lunes, 18 de marzo de 2019

TEOLOGÍA DE LAS VISITAS PASTORALES DEL ORDINARIO DE LUGAR EN LOS TERRITORIOS DE SU JURISDICCIÓN.


TEOLOGÍA  DE  LAS  VISITAS  PASTORALES  DEL ORDINARIO  DE  LUGAR EN  LOS  TERRITORIOS  DE   SU  JURISDICCIÓN  CANÓNICA.


OBJETIVACIÓN CONCEPTUAL.


El Obispo diocesano canónicamente es reconocido como: El Ordinario de Lugar o Diocesano, (1) los términos canónicos son claros en cuanto a que su expresión reconoce implícitamente la Jurisdicción en el desempeño de la autoridad de una Diócesis. Solo las iglesias de tradición apostólica, es decir, aquellas que conservan el triple ministerio ordenado reconocen y viven como parte de su ser eclesial e identitativo la presencia tanto del Obispo como del Diacono y el Presbítero. El reconocimiento de la autoridad por via apostólica es aquella que atañe a la Sucesión Apostólica, es decir del orden ininterrumpido de  obispos bajo la sucesión de la Iglesia de Cristo. No es del todo exacto suponer que el Obispo sea solo administrativo y removible de su dignidad que no obedece a la persona sino a la autoridad apostólica inherente a su condición ministerial. Del latín episcopus; en griego ἐπίσκοπος. (2) Es importante tener presente que la  connotación ministerial que conocemos como el triple ministerio ordenado se desarrolló bajo el modelo de la realeza, de esta expresión viene la jerarquía convertida en servicio a la Iglesia bajo la figura del ministerio ordenado.

TRIPLE MINISTERIO ORDENADO: Agustín de Hipona en su definición sobre el Ministerio Ordenado afirmaría entre su clero “El Orden Sacerdotal imprime carácter”… (3).

El termino Clero se empleó por vez primera en el medio evo para evocar los privilegios de los señores feudales y como estos podían ser “copiados” por la Iglesia. (4) El Obispo con jurisdicción ejerce su autoridad en todos los territorios de su Diócesis, los Presbíteros o Sacerdotes,  ejercen el ministerio como participación y explicitación del Diocesano que a su vez se erige como el Oficial de la liturgia y administración sacramental y de los ritos contenidos en los manuales de liturgia debidamente aprobados, en nuestro caso del Libro de Oración Común, por las siglas (L.O.C). Y otros elementos al servicio de nuestras acciones culticas. En el presente y ante la extensión universal de la Iglesia el gobierno recae sobre los obispos (Comunión Anglicana) en cuanto a las diócesis y otras divisiones político-administrativas de un territorio, que no  son del caso mencionar en cuanto a que  su estudio no hace parte de este muy breve ensayo. Los modelos feudales desencadenaron una serie de jerarquización de privilegios y gobierno que todavía y particularmente en el anglicanismo se mantienen, nos referimos al Clero Alto, compuesto por Arzobispos, Obispos, Abades, Priores, y posteriormente de índole honorifico a discreción del Diocesano por múltiples razones los canónigos (solo aplica para quienes son parte del clero), es importante destacar que este tipo de nombramientos nobiliarios entraron en desuso en Iglesias como la católica romana (5).

El Diocesano como Oficial de la vida de la Diócesis vela celosamente por la Doctrina, Tradición, Magisterio y en esta perspectiva por los Usos y Costumbres de la Iglesia particular que pastorea.   El Clero Mayor   está conformado por aquellos eclesiásticos que recibieron una o dos dimensiones del ministerio ordenado donde técnicamente y para efectos de los ministerios como el diaconado y el presbiterado incluimos a los abades, canónigos y demás clérigos no de carácter episcopal. Todas estas distinciones persiguen el objetivo de afirmar que la autoridad recae sobre el Obispo Diocesano, es decir, con jurisdicción sobre una Diócesis (6).

