CRISTOLOGÍA PRACTICA PARA
DESARROLLAR UNA MISIÓN FUERA DE LA CONGREGACIÓN. C.E.T. SEMINARIO PROVINCIAL.
RECURSO PARA
INICIAR UNA REFELXIÓN TRINITARIA.
RECURSO CATEQUÉTICO.
Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso, pero no de
cerca: de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel. Aplasta
las sienes de Moab, el cráneo de todos los hijos de Set. Números capítulo 24
versículo 17 (Texto preexílico).
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La centralidad de nuestra
Fe y todas sus manifestaciones están configuradas en la Persona de Jesucristo
el Hijo de Dios, conocer su acontecer y presencia en la historia es importante
para nuestro crecimiento en la fundamentación de una noción teológica
funcional (1) que se desarrolla a partir de los presupuestos aceptados
y dimensionados por esta Iglesia. Una secuencia doctrinal que se inicia en el reconocimiento
profético del A.T y la misma tradición del pueblo de Israel. El advenimiento de
la era mesiánica y su inclusión en la actividad humana nos permite descubrir al
Dios Humanado que nos habla empleando la misma comprensión
lingüística que poseemos y por medio de la cual construimos nuestras distintas
estructuras conceptuales. Tal síntesis es llamada por la Iglesia Catequesis
o Instrucción (2). Aquí el
estatuto de nuestra Fe cristiana se centra en tres momentos espiritualizados de
la vida del Redentor y que conocemos por esencia: Pasión, Muerte, y
Resurrección, pasando a un cuarto momento dialéctico-práctico que conocemos como Pentecostés (3). La universalidad de estos
fenómenos salvíficos nos invita a ser propagadores de su “Buena Nueva”
convirtiendo a cada bautizado en un misionero por antonomasia y bajo la guía
del Señor que nos llamó a ser sus discípulos. Antes fue Abraham con su opción
de vida y seguimiento radical, al ser llamado de la tierra caldea, Moisés a ser
líder y guía de un pueblo, eones después a Samuel en su templo, a Isaías su voz
mesiánica, hace 2000 años a un hombre alado, un león, un buey, y un águila, a
un apóstol para la gentilidad, hoy a ti y a mí y con nosotros a todos los
bautizados, somos y ellos lo fueron, parte de la potencia y figura de la
Iglesia de Cristo en el pasado y hoy en el presente salvífico.
Los Textos del A.T construyen
imágenes en potencia de una futura interpretación salvífica como acto de Fe de
la Iglesia primitiva y el trabajo de los Santos PP. de la Iglesia. Nos
encontramos ante la necesidad de seguirle la pista a Jesús en los Textos de los
profetas cuando la conciencia sobre el Dios revelado llegó a su culmen con
diálogos personales y dirigidos particularmente tanto a personas como a toda
una nación y más tarde al orbe. La vocación de la revelación cristiana
tiene su auténtico epicentro en el Salvador de la obra de su Padre Dios (4). Cristo
en el contenido histórico se convierten una imagen en potencia de la revelación
y su perfección.
IMÁGEN DEL SEÑOR
EN EL A.T.
“2.
Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e
inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de
Yahveh” (Isaías capítulo 11 versículo 2).
www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/isaias/11 (5).
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El sacerdote ungido. La palabra Mesías
(aparece 38 veces en el A.T). aparece por primera vez en la Biblia en
los textos sacerdotales del Levítico (4,3.5.16; 6,15). En ellos se
llama Músiah al sacerdote del A. T., sin la significación que tendrá después el
Mesías., sobre todo en el aspecto escatológico, excepto en su
responsabilidad ante el pueblo y ante Dios y su oficio de ofrecer los
sacrificios, lo que se realizará efectivamente en Jesús Mesías-Sacerdote.
Quizá, en estos textos del Levítico se alude a Éxodo capítulo 30 versículo 30:
Con él (el óleo) ungirás a Aarón y a sus hijos y los santificarás, para que me
sirvan como sacerdotes; pero no parece que tengan relación, ya que el Targum de
Onqelos, tal vez para no identificar el sacerdote con el Mesías.,
no ha puesto en este pasaje la palabra ungido; sí, en cambio, el
Targum Jonatán cuando se aplica al rey.
El rey ungido. Hay una serie de
pasajes en los que se aplica al rey de Israel el término Mesías.,
ejemplo. (ateniéndonos a los textos más claros) 1 Samuel capítulo 16 versículo
6, donde se llama a David ungido, incluso antes de la unción que se
describe en los ver. 12 y 13; es una unción similar a la de los sacerdotes, en 1
Samuel capítulo 24 versículo 7-11. David no quiere herir a Saúl porque (éste) es
el ungido de Yahveh; David perdona por segunda vez la vida a Saúl por ser el
ungido de Yahveh (1 Samuel capítulo 26 versículo 9 y 11.16.23), y da muerte al
amalecita que ha matado a Saúl, puesto que nadie debe poner sus manos sobre el
ungido del Señor (2 Samuel capítulo 1
versículo 14 y 16); Abisaí pide que muera Semeí por haber maldecido a David, el
ungido (2 Samuel capítulo 19
versículo 22); éste, en su cántico de acción de gracias a Yahveh, dice: Él
(Yahveh) da grandes victorias a su rey, y muestra su gracia a su ungido, a
David y a su descendencia para siempre (2 Samuel capítulo 22 versículo 51). A partir de Saúl y David
se aplica con frecuencia el título a los reyes de Israel sobre todo de la
dinastía de David (cfr. Lamentaciones capítulo 4 versículo 20). Todos los
reyes de Judá y probablemente los de Israel fueron ungidos. En un texto (Isaías
capítulo 45 versículo 1) se da el título a Ciro, que ocupa el puesto que
ocupaban los reyes preexílicos en la liberación del pueblo.
En
el análisis de los contextos encontramos algunos datos diferenciadores del
título aplicado a los sacerdotes y a los reyes: Tomó Samuel el cuerno del
aceite y le ungió en medio de sus hermanos y se apoderó de David el espíritu de
Yahveh desde aquel día (1 Samuel capítulo 16 versiculo 13); el espíritu del Señor es
una característica del Mesías, esta gracia mira a la descendencia de David para
siempre (2 Samuel capítulo 22
versículo 51) el rey ungido es el protector y salvador del pueblo: El
aire de nuestro aliento, el ungido de Yahweh, quedó preso en las fosas; aquel
de quien decíamos: a su sombra viviremos en medio de las gentes (Lamentaciones
capítulo 4 versículo 20), se dice de Sedecías (6).
El pueblo mesías.
En algunos textos el pueblo de Israel es llamado ungido.
Evidentemente no se trata de una unción con óleo de cada una de las personas
del pueblo, tal como se hacía con los reyes y sacerdotes. Son textos tardíos.
Cuando se escriben, el rey en quien estaban depositadas las esperanzas de
salvación no existe en Israel. Hay una Fe en que la salvación está en el pueblo
de Israel y ante el fracaso de los reyes empíricos, que no han sido fieles a
Yahweh, es probable que se haya dado el título al pueblo. Sales a salvar a tu
pueblo, a salvar a tu ungido (Habacuc capítulo 3 versículo 13); por las leyes
del paralelismo hebreo, el segundo hemistiquio (mitad o
fragmento de un verso que se mide en métrica como si fuese un verso entero y va
separada de la otra mitad por una pausa en la entonación o cesura). dice lo
mismo que el primero con distintas palabras.
1 crónicas capítulo 16 versículo 22
parece que el término m. se aplica a los profetas: No toquéis a mis ungidos, no
hagáis mal a mis profetas. Por las leyes del paralelismo son idénticos
los ungidos y los profetas. En Genesis capítulo 20 versículo 7 se da a Abraham
el de profeta. El de ungidos es más extraño; eventualmente se unge a un
profeta, pero los ungidos son propiamente los sacerdotes y los reyes; quizá la
conexión venga por el título de jefe que se da a Abraham (Genesis capítulo 23
versículo 6); en sentido lato se llama a todo el pueblo sacerdote (Éxodo
capítulo 19 versículo 6). Los textos en que se aplica a los sacerdotes el
título de ungidos son posteriores a aquellos en que se aplica a los reyes,
quizá la unción real se transfirió al sumo sacerdote, jefe del pueblo después
de la desaparición de la monarquía, y de éste se extendió a todos los
sacerdotes. Una primera síntesis nos permite ver las cualidades y la misión del
M. en los textos analizados: oficio del sacerdote ungido es ofrecer el
sacrificio expiatorio por los pecados, tanto por los propios (Levítico
capítulo 4 versículo 3) como por los de la asamblea del pueblo (Levítico
capítulo 4 versículo 14 y 16) o de alguno en particular (Levítico
capítulo 4 versículo 27 ss.), y hacer la oblación de la ofrenda a Yahveh (Levítico
capítulo 6 versículo 15).
La unción consagra
a los sacerdotes para el servicio de Dios (cfr. Éxodo
capítulo 30 versículo 22 y ss).; En
un contexto más amplio, la misión del sacerdote, además de ofrecer el
sacrificio, es: 1° pronunciar el oráculo cuando se va al Templo a
consultar a Yahveh (Deuteronomio capítulo 33 versículos 8-10; 1 Samuel capítulo 23 versículos 9 ss.; 30,7 ss.; 14,41-42); 2°
enseñar la Ley (Deuteronomio capítulo 33 versículo 10); y 3°
las reglas de conducta práctica (Levítico capítulo 10 versículos 10-11). Mientras hay rey, él es
el ungido, en él están depositadas las esperanzas. Hay incluso textos
posteriores a la monarquía que siguen esperando la salvación a través del rey,
y otros que relatan hechos anteriores a la monarquía, que asumen la carga del
rey mesías. Al rey ungido le viene el poder de Dios que desbarata a sus
adversarios (1 Samuel capítulo 2
versículo 10); desde la unción que es un rito religioso el Espíritu
de Yahveh reposa en el rey (1 Sam 16,13; cfr. 10,10; 2 Samuel
capítulo 23 versículos 1-2), que
participa de la santidad de Dios y por eso es inviolable (1 Samuel capítulo 24, versículos 7,11; 26,9.11; 2 Samuel
capítulo 1 versículo 14 y ss.); Dios
le da las victorias, tiene misericordia de él y de su descendencia eternamente
(2 Samuel capítulo 22 versículo 51,
donde se indica la perpetuidad de la dinastía davídica), es Hijo de Dios.
Los Salmos en que se encuentra el término M., aplicado al rey, abundan en las
mismas ideas que los libros históricos: Dios le da grandes victorias y tiene
misericordia de él (cfr. refiriéndose a David y a su descendencia por
siempre, Salmos 18,51; 20,7; 28,8). El Salmo 89 recoge estos aspectos
sobre el rey ungido, especialmente el dominio universal y la adopción divina
(7).
Los signos sacerdotales
fueron aplicados históricamente a Cristo y la manera como los profetas lo
describen sin duda alguna nos permite pensar en una elección que superando el
rito se convierte en una realidad mudable de la condición que aflora con la
Encarnación del Hijo de Dios. El A.T es figura de la revelación
Cristocéntrica y su comienzo en la psique de los judíos. Un comienzo
dinámicamente manifestado en la doctrina que se construyó a partir de la misma
revelación profética de las escuelas de Israel (8). Un ejercicio que combinó
sabiamente las expectativas del pueblo con los medios por los cuales tales
expectativas fueron plantadas en la imaginación de los judíos hasta convertirse
en un discurso de una expresión contundentemente metafísica comunicativa y por
ende doctrinal desde Isaías hasta Juan.
Los distintos títulos mesiánicos encontraron eco en sus afirmaciones
llenas de esperanza (9):
*** Todas las citas
bíblicas son seguidas de la Edición Biblia de Jerusalén.
EN EL PRE CRISTIANISMO.
Goel
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Resto
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Buen Pastor
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Germen
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48. después de haberse vendido le quedará el derecho
al rescate: uno de sus hermanos podrá rescatarlo. 49. Lo rescatará su tío
paterno, o el hijo de su tío, o algún otro pariente cercano suyo dentro de su
familia, o, si alcanzan sus recursos, él mismo podrá rescatarse. 50. Contará
con su comprador los años desde el de la venta hasta el año jubilar; y el
precio se calculará en proporción de los años, valorando sus días de trabajo
como los de un jornalero.
(levítico capítulo 25 versículos 48-50).
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20. Aquel día no volverán ya el resto de Israel y
los bien librados de la casa de Jacob a apoyarse en el que los hiere, sino
que se apoyarán con firmeza en Yahveh. 21.Un resto volverá, el resto de
Jacob, al Dios poderoso.
(Isaías capítulo 10 versículos 20-21).
