SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS
DE EPIFANÍA. Isaías capítulo 62 versículos 1-5. Salmo 36:5-10. 1 corintios
capítulo 12 versículos 1-11. Juan capítulo 2 versículos 1-11.
El profeta Isaías (Trito-Isaías)
lo ubicamos en el periodo postexilico cuando el rey Ciro ordenó décadas atrás la
reconstrucción de Jerusalén (Un edicto de Ciro ordenaba anunciar a Yahveh Dios
de Israel y verdadero Dios, convirtiéndose así en instrumento de la Voluntad Divina)
pero tales obras estaban aplazadas por lo que el hambre y la pobreza de una
ciudad en ruinas alimentó su mensaje y visión de la realidad presente, estamos
hablando del año 538. La lectura propuesta para este domingo inicia en el
capítulo 62 de Isaías con un bello poema que nos habla desde un espíritu
nacionalista sobre la reconstrucción de Jerusalén y el profeta lo hace como si
se tratará de un relato de ribetes escatológicos mostrando la gloria próxima de
esta ciudad.
Se trata de darle ánimo
al pueblo que viene precisamente de un acontecimiento traumático y a la vez
alentador como fue la repatriación de miles de judíos que llegaron del Norte al
caer el imperio de Babilonia gracias a una maniobra militar del rey de Persia
(Ciro), la postura Isainiana inspirará a los demás profetas posteriores en la
evocación de una ciudad de características únicas, de una ciudad que resumía y
a la vez simbolizaba todo lo que era el espíritu religioso del pueblo judío,
ellos aprenden de aquella amarga lección del pasado y centran su esperanza en
Dios antes que en sus vecinos. La teonomia como dependencia de Dios se abre
camino en el espíritu nacionalista de Israel.
Los términos que usa el
profeta en su poema son propios de esta ciudad y nación, no se trata de un
simple recurso literario sino de la manera como era vista la realidad nacional
en su época, por lo tanto, cada término evoca un acontecimiento para ser
ensalzado en esperanza y consuelo. De lo anterior podemos afirmar que esta
tradición tuvo dos abanderados en las escuelas proféticas de Israel, nos
referimos a los profetas Oseas e Isaías. Si la tristeza tiene nombre, pues la
esperanza también y es Dios precisamente la fuente de toda su esperanza. Isaías
describe acontecimientos que se quedaran en el futuro de su pueblo, una vez
derrotados los asirios, los persas los gobernaran en toda Palestina hasta el
año 333 antes del Señor y luego asumirá esta ignominiosa misión Alejandro
Magno. El amor de Dios se convierte en la auténtica posibilidad de liberación y
salvación para Israel. Un Dios fiel a sus promesas, aunque el pueblo no lo
fuera y practicara cultos traídos de Babilonia.
El Salmo 36, nos habla en la misma dinámica del profeta Isaías, nos dice en palabras fáciles de asimilar que la esperanza y el auxilio divino se han materializado en un Dios amoroso que cuida y salva la vida de todos, incluso de los animales. Dios está listo para intervenir en nuestro favor y la vida es sagrada a sus ojos como quiera que es fruto de su amor creador. La paz y la prosperidad son atributos del cuidado amoroso de Dios por la vida en todas sus formas… Encontramos la expresión: “En Ti está la fuente de la vida, y tu luz nos hace ver la luz” en el versículo (10) los Santos PP. de la Iglesia la emplean para designar al Señor, Cristo es la luz de la humanidad.
El apóstol Pablo, nos
habla sobre el buen uso de los dones que el Espíritu Santo concede a los
bautizados en la Iglesia, estos dones son signo de unidad en la vida eclesial
ya que no se trata de estilos particulares o personales sino del servicio en la
Iglesia de Cristo. La expresión Paulina sobre Carismas nos habla acerca de la
posibilidad de servir con amor en el contexto de la Iglesia y sus comunidades
de Fe. Estamos ante un principio sobrenatural de Comunión en el corazón de la
institución eclesial. Pablo está muy interesado en mostrar las consecuencias de
una vida espiritual egoísta y fundamentalista y su ejemplo es claro, los cultos
violentos de los pueblos paganos donde la agresión física era parte de su
liturgia, y entre nosotros los fenómenos espirituales cuando se salen del común
interés entonces son también una forma de agredir a la comunidad que busca la
unidad en su liturgia. Los dones son un instrumento para la edificación tanto
de los bautizados como de la Iglesia. Las enseñanzas son clave en la
construcción de la Iglesia como cuerpo o Pleroma de Cristo y en esta misión
cada bautizado entra perfectamente desde la conversión personal y el
reconocimiento de las verdades de nuestra Fe, es importante tener presente
(diría muy presente) que el apóstol Pablo le confiere a la enseñanza un lugar
relevante de suprema importancia en el cuerpo eclesial. La formación sobre las
verdades de Cristo animó su obra misionera y catequética como síntesis de la
naciente doctrina cristiana. Si hablamos de dones para el desarrollo
ministerial de la Iglesia es importante bases sólidas y proclives al crecimiento
lo que solo brinda una sólida formación en los bautizados para que su Fe no sea
seducida por doctrinas fatuas o modelos importados de su entorno religioso.
Juan en su Evangelio describe el prodigio de las Bodas de Caná con el término “señales” empleado para designar la autenticidad de un profeta, lo que une al Señor con la tradición de su pueblo. María como madre y esposa sabe lo que implica el éxito de una Boda para la nueva familia que se conforma y como entra en el medio social, por esta razón su intervención en favor de los nuevos esposos y por ende familia. Solo una mujer puede entender el complejo contexto de una celebración plagada de detalles, eso generó la Niña María con sus amigas las que le comentaron lo que estaba pasando, este relato es un ejemplo desambiguado de la habilidad de la mujer para leer acontecimientos y relacionarlos entre sí, mientras nosotros los hombres no observamos detalles ellas si poseen esa sensibilidad para darse cuenta de los detalles, aun los más pequeños, María y sus amigas ven en conjunto lo que está sucediendo. Ella es la “nueva Eva” modelo en la Fe y seguimiento de Cristo, no solo como Madre sino como la primera creyente en su Hijo y su mensaje salvífico. El mérito de esta mujer no era solo su maternidad sino su Fe total en Jesús y como por medio de su Fe construyo una vida de creyente humilde y atenta. En Caná el Señor inicia su ministerio y entra en el acontecer cotidiano de su pueblo, allí se vive lo que hoy vivimos por Fe, una presencia amorosa y cotidiana sin sobresaltos y si mucha vida y amor. En cuanto a la hora de la que habla el Señor es una clara referencia al momento de su glorificación y retorno al Padre Dios, en esta perspectiva hablaran los Santos PP. de la Iglesia y fundamentaran nuestra escatología eclesial. La hora se traslada a nosotros y nuestro encuentro definitivo con el Señor, pero solo desde el amor y su praxis tiene sentido tal señalamiento. Creerle a Cristo supera esta fase inicial de milagros y manifestaciones extraordinarias, hoy creemos sin ver y amamos sintiendo que somos amados por Cristo. En Caná y su boda encontramos un adelanto de Dios presente en la familia y la vida de los esposos y sus hijos.
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