El Diacono sirve al Diocesano y el sentido ministerial que recibe camina en dicha dirección. El servicio en la Edad Media se efectuaba bajo los dictámenes del Ordinario de Lugar, es decir, El Diacono,  debe servir según las políticas pastorales establecidas por el Diocesano. Lo anterior no lo exime de asistir a una congregación y vivir en esta su diaconía. Para efectos de gobierno, solo los diáconos responsables de una congregación (en ausencia de un Vicario)  pueden gozar de privilegios eclesiásticos como la remuneración económica, los demás viven su ministerio coherentemente con su vocación de servicio cristiano (7). 

VISITAS PASTORALES.

En nuestra reflexión teológica y bajo la guía de una perspectiva desambiguada de su contenido sociológico, las Visitas Pastorales del Diocesano en su Diócesis fue percibida particularmente desde el siglo XV como una forma viva de Relación y Comunión, explicando las connotaciones de estas dos posturas diremos en su orden:

A-    Visitas como Relación: En el presente de la vida diocesana y concretamente en República Dominicana nuestra Diócesis requiere ser consolidada en los distintos escenarios donde hacemos presencia. El Diocesano en pleno uso de su jurisdicción acude a animar y promover desde su Catedra y Sentido Común, a las distintas comunidades a él confiadas como supremo pastor de la vida diocesana. Esto trae implicancias bien particulares como es sin duda su visión del hoy de la Iglesia y el encuentro fraterno con sus clérigos y feligresía en general. La Relación de naturaleza pastoral solo puede ser trabada en el escenario congregacional particular, es decir, de cada congregación y su intríngulis. Si en una congregación hay Diacono o Diáconos, estos, en su ejercicio ministerial  por delegación se convierten en el “puente” que une las expectativas de una asamblea con su Pastor,  el Diocesano (no es solo litúrgico o dominical el servicio de la diaconía), el Ordinario de Lugar reconoce el trabajo y comparte sus expectativas con ellos y los Presbíteros a cargo. El conocimiento de las Visitas sin duda alguna permiten al Diocesano trazar políticas pastorales acordes con las necesidades del lugar. De lo anterior se desprende que sus Visitas son entre otras cosas de Supervisión, y en esta dinámica relacional entran también las indagaciones sobre la “buena marcha” de la congregación. Tanto los Presbíteros (Vicario) como el Diacono deberán tener un informe sobre sus acciones pastorales de ser necesario según la directriz  del Diocesano. Conocemos que los informes oficiales se rinden en otros momentos de la vida diocesana, pero esto no impide socializar lo inherente a las pastorales congregacionales. La Relación fruto de la Visita del Diocesano,  la Iglesia la entiende en la perspectiva de su crecimiento en vínculos que superan lo nominal de las fechas establecidas y se adentran en la relación necesaria para el fortalecimiento y vida de la congregación y su inserción en la vida de la Diócesis. La congregación es la expresión local de la vida diocesana por ende está y debe estarlo, íntimamente ligada a su pastor principal. Los sacramentos y ritos que el Diocesano preside en ella son parte de esas relaciones necesarias y del mutuo conocimiento que se establece como indispensable  en dicha relación pastoral. El carácter de la Koinonia pone de relieve tal relación y la vitalidad que procede de ella empapa los escenarios de la vida congregacional. Superando los mandatos canónicos nos adentramos en una relación de espiritualidad y paternidad espiritual del Diocesano hacia los feligreses y sus clérigos. Los procesos de la Sanación, Reconciliación y Evangelización deben ser vistos como parte de la Relación entre el Diocesano y la congregación.  Sin la constatada paternidad del ordinario de Lugar no será posible tales acciones afirmantes del Carisma de la Diócesis y su presencia en el mundo (visto aquí en la perspectiva de la congregación con su entorno)…El Evangelio necesita de las debidas condiciones para producir los frutos esperados. En esta Relación de vitalidad pastoral, todos los bautizados entran necesariamente, pero de forma particular los Líderes o Ministros Laicos Licenciados que proyectan en la comunidad eclesial local la postura y visión del Diocesano.  Esta postura se debe reforzar con la Formación Continuada bajo la gravedad de una Institución Eclesial historica en posesión de una  Doctrina, Tradición, Magisterio, Usos y Costumbres, y una dimensión canónica cuyo mensaje es articulado y consecuente con la disciplina eclesial. El modelo epistemológico de la Relación con el Diocesano en el plano de una congregación se construye con la supervisión y Cátedra del Diocesano y sus facultades para formar e instruir a sus feligreses en lo que hemos determinado como función suprema del Ordinario de Lugar. Tal facultad es intrínseca a su ministerio episcopal y no proveniente de consideración distinta  a la asumida en el gobierno de la Diócesis. Es importante conocer que en esta relación el Presbítero Rector o Vicario, ejerce su ministerio en participación con el Diocesano, es decir, el Diocesano faculta a estos para ministrar los sacramentos e instruir a la comunidad eclesial bajo su cargo. Positivamente hablando el ejercicio ministerial del Diacono y el Presbítero dependerán estrictamente del Diocesano y las facultades tacitas que este otorga y que llegan por el acto sacramental de la Ordenación y destinación para una misión en concreto. Ubicamos los escritos Paulinos a distintas iglesias como función de suprema autoridad en su gobierno e instrucción. En el presente las visitas proceden en la función formativa y fraterna propia de una institución donde prima el Ser. El ministerio facultado  se convierte en parte viva de la acción salvífica de la Iglesia en su Relación con el Dios humanado, fija su mirada en Cristo como el único mediador entre el Padre Dios y la humanidad (8).

“Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también” 1 Timoteo capítulo 2 versículo 5. (9).


B-    Visitas como Comunión: Es parte de la dimensión de nuestra eclesiología. Las Visitas son signo vivo de Comunión que se asume con cada uno de los bautizados que participan de la vida y obra de la congregación. Las relaciones se extienden a un plano más que formal, se muestran vivas en el encuentro del Diocesano con su clero y con los feligreses, es decir, con los bautizados, confirmados y recibidos, todo ello en un  ambiente festivo propio de una eclesiología que propende por la vida y su promoción. La Visita que genera un vínculo profundo de Comunión, se sostiene de los principios mismos de gobierno eclesial y relación necesaria entre el Diocesano y sus clérigos en determinada misión. La mistagogia de la liturgia celebrada en Comunión invita a fortalecer los nexos de Comunión y poner de manifiesto el poderoso componente eclesial que se desarrolla a partir de la necesaria interacción entre los clérigos y sus distintas responsabilidades asignadas intrínsecamente por el Diocesano. La Comunión reconoce que tanto el Obispo como los demás clérigos poseen un carácter ministerial que solo se da en plenitud en el propio Cristo Sumo Sacerdote de su Iglesia. La obra eclesiológica no podría estar completa sin esa consideración, la Iglesia está presente donde Cristo lo está por tal razón todo lo que se hace en la vida de la Iglesia es un signo vivo de Alabanza y Adoración al Dios viviente. La razón de ser del ministerio Episcopal está en Cristo y su suprema autoridad como poseedor del pleno y totalizante sacerdocio. El Obispo Diocesano asume como es conocido la triple función de su ministerio y ministerialidad a saber: Enseñar- Gobernar- Santificar, y no solo lo hace desde su cátedra sino que se extiende en cada una de las misiones y congregaciones de su Diócesis, su ministerio es propio en todo lugar donde este se haga presente (en su jurisdicción) y lo pone de relieve en las funciones enunciadas que son también signo de unidad en su vida ministerial. La Ataraxia  es un vínculo relacional muy fuerte que se anima gracias a la  (raíz griega que traduce armonía)  inclusión del ser Diocesano en el ser eclesial establecido bajo su gobierno y pastoreo (10). La Comunión no solo reposa en la espiritualidad lo hace también en la enseñanza de la recta doctrina de la Madre Iglesia de la que el Diocesano es su guardián y al resto de sus clérigos le ha encomendado esta función de ser celosos defensores de nuestra identidad doctrinal. No es propio de este principio tratar de cimentar relaciones de unidad donde la identidad doctrinal está siendo asumida parcialmente o se sospecha de su negativa o ausencia de praxis. La Comunión posee  signos Identitativos y la doctrina es sin duda uno de los más poderosos, la praxis cristiana bajo el signo de la Iglesia es muy fuerte y nos asegura su presencia ininterrumpida en la Historia de la Salvación. La dinámica eclesial que parte de una doctrina segura es fundamentalmente historica, somos producto de la reflexión de la Fe en escenarios tan variados como la filosofía y la naturaleza que  rodea las operaciones de nuestro raciocinio. Tal ejercicio no vive de Hipótesis como cualquier teoria ya que vamos más allá y como la frase lo dice