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1. Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse
las ovejas de mis pastos! - oráculo de Yahveh -. 2. Pues así dice Yahveh, el
Dios de Israel, tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo: Vosotros
habéis dispersado las ovejas mías, las empujasteis y no las atendisteis.
Mirad que voy a pasaros revista por vuestras malas obras - oráculo de Yahveh
-. 3. Yo recogeré el Resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las empujé,
las haré tornar a sus estancias, criarán y se multiplicarán."
(Jeremías capítulo 23 versículos 1-3).
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2. Aquel Dia el germen de Yahveh será magnifico y
glorioso, y el fruto de la tierra será prez y ornato, de los bien librados de
Israel.
(Isaías capítulo 4 versículo 2).
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Hijo del Hombre
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Mesías
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Hijo de David.
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13. Yo seguía contemplando en las visiones de la
noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se
dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. 14. A él se le dio
imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será
destruido jamás.
(Daniel capítulo 7 versículos 13-14).
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13. Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en
medio de sus hermanos. Y a partir de entonces, vino sobre David el espíritu
de Yahveh. Samuel se levantó y se fue a Ramá.
(1 Samuel capítulo 13 versículo 13).
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1. Del maestro de coro. Salmo. De David. 2.Yahveh,
en tu fuerza se regocija el rey; ¡oh, y cómo le colma tu salvación de júbilo!
3. Tú le has otorgado el deseo de su corazón, no has rechazado el anhelo de
sus labios. 4. Pues le precedes de venturosas bendiciones, has puesto en su
cabeza corona de oro fino; 5. vida te pidió y se la otorgaste, largo curso de
días para siempre jamás. 6. Gran gloria le da tu salvación, le circundas de
esplendor y majestad; 7. bendiciones haces de él por siempre, le llenas de
alegría delante de tu rostro. 8. Sí, en Yahveh confía el rey, y por gracia
del Altísimo no ha de vacilar. 9. Tu mano alcanzará a todos tus enemigos, tu
diestra llegará a los que te odian; 10. harás de ellos como un horno de
fuego, el día de tu rostro; Yahveh los tragará en su cólera, y el fuego los
devorará; 11. harás perecer su fruto de la tierra, y su semilla de entre los
hijos de Adán. 12. Aunque ellos intenten daño contra ti, aunque tramen un
plan, nada podrán. 13. Que tú les harás volver la espalda, ajustarás tu arco
contra ellos. 14. ¡Levántate, Yahveh, con tu poder, y cantaremos, salmodiaremos
a tu poderío! (Salmo 21).
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Los Salmos
17-21-25, son fiel muestra de la literatura extra
cristiana, ellos reflejan el sentir de las tradiciones invocadas por los
rabinos incluso antes del advenimiento mesiánico, la expresión “Te
esperamos Hijo de David” nos habla de una condición ya estimada de la
espera del Mesías y como la figura de David fue tomada como modelo, el llamarse
Hijo de David corresponde más a una tradición en cuanto a los atributos del
futuro liberador de Israel que a su naturaleza o filiación como Hijo de Dios. La
fórmula judía puede sonar carente de significación en cuanto al Salvador si
vemos en su expresión una añoranza de la futura restauración de un reino (norte
y sur) esto último no implica la Redención tal y como aconteció con la
obra de Dios. El paralelismo es básicamente una aproximación al reinado
anterior de David y la posibilidad de restaurar fuerzas similares en la psique
de la nación judía. Pues los salmos que hemos citado son únicos en su estilo y
contenido literario. El anhelo crece conforme se manifiestan las
expresiones proféticas del pueblo hebreo. El
uso que se encuentra en la tradición sinóptica refleja con toda probabilidad
una mentalidad todavía precristiana, que veía en este título una vinculación
con la realeza del Mesías y el establecimiento de su reino. Estamos, pues, en
plena comprensión de un mesianismo político real. Esto hace comprender las
reservas que pueden percibirse en la actitud de Jesús ante este título. El
Logión más expresivo en donde aparece es (Mateo capítulo 22 versículos 41-46).
La elaboración histórica no deja fuera las expresiones, pero si nos habla
claramente sobre la conciencia de quienes lo expresaron, estamos recreando un
medio judío con una doctrina precristiana y de allí que los recién convertidos
al cristianismo las emplearan. (10).
ARGUMENTO
ENCRIPTADO.
Los Rabinos
consideraban que la palabra aramea Nehora, ‘luz,’ era uno de los nombres
secretos del Mesías, porque leemos en la parte aramea del libro de Daniel que,
“El conoce lo que está en tinieblas, y con Él mora la luz” (capítulo 2
versículo 22). Además, con el apoyo de las profecías de (Isaías capítulo 42
versículo 6 y capitulo 60 versículo 1–3), el Mesías es visto como la “luz de
los gentiles.” ¿No anunció Jesús que Él mismo era la “luz del mundo,” y que “el
que me sigue no andará en tinieblas”? El Midrash entiende las palabras de
Daniel capítulo 2 en sentido Mesiánico: “Y con él mora Nehora.” Este es el
Mesías Rey, pues escrito está: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz”
(Isaías capítulo 60 versículo 1). (11) La evolución
conceptual hasta la descripción efectiva del mesianismo y como este reflejan la identidad de un Mesías de características trabajadas ya de antaño en la
mente de los judíos marcó por así decirlo, un tiempo particularmente
esperanzador para el pueblo pero que luego con el correr de los siglos se
convirtió en una necesidad esencial
para la sociedad hebrea. La luz es la némesis de la oscuridad y todo
aquello iluminado se asemeja a la manera como Dios guiaba al pueblo en el desierto,
por medio de una gran llamarada: "21.
Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el
camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen
marchar de día y de noche. 22. No se apartó del pueblo ni la columna de nube
por el día, ni la columna de fuego por la noche." (Éxodo capítulo 13
versículos 21-22). La simbología llegará hasta el Texto Joanico en cuanto a
la relevancia de la luz y su orden frente al caos que procede de la falta de
estética de la Gracia como es la oscuridad. El Mesías es anunciado como luz-esperanza
para el pueblo. De esta forma queda en firme la necesidad de un orden distinto
a las vivencias de Israel durante el tránsito en el desierto, los jueces y la
introducción del culto a deidades cananeas y fenicias (Baal) y la
actividad de las escuelas proféticas, un mesianismo que no podía nacer de un
renuevo contaminado por el pecado del pueblo sino de una opción abiertamente
monoteísta como la conocemos hoy, desde luego, con los distintos estadios de
evolución y madurez en la Fe. La luz y la esperanza se articulan y
complementan en la nueva elaboración del Ethos de Israel y me refiero
concretamente al Mesías. La tradición se fundamenta en la praxis de una
revelación que llegará a su culmen con el Dios entre y con nosotros prefigurado
por el profeta Isaías cuya presencia es más universal que las grandes figuras
proféticas como lo fueron entre otros, Elías.
"14. Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que
una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Emmanuel." (Isaías capítulo 7 versículo 14). Si bien en la cultura
judía y en el oriente en general la virginidad era y es un requisito para
contraer matrimonio no es menos cierto y seguro que la sublimación del estado
de aquella niña anunciada marcará la pauta para una concepción de
pureza mayor que la ritual y con ella la exaltación de su estado o gravidez. Un
mesianismo enclavado en la condición sociocultural de un pueblo que asumió
muchos contenidos culturales de sus vecinos como era de esperarse. Aquí el
concepto de virginidad es otro, ya que supone un estado de interioridad
completamente nuevo a cuantos conceptos de esta condición se tenían por estima
en el pueblo. Aquella realidad es de índole espiritual y adorna la opción
de los creyentes en el Dios revelado. En potencia la figura del Señor
se construye desde las concepciones culturales del pueblo y el crecimiento en
su vida espiritual, la misma que supera la connotación creíble de una identidad
forjada a partir de la interpretación de la revelación de Dios Humanado (12).
EL RENUEVO DE
ISRAEL.
Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de
sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de
sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de
ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh. No juzgará
por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los
débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al
hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al
malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus
flancos. Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el
cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los
conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león,
como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del
áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie
hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará
llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar. Aquel día la
raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la
buscarán, y su morada será gloriosa (Isaías capítulo 11 versículos 1 y ss).
***
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PRINCIPE DE PAZ.
Princeps Pacis o
príncipe de Paz es una visión de la futura escatología
que reclama un estado de cosas y situaciones totalmente distintas en la
concepción del creyente. La Paz anunciada no está en manos o siquiera
posibilidad de ser lograda por las estructuras sociales humanas ya que su
imperfección genera una violencia tal que doblegan miles de personas en leyes y
decretos injustos. Este reinado de la Paz es fruto de la absoluta configuración
con el Dios creador y guía de su pueblo, así lo comparte con nosotros Isaías (capítulo
9 versículo 6). No es un estado idílico como en los relatos del Paraíso
sino la puesta en práctica de una perfecta Teonomia en la vida del bautizado,
es decir, Dios delante de su vida y asuntos. Los anhelos israelitas son
constantes sobre la Paz ya que se convirtió en su época en un requisito vital
para prosperar, podemos afirmar que las cosas no han cambiado mucho en el
presente, pero el encuentro vital de su propia experiencia de Fe sí. Isaías
está pensando en un cuadro distinto ya que reclama la vivencia interior de una
Paz de índole universal y fraterna (13).
EN EL
CRISTIANISMO. REFERENCIA DEL N.T.
La tradición de Israel es
clara en orden a la figura del “Cordero de Dios o Pascual” que
reproduce el sentir y la visión cultural de un pueblo que se relaciona
profundamente con el ganado ovejuno y esta relación involucra un sector grande
de su población en tiempo de Jesús. Es también la contraparte o némesis de una
figura antagónica como lo es el Toro o becerro imagen de la deidad Baal, esta
deidad originaria del antiguo Canaán y Fenicia. La práctica de la
adoración de Baal se infiltró en la vida religiosa judía durante la
época de los jueces (Jueces capítulo 3 versículo 7), se expandió en
Israel durante el reinado de Acab (1 Reyes capítulo 16 versículos
31-33) y también afectó a Judá (2 Crónicas capítulo 28 versículos
1-2). Según la mitología Cananea, Baal era el hijo de El, el dios principal
y Asera, la diosa del mar. Baal era considerado el más poderoso de todos los
dioses en el antiguo Oriente. Esta semblanza nos muestra el impacto cultural
que en la región causó tanto la deidad como su representación, un toro similar
a un miura (torturados en la fiesta taurina) pero en la concepción
de mansedumbre, amor por la paz y la fraternidad,
el Cordero sustituye del imaginario judío a esta imagen de fuerza y
rudeza, de allí que el Cordero como signo de reconciliación estuviera manso y
dispuesto a ser sacrificado. En el ámbito cultural la economía dependía en gran
medida del ganado ovejuno al que hace referencia el Cordero como
economía y posteriormente como signo de espiritualidad mesiánica
en Juan y antes en Isaías. Bajo este concepto la sique
judía estaba marcada positivamente por la imagen de este animalito y su
importancia en la vida cotidiana del pueblo, la carne y la leche fundamentales
tanto en la alimentación como en la vida religiosa del pueblo necesitaba
del Cordero (14).
Dijo Yahveh a Moisés y Aarón en el país de Egipto: Este mes será
para vosotros el comienzo de los meses; será el primero de los meses del año.
Hablad a toda la comunidad de Israel y decid: El día diez de este mes tomará
cada uno para sí una res de ganado menor por familia, una res de ganado menor
por casa. Y si la familia fuese demasiado reducida para una res de ganado
menor, traerá al vecino más cercano a su casa, según el número de personas y
conforme a lo que cada cual pueda comer. El animal será sin defecto, macho,
de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los cabritos. Lo guardaréis
hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los
israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán la sangre y untarán las
dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman. En aquella misma noche
comerán la carne. La comerán asada al fuego, con ázimos y con hierbas
amargas. Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado, con su cabeza, sus
patas y sus entrañas. Y no dejaréis nada de él para la mañana; lo que sobre
al amanecer lo quemaréis. Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras cinturas,
calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; y lo comeréis de prisa.
Es Pascua de Yahveh. Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a
todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los
ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, Yahveh. La
sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre
pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora
cuando yo hiera el país de Egipto. Este será un día memorable para vosotros,
y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en generación.
