martes, 20 de mayo de 2025

PENTECOSTÉS ANGLICANO.

 

PENTECOSTÉS ANGLICANO.

 

RECURSO PARA UNA CATEQUESIS.

 

Nuestro Pentecostés anglicano es la reflexión permanente y el discernimiento del Espíritu Santo en nosotros como Institución eclesial. Es la presencia de la gracia que redirecciona nuestro ser eclesial, y que objetiva nuestra esencia misionera. Nuestras congregaciones son en síntesis, receptáculos vivos de los dones y frutos del pentecostés.

 

Resumen.

 

Las escenas descritas en el texto de Hechos de los Apóstoles nos permiten ver de manera elocuente la forma vital como la Iglesia primitiva interpreta e ilustra esta realidad de fe. Si bien el fenómeno es recreado idiomáticamente según su época, la realidad que busca apuntalar es perceptible por todos nosotros aun en nuestra época. La cuestión que determina su impacto en las comunidades arcaicas es sin duda el hecho de la misión que es absolutamente consecuente con el fenómeno. Las cacofonías que son descritas en distintas lenguas suponen como bien sabemos en una expresión de la universalidad del acontecimiento que hoy en el vientre anglicano se enriquece también en las distintas latitudes e idiomas donde nuestra Comunión hace presencia. Es pues, un fenómeno cuya razón de ser la Iglesia la expresa en su naturaleza misionera y evangelizadora, no tiene sentido creer que se trata solo de una celebración puntual, es todo lo opuesto, es el inicio de una economía salvífica de la mano con el ministerio eclesial. Según lo expresado, Pentecostés es actual en cada una de nuestras congregaciones como parte de un todo misionero. Las implicancias de tal acontecimiento las relatamos cada domingo en la celebración de Cristo resucitado, recordemos hermanos, que la Resurrección es un acontecimiento de connotaciones ontológicas de la presencia vivificadora del Espíritu de Dios. Es la celebración de la esencia misma de la revelación en categorías supra trascendentales. Pentecostés, nos anima en la búsqueda de nuestro ideal ministerial porque en su fenomenología se contempla activa la ministerialidad de la Iglesia. La naturaleza redimida es llamada a vivir con amor esta manifestación misericordiosa de Dios en su Espíritu…

 

ENTRONQUE EN LA CELEBRACIÓN DE PENTECOSTÉS.

 

La dinámica de nuestro Pentecostés no se separa del Pentecostés descrito por Hechos de los Apóstoles, la universalidad se acopla a la particularidad en las congregaciones donde la relación apostólica se conserva tanto en su liturgia como en su doctrina, la unidad identitativa supervive a los tiempos. Aquí los tiempos se determinan por el grado de madurez de las iglesias históricas que conservan la integridad de la cosmovisión de esta celebración. La historicidad se expresa en términos cuyo idioma es común a estas, la tradición eclesial es clara y no depende de las emociones de los bautizados sino de su relación plena con la Iglesia donde viven con amor y expectativa esta realidad espiritual y ministerial que se explicita en cada uno de los bautizados. Hoy como hace 2000 años Pentecostés es vivo y actual y su énfasis transforma una condición propicia para un paradigma nuevo donde el Espíritu Santo asume una nueva dimensión salvífica a partir de la Resurrección del Señor. Es pues, determinante comprender que en Pentecostés se asume y pone de relieve una concepción cercana de la gracia en cabeza de Dios Espíritu Santo, visto desde aquí, la Resurrección es el inicio de la salvación en términos eclesiales como tal.

Pentecostés aglutina la obra redentora del Señor, lo hace en la perspectiva de la gracia y el como proceder a su influjo. Los nuevos y definitivos eones son marcados por la gracia que en Pentecostés fenomenológicamente es derramada sobre los futuros y actuales creyentes, todos en persona de Cristo resucitado.

 

PENTECOSTÉS EN DINÁMICA PASTORAL.

