QUINTO DOMINGO
DESPUÉS DE EPIFANÍA. Año B. Isaías capítulo 40 versículos 21-31. Salmo 147. 1
Corintios capítulo 9 versículos 16-23. Marcos capítulo 1 versículos 29-39.
El Segundo Isaías realiza
un acto de Fe fundamentado en la propia experiencia del creyente y del pueblo
de Israel aquí personificado (antropizado).
El pueblo en el destierro debe confrontar todos los acontecimientos de
su vida para encontrar en ellos la presencia viva de Dios y su actualidad, es a
la vez una declaración de Misericordia por parte del Señor. Todo es sostenido
por Dios y en esa categoría desde luego entra el creyente que ve en la vida una
oportunidad para conocer y sobre todo amar el plan de Dios sobre si y para sí. Isaías hace una declaración de la Omnipotencia
Divina, emplea figuras que interrogan la psique y memoria colectiva sobre los
ciclos vitales de las personas, su entorno y la concepción o cosmovisión que
estos tienen sobre la realidad nacional. La atemporalidad de Dios es tema
Isainiano por antonomasia y lo asocia a las manifestaciones esperadas por el
pueblo judío. Los desterrados en Babilonia son asaltados por la duda y llegan a
cuestionar si Dios se olvidó o no de ellos, miremos el versículo (27) “Por qué
dices Jacob y hablas Israel, oculto está mi camino para Yahveh y a Dios se le
pasa mi derecho” la capacidad de cuestionamiento es el primer paso para aflorar
en la auténtica conversión al encontrar tanto las causas de lo que están
viviendo como la posible solución. Dios no olvida a los suyos, pero espera la
absoluta libertad de nuestros corazones para permitirle la entrada a la Gracia.
El profeta reconoce esta necesidad por lo que interactúa con la conciencia
colectiva buscando que la reflexión sea abarcante de toda la situación en
perspectiva. Es el Dios en su Majestad una impronta de la declaración de Fe de
los desterrados y un principio de esperanza segura.
Isaías llama a Dios
Santo, es un título que se abroga para Dios por lo que lo saca de las facetas
tanto del pueblo como de la cultura babilónica, es decir, que el atributo de la
santidad de Dios no depende de nadie sino de Dios mismo y no necesita ser
reconocido por Babilonia para serlo, es aquí un valor agregado a la identidad
de los desterrados que siguen al único Dios llamado posteriormente el Santo de
Israel (o Yahveh Sebaot) …
El Salmo 147, es una bella alusión a Dios como el Creador, el libertador y el amigo de quienes más necesitan en la sociedad judía. Ese reconocimiento llena de alegría a los creyentes que entonan canticos para celebrar al Santo de Israel, al Dios amoroso y rico en misericordia. Es el Dios que como lo dice versículo (2) que cuida y repara las fuerzas de los deportados y como el “buen Samaritano” “cura y venda sus heridas”. Los santos PP. De la Iglesia ven en este Salmo y especialmente a Jerusalén aquí citada como la triunfante, en la simbología del pueblo de Dios que es la Iglesia gloriosa en su presencia. Es la Palabra de Dios la que llega a los rincones y confines y hace que todos los creyentes al escucharla, conocerla y meditarla salten de felicidad por este anuncio de vida. Es imposible suponer que el bautizado vive una relación con Dios en su plenitud si desconoce su Palabra. La Palabra de Dios nos llena de felicidad y paulatinamente nos revela su contenido maravillando nuestras vidas.
El Apóstol Pablo en la
primera carta a los Corintios, en su
cosmovisión de la urgencia y mandato del Evangelio en la vida de la Iglesia y
por ende en la experiencia de Fe de cada
uno de sus hijos los bautizados, ve con absoluta claridad que la unión entre el
Evangelio y el creyente es de índole INDISOLUBLE CASI COMO UNA HIPOSTASIS, es tal la fuerza del
Evangelio que se convierte en requisito para los bautizados de anunciarlo tanto
de palabra como llevando una existencia acorde a sus enseñanzas.
La única autoridad que se
desprende del mensaje es la de su autor y en este caso nos referimos
estrictamente a Jesús cuyas palabras cobran vida y siempre actualidad. La
Iglesia Episcopal es una Iglesia de PALABRA y no simplemente de
proclamación ya que, para Pablo, el bautizado debe encarnar la Palabra y
convertirse en su transmisor (en su voz). Como olvidar que se afirmó alguna vez que
somos la catolicidad que más lee, medita y proclama la Palabra de Dios, tomemos
esta afirmación como una constante de nuestro ser y su identidad con el mensaje
revelado y cuya perfecta expresión es la “Palabra hecha carne” de nuestro Señor
y Salvador Jesucristo. Nuestra forma de vida y actuar debe ser bajo los
lineamientos de la Palabra revelada, no vivamos como lo hace el mundo que solo
se deja guiar por la palabra humana y sus intereses.
El Evangelio de Marcos
para este domingo nos propone, en sus escenas tempranas un frenesí del Señor
atendiendo y sanando a cuantos le eran presentados, y dicha actividad de su
ministerio público no estará exenta del Silencio Mesiánico que abarca incluso a
la presencia de sus discípulos que fincaran una relación de profunda
espiritualidad a partir de la bondad del Señor en su llamado y escogencia. En
cuanto a este silencio característico en la visión Marcana, es bueno comprender
que el escenario no era el más apropiado para revelar la identidad de Jesús si
tenemos en cuenta que el Mesías que ellos (pueblo) esperaban era de índole
militar y sobre todo nacionalista, nada que ver con la propuesta salvífica del
Señor.
No olvidemos hermanos que
el ideal de Jesús no se compagina con la violencia de ningún tipo y su
presencia abiertamente en el pueblo podría haber desencadenado conflicto con
las autoridades judías y la potencia invasora. La construcción eclesial de
Marcos pasa por esta compañía permanente de los discípulos con el Señor, no es
simplemente estar presente es vivir y crecer en su interioridad y
espiritualidad que sin duda será importante para el ministerio de la Iglesia
primitiva que los Apóstoles encabezaran. El tiempo de Dios es vivo y dinámico
por esta razón Jesús en las escenas Marcanas no se detiene y enmarca todo en su
ministerio y la razón de ser de este. Lo
importante para nosotros es no perder de vista que nuestra misión debe encajar
en el plan de Dios y de su Iglesia. El versículo (38) “… pues para eso he
salido” los PP. de la Iglesia lo atribuyen en dos vías una puede ser la
inmediatez de sus ocupaciones y la otra en clara referencia a su salida del
Padre Dios y retorno, en palabras de Orígenes sería: “El Verbo nunca abandonó
al Padre, siempre permaneció en un eterno retorno” La tradición anglicana
acepta ambas variantes del Texto Marcano.
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