Decretaréis que sea fiesta para siempre (Éxodo capítulo 12 versículos 1-14).***
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Las instrucciones para la
celebración de la Pascua y el consumo del animal sacrificado hacen parte
fundamental del rito de tránsito o camino que en este caso concreto implica el
desplazar una condición para ser asumida por otra. Nada para el camino porque es Dios el más
grande proveedor del pueblo en el desierto, así como su Pastor y guardián. La carne asada le da la precisa connotación
de sacrificio como quiera que las ofrendas eran sacrificadas y consumidas
totalmente por las llamas, ellos y otros pueblos creían que las deidades e
incluso el Dios revelado a Abraham y Moisés se alimentaba por el olfato. Estas
implicaciones suponían la necesidad de comer como tributo ya que los sacerdotes
en el futuro inmediato consumirán una parte de lo sacrificado. La cuestión
trasciende las prácticas rituales habituales en su época para posesionarse en
un fuerte imaginario colectivo dando lugar al signo inequívoco de la redención
por la intervención de Dios y la perfección del sacrifico de su Adorado Hijo en
la Cruz (15). El Texto del éxodo que habla de la institución de la Pascua
corresponde a la Tradición Yahvista. Aunque analizando su estilo y gramática
nos damos cuenta de las posteriores adiciones de carácter Sacerdotal, porque el
objetivo primario es hacer de la pascua una manifestación ritual y litúrgica
por antonomasia de la Voluntad salvífica de Dios en los signos visibles e
intelectivos del colectivo israelita. La anterior afirmación la hacemos
conociendo por ejemplo que la presencia de los Ázimos o panes y/o tortas sin
fermentar o levadura son propios de una tradición anterior que se manifestaba
en la celebración de las cosechas y demás productos del agro (origen cananeo).
También encontramos siguiendo la línea de la (T.S) que el colectivo encabezado
por Moisés y Aarón encontraron similitud entre esta celebración (Pascua) y la
10 plaga en sentido sacrificial
estrictamente hablando, pero miremos el Texto Sagrado de Tradición: Y sucedió
que, a media noche, (16) Yahveh hirió en el país de Egipto a todos los primogénitos,
desde el primogénito de Faraón, que se sienta sobre su trono, hasta el
primogénito del preso en la cárcel, y a todo primer nacido del ganado (Éxodo
capítulo 12 versículo 29). La salida se originó en la fiesta y no antes y mucho
menos posterior a la celebración, recordemos que el propio Moisés pide al
Faraón permiso para ir a celebrarla (Éxodo capítulo 5 versículos 1-2) el
significado que se adquiere aquí es totalmente nuevo ya que no solo se habla de
una celebración en el “calendario religioso judío” sino en la consolidación de
una relación salvífica cuya plenitud será indiscutiblemente el Cordero Pascual,
en la visión Soteriológica de Juan en su Evangelio, cuyo Texto citamos a
continuación: “Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: He ahí
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo… Postero die videt Iohannes
Iesum veniéntem ad se et ait ecce agnus Dei qui tollit peccatum mundi”
(Juan capítulo 1 versículo 29). (17) La expresión latina del Texto de
Jerusalén es bella en su simplicidad y estilo, no solo traduce que Jesús es el Cordero,
sino que supera su versión castellana afirmando que la “totalidad, todos”
los pecados serán borrados por Jesús. Es el mundo el escenario no solo de
luchas y confrontaciones contra el Evangelio sino también el ámbito relacional
de la salvación de la creación y la totalidad de la humanidad. Es en síntesis
una realidad que se alinea históricamente desde la perspectiva primero de
pueblo y ahora de índole cósmica. La
cosmovisión Joanica es bien interesante al amalgamar tanto la tradición del
Cordero Pascual con el Siervo de Yahveh (Isaías capítulo 53) y
convertirlo en un “Cordero expiatorio” de los pecados personales
y colectivos de la humanidad. Desde esta perspectiva es comprensible la relación
que se gesta entre el Cordero de la visión Joanica y el de la celebración en
Israel. Esta cuestión nos habla de los fundamentos de la Cristología de este
evangelista y su percepción de la salvación mediante la consumación del
sacrificio del Señor.
En el libro del
Apocalipsis encontramos también alusión en esta línea de pensamiento por parte
de Juan, miremos el Texto: “Entonces vi, de pie, en medio del trono y de los
cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como degollado; tenía siete
cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios, enviados a toda la
tierra, continuando más adelante con la afirmación, y decían con fuerte voz:
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la
fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”
(capítulo 5 versículo 6 y 12). Este Cordero aquí descrito en
medio de una manifestación pavorosa en la presencia de Dios, sin duda alguna,
hace mención de Cristo y su sacrificio salvador. Lo demás en la simbología de
este género literario son recreaciones de la cultura judía y su entorno cuyo
contenido es diciente y referente a la vez. Aquí el escenario es muy distinto
al del sacrificio, este ya tuvo lugar y el Cordero ocupa su lugar en la
Majestad de Dios. En nuestra temática es fácil desde la Fe encontrar la
relación y secuencia de los textos citados con anterioridad, pero, sobre todo,
indicar directamente la presencia escatológica de cuanto aquí recrea el vidente
de Patmos. Es absolutamente indispensable la imagen del sacrificio ya que los eventos
de la Pasión de Nuestro Señor tuvieron incidencias bajo esta concepción
reparadora y por ende salvífica de la cultura y mentalidad tanto de Israel como
de la Madre Iglesia en sus comienzos o “años mozos” … La
secuencia histórica empodera los acontecimientos y a manera de cronista, el
evangelista cuenta en la concreción de su Fe todo lo visto en sus visiones. Es
el Cordero de Dios tanto Altar, como Víctima y Sacerdote, no es pasivo el
Cordero de Dios, es vivo y dinámico y sobre todo intimado por la Voluntad
salvífica de Dios en Él. Juan nos deja
ver esta relación vital sin siquiera sacarla de su contexto sino por el
contrario la sublima bajo la figura del reconocimiento del Precursor como
citábamos arriba (18).
Él contestó: ¿Cómo lo puedo entender si nadie me
hace de guía? Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él. El pasaje de
la Escritura que iba leyendo era éste: Fue llevado como una oveja al
matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, así él no abre
la boca. En su humillación le fue negada la justicia; ¿quién podrá contar su
descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra. El eunuco preguntó a
Felipe: Te ruego me digas de quién dice esto el profeta: ¿de sí mismo o de
otro? Felipe entonces, partiendo de este texto de la Escritura, se puso a
anunciarle la Buena Nueva de Jesús (Hechos de los Apóstoles capítulo 8
versículos 31-35). ***
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La memoria de la naciente
Iglesia tenía muy claro la relación establecida entre el Jesús histórico y el
Mesías anunciado en estas figuras proféticas, son solo elementos ciertos de la
estructuración de un discurso trascendente que involucra tanto al Señor como a
la misma revelación de su condición y misión. Es cuestionante nuestro papel
frente al cumplimiento de las promesas y más aún cuando nos ha costado tanto
reconocer su veracidad y configurar nuestras vidas según sus enseñanzas. La
línea de tiempo establecida entre el Cordero Pascual a la salida de Egipto y
tránsito por el desierto y aquel que “quita los pecados del mundo (todos)
de la visión Joanica, nos está enseñando la realidad salvífica actualizada en
ambas figuras del sacrificio y triunfo del Señor en la Cruz, la atemporalidad
es primordial para asumir que la salvación llega a todos los que como
anunciamos en el Texto anterior deciden aceptar y dimensionar en sus vidas
estas enseñanzas. La misión del Cordero
de Dios según Juan en su evangelio, queda marcada categóricamente en los
versículos que siguen al reconocimiento de Jesús como el Cordero. Miremos el
Texto inspirado: Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que
él sea manifestado a Israel. Y Juan dio testimonio diciendo: He visto al
Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le
conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quien
veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con
Espíritu Santo. Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios
(Juan capítulo 1 versículos 31-34). (19).
El Elegido, es la manera
de encauzar la figura del Señor en los ritos que se describen en este evangelio
y de paso ponerle literalmente a la cabeza de las promesas. Esta percepción Joanica deja siempre a salvo
la elección como una cuestión propia de Dios sin que medie como es conocido,
algún tipo de mérito de nuestra parte, nuestro mérito si se puede hablar en
estos términos, es el amor de Dios por su obra. El Cordero es elegido por
amor y por amor no se bajará de la Cruz. No olvidemos que en la
tradición pascual el sacrificio era total y totalizante y no solo un distintivo
de su creencia o memoria religiosa. El judío entendía que lo sacrificado era
consumido totalmente a nombre de Dios porque era la práctica cultual incluso en
tiempo del Señor. No se derramó una llamarada consumidora de todo lo
sacrificado sino el Espíritu santo vino sobre Él y lo consagró en su misión
redentora. De lo anterior desprendemos con facilidad que la presencia del
Espíritu Santo y toda esa rica simbología era el preludio de la consumación de
su sacrificio como víctima agradable a Dios. (20).
Yo te invoco, Yahveh, ven presto a mí, escucha mi
voz cuando a ti clamo. Valga ante ti mi oración como incienso, el alzar de
mis manos como oblación de la tarde. Pon, Yahveh, en mi boca un centinela, un
vigía a la puerta de mis labios (Salmo 141, 1-3). ***
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RELACIÓN
ESPIRITUAL DEL CORDERO CON LA IGLESIA.
Y al final del
Apocalipsis que es también la conclusión de toda la Biblia se nos presentan, en
todo su esplendor y belleza, las bodas místicas del Cordero con su Iglesia, que
aparece toda hermosa y ricamente ataviada, como una novia que se engalana para
su esposo (Apocalipsis capítulo 19 versículos 6-9; 21, 9). A esta luz,
el símbolo del Cordero se ha llenado de sentido y de una riqueza teológica y
espiritual fuera de serie. Ese Cordero Pascual es Jesucristo mismo. Es el
verdadero Cordero que quita el pecado del mundo, el Cordero Pascual de nuestra
redención, que se inmoló como sacrificio perfecto en su Sangre e instituyó como
sacramento la noche del Jueves Santo. Así, su Iglesia puede celebrar todos los
días, en la Eucaristía y en los demás sacramentos, el memorial de la Pasión,
Muerte y gloriosa Resurrección del Señor, para prolongar su presencia entre
nosotros y su acción salvadora hasta el final de los tiempos. No podemos
desconocer la relación de profunda entrega e identidad del Señor con su
Iglesia, esta entrega de fundamento místico nos hace por extensión al bautizado
parte de viva de la misma. La relación esponsal que ubica al Cordero en la
Iglesia es la misma que nos hace parte de su sacrificio y no solo receptáculos
de su Gracia.
El Cordero obró la redención con su Sangre y
sobre todo con su Voluntad sacrificial dándole un sentido de acción acatada por
Amor al Padre Dios y su mandato explícito. No es pues la
Cruz sólo una consecuencia de su Voluntad salvífica también lo es de su Amor
que mueve lo primero. Dios no ama como un atributo o cualidad de su Ser perfectísimo,
sino que lo hace porque su Esencia es Amor (entendimiento en perspectiva
antropizada de su Ser). En Dios el Amor no es un reflejo de sus actos es
todo el Motor que mueve el universo y nada lo mueve puesto que no hay amor como
el suyo en Gracia y Santidad. El sacrificio del Cordero Pascual solo es
comprensible amando y siendo amados, de lo contrario solo se convertirá en una
exposición de razones y no de verdades. Lo cierto y relevante es que Dios nos
ama y lo hace con un Amor que solo es comprensible en Dios mismo, sin importar
las consecuencias de nuestro accionar está el Amor de Dios en la Trinidad
Santísima. En esta dinámica el Cordero es una muestra de Amor y no solo una
ofrenda reparadora o Cordero expiatorio. Juan en su evangelio tiene claro que la
salvación en virtud del sacrificio del Cordero lo hace pertenencia de
Dios. En la profundidad mística la
Iglesia es testiga del sacrificio del Cordero y de esta manera configura su
vida bajo este contenido, ella nunca olvidará que es parte de un sacrifico y
que su actitud ante el sacrificio y el manejo del dolor o la enfermedad en sus
hijos bautizados la emparenta con el Cordero expiatorio. La Iglesia vive
así su maternidad en medio del drama de sus hijos y debe dar respuesta a sus
necesidades y circunstancias.
Ella como testiga de
estos acontecimientos salvíficos debe perpetuar el memorial por medio del cual
se inmola el Salvador, ella debe vivir en la Eucaristía de forma incruenta este
misterio hecho luz por el Amor de Dios. La actualidad de la Eucaristía es una
realidad que transforma la percepción del bautizado y le une poderosamente a
Cristo en el ámbito salvífico y sobrenatural. No es posible una vivencia
profunda sin los dones que brotan de la Eucaristía como quiera que es el centro
de nuestra espiritualidad. No es la repetición de un evento milenario
sino la praxis viva de la salvación y su contundente actualidad en la vida
eclesial. Esta relación profunda
es en sí salvífica, de lo contrario, como podría la Iglesia animar y guiar a
sus hijos si ella misma no fuera parte viva del triunfo del Redentor. La Madre
de los bautizados es portadora de estas gracias que su Señor y Cabeza le
concede. Debemos pues vivir este contenido salvífico recreado en la vivencia sacramental
que se convierte en la plenitud de toda su simbología lo que implica que
literalmente las figuras de la Eucaristía dan espacio a esta praxis como tal.