 

Las iglesias que, en unidad de su ser institucional, litúrgico, doctrinal, cultural, entre otros, celebran Pentecostés poseen en este rito un recurso pastoral invaluable para acompañar y motivar la eclesialidad en los hábitos y costumbres de los bautizados, este aspecto es relevante porque busca acelerar los procesos de evangelización y reevangelización, los mismos que se constituyeron en la esencia operativa de la Iglesia en sus congregaciones y demás estamentos unidos a su ser. Pentecostés, como inicio salvífico institucional tiene todo que compartir y transmitir, tiene la posibilidad siempre actual de ser instrumentalizada en la gracia y sus operaciones en los bautizados y futuros creyentes. Nuestro Pentecostés es la reflexión permanente y el discernimiento del Espíritu Santo en nosotros como Institución eclesial. Nuestros distintos ministerios laicales y congregacionales son explicitación activa de Pentecostés universal en la particularidad de nuestra misión. Mujeres, niños, hombres, la Naturaleza, son los ejes antropizados en los que se manifiesta Pentecostés congregacional, el fruto de nuestras reflexiones en el ámbito de la obra congregacional se puede señalar y delimitar en la praxis de los sacramentos y los ritos sacramentales. Somos desde esta perspectiva agentes activos del perenne Pentecostés. Nuestras congregaciones son en síntesis receptáculos vivos de los dones y frutos del pentecostés.

 

PENTECOSTÉS REVELADOR DE LA VIDA TRINITARIA.

 

En la teoría trinitaria psicológica de Agustín de Hipona, el Espíritu es concebido por analogía con el amor de la voluntad. Ahora bien, el amor puede considerarse, bajo diversos aspectos, o bien como anterior, o bien como posterior al conocimiento. Es anterior en cuanto que es como el motor del dinamismo que impulsa al acto del conocimiento, uniendo la memoria al pensamiento y haciendo pasar de la una al otro. Es posterior en cuanto que su objeto ha de ser iluminado por la luz de la inteligencia. Esta ambigua postura del amor se refleja en una controversia del siglo XIII: Un maestro parisino enseña que el Espíritu, como lazo de unión entre el Padre y el Hijo, sólo procede del Padre y es lógicamente anterior al Hijo: es como intermediario en la generación del Hijo por el Padre, y por eso le asigna el segundo lugar en el orden de origen. Los teólogos de París en aquella ocasión no hicieron más que reafirmar el Filioque, diciendo que "incluso como vínculo de amor, el Espíritu procede de los dos”. Pasando a Tomás de Aquino, la cuestión se expresa de la manera siguiente: cuando se dice que en Dios el Espíritu es amor, ¿de qué amor se trata? ¿De la amistad entre Padre e Hijo, como pensaba Agustín, o bien del amor con que Dios ama su propia bondad, como pensaba Anselmo? Fray Dondaine, Antoine (1898-1987 clérigo Dominico) que ha estudiado la cuestión, dice que en sus primeras obras Tomás piensa más bien en el amor mutuo de amistad entre Padre e Hijo: pero que en sus obras de madurez supone que el Espíritu es Dios en cuanto amado, lo cual presupone a Dios en cuanto conocido y expresado por su Verbo. Esta última concepción acentúa el hecho de que el Espíritu es tercera persona procedente de las otras dos, pero señala el paso de una concepción trinitaria más personalista -amor mutuo- a otra más ontológica -amor de sí- … El término amistad que emplea Agustín lo usa para manifestar el grado de perfección en las relaciones de la persona humana, es inexacto aplicarlo a las Personas Divinas. No hablamos de un estado emocional sino de su esencia divina.

El amor descrito en la Trinidad de Dios, no es otra cosa que la conciencia de ser plena y totalmente amor y disponer libremente de esta realidad. El poseer esencialmente solo es atributo de Dios Trinidad y como tal puede ser Uno y Trino como expresión de esa única y total posesión de si mismo. La definición ontológica al respecto, es la aseveración de la voluntad de Dios expresada en categorías cognoscibles por la humanidad. Cristo mismo, no abandonó la Cruz porque estaba y está en absoluta posesión del amor, si este amor dependiera de la condición estrictamente humana de su naturaleza humana, muy seguramente lo habría pensado más de una vez. Aquí es fácil ver como la predeterminación del ser amable por antonomasia toma control de la realidad expresada por la condición de su juicio misericordioso hacia la humanidad. El Hiponense en su postura ontológica nos deja ver como Dios en su Espíritu informa la plenitud de su amor, aquí entra la expresión de Tomás de Aquino “  Dios no puede dar otra cosa que Dios mismo” en clara referencia al Espíritu Santo o en la formula Agustiniana, de “Entrambos procedente” El dar en plenitud solo es posible en Dios y para Dios, ya que en referencia a nosotros nuestra propia imperfección es un obstáculo llevado a nivel de esencia, esta condición hace inviable hablar de plenitud en la condición humana, por lo anterior, la gracia aparece como rescatando la humanidad de su propia imperfección. Retornemos al texto de Hechos de los Apóstoles: En la Biblia de Jerusalén, el capítulo 2 de Hechos describe el acontecimiento de Pentecostés de la siguiente manera:

"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino del cielo un estruendo, como de un viento violento, que llenó toda la casa donde estaban sentados. Y se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu les concedía hablar. Estaban en Jerusalén algunos judíos piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo. Al oírse aquel estruendo, se reunió la multitud, y quedó confundida porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban asombrados y muy perplejos, y decían: «¿Acaso todos estos que hablan no son galileos? Pues, ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra propia lengua? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea y Capadocia, Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y Libia, Cirene, peregrinos romanos; judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos hablar en nuestras propias lenguas de las grandes cosas de Dios”. Y se maravillaban y no sabían qué decir."

En el contexto descrito por el relato de Hechos, encontramos una relación histórica entre las celebraciones judía y cristina, esta relación es fruto de la necesidad de tomar un referente que exprese en categorías históricas la celebración cristina. Las primicias como su nombre lo indica, es lo primero cosechado y destinado, es lo mejor de la cosecha.

La Fiesta de las Cosechas y Pentecostés son dos celebraciones relacionadas, aunque no idénticas. Para los judíos, Shavuot (la Fiesta de las Cosechas) es una festividad agrícola que conmemora la entrega de la Ley en el Monte Sinaí y la cosecha de las primicias. Para los cristianos, Pentecostés conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, cumpliendo la promesa de Jesús y marcando el nacimiento de la Iglesia. Este nacimiento obedece a la recopilación de las tradiciones en las que el cristianismo hace3 el necesario ensamble dialectico para presentarse como una opción sin abandonar el contexto judío propio de los apóstoles y el propio Jesús. Los eventos descritos más allá de cualquier consideración estructuran una respuesta de fe que empieza a generarse desde la percepción misma de la resurrección del Señor. Es una vivencia interpretativa de la realidad absolutamente nueva en la Iglesia primitiva. La Santísima Trinidad y para usar una figura que puede sonar profana, diríamos que es un símil o procesión de las personas divinas fuera de su Ser Trinidad. Aquí no asemos referencia a las relaciones trinitarias sino a nuestra percepción Ad-extra de este fenómeno de Pentecostés.

Éxodo 23:16-20» La fiesta de la cosecha la celebrarás cuando recojas las primicias de tus siembras.» La fiesta de recolección de fin de año la celebrarás cuando recojas tus cosechas.» Tres veces al año todo varón se presentará ante mí, su Señor y Dios.» No mezcles con levadura la sangre del sacrificio que me ofrezcas.» No guardes para la mañana siguiente la grasa que me ofreces en las fiestas.» Llevarás a la casa del Señor tu Dios lo mejor de tus primicias.» No cocerás ningún cabrito en la leche de su madre. Señor» Date cuenta, Israel, que yo envío mi ángel delante de ti para que te proteja en el camino y te lleve al lugar que te he preparado.

 

El Pentecostés Judío (Shavuot)

  • Es una fiesta de la cosecha que se celebra cincuenta días después de la Pascua judía. 
  • También se conoce como la Fiesta de las Semanas o la Fiesta de las Primicias. 
  • En la antigüedad, los judíos peregrinaban a Jerusalén para celebrar esta festividad, llevando ofrendas de trigo y sacrificios de animales. 
  • Conmemora la entrega de la Ley a Moisés en el Monte Sinaí y la alianza de Dios con su pueblo. 
  • Se celebra con la lectura de la Torá, el estudio de las Escrituras y la oración. 
  • Tradicionalmente se come comida láctea, especialmente quesos y productos lácteos. 
  • En 2025, Shavuot comienza al atardecer del domingo 1 de junio y termina al atardecer del martes 3 de junio. En Israel, Shavuot se celebra solo durante un día, el 6 de Siván (2 de junio de 2025). 

 

viernes, 9 de mayo de 2025

SACRAMENTOS Y RITOS SACRAMENTALES, DIALOGO SALVIFICO.

