CAMINAMOS MOVIDOS POR LA ESPERANZA EN CRISTO.
La realidad que mueve nuestra existencia se centra en
la medida de la relación con el Dios de la vida, y la esperanza surge
precisamente como esa fuerza que anima nuestro caminar. No importa lo que
acontezca la realidad de nuestra relación con Dios será siempre total y
totalizante, es decir, específicamente una constante transformación que nos
permite ver más allá de la vida en nuestra presentación temporal, en este
contexto Pablo es claro cuando afirma la temporalidad de nuestra existencia y
la necesaria transformación escatológica. Una presentación que no es definitiva
muy a pesar de nuestra cultura tecno-científica que enfila baterías hacia un
orden demostrable y casi predecible bajo las leyes estadísticas sobre la vida,
el trabajo, la cultura, e incluso la religión, iglesias muy preocupadas por sus
estadísticas de aceptación y no por la calidad de su mensaje y seguimiento de
Cristo. “Cuando hay una carrera, todos
corren para ganar, pero solo uno recibe el premio. Así que corran para ganar.
Todos los deportistas que compiten en la carrera tienen que entrenar con
disciplina. Lo hacen para poder recibir un premio que no dura. Pero nuestro
premio dura para siempre. Por eso yo no corro sin una meta ni peleo como los
boxeadores que solo dan golpes al aire. Golpeo mi propio cuerpo, lo castigo
para controlarlo, para así, no resultar yo mismo descalificado ante Dios,
después de haber anunciado la buena noticia de salvación a los demás” 1 Cor
9:24-27.
La pérdida de la esperanza es aún más contundente en
el ser humano que la misma muerte sobre la que nadie tiene control alguno, pero
la esperanza vitaliza aun la muerte y con ello derrota las consecuencias de su
presencia en el ser humano. Cristo porta para nosotros la esperanza
imperecedera, aquella que derrotó a la muerte y al caos que la muerte porta
para la existencia del ser humano. Si antropizamos este concepto encontramos
que la cultura humana se desenvuelve entre manifestaciones de esperanza y
perdida de esta, creando escenarios sociales donde la frustración es el pan de
cada día y donde la enfermedad y muerte se convierten en el desenlace ya
normalizado de la vida humana, pero en Cristo la realidad es otra informada por
y en la gracia de su sacrificio en la Cruz, no somos una fe de Cruz sino de
sacrificio en ella. “Luego Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere ser
mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque el que
quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la
encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde la vida?
¿O qué se puede dar a cambio de la vida?” Mt 16: 24-26.
La expresión de la Cruz no contradice nuestra
esperanza, sino que la afirma sobre el presupuesto del amor como sacrificio y
motor de este. Una esperanza de estas dimensiones no puede ser derrotada por
nada y esto incluye al pecado y a la muerte. Arrebatar la esperanza supone
pues, desde esta perspectiva un duro golpe al ser humano que lucha por
establecer su vida en este entorno donde lo hacemos todos, en el mundo como
encuentro de realidades. En el mundo como campo de lucha, pero también de
victorias sin pár. Un mundo como este necesita de la lucha por la esperanza y
en la esperanza sin importar distinción alguna que afecte al ser humano en sus
multilateralidades ante otros y su entorno. La esperanza en el tiempo fuerte de
Adviento no es otra cosa que el señalar una ruta de encuentro con la fuente
amorosa de toda esperanza. Sin el influjo de la gracia no podremos realmente
caminar en esta maravillosa esperanza, hoy estamos ante una dicotomía compleja
de vivir y superar, el mundo confía plenamente su futuro a la tecnología y no
al Dios que hace posible los adelantos de la ciencia y la comprensión
humana. Entramos en tiempos de
destrucción de la vida a un ritmo que supera nuestros avances de los últimos
5000 años. La era de la robótica quiere darle alma a la IA (Inteligencia
Artificial) pero quitándole a la humanidad la propia. La vida entró en una fase
de relatividad peligrosa para el afianzamiento de los valores que brotan del Evangelio.
Estos conceptos son vistos como cosa de ancianos anacrónicos y antediluvianos.
El concepto de herramienta que entendíamos muy bien
hace 30 años ahora se convierte en dependencia recreando distintos mundos
personales en uno. La gracia se adapta según estas expresiones al devenir de
los tiempos y con ello la salvación es vista simplemente como un cuento
infantil ante la idea de un Dios creado por la ciencia o explicado o incluso
anulado por esta. El ateísmo practico se convirtió en un contenido del ámbito
teológico cuando escuchamos a teólogos, clérigos y demás, preocupados por
justificar o anular sermones antropocéntricos y no por anunciar la Buena Nueva.
Podemos traducir como una búsqueda de la esperanza en la condición humana y no
en su fuente que es Dios.
El ser humano esta pues llamado a vivir su condición
sin que con ello anule la necesaria presencia de la gracia en un bello inicio
salvífico que se desprende del amor de Dios en su adorado Hijo… La salvación es
una realidad que toca las fibras de la creación y nosotros como parte de ella,
No son solo las políticas amigables con el Medio Ambiente sino la praxis de un
cristianismo que respeta y ama la vida en todas sus formas.
Un reinado de Cristo que se ve afectado por los
reinados de los distintos Ethos que se toman la vida de las personas en sus
praxis sociales determinadas por la necesidad de saciar convencionalismos de
toda índole. Estas cuestiones nos afectan porque tácitamente renuncian algunos
a su Señorío y se convierten en correligionarios del mundo y sus formas
directas de perdida de madurez espiritual. Un vinculo tal lo encontramos en la
forma como las leyes de una nación modifican y condicionan la respuesta de la
masa social agrupada solo bajo el instinto del descanso y el trabajo remunerado
ávidamente, Los calendarios religiosos son hoy solo una disculpa legal para el
ocio y la pereza, cuando el problema no esta en el trabajo y su intensidad sino
en los valores de este en nuestra realidad. El descanso se satanizó y algunos
mandatarios en Colombia lo satanizaron, pero no así con la corrupción y sus
fortunas personales fundadas en el trabajo de otros o en favores estratégicos
en los negocios.
Una esperanza artificial se vive en estas fechas
próximas a la Natividad del Señor, cuando el comercio inicia sus buenos oficios
al margen del acontecimiento histórico como tal de la entrada de Dios en la
historia humana desde la condición propia de nuestra humanidad (Encarnación).
El Dios que trae la esperanza al mundo y su multilateralidad
esta siendo desplazado por la recreación comercial mítica del llamado Papa Noel
cuya barba y sonrisa encarnan las bondades del comercio y el buen vivir en
estas fechas. La masa de la cultura presente desnaturaliza a pasos agigantados
la Natividad del Señor. Algunos episcopales miran de reojo las representaciones
del pesebre porque las creen contrarias a su fe, pero de buen agrado disfrutan
la cena y las decoraciones de la Navidad. Otros corren y saltan todo tipo de
dificultades para dar regalos, pero durante el año no caminaron con los niños a
los pies de Cristo. Hoy vivimos una especie de anacronismo mal intencionado que
señala incluso otras fechas para estas celebraciones como si lo más importante
no fuera el acontecimiento en si y por si mismo. Hoy estamos llamados a
recuperar los valores de la Navidad y con ello enriquecer aún más la praxis cultural,
pero sin dejar por fuera el fundamento de todas estas celebraciones.
Viva Cristo Rey.
Rvdo. Pbro. Diego Sabogal.
Rector Catedral San Pablo.