Es el momento oportuno para afirmar que en la Iglesia la simbología del Cordero
Pascual cambia radicalmente la concepción de sacrificio y lo incorpora al rito
significante por antonomasia. Todavía somos una sociedad que ve con admiración
el sacrificio, aunque esto no implique que estemos dispuestos a vivirlo, solo
afirmo que preferimos verlo en todo su esplendor en otros que, en nosotros,
desde luego toda regla tiene su excepción. La espiritualidad que adorna
la vida de Fe del bautizado refleja en su configuración una dosis grande de sacrificio,
aunque no sea siempre interpretado de esta manera. Nuestros sufrimientos se
unen a los de la Victima sacrificada, en este caso a Cristo, convirtiéndose en
una auténtica ofrenda salida de nosotros y no de alguien más. Es
afirmar simplemente que el dolor y todo lo que este implica no está ni estará
lejos de nuestra propia vocación a la santidad y por ende a la salvación. Todo
bautizado que sufre sabe que no está solo y que de esta manera suple en su ser
las imperfecciones de su existencia, es asumir el valor del sufrimiento y no
verlo como un castigo, en esto nos distanciamos del judaísmo. El sufrimiento
abre también las puertas del Reino de Dios porque nos emparenta con el Cristo
sufriente y resucitado. El amor ocupa un puesto vital en esta concepción
ya que sin amor nada de lo anterior tendría objeto (visión Paulina) (21).
JESUCRISTO HIJO DE
DIOS EN EL N.T.
La condición salvífica que
se revela en la identidad del Señor con absoluta claridad sucede como es de
esperarse en los Textos del N.T y esta revelación incluye la percepción de una
herencia Escrituristica como sucedió con el pueblo hebreo. “Jesucristo es
el mismo ayer y hoy, y lo será por siempre” (hebreos capítulo 13
versículo 8). Esta declaración de un cristiano anónimo de la segunda mitad
del siglo I, en el escrito del canon cristiano conocido como la carta a los
Hebreos, expresa muy bien cuál es la posición extraordinaria del hombre Jesús,
reconocido en la Fe y proclamado públicamente como “Cristo”. Él
está sólidamente situado dentro de la historia humana y constituye el punto
diacrítico entre el "antes" y el “después de Cristo”.
Pero Jesucristo no sólo se entrecruza con la historia humana, sino que la
impregna por completo. Va más allá de su pasado histórico, ya que es
contemporáneo de todos los hombres y alcanza el límite futuro extremo. En
una palabra, Jesucristo está inmerso en el proceso histórico, y al mismo tiempo
lo supera (22). El anuncio o kerigma cristiano. Pablo, en la
carta enviada a los cristianos de Roma, el escrito más maduro y sistemático al
final de una intensa actividad misionera y pastoral, ofrece una síntesis del
proceso espiritual que va del anuncio autorizado del evangelio hasta la
profesión salvífica de la Fe. Este texto, enviado desde Corinto al final de
los años cincuenta, a una comunidad que él no ha fundado directamente, es tanto
más significativo cuanto que es el testimonio de una tradición reconocida
comúnmente. En el centro de la carta, Pablo se enfrenta con el misterio de
Israel, que en su mayor parte se ha negado a acoger el anuncio evangélico. En
el capítulo 10 establece una comparación entre la justicia que proviene
de la ley definida sobre la base de Levítico capítulo 18 versículo 5
como un poner en práctica para obtener la vida y la justicia que se deriva de
la fe. Para definir esta nueva justicia, basada en la Fe en Cristo Jesús, Pablo
alude a las palabras de Deuteronomio capítulo 30 versículos 12-14 a propósito
de la ley o revelación de la voluntad de Dios: No digas en tu corazón: ¿Quién
subirá al cielo? (esto es, para hacer bajar a Cristo), o ¿Quién
descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los
muertos). Pero ¿qué dice la Escritura?: La palabra está cerca de ti, en tu
boca, en tu corazón', esto es, la palabra de la fe que proclamamos -kéryssomen,
según el vocabulario misionero cristiano-. Porque si confiesas con tu
boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre
los muertos, te salvarás. Con el corazón se cree para la justicia, y con la
boca se confiesa la fe para la salvación" (Romanos capítulo 10
versículos 6-10). Unas líneas más adelante Pablo vuelve sobre esta relación
entre el anuncio, la proclamación y la fe para demostrar que los judíos no
pueden aducir excusas de no haber tenido el anuncio, y por tanto de no haber
podido adherirse al evangelio para tener la justicia de Dios basada en la fe.
En este contexto Pablo reconstruye las fases del proceso misionero, que va de
la proclamación de los enviados hasta la profesión de fe de aquellos que
escucharon y se adhirieron al anuncio (Romanos capítulo 10 versículos 14-17).
Y, al final, el apóstol termina diciendo: Por consiguiente, la fe proviene de
la predicación (akoé, literalmente audición); y la predicación es
el mensaje de Cristo (Romanos capítulo 10 versículo 17).
Unos años antes Pablo en
la carta enviada a la comunidad de Corinto, en el contexto de un debate sobre
la identidad de aquella Iglesia bajo la tentación de fraccionarse, había
resumido su actividad misionera en estas palabras: Nosotros anunciamos
(kéryssomen) a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los
paganos (l Corintios capítulo 1 versículo 23). Frente a la búsqueda del
mundo judío, que quiere la imagen de un Dios poderoso, el Dios de los milagros,
y frente a la búsqueda del mundo greco-pagano, que prefiere la imagen de
Dios-sabiduría, los misioneros cristianos anuncian al mesías Jesús crucificado.
En la misma carta, hacia el final, en el capítulo dedicado a la amplia reflexión
sobre la eficacia salvífica de la resurrección de Jesús, Pablo remite al
comienzo de su actividad misionera, que dio origen a la comunidad en el gran
centro comercial de Corinto. Recuerda en primer lugar que la forma del
evangelio que ha anunciado a los cristianos de Corinto es una forma
tradicional, autorizada, y que la condición para realizar la experiencia de
salvación es conservarla íntegramente. Luego traza de manera esencial el
contenido de aquella predicación inicial y fundadora: Os transmití en primer
lugar lo que a mi vez yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según
las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día, según las
Escrituras; y que se apareció a Pedro y luego a los doce (l Corintios
capítulo 15 versículo 3-5).
Una confirmación de la
situación kerigmática como momento vital para la formulación de los datos
cristológicos viene de la segunda carta a los Corintios. En el diálogo inicial,
después del saludo y de la bendición del principio, Pablo da algunas
explicaciones sobre sus proyectos misioneros y sus relaciones con la comunidad
de Corinto. Muestra cómo el evangelizador está comprometido a
testimoniar con su coherencia y sinceridad la fidelidad de Dios, tal como se
reveló en el evangelio: Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, a quien os hemos
predicado (kerychtheís) Silvano, Timoteo y yo, no fue sí y no, sino
que fue sí. Pues todas las promesas de Dios se cumplieron en él (2 Corintios
capítulo 1 versiculos 19-20). Este contenido del kerigma, al
que se añade el título de Hijo de Dios junto al de Jesús, Cristo y Señor, es
confirmado en la continuación de la carta donde Pablo hace la presentación del
contenido de lo que él llama la diakonía del evangelio, que le ha
confiado la iniciativa misericordiosa de Dios. En polémica con aquellos
misioneros itinerantes que se preocupan de las cartas de recomendación y de
hacer propaganda de sí mismos, Pablo dicta estas expresiones: Porque no
nos predicamos (kéryssomen) a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor;
nosotros somos vuestros siervos, por amor de Jesús (2 Corintios
capítulo 4 versiculo 5). Así pues, ese que Pablo llama evangelio de Dios (1
Tesalonicenses capítulo 2 versículo 9;
Romanos capítulo 1 versículos 1-2), anunciado por él entre los pueblos y a
cuyo servicio ha sido llamado y puesto por Dios (Romanos capítulo 1
versículo 2 y Gálatas capítulo 2 versículo 2), tiene un contenido
esencialmente cristológico. La fórmula completa, tal como se deduce del examen
de estos textos, que hacen referencia a la experiencia kerigmática o misionera,
es: Jesucristo, Hijo de Dios y Señor.
En los Hechos de los
Apóstoles hay una singular convergencia con este testimonio de Pablo, cuando se
presenta en un cuadro unitario la actividad misionera de la expansión de la
Iglesia en los primeros treinta años. El contenido del anuncio de los
predicadores, bien sean los doce apóstoles u otros, como Felipe y luego Pablo,
se resume en la fórmula "el Cristo Jesús". Al final del conflicto
entre los apóstoles, representados por Pedro, y la autoridad judía, que
concluye ante el sanedrín con la prohibición de hablar en el nombre de Jesús,
el autor de los Hechos ofrece una síntesis de la actividad evangelizadora de los
apóstoles: No dejaban un día de enseñar, en el templo y en las casas, y de
anunciar la buena noticia (didáskontes kai euanghelizómenoi) de que
Jesús es el mesías (Hechos de los apóstoles capítulo 5 versículo 42).
En términos análogos se presenta el contenido de la actividad evangelizadora de
Felipe en Samaria; Felipe forma parte del grupo de los "siete" que,
después de la muerte de su líder, Esteban, tienen que huir de la ciudad de
Jerusalén. Felipe, junto con otros prófugos, emprende una actividad misionera
itinerante: Felipe llegó a la ciudad de Samaría, y se puso a predicar (ekéryssen)
a Cristo (Hechos de los apóstoles capítulo 8 versiculo 5). Cuando
más adelante el autor de los Hechos comienza a describir el desarrollo de esta
misión itinerante de los cristianos de origen helenista en las regiones de
Siria y de Fenicia, presenta el anuncio del evangelio en estos términos: Había
entre ellos algunos chipriotas y cirenenses, quienes, llegados a Antioquía, se
dirigieron también a los griegos, anunciando a Jesús, el Señor (euanghelizómeni
tón Kyrion Jesoün) (Hechos de los apóstoles capítulo 11versiculo 20).
En resumen, puede decirse
que el autor de los Hechos condensa en la fórmula cristológica el Cristo Jesús
o el Señor Jesús el contenido de la predicación misionera. Aunque conoce otras
fórmulas, como anunciar y predicar el Reino de Dios (Hechos de los apóstoles
capítulo 20 versículo 25; 28,31), o bien hablar de Jesús (Hechos de los
apóstoles capítulo 9 versículo 20; 19,13), no contradice por ello la
fórmula original y fundamental, que está de acuerdo con la que atestiguan los
escritos auténticos del gran organizador y primer teórico de la misión
cristiana, Pablo de Tarso.
La profesión de Fe.
Ya en el texto mencionado de Pablo (Romanos capítulo 10 versículos 8-10)
se ha visto que el contenido de la profesión de Fe como respuesta al anuncio
cristiano se centra en la fórmula el Señor (Kyrios) Jesús. Con el
corazón se cree para la justicia, y con la boca se confiesa (homologheitai)
la Fe para la salvación (Romanos capítulo 10 versiculo 10; cf
10,9). Esta fórmula de la profesión (homológhésis) cristiana
encuentra una confirmación en algunos textos de la tradición Joanica. En una
nota redaccional, inserta en el relato del ciego de nacimiento, que será
expulsado de la sinagoga por haber elegido la profesión de fe en el Cristo
Señor, el autor del cuarto evangelio observa: Sus padres hablaron así por
miedo a los judíos, que habían decidido expulsar de la sinagoga al que
reconociera (homologhé. sé) que Jesús era el mesías (Juan capítulo 9
versiculo 22). Así pues, la comunidad cristiana, en comparación con la
sinagoga, se caracteriza por su profesión de fe cristológica. Pero también
dentro de la comunidad vinculada a la tradición de Juan, el criterio
cristológico es el que permite definir la propia identidad frente a las
tendencias de los que niegan la densidad histórica de la encarnación de la
palabra de Dios y el valor salvífico de la muerte de Jesús en la cruz. Contra
ellos, que apelan a una particular inspiración o revelación carismática, el
autor de la primera carta de Juan invita a los destinatarios al discernimiento
cristológico: En esto distinguiréis si son de Dios: el que confiesa
(homologhei) que Jesús es el mesías hecho hombre es de Dios, y el que no
confiesa a Jesús no es de Dios.