 

SACRAMENTOS Y RITOS SACRAMENTALES, DIALOGO SALVIFICO.

 

·         Nuestro punto de partida.

Bautizar es bueno, pero mejor bautizar bajo las disposiciones de la Autoridad de la Diocesis” esta fórmula aplica a todas las celebraciones de nuestros distintos ministerios. Es pues, importante que el clérigo lo tenga presente y actúe en persona de aquel que le envió pero que le sujetó a la Iglesia.

 

 

La Escolástica resalta de manera superlativa la necesidad de la conversión como argumento vital en la celebración sacramental, esta postura es propia de grandes teólogos como Buenaventura y Tomás de Aquino, también agregamos a la lista  al propio Anselmo, que como ninguno de los anteriores deja a la razón en libertad para navegar por las aguas de la reflexión e interrogación como si fuera plausible una “teoría del conocimiento” en orden a la Eucaristía, el Bautismo y nuestros ritos sacramentales. En nuestro contexto litúrgico y doctrinal, los “Ritos Sacramentales” ocupan un lugar tan importante como los mismos sacramentos y poseen una connotación tal que anima la vida del bautizado en los distintos estadios por donde este transita. el teólogo anglicano Erick Lionel Mascall (1905-1993) concluyó como inevitable e importantísimo la conversión para la recepción de la Eucaristía, y con ella los demás ritos sacramentales, que en su impronta son y serán parte de la vitalidad interior de los creyentes. Por tal razón el “indiferentismo” puede hacer perder esta relevancia en la praxis mistagógica de los ritos y su influencia como “Medios de Gracia”.

La vida de gracia fruto de los medios que nosotros empleamos requieren de la necesaria madurez para afrontar la realidad de una existencia mudable con experiencias de todo tipo, pero con una única necesidad de construir la vida y la felicidad en términos aceptables por todos. La madurez humana, debe pues, en sintonía, buscar hacer de la vida una comunión de ideas, expresiones y construcciones, donde la espiritualidad es alimentada convenientemente y los sacramentos y ritos sacramentales son un elemento indiscutido de aportación a esa edificación.

La conversión es parte de nuestra obra misionera y fruto vivo de nuestra propia ministerialidad, no se trata solo de llevar bienestar sino de construir conversión con las celebraciones de nuestros distintos ministerios. Sanar es importante para la persona y sus afectos, pero el espíritu no puede ser descuidado bajo el sofisma del bienestar material y como este lo proyectamos al mundo. La oración del clérigo debe ser proporcional a los alimentos y su ingesta, poca oración y mucho confort no genera conversión alguna. Mas que motivadores somos pastores integrales al servicio del pueblo de Dios. La fuerza de nuestra disciplina da frutos valiosos en la vida de la misión de la Iglesia.

Bautizar, confirmar, ungir, son parte activa de este dialogo de salvación conferido a la Iglesia y su institucionalidad. El clérigo debe por demás, atender las disposiciones de la Iglesia a la hora de ministrar a sus hermanos en la fe. La noción que tenemos de la universalidad del ministerio ordenado es proporcional a la libertad personal pero misteriosamente no puede ser sobrepasado por esta. Los Medios de Gracia en nuestras manos no son nuestros, la Madre de los bautizados los depositó en nuestra ministerialidad, pero bajo su disciplina y orden y disposiciones litúrgicas. El Sacramento y el Rito Sacramental pierde el valor trascendente e intrínseco de ser comunión eclesial, cuando actuamos por nuestra cuenta bajo parámetros personales y no institucionales. “Bautizar es bueno, pero mejor bautizar bajo las disposiciones de la Autoridad de la Diocesis” esta formula aplica a todas las celebraciones de nuestros distintos ministerios. Es pues, importante que el clérigo lo tenga presente y actúe en persona de aquel que le envió pero que le sujetó a la Iglesia.

·         Documentos Históricos (L.O.C)

XXIII. Del ministerio a la congregación. No es lícito a hombre alguno tomar sobre sí el oficio de la predicación pública o de la administración de los sacramentos a la congregación, sin ser antes legítimamente llamado y enviado a ejecutarlo; y debemos considerar legalmente llamados y enviados a los que son escogidos y llamados a esta obra por los hombres que tienen autoridad pública, concedida en la congregación, para llamar y enviar ministros a la viña del Señor.

