SEXTO
DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA. Jeremías capítulo 17 versículos 5-10. Salmo 1. 1
Corintios capítulo 15 versículos 12-20. Lucas capítulo 6 versículos 17-26.
El
profeta Jeremías nos presenta la posibilidad de
reflexionar sobre dos caminos fundamentales en la existencia del ser humano y
los cuales son fruto en gran medida de un poco o profunda experiencia de Dios.
Quien escoge seguir a Cristo deberá tener muy presente que su opción es
radicalmente contraria a los valores argumentados en la segunda opción de vida.
Si estamos caminando en la perspectiva de nuestra Fe los valores serán determinantes al brotar estos del Evangelio y
su praxis… Por otro lado quien no sigue el camino de Dios sino del mundo y sus
propios estándares de “calidad” pues
tendrá una gran dificultad para ver más allá de sus propios intereses.
Es tremenda la cita de Jeremías en lo relacionado con una de estas dos opciones fundamentales.
Los valores del bautizado sin duda
alguna aterrizan en su vida y relaciones con el entorno. Una amalgama de situaciones alimentadas por la Gracia y desde esta óptica
en crecimiento definitivo. La maldición que argumenta el profeta se puede visualizar en el exceso de
confianza del ser humano en los postulados de esta realidad material y como
estos cambian incluso el sentido de la vida. Estamos pues ante dos alternativas
y una sola elección, seguimos a Cristo y hacemos de su Palabra alimento
integral de nuestro ser social, cultural, político, económico y religioso,
entre otros.
Confiar en el Señor da la
posibilidad segura de caminar en la dirección correcta y cuya praxis es totalmente
gratificante para el bautizado. La bendición precisamente radica en el
seguimiento de Dios, no hay una sola promesa que Dios no lleve a feliz término
en el bautizado y en su entorno. Nos debemos convertir en luz del mundo para
quienes entran en contacto con nosotros y brindar lo que el mundo no entrega
porque simplemente no lo posee, esto es, paz, amor, respeto, esperanza y todo
aquello que edifica y libera, que sana y fortalece.
El
Salmo 1 se encamina en
la misma dirección citada por el profeta Jeremías, mostrándonos la necesidad de
conducirnos bajo la guía de Dios y hacer nuestra elección según su misericordia
y amor. No perdamos de vista que estamos ante parte del prólogo del Salterio y
su Sentido Común es muy claro
afirmar la futura presencia mesiánica en su pueblo. Para los judíos era una
clara alusión al Día de Yahveh, pero
en el contexto de nuestro cristianismo es una posibilidad de juicio en
cualquier momento de nuestras vidas o simplemente el asumir las posibles
consecuencias de nuestras acciones. La
justicia de Dios es en Cristo la suma de todas sus perfecciones. Aquí el impío
puede ser tanto el pagano como aquel que abandona su Fe para entregarse a prácticas
de vida no tan sanas. Hablando claro el
corrupto de nuestro tiempo se puede
considerar un impío.
Pablo, en su mensaje a la iglesia de Corinto, les
reafirma con total claridad que la centralidad de nuestra Fe se encuentra inserta
en la certeza de la Resurrección de Cristo, de lo contrario, no tendría ninguna razón de ser si se tratara de un mito o la afirmación de su no
resurrección. El punto focal de esta cuestión doctrinal es la certeza de la
Resurrección del Señor. Sobre este postulado vital descansa toda nuestra Fe y
doctrina eclesial, así es vista por Pablo estas afirmaciones que hoy citamos en
la liturgia de la Palabra.
La vida nueva tiene su objeto
afirmante en el triunfo de Cristo. Este triunfo se manifiesta en la totalidad
de la persona humana y la creación. Pablo
ve con absoluta claridad el panorama de la Fe de sus hermanos judíos pero
también asume la necesidad de una Fe como expresión renovada en la Persona de
Cristo. La coherencia en la forma de
vivir del bautizado debe coincidir felizmente con su profesión de Fe y la edificación
de un Ethos fundamental movido en sus estructuras por la Gracia. El falso
testimonio radica en el desmentir estas verdades viviendo como lo hace el resto
del mundo y quien así obra está negando implícitamente la verdad universal y esencial
de la Resurrección del Señor, esos que obran así están testimoniando el triunfo
de la muerte y no de la vida.
La centralidad
de nuestra Fe está definida precisamente por la Resurrección de Cristo.
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La
propuesta Lucana de las Bienaventuranzas, se convierten en una exigencia de vida que se
afirma en Cristo y como acción amorosa tendrá su recompensa, esto último es
todo un plan de vida para los creyentes y no simplemente una exposición ideal
de comportamiento cristiano. Las virtudes del bautizado son indispensables para
la consecución de su ideal de vida consagrada a Dios, Lucas nos está mostrando un camino distinto
al ofrecido a los judíos y a sus vecinos. Un camino ideal que tiene en Cristo a
su fundamento y modelo a imitar…
Loas distintos momentos
en la vida del Señor pudieron servir de inspiración para los Sinópticos y el
Texto que llamamos Bienaventuranzas. Una muestra de la profundidad de las
enseñanzas y vivencias de Jesús con sus discípulos. Los argumentos y castigos
aquí señalados son vitales en el modelo de cristianismo que la Iglesia debe
enseñar y vivir, estamos insertos en un mundo cuya realidad relacional no posee
mucha noción de los valores evangélicos y el testimonio de los creyentes. Un
mundo contaminado por seudo- ideales de vida y contenidos superficiales que
quitan la paz a todos. Ser creyente
implica escuchar y poner por obra cuánto las Bienaventuranzas nos desean decir en el
camino de nuestra existencia.
Las maldiciones que
siguen a las Bienaventuranzas son en esta perspectiva su némesis y por si solas
argumentan signos contrarios al Evangelio de Cristo. Mirar bajo la “lupa”
cristiana el mundo y sus relaciones es determinante para sanearlo y de paso fertilizarlo con la presencia de la Gracia que es el verdadero
artífice de estos conceptos vitales en la vida del bautizado. Sin la Gracia de
Cristo es imposible vivir esta realidad trascendente. Nuestra misión no solo está
en reclutar creyentes sino en testimoniar desde nuestra realidad vivida el
valor implícito de la Gracia en la afirmación de nuestra propia Fe.
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