Más adelante, como conclusión de esta instrucción sobre el
discernimiento de los espíritus, el autor concluye: Nosotros hemos visto
y testificamos que el Padre ha enviado a su Hijo, el salvador del mundo. Si uno
confiesa (homologhésé) que Jesús es el Hijo de Dios, Dios está en él y él en
Dios (l Juan capítulo 4 versiculos 14-15; cf l Juan capítulo 5
versiculos 1.5).
Filipenses capítulos 2 versiculo 6 y 3,21
|
1 Timoteo capítulo 3 versiculo 16
|
Hebreos capítulo 1 versiculo 3
|
Colosenses capítulos 1 versiculo 15
|
Tito capítulo 2 versiculo 14
|
1 Pedro capítulo 2versiculo 22 y 3,22.
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CRISTOLOGÍA DE LOS
SINÓPTICOS
Después de dos siglos de
discusiones, propuestas y contrapropuestas, todavía no existe una hipótesis que
haya obtenido el consenso sobre la relación recíproca de los tres primeros
evangelios, llamados sinópticos por su convergencia discordante.
Por encima de los diversos intentos de explicación más o menos complicados, se
admite de ordinario que en la base de los tres primeros evangelios hay una
plataforma tradicional común, sobre la cual actúa el trabajo redaccional de
cada evangelista con la aportación de otros materiales. Para hacer destacar los
rasgos específicos de la cristología de cada evangelio sinóptico, hay que
señalar bien esta aportación redaccional que se vislumbra sobre el fondo
evangélico común. Para llevar a cabo esta verificación no sirven de nada las
hipótesis sobre el orden de sucesión cronológica de los tres evangelios en
cuestión. Por tanto, se puede seguir el orden del canon, que concede el primer
puesto al evangelio según Mateo. En el primer evangelio, el punto de
perspectiva más favorable para captar en una mirada de conjunto la cristología
es el diálogo entre Jesús y los discípulos, colocado en la región de Cesárea de
Filipo. Se desarrolla en dos fases, con una doble intervención de Jesús, que
pregunta a los discípulos cuál es la opinión de la gente sobre el Hijo del
hombre. Tras su respuesta, que enumera las figuras con las que es identificado
Jesús (Juan Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas), Jesús vuelve a
preguntar: Vosotros, ¿quién decís que soy yo? Responde Simón Pedro
en nombre del grupo: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo (Mateo
capítulo 16 versiculos 13-16). La respuesta de Pedro recoge y amplía la
profesión de fe de los discípulos al final del encuentro nocturno en el lago de
Galilea, después del episodio de la multiplicación de los panes: los que
estaban en la barca se postraron ante él diciendo: Verdaderamente, tú
eres el Hijo de Dios (Mateo capítulo 14 versiculo 33). Pero la
novedad y originalidad de la profesión de fe de Pedro en Cesárea de Filipo está
subrayada por la bienaventuranza con que Jesús destaca la iniciativa gratuita y
soberana de Dios, que ha revelado a Pedro la identidad misteriosa de Jesús (Mateo
capítulo 16 versiculo 17; cf 11,25-26).
La tonalidad cristológica
del segundo evangelio, atribuido a Marcos, aparece ya desde la frase inicial: Principio
del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. A lo largo del evangelio de Marcos
Jesús se presenta como el mesías misterioso, que, sin embargo, no puede quedar
escondido, y que se revela en sus gestos poderosos. Como tal es reconocido por
los espíritus, que ponen de manifiesto su identidad: el santo, el hijo del
Altísimo. De aquí la orden de Jesús, que se opone a estas declaraciones
cristológicas abusivas de los espíritus. Por otra parte, la actividad de Jesús
solicita el interrogante cada vez más intenso de la gente, de las autoridades y
de los discípulos (cf Marcos capítulo 1 versiculo 27; 2,7; 4,41). Y al
final este interrogante es recogido en el momento decisivo del diálogo de Jesús
con los discípulos en Cesárea de Filipo. Pedro formula la profesión de fe con
un contenido cristológico explícito: Tú eres el Cristo (Marcos
capítulo 8 versiculo 29). Pero desde este momento comienza la instrucción
progresiva de Jesús sobre el destino del Hijo del hombre, humillado, doliente y
al final crucificado, pero que será rehabilitado por el poder de Dios (cf Marcos
capítulo 8 versiculo 31; 9,31; 10,33-34). Sólo ante la pregunta explícita
del sumo sacerdote, presidente del sanedrín, que le dice a Jesús: ¿Eres
tú el Cristo, el hijo del Dios bendito?, Jesús responde: Sí,
yo soy. Pero a continuación añade unas palabras que remiten a la figura del
Hijo del hombre, que está sentado a la derecha del poder y que viene con las
nubes del cielo (Marcos capítulo 14 versiculos 61-62). A esta solemne
declaración de Jesús hace eco la profesión de fe del centurión, que asiste a su
muerte en la cruz y exclama: Verdaderamente, este hombre era hijo de Dios
(15,39).
La cristología del tercer
evangelio, atribuido a Lucas, ha de entenderse en relación con la del segundo
volumen, los Hechos de los Apóstoles. En efecto, los dos escritos constituyen
un proyecto unitario, tal como se deduce de la comparación de los dos prólogos
(Lucas capítulo 1 versiculos 1-4; Hechos de los apóstoles
capítulo 1 versiculos 1-2). En la tradición lucana se presenta a Jesús con
las fórmulas ya conocidas: el Cristo, el Hijo de Dios y el Señor. El anuncio
que hacen los ángeles a los pastores del nacimiento de Jesús como evangelio
resume este contenido de la Fe cristológica de la comunidad lucana: En la
ciudad de David os ha nacido un salvador, el mesías (Christós), el
Señor (Lucas capítulo 2 versiculo 11). En el anuncio hecho a la virgen
de Nazaret, María, se advierte el eco de las fórmulas de la comunidad
primitiva: Jesús, el Cristo, lleva a su cumplimiento la promesa mesiánica; pero
es el santo y el Hijo de Dios, ya que ha sido concebido por el poder del
Espíritu Santo (Lucas capítulo 1 versiculo 32.35). Así pues, Jesús, como
Cristo y Señor, está en el centro de la historia de la salvación, que se
desarrolla en dos momentos, el de la promesa profética a Israel y el del
cumplimiento que se prolonga en la historia de la Iglesia. En el evangelio
lucano la línea divisoria de la manifestación y de la acción salvífica de Dios
se traza con estas palabras: La ley y los profetas llegan hasta Juan;
desde entonces se anuncia el Reino de Dios y todos se esfuerzan para, entrar en
él (Lucas capítulo 16 versiculo 16). Por medio de Jesús la salvación,
según la promesa de Dios atestiguada por los profetas, alcanza a todos los
pueblos. Esto aparece en la oración profética del hombre lleno del Espíritu
Santo, Simeón, que presenta la misión de Jesús (Lucas capítulo 2 versiculo 32).
Un eco de este anuncio profético lo tenemos en la proclamación programática
de Juan, el Bautista, la cual recoge un texto de Isaías que concluye con la
promesa: para que todos vean la salvación de Dios (cf Isaías capítulo
40 versiculo 5). La obra de Lucas llega a su conclusión cuando se ha
ejecutado este programa, tal como se deduce de la solemne declaración de Pablo
a la comunidad judía de Roma, introducida una vez más por un texto de Isaías:
Sabed, pues, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los paganos; ellos
sí que la escucharán (Hechos de los apóstoles capítulo 28 versiculo 28). Por
consiguiente, Jesús es el salvador, tal como lo anunciaron los ángeles a los
pastores, el portador de la paz a los hombres que Dios ama (Lucas capítulo 2
versiculo 14), aquel que revela la gloria de Dios en favor no sólo de
Israel, sino de todos los pueblos.
CRISTOLOGÍA EN LA
TRADICIÓN JOÁNICA.
Bajo este título se sitúa todo el conjunto de
escritos en los que cuaja la tradición que por afinidad temática y lexical se
considera homogénea, aun dentro de la diversidad de situaciones que se van
distribuyendo en un proceso histórico de más de medio siglo. Comprende el
cuarto evangelio, las tres cartas católicas atribuidas a Juan y el escrito del
Apocalipsis. El perfil cristológico del cuarto evangelio se nos da en la nota
redaccional, añadida a la primera conclusión: Otros muchos milagros hizo
Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro.
Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de
Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre (Juan capítulo 20
versiculos 30-31). Los títulos tradicionales, Jesús el Cristo e Hijo de
Dios, son releídos y profundizados en la confrontación de la comunidad joanea
con el ambiente de los discípulos de Juan el Bautista y en el conflicto con el
ambiente de la sinagoga, que está bajo la guía de los maestros de orientación
farisaica. Los vértices de la formulación cristológica que maduró en este
contexto se nos ofrecen en el prólogo de apertura y en los discursos de
despedida que culminan en la llamada oración sacerdotal (Juan
capítulo 13 versiculo 31-17,26). Jesús, el Cristo, es la palabra creadora y
reveladora de Dios, fuente de vida, como lo era la misma ley y la
sabiduría en la tradición bíblica y luego judía. Esta palabra en Jesucristo se
hace carne y pone su morada en medio de los hombres. El grupo de los testigos
históricos reconoció y acogió en él la manifestación salvífica de Dios como
gloria, la que es propia de un Unigénito, que lleva a su cumplimiento la
alianza definitiva, caracterizada por la plenitud de gracia y de verdad
(Juan capítulo 1 versiculo 14). Al final de esta revelación histórica y
comunicación de Dios en Jesucristo, la palabra hecha carne es reconocida como
el Unigénito de Dios que está en el seno del Padre, único capaz de revelarlo (Juan
capítulo 1 versiculo 18). En el trasfondo de este programa cristológico se
desarrolla el relato evangélico, en el que se lleva a cabo una concentración en
clave cristológica de los símbolos utilizados en la tradición bíblica para
expresar la acción salvífica de Dios. Jesús es presentado como el cordero
de Dios, como fuente de agua viva, como dador del Espíritu, como pan
bajado del cielo, como la luz del mundo, como el pastor auténtico y la vid
verdadera. Estas figuras e imágenes bíblicas, que representan el cumplimiento
de las esperanzas salvíficas en Jesús, alcanzan su vértice en la fórmula de
autorrevelación divina: Yo soy. En el debate con los judíos en el templo de
Jerusalén, dentro del contexto de la fiesta mesiánica popular de las chozas,
Jesús declara a los judíos: Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre,
conoceréis que yo soy el que soy (Juan capítulo 8 versiculo 28; cf
8,24.58). En este marco de la relectura cristológica de las fórmulas
bíblicas, en el que se transcribe la acción salvífica de Dios, hay que entender
también la declaración solemne de Jesús en la fiesta de la dedicación en
Jerusalén. Frente a los judíos que le piden que diga abiertamente si es el
Cristo, Jesús responde: Yo y el Padre somos una sola cosa (Juan
capítulo 10 versiculo 30). Se trata de la unidad en la acción
salvífica, como da a comprender la repetición de esta fórmula: El Padre está
en mí y yo en el Padre (Juan capítulo 10 versiculo 38b). A esta
proclamación de la relación única e íntima de Jesús como Hijo con el Padre hace
eco la palabra dirigida a los discípulos en el discurso de despedida. Jesús se
presenta como el camino que conduce al Padre en cuanto que es la revelación
definitiva, y como la verdad, por tener la plenitud de vida (Juan capítulo 14
versiculo 6). Y a la petición de Felipe: Señor, muéstranos al Padre,
Jesús responde: El que me ha visto a mí ha visto al Padre (Juan
capítulo 14 versiculo 9).