 

Nuestro presente posee su propio afán y la razón es clara, una discurso supra-modernista sin raíces y débil ante la interioridad. Un discurso que supera cualquier consideración trascendente por ser parte de una expresión material tan fuerte que convierte todo en “metarrelatos” superados por la realidad y su interacción con la realidad personal, es decir, una verdad personal en medio de otras muchas verdades. La Iglesia Anglicana en el mundo, como expresión de fe en el Único Trascendente y Viviente, debe pues, argumentar el valor y legitimidad de sus ritos y celebraciones culticas, evitando ser parte de un todo artificial agotado e incapaz de dar autentica felicidad al ser humano. Aquí en cuanto a nuestra dialéctica, no olvidar nunca que las celebraciones no pueden ser ritos teatrales que dependan de la imaginación del celebrante sino expresión liturga de la Iglesia y su liturgia. El amor, la salud, la paz, el bienestar en general, si bien son universales lingüísticos significantes, no pueden ser abordados por una teología natural que pretende hacer de la Iglesia una depositaria automática de bienestar y confort, es pues, necesario reconocer el intrínseco mensaje eclesial y su valor en el mundo y fortaleza, como es el anuncio del Dios Vivo y Trascendente, nunca lejos de nosotros, pero si, por sobre cualquier otra consideración.

El cuidado pastoral nos debe llevar a establecer una praxis sacramental y ritual, donde la salvación sea la razón de ser para no convertirnos en agentes antropizados de la realidad del mundo. De una realidad que solo busca bienestar a todo nivel y poco o nada espíritu de sacrificio y seguimiento del Maestro. (Mc 8:34) nos muestra la dignidad de seguir a Cristo en el mundo sin ser comida de este, sin ser comensalía de los sentidos y valores mudables. El cristianismo nos propone un Dios Vivo y actuante, pero es también una paradoja que, en su ser absolutamente trascendente, literalmente quepamos nosotros y toda nuestra condición mudable.

La vida sacramental es también vista como un “ciclo vital” donde y con la gracia para madurar las distintas opciones y etapas de la vida de los bautizados. La “mesa abierta” no discrimina la opción de libertad de aquellos que, no obstante, optan por una praxis abierta sin sujeción a la autoridad de la Iglesia, “cosecha donde no siembra” (Mt 25:24). La siembra como proceso inevitable se reviste de alegría cuando llega el tiempo de la cosecha. Es pues, una exhortación a la vitalidad del creer y el vivir en un mismo escenario de la existencia humana.

MISTAGOGIA DE LOS RITOS.

XXV. De los sacramentos. Los sacramentos instituidos por Cristo no solamente son señales o pruebas de la profesión de los cristianos, sino más bien son testimonios ciertos y signos eficaces de la gracia y la buena voluntad de Dios hacia nosotros, por los cuales él obra invisiblemente en nosotros, y no sólo aviva sino también fortalece y confirma nuestra fe en él. Dos son los sacramentos ordenados por nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio, a saber, el Bautismo y la Cena del Señor. Aquellos cinco, comúnmente llamados sacramentos, es decir, la Confirmación, la Penitencia, las Ordenes el Matrimonio y la Extrema Unción, no deben contarse como sacramentos del Evangelio, habiendo emanado en parte de una imitación corrompida de los apóstoles, y en parte son estados de vida permitidos en las Escrituras, pero no tienen igual naturaleza de sacramentos como la tienen el Bautismo y la Cena del Señor, porque carecen de algún signo visible o ceremonia ordenada por Dios. Los sacramentos no fueron instituidos por Cristo para ser contemplados o llevados en procesión, sino para que hagamos debido uso de ellos; y sólo en aquéllos que los reciben dignamente producen un efecto u operación saludable, pero los que indignamente los reciben compran condenación para sí mismos, como dice San Pablo.