estamos en una postura Metafísica necesaria que brota de la Comunión eclesial que se vive a nivel local entre el Diocesano, su clero, y los feligreses bajo su pastoreo. El Vicario no puede creer que su Visita es solo para confirmar o recibir bautizados en el ámbito de la vida congregacional y diocesana, el clérigo debe tener presente que la Visita del Ordinario de Lugar es la materialización de los fundamentos de la Comunión eclesial bajo el signo de las funciones si las hubiere de la liturgia (11). El pastoreo supera con creces el contenido de cualquier función litúrgica,  por esta razón el Diocesano a cargo de una Diócesis se reunirá con la Junta Congregacional, como un padre escucha a sus hijos en la Fe y presta su sapiencia en la solución o exaltación de alguna determinada situación congregacional. No obstante puede el Diocesano descargar en los Arcedianos o en quien el considere oportuno la revisión de los Libros de Culto y registro de sacramentos de la congregación según sean las costumbres de su Diócesis. La Visita Pastoral alimenta las relaciones Ad-intra y Ad-extra de la Diócesis frente a sus congregaciones, es pues, una fiesta eclesial importante para el Vicario, Diacono, la Junta de la Misión y en general para los Episcopales del lugar.  Todos los miembros de la Misión o Congregación deben participar de la Visita del Diocesano… Desde una perspectiva Ontológica podemos asegurar con certeza que las funciones sacramentales que competen también el Orden son vitales en la vida de la Iglesia y que su contenido no difiere por mucho que los Cánones lo inviten a realizarlas. La disposición de una manifestación Ontológica en la liturgia queda manifestada cuando el ser eclesial se consolida por acciones vitales como la administración de los sacramentos y el recibimiento de nuevos Episcopales. Es pues del Oficio del Diocesano las funciones de la liturgia como Oficial (manus) de la misma. Los Cánones no generan oposición alguna a este principio aunque las funciones del Obispo muchas veces sean para algunas resumidas en la Visita Pastoral es mucho más su contenido y responsabilidad en la vida de la Diócesis (12).  El manus Pastoralae o Pastorale, del latín que expresa tácitamente el Oficio de Pastor, en una proporción mayor depende del Diocesano en virtud de su anterior consagración episcopal. Desde el parangón evangélico vemos que el referente para el Clérigo y el Diocesano (que también es clérigo) es Cristo como Sumo Sacerdote y Buen Pastor,  (13) es un testimonio atemporal que se hace más fuerte en el vínculo de la Visita Pastoral como Comunión. El todo jurídico y canónico va de la mano con el todo misionero de la vida del Diocesano y cada uno de los clérigos bajo su gobierno diocesano.  La connotación de la misión toca la Comunión en la vida eclesial de una diócesis y tal relación se explicita en el ser formativo del Pastor Diocesano, nuestras diócesis en América Latina son misioneras no es factible pensar en una Iglesia establecida cuando no somos mayoría. La Comunión nos debe animar para querer compartir estos dones con quienes nos rodean en el anuncio del Evangelio de Cristo Cabeza de la Madre de los bautizados.  La identidad fruto de la misión se asemeja con el contenido universal del anuncio, la Comunión local es expresión viva de dicho amor (14).

