del autor.
5-
https://www.laguia2000.com/el-mundo/el-clero/ https://ec.aciprensa.com/wiki/Clero_secular/
https://ec.aciprensa.com/wiki/Presbiterio.
6-
Nota del autor.
7-
Nota del autor.
8-
Nota del autor.
9-
https://www.bibliacatolica.com.br › La
Biblia de Jerusalén › I Timoteo
10-
Nota del autor.
11-
Nota del autor
12-
Nota del autor.
13-
1 PAULUSVI, EN, 24b: lbid., p. 22. https://philpapers.org/rec/ANTLTE.
www.inculturacion.net/autores-invitados?download=161:anton-tarea-evangelizadora.
14-
Nota del autor.
16-
Nota del autor.
17-
Nota del autor.
18-
CIC cc. 396-398; Directorio Apostolorum
Sucesores (22-II-2004) n. 220-224; Caeremoniale Episcoporum (1985)
n. 1177-1184.
19-
Nota del autor.
20-
Nota del autor.
22-
Nota del autor.
23-
Nota del autor.
24-
Nota del autor.
25-
Nota del autor.
26-
Nota del autor.
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