 

Es de sentido común o sindéresis, suponer con absoluta claridad y lógica, que nuestras celebraciones son significantes, el orden del rito es el medio por el cual se exterioriza su contenido de fe. Es la relación vital entre lo que vemos y no vemos. Este ultimo concepto emana de la naturaleza de las celebraciones y el alcance de nuestro estatuto creyente. La inmanencia de la gracia se expresa en términos y modelos que conocemos en el ámbito de la Iglesia. En un contexto histórico y en referencia a la “Reforma Continental” emprendida inicialmente por Martín Lutero (1483-1546) no desconoce la existencia de los 7 sacramentos, pero ya en el ámbito de la “Reforma Insular” de la Iglesia de Inglaterra es posible ver en algunos discursos la existencia de estos mismos sacramentos, pero con la evolución de las distintas posturas teológicas en medio de esta reforma (periodo isabelino) acudimos al Articulo XXV de nuestros Documentos Históricos (L.O.C pág. 766) la discusión queda zanjada en orden a la aceptación de los ritos que comúnmente definimos como Ritos Sacramentales.  El argumento que posiciona esta afirmación lo encontramos en este artículo.

Para nosotros el papel de la Tradición es determinante para asumir que la praxis de estos ritos es de suma importancia para la “santificación vital” de la vida y obra de los bautizados. Aquí la “Historia de  Salvación” confluye en una analogía necesaria, por medio de la cual nuestra postura es dialécticamente correcta a la hora de ver con claridad como el accionar litúrgico de nuestra Iglesia contempla su confección y posterior recepción por parte de los creyentes. La “Massa populi” se corresponde a cada incorporado a la Comunión Anglicana, esta incorporación se adelanta por medio del Santo Bautismo, la Confirmación y la Recepción Canónica. El dinamismo de nuestra experiencia de Dios es clara y determinante, nosotros como ministros ordenados administramos estos ritos, pero siempre bajo la norma de la disciplina eclesial, precisamente para evitar el indiferentismo en la praxis litúrgica y como Medios de Gracia y desde luego en el enclave de los Usos y Costumbres de la Iglesia. La coherencia es articulo incontestable por el clero y sin este valor no hay confección plena de estos ritos. Recordemos aquí cual es la intencionalidad de nuestras celebraciones y confecciones de los ritos como tal y en cuanto tal.

·         Para tener presente en esta reflexión.

La Iglesia Católica Romana reconoce siete sacramentos, incluyendo el Bautismo, la Eucaristía y los otros cinco ritos sacramentales. Pedro Lombardo (c. 1095-1160) identificó estos siete ritos como sacramentos de la Iglesia. Esta postura fue confirmada por el Concilio de Florencia (1439) y el Concilio de Trento (1545-1563). La Iglesia Ortodoxa también acepta siete sacramentos. Martín Lutero (1483-1546) estaba dispuesto a identificar la Reconciliación del Penitente como un sacramento, además del Bautismo y la Eucaristía. En 1521, Enrique VIII recibió el título de "Defensor de la Fe" del Papa León X en reconocimiento a su tratado Assertio Septem Sacramentorum (Afirmación de los Siete Sacramentos),

 

 

La mistagogia en expresión de ver lo que no estamos viendo de nuestras celebraciones, debe tener en cuenta que lo que creemos esta en la praxis sacramental y los ritos que nosotros celebramos. No es factible establecer una doctrina o en consecuencia la doctrina histórica contenida en los primeros concilios (teólogos Carolinos) en esta afirmación incluimos la postura tradicional de Richard Hooker (1554-1600) como padre de nuestra teología emanada de una consideración bien compleja de la tradición escolástica.  Las operaciones de la gracia sin limite alguno dejan bien formulados nuestros ritos sacramentales y acude precisamente a la estética del rito y su dignidad para no desdibujar su importancia. Las formalidades litúrgicas no son de libre albedrio por parte del ministro ordenado sino es una obligación conceptual y procedimental a la hora de celebrar nuestros ritos sacros.

XX. De la autoridad de la Iglesia. La Iglesia tiene poder para decretar ritos o ceremonias, y autoridad en las controversias de fe. Sin embargo, no es lícito que la Iglesia ordene cosa alguna contraria a la Palabra Divina escrita, ni puede exponer una parte de las Escrituras de modo que contradiga a otra. Por ello, aunque la Iglesia sea testigo y custodio de los Libros Sagrados, así como no debe decretar nada en contra de ellos, así tampoco debe obligar a creer cosa alguna que no se halle en ellos como requisito para la salvación.

 

 

Cibergrafía.

El Libro de Oración Común

 

The Episcopal Churchhttps://www.episcopalchurch.org › 2019/11 › ellib...

 

 

Rvdo. Pbro. Diego Sabogal.

Dean Catedral San Pablo.

Breves sobre ritos.

PENTECOSTÉS ANGLICANO.

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