MISIÓN CONGREGACIONAL Y VISITA PASTORAL DEL ORDINARIO DE LUGAR.

La Evangelización es un proceso complejo y con variedad de elementos: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio. Explícito, adhesión del corazón, incorporación en la comunidad, aceptación de los signos, iniciativas de apostolado. Puede parecer que estos elementos son discrepantes y que hasta se excluyen, pero en realidad se completan y se perfeccionan recíprocamente… (15).

La obra y misión de la vida de una Diócesis se pone de relieve en el quehacer y rutina de la congregación. La misión entendida como expectación y contacto con el entorno tiene su epicentro en la misión o congregación. El Diocesano fortalece tal postura de su Diócesis cuando anima este trabajo evangelizador y lo enmarca en los objetivos de su pastoral. La naturaleza de su Visita toca profundamente las políticas e iniciativas de la congregación en esta materia  de su obra y función. La misión que aborda la realidad congregacional es en sí Kerigmatica porque su anuncio es el triunfo de Cristo, porque su cometido es el conocimiento salvífico de su Señor bajo los signos propios de su identidad congregacional que no son otros que los Identitativos de la Diócesis. La responsabilidad del Diocesano frente a las visitas congregacionales es perenne ya que estas articulan  su política pastoral (16).    

La dimensión soteriológica de la Iglesia de cara a su Señor y Salvador es siempre una, estamos asumiendo que el anuncio de un Cristo resucitado es proclive a transformar estructuras en la vida de los bautizados y su entorno, entendemos por entorno el espacio vital para vivir y sostener la vida lo que está implicando directamente la promoción y sublimación del todo social y sus Ethos constituidos  partir de los valores cristianos. La misión es un recurso evangelizador en todas las direcciones en las que podamos abordar su presencia en un sector  o enclave social. El Evangelio difundido es parte vital del Ethos de la misión y de sus Usos y Costumbres que aquí es lo mismo (17). El Cristo Señor de la vida y triunfante anunciado se manifiesta en el ser comunidad y por ende en el contenido de Comunión vivido en la misión o congregación. La Visita Pastoral toca poderosamente todos los elementos constitutivos de una congregación, colegios, clínicas, centros de enseñanza superior, asilos, escenarios deportivos, comunidades religiosas, órdenes, entre otros,  todos son parte de la vida congregacional y deben estar bajo el mismo signo de autoridad del Diocesano.  La Visita Pastoral es desde esta perspectiva un mecanismo que recauda valiosa información y permite en la contraparte informar y mostrar al Diocesano la realidad de los distintos escenarios que rodean o conforman una congregación (18).  

El Anuncio es parte crucial de la Visita Pastoral puesto que en su esencia se vivifica y ejemplariza a un Dios humanado vivo y activo en el ámbito de la Iglesia, es pues una de las funciones vitales de la Visita del Diocesano, el poder encarnar en su mensaje a la congregación el contenido explicito Escrituristico sobre los misterios en la vida del Señor y poder traducirlos en un lenguaje comprensible para cada uno de los feligreses. La Palabra de Dios actualiza la misión y vida de toda congregación introduciendo en ella la Esperanza para enfrentar su presente y futuro. La realidad de la congregación nos exige el poder dar respuesta a los contenidos inquietantes de la reflexión Escrituristica de los bautizados. La información aportada se constituye en el cotidiano contenido de nuestra doctrina en materia de Sagradas Escrituras. La Palabra revelada alimenta todos los momentos y funciones de la vida de una congregación, esta afirmación es coherente con una Iglesia que privilegia el estudio y meditación de la Biblia (19).

