QUINTO DOMINGO
DESPUÉS DE EPIFANÍA. Isaías capítulo 6 versículos 1-8 (9-13) Salmo 138. 1
Corintios capítulo 15 versículos 1-11. Lucas capítulo 5 versículos 1-11.
Muy seguramente el
profeta está en el año 740 a. C, y describe una visión pavorosa llena de temor
por la Gloria de Dios que este creyente presencia. La evolución doctrinal y
cultural dará nombre a estos seres que conocemos como Serafines, la finalidad
de este tipo de relatos abiertamente pasa por afincar la similitud de Adoración
y Alabanza que se debe tributar al Dios revelado y de paso establecer una
relación esencial entre la liturgia del pueblo o terrena y la celestial, para
nosotros como creyentes es definitivamente vital reconocer el valor de nuestra
liturgia y participar de ella cada domingo,
aquí Isaías, observa una manifestación de Dios en su Poder y Gloria y se
atreve a describirla hasta donde su intelecto lo permite. Recordemos que estas
figuras están ligadas a las que son descritas en el Éxodo y que hacen
referencia al Arca de la Alianza, estos seres los encontramos descritos en el
Libro del profeta Ezequiel. La Santidad de Dios es uno de los temas más
relevantes en el mensaje Isainiano. En nuestra praxis de Fe si hablamos de la
Santidad de Dios estamos obligados como bautizados a vivir apartados de toda
acción contraria a su Voluntad, la injusticia es por ende contraria a la
Voluntad del Dios revelado. Isaías reflexiona intuitivamente sobre el Culto
ofrecido a Yahveh y lo hace pensando en la posibilidad de contemplar su manifestación
y esto último le produce estupor, dado el grado elevadísimo que este hombre de
Fe le da a la Santidad de Dios. Isaías como los bautizados hoy, se constituye
en mensajero de la Palabra Divina.
Isaías nos invita a sumir con absoluta madurez y seriedad la necesidad
de la conversión para dar cabida integra a la Palabra de Dios.
El Señor nos está
llamando y desea enviarnos al mundo, resuenan las palabras de Isaías ante el
llamado: Heme aquí, envíame a mí. Las brasas que tocan su boca provienen del
Altar y era usado para consumir el incienso y lo sacrificado a Dios, es un
paralelo con la liturgia judía. El fuego es signo de la Palabra de Dios… El
fuego purifica a los bautizados, es el fuego uno de los dones que el Espíritu
derrama sobre el bautizado cuando este le busca con sincero corazón. Estas
visiones Isainianas son un aliciente para los creyentes y sobre todo para
nosotros, no es la oración una expresión de radical individualidad o un pasaje
para “manipular” la sacralidad de las Personas Divinas en nuestras vidas. Nuestras formas y expresiones de oración y
espiritualidad deben perentoriamente guardar el respeto y Adoración radical a
las Divinas Personas y no instrumentalizar su presencia en nosotros como parte
de un rito. Isaías en particular en este
pasaje de su Libro nos lo hace saber, el envío Divino está matizado por asombro,
reverencia, y santo temor.
El Salmo 138, es un himno
de acción de gracias, solo quien ama tendrá siempre razones de peso para estar
agradecido y dar gracias. El amor aparece como el motor de toda alabanza y
acción de gracias, del justo reconocimiento del amor de Dios obrando en
nosotros. Todos absolutamente todos den gracias a Dios, todo el mundo de los
creyentes no puede ni podemos pasar un solo día sin agradecer a Dios su
infinita bondad y misericordia. Los versículos finales (7 y 8) parecen darnos
con claridad la intencionalidad de este Salmo y su impacto en la vida de un creyente
cuando este se pone en manos de Dios al inicio de su jornada… Para comprender
mejor el contenido de este pasaje de Pablo a los Corintios que nos propone la
liturgia de la Palabra para este domingo, tengamos presente, algunos de los
cristianos en Corinto no creían en la Resurrección por su origen griego, otros
la asumían desde la madurez de su pensamiento religioso que inicia en el
judaísmo. La fórmula Kerigmatica que
emplea el Apóstol parte de la primicia pascual de la Muerte y Resurrección del
Señor y se instala como doctrina gracias al contenido de su Fe. Aquí encontramos una formula tipo germen de
los sucesivos credos acuñados por los Santos PP. de la Iglesia en los concilios
que se generaron en la Iglesia hasta la fórmula del credo
“Nicenocosntantinopolitano” de nuestra liturgia.
Pablo insiste en la
formación de sus hermanos en la Fe y el valor de esta fórmula de profesión de
Fe es vital en la construcción inmediata y futura de la doctrina de la Madre
Iglesia. Los demás señalamientos son parte de tradiciones solo conocidas por
sus apuntes como los contenidos en el versículo (6), sin duda a textos y
testimonios perdidos. Pablo es Apóstol por mandato y escogencia de Cristo y de
la misma manera por el santo Bautismo fuimos escogidos y hechos discípulos de
Cristo. El Bautismo es el iniciador de
nuestro discipulado. Un discipulado vivo y dinámico del que cada creyente se hace
responsable compartiendo su tiempo generosamente con la Iglesia en su vida
congregacional. Pablo está seguro de su responsabilidad como discípulo de
Cristo madurando su opción por el Señor. Es un ejemplo vivo de lo que implica
seguir a Cristo y vivir sus enseñanzas (Evangelio) en el ámbito eclesial.
Lucas en su evangelio,
nos muestra una construcción maravillosa del relato del llamamiento vocacional
de los cuatro primeros discípulos del Señor. Jesús se inserta en la realidad de
ellos y hace de su cotidianidad un recurso para comunicar eficientemente su
Palabra. Pedro intuitivamente o sin darse cuenta expresa una primicia
fundamental de nuestros ministerios y es su origen y por quien los realizamos,
miremos sus palabras: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos
pescado nada; pero, en tu Palabra, echaré las redes” (versículo 5). Reconoce así que su vida y compromiso es
fruto del amor de Dios y no una simple elección personal. En el nombre y obra
de Cristo la Iglesia sale a anunciar su Evangelio y los bautizados desde la
realidad que viven hacen de cada acción un verdadero ejercicio evangelizador. La
actitud de Pedro fue recompensada al punto de ser premiados con una gran pesca
o abundancia. La “mano” de Dios es generosa con quienes desean verdaderamente
seguir su mensaje y hacer de su Palabra alimento de sus relaciones y
cotidianidad. Lucas describe con lujo de detalles estas primeras
manifestaciones del Señor y la respuesta de quienes Él llama. La santidad no es
un don exclusivo de alguien en particular, es la perenne invitación de Dios a
cada uno de nosotros. Pescadores de hombres, gente que deja todo, y ese todo
debemos entenderlo como renuncia a todo aquello que nos puede apartar del amor
de Dios. Se produce un cambio de conciencia y mentalidad para enfrentar la vida
y su intríngulis. Es el llamado a todos los bautizados a ser distintos porque
nuestro Dios lo es.
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