La cristología de la
tradición paulina. Pablo de Tarso desarrolla su cristología en las cartas
consideradas auténticas a través del diálogo pastoral con los cristianos, para
profundizar el mensaje y la catequesis, para hacer alguna aclaración, para dar
motivaciones a la praxis y al compromiso cristiano. Las raíces de la
cristología paulina han de buscarse en su experiencia personal, que corresponde
a su investidura como testigo autorizado de Jesús, a quien Dios le reveló como
Hijo al que reconoce como Señor y Cristo (Gálatas capítulo 1 versiculos 15-17; 1 Corintios capítulo 9 versiculo 1; 15,3.8; Filipenses capítulo 3 versiculo 7; 2
Corintios capítulo 4 versículo 6). A pesar de esta matriz fuertemente
personalizada de la cristología paulina, hay que reconocer que está en sintonía
con los datos tradicionales, a los que Pablo apela expresamente. Así aparece en
la cabecera de la carta enviada a la comunidad de Roma: Pablo se presenta como
el siervo de Jesucristo, llamado a ser su testigo y enviado autorizado,
consagrado al servicio del evangelio de Dios, cuyo contenido se expone así: El
evangelio de Dios, que por sus profetas había anunciado antes en las Escrituras
santas, acerca de su Hijo (nacido de la estirpe de David según la carne,
constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santificación por su
resurrección de la muerte) Jesucristo, nuestro Señor (Romanos capítulo 1 versiculos 2-4). Así pues, Jesús, al
que Pablo presenta a los cristianos de Roma con la fórmula litúrgica completa:
Cristo, nuestro Señor, es el Hijo de Dios, contenido esencial del evangelio,
cuya identidad se define por su doble dimensión: según la carne, solidario con
la historia de las promesas de Dios en la línea mesiánica, e Hijo de Dios,
revelado y constituido mediante la resurrección como dador del Espíritu de
santificación a los creyentes. Pablo elabora este contenido cristológico del
evangelio, por una parte, en el debate teológico con los adversarios que
discuten la única función salvífica mediadora de Jesús y, por otra, en el
diálogo pastoral con las comunidades cristianas. Jesús, en cuanto único
mediador de salvación, es presentado como el Adán escatológico, cabeza de la
nueva humanidad, que mediante la resurrección se ha convertido en Espíritu
vivificador (1Corintios capítulo 15 versiculo 45; cf 15,20-22; Romanos
capítulo 5 versiculo 14). Estos rasgos característicos de la cristología de
Pablo se desarrollan en la tradición que está bajo su influencia y en los
contextos cristianos en los que se hace sentir el influjo del sincretismo
religioso del ambiente helenista. En las cartas a los Colosenses y a los
Efesios, en los trozos de estilo hímnico o de prosa rítmica, se presenta a
Jesús como cabeza de la Iglesia, la imagen del Dios invisible, el primogénito
de la creación, aquel que en relación con el mundo y con la historia es el
espacio de la definitiva manifestación salvífica de Dios, centro de unidad y de
reconciliación (cf Colosenses capítulo 1 versiculos 15-20; Efesios capítulo 1
versiculos 3-14) (23).
REFERENTE A LA
IDENTIDAD DE JESUCRISTO EL HIJO DE DIOS.
La concepción ya conocida
por todos de Pablo sobre sus definiciones cristológicas son guía para nosotros
en este proceso de conocimiento sobre la identidad del Hijo de Dios. Para el apóstol de la gentilidad el
conocimiento es fruto de su maravillosa experiencia personal de Fe en Jesús,
aquí la revelación personal se funde con la intuitiva apreciación de la
identidad salvífica de Cristo. El Jesús histórico y el Cristo de la Fe no
son secuencialmente dos sino uno en la percepción salvífica Paulina (24). De
lo anterior se desprende que la dinámica Paulina se fundamenta en el llamado
vocacional y la subsecuente relación espiritual que este hombre formidable
elabora en la Gracia de su Señor. Es una concepción intuitiva que se manifiesta
en la praxis de su Fe, es un Cristo revelado salvífico totalmente asumido desde
la convicción personal de este creyente. La Fe Paulina en Cristo es la
intimación de la Voluntad salvífica del señor en el bautizado (25). El
discernimiento no se desarrolla como requisito intelectivo sino sobrenatural en
su vida, es decir, que se da por el mérito de la Gracia actuante en la
humanidad del apóstol. Un Cristo personal que se introduce literalmente
en la psique de Pablo al punto de unirse a sus expresiones elocuentes lo que se
ubica fundamentalmente en la postura radical de este hombre (26).
LOS PROCESOS
INTELECTIVOS EN PABLO se manifestarán en la elaboración
programática de sus escritos. En la medida en la que con palabras logra
describir inicialmente su propia experiencia de Fe. Por medio de lo anterior
podemos nosotros concluir que el servicio de su Fe es fruto de tal relación que
se basa en sus comienzos en la radicalidad y personalidad religiosa de este
judío-romano. Pablo predica un Cristo triunfante que no abandona a
quienes están en camino salvífico y cuya voluntad se une paulatinamente al
Señor y Salvador (27). Esta unión es fruto una vez de más del
desarrollo de una sana espiritualidad. Pablo afronta un cambio de mentalidad en
su predicación y es precisamente la inclusión vital de ese Cristo de su Fe que
es el mismo de la Fe de la Iglesia. A menudo emplea términos como “mi
evangelio” (28) haciendo de esta manera referencia a su personal
experiencia salvífica que él logra unir con el mandato de la naciente Iglesia. La
evangelización es el resultado de una interiorización salvífica contundente en
Pablo. Miremos brevemente el concepto cristológico de Pablo:
·
Cristo triunfante
·
Cristo mediador
·
Cristo liberador y fuente de Gracia
·
Cristo el Hijo de Dios revelado
·
Cristo fundamento del Kerigma o
anuncio
·
Cristo el Dios que llama
·
Cristo el revelador del Padre (29).
Son
algunos de los recursos que nos permiten aproximarnos a la cristología Paulina.
Pues en gran medida la dinámica que asume Pablo se deja sentir con toda su
fuerza en la revelación progresiva de la identidad del Salvador de la
humanidad. El concepto Paulino es claro en cuanto a su praxis idiomática y
refleja el modelo de Cristo que él apóstol descubre en su espiritualidad. En
Pablo la identidad del Señor parte de la revelación profética al configurar sus
rasgos como el Mesías, muerto y resucitado, aquel Señor que le llamó camino a
Damasco es el mismo anunciado por los profetas de su pueblo. No se trata
de una identidad en la novedad de los Textos del N.T sino de la literatura
extra cristiana que sin duda llegó a manos de Pablo en su vida como devoto
judío (30). La postura clave de sus criterios la encontramos
manifestada en la condición Divina del Salvador cuya realidad es la centralidad
de la predicación de Pablo y por ende de la Iglesia. Esa relación vital
entre el Dios Encarnado y el Cristo glorioso que rompe los estereotipos judíos
da pie a Pablo para articular su ministerio en la búsqueda de la certeza de la
revelación (31). Pablo construye una retórica desprovista de contenidos
indescifrables ya que emplea un lenguaje comprensible para todos. Es ante todo
concepto el Dios revelador de la vida abundante y trascendente. Amor es el
concepto que se yuxtapone a todo concepto en la cristología Paulina. Esta idea
la tomamos básicamente en Galatas capítulo 2 versiculo 20 literalmente
expresa “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (32) este
concepto aleja aún más a Pablo de la Ley Mosaica y lo aproxima dramáticamente a
la exposición sostenida en su carta a la comunidad de creyentes de la ciudad de
Corinto.
El
Cristo el Dios vivo y vivificante es manifestado portentosamente por Pablo
durante su ministerio, la certeza que vivió es fruto de la internalización
conceptual de las enseñanzas que animaron su psique en los momentos decisivos. Cristo
es la recapitulación de todo, reasume todo y nos guía a Dios. Y así implica un
movimiento de descenso y de ascenso, invitándonos a participar en su humildad,
es decir, a su amor hacia el prójimo, para ser así partícipes de su
glorificación, convirtiéndonos con él en hijos en el Hijo. Oremos para que el
Señor nos ayude a conformarnos a su humildad, a su amor, para ser así
partícipes de su divinización (33).
20. que desplegó en Cristo, resucitándole de entre
los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, 21. por encima de todo
Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no
sólo en este mundo sino también en el venidero. 22. Bajo sus pies sometió
todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, 23. que es su
Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo (Efesios capítulo 1
versiculos 20-23). ***
|
La Recapitulación
citada posteriormente por Ireneo de Lyon uno de los Santos Padres de la Iglesia
latina nos permite ver como Pablo es interpretado al asumir que la realidad
creada se somete a la autoridad de su Creador y en ultimas en su razón de
ser. Para no dejar la pequeña reseña en
el aire citaremos brevemente algún contenido clave sobre la cristología de
Ireneo: La médula de la cristología de Ireneo y, a la verdad, de toda su
teología es la teoría de la recapitulación (ανακεφαλαίωση). La
idea la tomó de Pablo, pero la desarrolló considerablemente. Para Ireneo,
recapitulación es resumir todas las cosas en Cristo desde un principio. Dios
rehace su primitivo plan de salvar a la humanidad, que había quedado
desbaratado por la caída de Adán, y vuelve a tomar toda su obra desde el
principio para renovarla, restaurarla reorganizarla en su Hijo encarnado, quien
se convierte para nosotros de esta manera en un segundo Adán. Puesto que con la
caída de la persona humana toda la raza humana quedó perdida, el Hijo de Dios
tuvo que hacerse hombre para realizar como tal una nueva creación de la
humanidad: Las cosas que perecieron tenían carne y sangre. Porque el Señor,
tomando el limo de la tierra, plasmó al hombre. Y en su favor se realizó toda
la obra de la venida del Señor. Por eso quiso El tomar carne y sangre, a fin de
recapitular en sí mismo, no otra obra cualquiera, sino la misma obra original
del Padre, buscando precisamente lo que se había perdido. Con esta
recapitulación del ser humano original, no solamente fue renovado y restaurado
Adán personalmente, sino también toda la raza humana:
Cuando se encarnó y se
hizo hombre, recapituló en sí mismo la larga serie de los hombres, dándonos la
salvación como en resumen (en su carne) a fin de que pudiésemos
recuperar en Jesucristo lo que habíamos perdido en Adán, a saber, la imagen y
semejanza de Dios fueron destruidos al mismo tiempo los malos efectos de la
desobediencia de Adán: "Oíos recapituló en él esta carne de la persona
modelada por él desde un principio, a fin de dar muerte al pecado, aniquilar la
muerte y vivificar al hombre. Así fue como el segundo Adán reanudó la antigua
contienda con el diablo y le venció. Ahora bien, el Señor no habría
recapitulado en sí mismo la antigua y primitiva enemistad contra la serpiente,
cumpliendo la promesa del Creador, si hubiese procedido de otro Padre. Pero,
como es uno mismo e idéntico el que nos formó desde el principio y envió a su
Hijo al fin de los tiempos, el Señor cumplió su mandato, tomando carne de una
mujer y destruyendo a nuestro adversario y rehaciendo al hombre a imagen y
semejanza de Dios Cristo, pues, lo renovó todo con esta recapitulación. ¿Qué
trajo, pues, el Señor cuando vino? Sabed que trajo toda novedad cuando
se trajo a sí mismo, que había sido anunciado. Porque estaba anunciado que
vendría una novedad a renovar al ser humano y darle vida (34). Ireneo
desarrolla la interpretación Paulina centrando su Teología en la posibilidad de
enseñar un Cristo que pasó por los procesos propios de la revelación y comprensión
de sus amigos y discípulos. El componente de su humanidad conservó seguro el depósito
de las relaciones y emociones propias de nuestra existencia. Desarrolló una
cristología entroncada con Pablo en la vocación amorosa de ese Dios que tomó
Carne en María. Esta cristología tiene cuerpo, carne y huesos y no se
trata solo de la concepción del Hijo de Dios alejado de nuestra realidad, tal
postura da luz en Pablo a la futura y no muy lejana lucha contra el
Gnosticismo. Esta cristología entra de lleno en la conciencia doctrinal
de la Iglesia desde el primer siglo en la Iglesia primitiva. La forma anterior
nos permite conocer una interpretación posterior al concepto Paulino y
perfectamente arroja luces sobre el interrogante Paulino sobre la venida del
Señor. Su cristología ya le reconoce glorioso por antonomasia, es pues, la
consideración más importante de Pablo en la perspectiva de una Fe centrada en
el Resucitado (35). La cristología de Pablo la encontramos encarnada en
lo más profundo de las expectativas de la Iglesia en cuanto a su Señor y Salvador
y nos plantea el reto en el presente de asimilarlo y vivirlo dimensionado en
toda realidad construida tanto espiritual como intelectiva. La Fe en Cristo no
es patrimonio único de Pablo, pero si el interiorizarla y convertirla en
fundamente de su radicalidad y vivencia, Pablo como nadie se metió literalmente
el mensaje del Señor en el alma y así lo vivió. Un Mesías, un Dios Salvador son
solo los matices Paulinos a la hora de hablar de su cristología. Jesucristo
es el suceso pleno e insuperable de la propia objetivación histórica de la
comunicación de Dios mismo al mundo. Como escatológico está sustraído,
en principio y absolutamente, a una depravación histórica, a una interpretación
corruptora en la historia ulterior de la revelación categorial (36). Más allá de
lo revelado prevalece el amor de Dios como el único que hace posible la interpretación
de la revelación en sus categorías ya que existe un por qué de lo revelado. Es
precisamente el acontecimiento salvífico que se describe básicamente desde la percepción
del amor de Dios comunicado en su Adorado Hijo, no llegamos a la Salvación
simplemente porque como evento fenomenológico se expreso para nosotros en la
historia sino porque Dios permitió que manifestándose nosotros lo entendiéramos
como tal. Desde tal consideración nos queda suficientemente claro que el fenómeno
salvífico posee en su naturaleza misma la razón de su proceder en las categorías
establecidas como y en cuanto tal (37). Un fenómeno-misterio
objetivado por la Voluntad salvífica de Dios llegando a ser espiritualizado por
la concepción de la historia que nosotros edificamos al interpretar los
acontecimientos y actualizarlos por medio de las vivencias. Un Señor que
ofrece el sacrificio para que este se convierta en la Causa Eficiente de la
salvación de la creación y la humanidad (38).