La espiritualidad de nuestra Iglesia es también Escrituristica, lo que implica que la Palabra del Dios viviente debe ser entronizada en el corazón de cada feligrés Episcopal…  (20).

Nuestra Evangelización no será otra que el anuncio de Jesucristo Señor y Salvador nuestro y tenemos también en ello un modelo de vida que asegura el Ethos cristiano. Esta configuración la podemos encontrar en el Texto Sagrado de Tradición.

15. Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. 16. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. (Marcos capítulo 16 versículos 15-16). (21).


El Anuncio se convierte en universal sin dejar de lado su componente congregacional, es decir, en la congregación se universaliza el mandato de Cristo a su Iglesia, por esta razón debemos estar unidos  a la autoridad eclesial como signo de coherencia en el anuncio. La condición clave radica precisamente en la esencia de la misión eclesial que no es otra que la de facilitar estructuras visibles para la Evangelización siendo la congregación una de ellas y la autoridad del Ordinario de Lugar la supervisión de ese anuncio en los términos eclesiales aceptados por esta comunión. La Visita Pastoral es pues el  anuncio de la Buena Nueva al interior vital de toda congregación entendida como estructura visible al servicio de Cristo y su Iglesia (22). También otros participan de este anuncio, es aquí donde la labor pastoral del Vicario o Rector, los diáconos asignados a esa misión y su Junta Congregacional se empoderan de su papel en la Evangelización (23).

Todas las estructuras congregacionales son parte activa del anuncio del Evangelio de Cristo. No existe excepción alguna en esta función congregacional… (24).

La vivencia de los ministerios laicales licenciados por el Diocesano son por extensión  la acción compartida de la misión de la Iglesia en la congregación lo que implica que ellos estan no solo en la liturgia dominical sino en los quehaceres de su familia de Fe o congregación. La Iglesia Episcopal como Institución historica está unida a  Cristo por medio de su ser extensivo eclesial o Pleroma, no se trata solo de ministerios congregacionales sino de su insinuación en el mandato universal de anunciar su nombre a la humanidad. Los referentes culturales y paradigmáticos de los ministros laicos es la Iglesia de Cristo (25). En el accionar del Ordinario de Lugar  es clara su importancia para la salud de la vida diocesana.  Los anuncios de la misión involucran la integralidad de las vivencias de la misión o congregación,  y sus miembros no deberían argumentar su antigüedad  sino compromiso en el anuncio, esto último, es atemporal. La misión encarna el interés de los bautizados por anunciar a Cristo glorioso y Señor triunfador sobre la muerte y el pecado, la misión debe vivir su ser profético anunciando el Evangelio y denunciando las estructuras de pecado que tocan la vida de los bautizados y su entorno somático. De lo anterior suponemos que el anuncio posee también la vitalidad de la protesta ante el pecado y su influjo en los seudo-modelos sociales y culturales que nos rodean. Protestamos viviendo de manera distinta siendo testimonio de coherencia con el anuncio que no es nuestro sino un mandato de Cristo a su Iglesia por medio de la vida de la Diócesis y la supervisión del Diocesano (26).


 BIBLIOGRAFIA/ ARTÍCULOS/ INSUMOS/ FUENTES.

1-      Nota del autor.
2-      Nota del autor.
3-      Nota del autor.
4-      Nota del autor.
6-      Nota del autor.
7-      Nota del autor.
8-      Nota del autor.
9-      https://www.bibliacatolica.com.br › La Biblia de Jerusalén › I Timoteo
10-  Nota del autor.
11-  Nota del autor
12-  Nota del autor.
14-  Nota del autor.
16-  Nota del autor.
17-  Nota del autor.
18-  CIC cc. 396-398; Directorio Apostolorum Sucesores (22-II-2004) n. 220-224; Caeremoniale Episcoporum (1985) n. 1177-1184.
19-  Nota del autor.
20-  Nota del autor.
22-  Nota del autor.
23-  Nota del autor.
24-  Nota del autor.
25-  Nota del autor.
26-  Nota del autor.



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