(Para nuestra reflexión personal
diremos que el fenómeno como evento constatado en la historia es
espiritualizado precisamente por nuestra percepción, pero si nos referimos al
misterio este no es percibido históricamente sin contar con la Fe en la manifestación
de los acontecimientos que si se convierten en historia.) La dinámica de la redención es una manifestación
salvífica de Dios necesariamente para nosotros en la historia, pero no de igual
forma para Dios (39). Sobre Jesucristo diremos que en su
Cruz relacionó vitalmente tanto el fenómeno como el misterio salvífico por
antonomasia. Una relación con inmanente presencia del amor que paradójicamente
sale de si para caminar a nuestro encuentro. No es factible suponer que la concreción
del misterio de Jesucristo sea perceptible desde la historia sin la
espiritualidad propia de los bautizados, de ser de otra forma será una simple información
académica de la interpretación del fenómeno en la historia de la humanidad (40).
JESUCRISTO: Verdadero Dios y
verdadero hombre percibido en esta realidad de naturaleza tanto mudable como
eterna por el acto maravilloso de la Fe informada en nosotros por la Gracia de
Dios Trinidad. (41).
|
SÍMBOLO NICENO.
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Credo in unum Deum
Patrem omnipotentem,
factorem cœli et terrae,
visibilium omnium et
invisibilium;
et in unum Dominum Iesum
Christum,
Filium
Dei unigenitum,
et
ex Patre natum ante omnia sæcula;
Deum
de Deo, lumen de lumine,
Deum
verum de Deo vero;
genitum, non factum,
consubstantialem Patri,
per
quem omnia facta sunt:
qui
propter nos homines
et
propter nostram salutem descendit de cœlis,
et
incarnatus est de Spiritu Sancto
ex
Maria virgine,
et
homo factus est:
crucifixus
etiam pro nobis
sub
Pontio Pilato,
passus,
et
sepultus est:
et
resurrexit tertia die
secundum
Scripturas,
et
ascendit in cœlum,
sedet
ad dexteram Patris,
et
iterum venturus est cum gloria
iudicare
vivos et mortuos;
cuius regni non erit finis:
et in Spiritum Sanctum,
Dominum et vivificantem,
qui
ex Patre Filioque procedit;
qui cum Patre et Filio
simul adoratur et
conglorificatur;
qui locutus est per
prophetas:
et unam sanctam catholicam
et
apostolicam ecclesiam.
Confiteor
unum baptisma
in remissionem peccatorum:
et expecto resurrectionem
mortuorum
et
vitam venturi sæculi.
Amen. (42).
|
Creo
en un solo Dios, Padre Todopoderoso,
Creador
del cielo y de la tierra,
de
todo lo visible y lo invisible.
Creo
en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo
único de Dios,
nacido
del Padre antes de todos los siglos:
Dios
de Dios, Luz de Luz.
Dios
verdadero de Dios verdadero,
engendrado,
no creado,
de
la misma naturaleza del Padre,
por
quien todo fue hecho;
que,
por nosotros, los hombres,
y
por nuestra salvación, bajó del cielo;
y
por obra del Espíritu Santo
se
encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.
Y
por nuestra causa fue crucificado
en
tiempos de Poncio Pilato;
padeció
y fue sepultado,
y
resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y
subió al cielo,
y
está sentado a la derecha del Padre;
y
de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,
y
su reino no tendrá fin.
Creo
en el Espíritu Santo,
Señor
y dador de vida,
que
procede del Padre y del Hijo,
que,
con el Padre y el Hijo,
recibe
una misma adoración y gloria,
y
que habló por los profetas.
Creo
en la Iglesia,
que
es Una, Santa, católica y Apostólica.
Confieso
que hay un solo Bautismo
para
el perdón de los pecados.
Espero
la resurrección de los muertos
y
la vida del mundo futuro.
Amén.
|
El credo niceno resume estratégicamente
el contenido de la Fe de la Iglesia y por ende es el primer recurso que una exposición
sobre la Persona de Adorable de Jesucristo se debe emplear, el símbolo de
nuestra Fe es el contenido vertido de las sucesivas confecciones de Fe y sobre
todo del Magisterio y Tradición de la institución eclesial. No se trata tan
sólo de un acto de proclamación sino de un compendio de vivencias y reflexiones
iluminadas por la Gracia, el credo presenta al Dios Creador, Redentor y
Santificador en las Personalidades de las Personas de la SS. Trinidad. El
título de Hijo de Dios es el centro de la Fe apostólica. Pedro,
cimiento de la Iglesia, fue el primero en profesar esta verdad, al decir: Tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo (43) (Mateo capítulo 16
versiculo 16). Hay una distinción entre nosotros como hijos de Dios, y la
relación de Jesús como Hijo Único de Dios, Él mismo la hace: Subo a mi
Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes (Juan capítulo
20 versículo 17). Se puede poner como comparación la parábola del viñador
que manda a recolectar los frutos a través de sus servidores (Mateo capítulo
21 versiculos 33-39), a quienes matan sucesivamente; luego, ya no son más
sus “siervos” a quienes manda, sino que elige a su propio hijo, a
quien terminan también matando. En el Bautismo y en la Transfiguración se oye
una voz, la voz del Padre, que declara a Jesús como su Hijo Amado.
Jesús también se designa a sí mismo el Hijo Único de Dios (Juan
capítulo 3 versiculo 16), afirmando su preexistencia eterna. Nosotros los
creyentes, es en el misterio pascual en donde podemos alcanzar el sentido pleno
del título de “Hijo de Dios”, porque es allí donde se cumple el plan de
Salvación; el mismo centurión que le atravesó la espada dijo Verdaderamente
este hombre era Hijo de Dios (Marcos capítulo 15 versiculo 39)
(44).
El nombre de Señor,
es la traducción griega Kyrios, de la palabra YHWH
(Yahveh). En el Nuevo Testamento se emplea este término también
para Jesús, reconociendo de esta forma su Divinidad. Cuando la gente se le
acercaba para pedirle el Socorro o alguna curación, le decían Señor, por
respeto y confianza. Al mismo tiempo, San Pablo nos dice Nadie puede
decir, Jesús es Señor si no está movido por el Espíritu Santo.
(1 Corintios capítulo 12 versiculo 3). Desde nuestra connotación Escrituristica
el titulo mesiánico de Hijo de Dios es una interpretación en tiempo mesiánico
escatológico que el autor evangélico realiza después de su propia
experiencia de Fe, es una declaración que asegura la identidad tacita de Jesús
y su tránsito dramático, al menos en la psique de sus apóstoles a la Divinidad
de su Naturaleza y Persona. El símbolo niceno que hemos citado corresponde
precisamente a la desmitificación de la identidad de Jesucristo el Hijo de
Dios. Es solo un breve ejemplo de la necesidad de instruir inicialmente sobre
los artículos del credo para una misión fuera de nuestras congregaciones, de
darse la oportunidad de perfilar una instrucción para ser parte de ella. La
presencia del concepto que define su contenido no es simplemente la exposición de
su Teología sino del testimonio vivo de quienes creen verdaderamente lo que
profesan cada domingo en la Eucaristía. (45).
CREDO. NUESTRA
OBJETIVIDAD EN EL DIOS TRINIDAD REVELADO.
La concepción
humana sobre la Unidad parte de los contenidos simultáneos entre iguales. Un
grupo de personas sean hombres o mujeres o la mezcla de estos no pueden agotar
todas las posibilidades de la naturaleza humana.
Nuestra singularidad no arrebata todo lo que somos y vivimos, pero nuestras
relaciones siempre están en continuidad de acciones. Nunca paramos de amar, pensar o
relacionarnos, nunca agotamos nuestro lenguaje o sus expresiones por sintéticas
que estas sean o se conviertan. Somos como personas una bien elaborado
intríngulis y la paradoja de nuestra personal soberanía es que en realidad no
hay tal. (46) Hoy actuamos de una manera concreta y mañana nuestras
experiencias podrán sin duda someter a juicio esas acciones y determinar la
impronta de otras. Nosotros nos reconocemos como individuos y las motivaciones
muchas veces son compartidas por la especie. Somos consecuencia de nuestro
Auto-reconocimiento en lo referente a la dinámica antropológica. Nuestra antropología
gira en la dirección de la duda y la razón, la tristeza y la felicidad, el
pasado, el hoy y el mañana. Las categorías de tiempo son signo inequívoco de
madurez y en visión negativa de proximidad a la muerte física. La vida que
vivimos bajo el imperio de lo Intelectivo es sin duda la ratificación del ser racional
que hay en nosotros. La concepción de nuestra propia Inmanencia no agota ni una
coma de la naturaleza que reclamamos como nuestra, aunque no implica la
realización plena de lo antropizado, es decir, siempre faltará el “peso
para completar el millón”. La Alteridad parece una
posibilidad de proyectarnos en el otro y hacerlo participe de nuestra realidad,
pero su Inmanencia choca abiertamente con la nuestra. Qué difícil es para
nuestra vocación singular aceptar que los demás sean diferentes a nosotros, es
un misterio paradójico de la humanidad, el pretender que todos sean iguales
como una serie en un billete (47). La SS. Trinidad como la centralidad de nuestras
celebraciones no se queda fuera de nuestros escenarios personales. La esencia
de la relación humana es figura imperfecta de la profunda entrega e identidad
de las Personas Divinas.
El lenguaje humano no limita o siquiera puede
expresar su naturaleza cognoscible. Esta expresión sólo es plena en Dios quien
en cada Idea de su Mente Divina se conoce así mismo y al otro Consubstancial en
su Esencia de Dios bajo las distinciones de Padre, Hijo y Espíritu Santo. El paralelo dinámico siendo nosotros criatura
de Dios se aproxima Volitivamente a la revelación de Dios y a la manifestación
de Dios en cuanto a que somos su Imagen Racional e Intelectiva como Afectiva… La
cultura nuestra guarda paralelismos interesantes con la figura del Dios
Trinidad que bajo la dinámica relacional Ad-Extra establece un nexo salvífico
que en el ser humano traduce en Esperanza cierta y concreta de los misterios
anunciados en la revelación bajo la acción de la Gracia del Espíritu Santo (48).
Antropizar la expresión consciente de nuestra Fe puede ayudarnos a ubicar a
Dios en el contexto tanto Económico como Inmanente de la SS. Trinidad. No es
solo la revelación de Dios sino la intervención salvífica de su Gracia y
funciones de las Divinas Personas en la Creación- Redención- Santificación. La
Inmanencia de Dios en sí y para sí fundamental en la comprensión de un
Dios que es Amor no como acción sino como Esencia y Conocimiento. El
Amor de Dios se asume como el medio que expresa la totalidad inacabable de sus
relaciones Trinitarias. Solo Dios en sí y para si no agota lo que es por el
contrario lo ejemplariza y plenifica en las relaciones entre las Divinas
Personas. Las relaciones humanas o RR-HH se mueven sobre el
fundamento de los Derechos o DD-HH (49) lo que implica que la
Sociedad debe reconocerlos para hacer visible al individuo o sujeto cuya
existencia biológica debe ser reconocida por estancias legales. Nosotros como
seres creados no poseemos personalmente ningún atributo socio-cultural
(Ethos) (50) que antes no sea reconocido y otorgado al Colectivo o
individualizado en la persona humana. Estas relaciones son Singulares e
Inmanentes en sí mismas y en el colectivo social (51) para
existir. El salir fuera de nosotros “No” es posible sin la
apreciación tiempo- espacial o la percepción de una realidad material que nos
sujeta. La Relación con la Trinidad Divina sublima y libera nuestra
percepción material del mundo y sus causalidades para remitirnos a Dios su
Creador (52). En la concepción de nuestra dinámica sociológica no
podemos olvidar que las relaciones Trinitarias se dan en sí y para sí, al ser inmanentes
y estar presentes en Dios mismo. En Dios no hay imposibilidad relacional plena
como si en nosotros criaturas. De lo que si estamos seguros y es del
sentido teológico al suponer que las relaciones de la SS. Trinidad al
crear cuanto existe fueron de carácter Transeúnte de tránsito en la
expresión de su más absoluta radicalidad lingüística. El Padre es toda la
Divinidad, el Hijo es toda la Divinidad y el Espíritu Santo es toda la
Divinidad (53). Las
implicaciones de Unidad nos tocan poderosamente a todas y todos sin
importar condición alguna que denote posibilidad de exclusión entre nosotros
mismos, Dios busca la Unidad de las familias y la humanidad contenida en cada
uno de sus integrantes (Génesis capítulo 1 versículo 27) El
remanente sociológico que persiste en las relaciones humanas lo encontramos
reflejado en la absoluta perfección de las relaciones vitales de Dios que la
teología define como Perichoresis (Donde está una Persona Divina
están las otras y en sentido contrario pleno) es un fundamento de su Inhabitación
o Circuminsesion (54) de las relaciones Trinitarias.
Nosotros podemos percibir la relación de Unidad plena en las Divinas Personas
cuando por Fe y Amor llegamos a la certeza de la presencia de Dios en nosotros
y en nuestro entorno. Una idea no tan alejada de la realidad
Antropológica es el ejemplo del amor que una persona tiene por muchas personas
y como las lleva en su mente y sentimientos y siendo así como las recuerda y
ama constantemente. Dios se Piensa y se Ama eternamente (55).
En la concepción de esa relación con la humanidad con cada bautizado es
factible distinguir tanto la Trinidad Inmanente como la Trinidad Económica,
es decir Dios que se Ama y piensa eternamente como se entrega cada Persona
Divina y la Económica o salvífica expresada en la Creación, Redención y
santificación del Creyente y la Creación. Antropizado la cuestión tratada
en el presente ensayo agregaremos que la Gracia establece esa bella
relación entre una y otra expresión de la vida Trinitaria manifestando en su Auto
comunicación la Unidad de Dios Trinidad y la potencia desplegada en su
Creación como en el corazón de los bautizados. El Amor es la plena y perfecta
realización de la Trinidad Divina (56).
El Padre Dios se realiza plenamente
cuando se entrega al Hijo eterno y el Hijo se da totalmente glorificando a Dios
su Padre eterno (Juan capítulo 17 versículo 5). Juan reconoce el
acontecer de Dios Amor, pero la hace percibiendo la relación
eterna que mueve o encierra la perfección de Amar y ser Amado (1 Juan
capítulo 4 versículo 8) Dios se Ama y nos ama porque es el Amor pleno y
eterno como lo es su Voluntad de amarnos siempre. En Dios el Amor no es un
sentimiento mudable sino una realidad vital. Dios no aspira a amar como la
humanidad lo expresa. Dios se entrega eternamente en ese caminar de su Ser
Amor. El Dios invisible se expresa en la contundente realidad perceptible de su
Amor y Justificación por la humanidad y la Creación, es decir, existimos porque
Dios nos ama. No es invisible quien ama con el Poder de Dios contenido en su
eterno amarse (Colosenses capítulo 1 versículo 15). En cuanto a la
comparación que establecemos con nuestra comunicación personal decimos que en
ese orden lingüístico modelo perfecto la Intuición se condensa en la seguridad
de su expresión entendible y la dificultad Idiomática es superada por el Lenguaje
del Amor. Para ilustrar este principio imaginemos un Círculo, el Padre es
el Centro de la Comunicación Divina y el Hijo es el borde o la periferia que
contiene el Círculo y el Espíritu Santo se encuentra entre ambos y brota
del lenguaje eterno de Entrambos. Ese eterno ir y venir de las Personas
Divinas. Los PP. De la Iglesia entendieron que la relación Trinitaria tenía su
Origen en el Padre y en referencia con el Hijo el Hiponense emplea el término latino Principaliter (principalmente) es la absoluta relación con el
Padre (57). Agustín acude al término citado para definir la procedencia
del Espíritu Santo. La diferencia radica en dos expresiones de la Esencia
Divina Intelectiva y Volitiva el primer referente al Hijo y la otra al
Espíritu Santo como sabemos. La concepción en el A.T era distinta y
movida por los vínculos relacionales que tenían a Moisés y los Profetas como
referentes (58). La visión de Dios era desde la Norma y la consabida
responsabilidad ritualista que limitaba su concepción de cercanía y vinculo
salvífico. Miremos con detenimiento este señalamiento:
NOCIÓN DE DIOS COMO PADRE,
Y PERCEPCIÓN HISTÓRICA ECLESIAL.
Es asumida desde la concepción de su poder
creador (Deuteronomio capítulo 32 versículo 6) y es también referencia
de su presencia en la Alianza (Éxodo capítulo 4 versículo 22) y Padre de
Israel (2 Samuel capítulo 7 versículo 14) en la dinámica que asume como
Padre del pueblo recae su Amor misericordioso sobre los desprotegidos (Salmo
68,6). La idea del pueblo de Israel es clara, tienen la noción de una
relación de escogencia como se advierte infinidad de veces en el Pentateuco,
pero no se desarrolla una teología de la paternal escogencia de Dios. Es un
Dios que castiga según su código legal entregado en el desierto a Moisés, y
este al pueblo. Rompiendo con ese esquema relacional aparece la perspectiva
paternal de Dios en boca del Redentor. Jesús nos revela al Padre Dios en un
sentido totalmente nuevo como también convierte al Espíritu Santo en la Causa
Formal de la revelación de su relación con el Padre Dios, así lo
percibimos en (Juan capítulo 14 versículo 17). Es una relación
caracterizada por la intimidad ausente en el A.T donde el Amor es
el referente primario de toda su conversación con los discípulos. Para
comprender este señalamiento teológico es necesario que esclarezcamos la
relación terminológica entre Substancia ---y--- Persona --- y ---
Relación --- como --- Hipostasis (59). La persona está constituida en
la naturaleza y se expresa consciente de su ser como identidad, y la relación
se manifiesta como Persona dueña de su existencia, la que posee plenamente.
Para nuestra inquietud académica podemos consultar los anales del Concilio
II de Constantinopla, sus definiciones sobre la Trinidad
Consubstancial. El Dios
que revela Jesús es Padre y Señor y Ama a sus hijos por igual. La única
diferencia está asumida en las funciones de las expresiones de nuestra
filiación y su Paternidad (60). La Trinidad Divina es un Misterio y
como tal su exposición no está agotada. La Fe en el Dios viviente es nuestro
empeño y tesoro. La realidad está siendo constantemente afectada por las
percepciones de orden y estética que llega a nosotros como quiera que seamos
básica y formalmente seres contingentes, y nuestra Contingencia
responde al medio como al estímulo espiritual.
Son cualidades plenas que
la relación de Dios con la humanidad expresada en sus cometidos objetivados, es
decir, no es un Dios lejano sino un Padre todos y Misericordioso por
antonomasia. La Igualdad de Dios es la Esencia de su Amor en términos
fácilmente asimilados en nuestros discursos. La relación con Dios debe
convertirse no en una necesidad existencial sino en una forma de ser, amar y
existir independientemente de la realidad de nuestra naturaleza, sin miedo o
temor a la trascendencia. La Intimidad con Dios es un regalo que solo Él nos
hace y nos plenifica como Deifica palabras que emplearan los santos Padres griegos
para definir la relación de intimidad vital con el Dios de la vida. Solo Dios
se entrega a Dios vital y plenamente solo Dios, solo el Padre se realiza
plenamente cuando se entrega al Hijo eternamente y el Espíritu Santo cuando es
fruto eterno del Amor comunicado Esencialmente entre el Padre y el Hijo. La
Trinidad es tanto Comunión como Entrega eterna. La Inmanencia de la SS.
Trinidad se refleja en la felicidad que las Divinas personas poseen y viven
eternamente (61).
Cuando trabajamos por
encontrar y conservar la felicidad nos estaremos moviendo en la Dirección del
Dios fuente de felicidad y vida plena. La felicidad de Dios no acepta división,
pero si distinción en cuanto a la forma como se relaciona con nosotros desde la
posibilidad de ser manifestada en la existencia de la persona redimida. La
Substancia de la relación Trinitaria es Igual en términos de nuestro entendimiento
(62). Tal relación está verificada en la Unidad de Amor que por
analogía vivimos. Dios es Padre como Persona
y la distinción está en el ser Padre y su significación activa como relacional
mientras que la Esencia no se altera o divide en funciones. Dios es Hijo en
cuanto a Persona, pero no en cuanto a la división de la Substancia Divina. El
Espíritu Santo que procede de Entrambos lo es como Persona y sus
manifestaciones como entrega y no se establece diferencia en la Esencia de Dios
(63) …
Uno de los PP. Latinos lo
ejemplarizan aún más claro: Dios es la “Trinidad de Una Divinidad”
Tertuliano. El salir de nosotros
superando nuestra natural Imposibilidad es posible solo si lo hacemos hacia
Dios, solo Dios puede hacer que superemos nuestra propia Inmanencia. La transformación
por definición de nuestra Metafísica es comprobable desde la posibilidad cierta
de transformar nuestro ser aún bajo el signo de nuestra conciencia. Estamos
seguros solo en la medida en la que nuestra Fe lo dicte al entendimiento. Las
propiedades del Ser, Persona Humana son adjudicadas a la Especie cómo y en
cuanto tal racional y emotiva como afectiva. La transformación ontológica solo
es posible si estamos unidos a Dios y esa unidad esencial nos permite
trascender la anteriormente descrita imposibilidad o inmanencia. Recordemos que
el propio Jesús nos habla sobre la Verdad como fuente de libertad. Pues la
Verdad de Dios es su revelación plena en la Persona del Espíritu Santo. La
Verdad es esencial y no conceptual. La Verdad es el ADN de
nuestro ser redimido. Aquella Samaritana (Juan capítulo 4 y ss) tenía
sed y Cristo le ofrece su Gracia, ella continuó con sed porque la obra
redentora estaba en proceso. Dios no sale de su realidad Trinitaria Dios es su
realidad Trinitaria, plena y acción de todo acto. En su Ser no hay
Potencia alguna Dios Es (64) …
El Espíritu de Dios es agua
viva por encontrase en el cauce de toda Salvación así querida por Dios. La Voluntad del Padre es salvífica para
nosotros y no se necesita cosa distinta a que Dios la piense. Nosotros
hemos recibido en Pentecostés un Espíritu de vida y plenitud. Los dones del Don
por antonomasia se traducen en salud y eternidad (65). La realidad de la Encarnación abre las
puertas de una Antropización perceptiva de la Santísima Trinidad y como Dios entra
en la historia de la humanidad sin desmontar los conceptos naturales de la
generación de la vida y realidad singular de la persona humana. La igualdad
tacita entre el Dios encarnado y la humanidad fue la primera señal inequívoca
de la Voluntad salvífica del Padre Dios. Una Señal que
asume la condición y su naturaleza humana pero provista de la inseparable personalidad
del Hijo de Dios. Somos consecuencia del Amor que se socializa por decirlo así
con la humanidad (66). Un Dios tan cercano y aún más que la misma
humanidad a su realidad como realización de lo contrario la redención sería un
postulado fallido no aprovechado por nuestra naturaleza herida por el pecado (67).
La unidad de Dios es realmente la fundamentación de todo cuanto la Trinidad Económica
hace por nuestra salvación. Visto así la salvación es modelo que brota nominalmente
de la Trinidad Inmanente. Todo contenido en el Ser Adorado de Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
DATOS BIBLIOGRÁFICOS Y ARTÍCULOS CITADOS.
*** Los Textos
inspirados son tomados de la edición de la Biblia de Jerusalén cuyo sitio
aparece así: https://www.bibliatodo.com › la-biblia › versión › Biblia-de-Jerusalén-
1-
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jesucristo_03
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12-
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› titulos-mesiánicos-primera-parte
13-
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› titulos-mesiánicos-primera-parte// Fuente citada anteriormente.
17-
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› cristo-cordero-de-dios-titulos
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20-
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› cristo-cordero-de-dios-titulos//Fuente citada anteriormente
21-
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cristoeseltema.blogspot.com › 2018/03
› cristo-cordero-de-dios-titulos// Fuente citada anteriormente. CERFAUX
L, Jesucristo en San Pablo, DDB, Bilbao 1967; https://www.mercaba.org › DicTB ›
Jesucristo// www.mercaba.org › LIDERES › A03_JESUCRISTO
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Citas en línea gracias a www.mercaba.org
› LIDERES › A03_JESUCRIST y https://mercaba.org › ARTICULOS › jesucristo_03… ARIAS
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