jueves, 24 de mayo de 2018

DOMINGO DE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD...


DOMINGO DE LA SANTISIMA TRINIDAD. Año B. Isaías capítulo 6 versículos 1-8. Salmo  29. Romanos capítulo 8 versículos 12-17. Juan capítulo 3 versículos 1-17.


El profeta Isaías nos sirve de marco perfecto para reflexionar sobre la concepción de lo sagrado en nuestras vidas, de la misma Santidad de Dios que es su Espíritu, Isaías de pie delante de la majestad absoluta de Dios  recreando las enseñanzas contenidas en la tradición judía sobre lo sagrado y la revelación del Poder de Dios, estamos en un mundo cuyo componente etéreo cada día es más notorio, la gente quiere entrar en contacto con lo trascendente pero bajo sus categorías emocionales, hoy imagino el sobresalto de este profeta al ver con sus propios ojos la Santidad de Dios y lo que ello puede implicar en la vida de quien experimenta tal visión, si no hay un cambio real en nuestras vidas no hemos percibido siquiera un atisbo de su majestad Omnipotente…

El profeta es el mensajero de la Palabra de Dios pero para serlo no solo hay que estar dispuesto para exclamar como lo hizo Isaías, Heme aquí envíame, (versículo 8) es necesario dejarse transformar por la presencia de Dios y no es solo asunto de una celebración dominical sino de ser verdaderamente otras personas para el mundo y particularmente en las relaciones con quienes nos rodean. Isaías ve la Gloria del Altísimo y se confronta radicalmente al punto de llamarse “uno de labios impuros” (el fuego es signo de purificación al brotar de la Gracia de Dios)  con la connotación de impureza que tal señalamiento tiene en Israel. Pavorosa expresión de la Fe Isainiana que no busca otra cosa que exaltar la santidad de Dios y lo ubica en el templo indicando con ello el gran  valor de la liturgia como signo de Adoración humilde y no solo expresión subjetiva del orador de turno. Aquí mismo Isaías es solo un creyente amoroso y confiado en la misericordia de Dios. Los eufemismos sobre las alas que esconden el rostro y el género de los seres alados, pretenden mostrar la Gracia del Trono de Dios y como solo Dios es en si la identidad plena y perfecta de toda realidad vivida o anhelada por  los bautizados. Es pues hermanos un llamado a reconocer la Santidad de Dios y no antropizar todo en nuestras creencias, si todo lo reducimos al plano intelectivo entonces la Santidad de Dios será un objeto maleable al servicio del creyente y no un acto puro de Adoración al Dios Todopoderoso Espíritu Santo, existe en Isaías un santo y necesario temor por contemplar solo un destello de la Santidad de Dios, es decir, del Espíritu Santo revelado… A Dios Padre, revelado, a Dios Hijo revelado y a Dios Espíritu Santo revelado, sea toda Adoración y Alabanza de la creación y de la Madre Iglesia en la boca y corazón de sus hijos los bautizados. Amén.

Salmo 29, es una bella composición de un creyente que atento a la manifestación de Dios en medio de su obra solo puede exclamar asombro y gratitud, qué poderosa es la Voz de Yahveh, qué majestuosa es la Voz del Altísimo y como al sonar de una sola  palabra todo fue creado y todo responde al orden intrínseco que la mente de Dios le dió… Adorado sea aquel que creando expresa amor inefable y que puso orden sobre todo cuanto brotó de sus manos, a todo lo que es y existe por su Santísima Majestad revelada en la perfección de sus criaturas. Hoy estamos de fiesta en la celebración del Dios Trinidad, de la familia del Dios Amor cuya Bondad inunda la creación, aquel que como familia sacia el hambre de todos los vivientes,  y si en el mundo hay hambre es porque sus hijos los seres humanos hemos retenido la comida y no la hemos compartido como fraternos que somos. Que su Justicia nos ilumine para ser justos a imitación del Padre Dios de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, exclamaría el Apóstol Pablo (Efesios capítulo 3 versículos 15-17).

El Apóstol Pablo en su carta a los Romanos (capitulo 8) nos está recalcando que el Espíritu santo que por medio de sus dones y frutos obra en cada bautizado lo hace como principio de una vida santa y totalmente nueva cuya meta es la glorificación definitiva, ya no somos esclavos del mundo y sus parámetros de éxito y bienestar, somos por el contrario, signo vivo de la Gloria de Dios revelada en su Adorado Hijo y en su santidad perfectísima (Dios Espíritu Santo), solo de esta forma somos hijos adoptivos, solo así Dios se recrea en sus criaturas, y que paradoja tan bella que aquel que juega con el leviatán como si fuera un cachorrito, que descuaja los cedros del Líbano puede morar en el corazón del bautizado,  no perdamos de vista que el Espíritu dado por el Altísimo es de libertad y dignidad, y que el pecado no puede ni podrá ser definitivo entre nosotros. El mundo como escenario de nuestros dramas y conflictos también es Redimido en la Cruz, y la Gracia de Dios cambiará definitivamente su orden y connotación. Hoy somos testimonio de Dios en medio de esta realidad donde vivimos y donde trabamos relaciones con nuestro entorno y espacio vital (Ethos)…

 Pablo insiste en la condición del bautizado y cómo esta realidad toca para transformar la vida y conciencia del creyente, aquí tiene sentido transformar la sociedad, la persona, y el mundo… Cristo es Maestro Interior que presenta al Padre lo que somos y lo santifica por su infinito Amor, diría el Hiponense.  Es el Espíritu de Dios quien como en la creación, recordemos el Génesis,  pone en orden todo y en ese orden entran hoy nuestras vidas.

Jesús le respondió: En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios (versículo 3).

Juan en su cosmovisión nos ofrece esta  expresión que es más un tema recurrente de los Sinópticos que de su tradición, el nacer de nuevo es una manera muy particular de significar la dimensión renovada del creyente que atento a la Gracia puede explicitar con ella y por ella la auténtica condición de su ser redimido, es un proceso que como en Nicodemo tomará toda la vida. Para Juan el Bautismo es una necesidad revestida de absolutismo y no una opción para el que cree. El Bautismo es el sello de la Trinidad Santísima en la criatura redimida por este medio generoso del amor de Dios.

La inmortalidad es fruto precisamente de la Inhabitación Trinitaria en nuestras vidas (Agustín de Hipona)  La palabra de Dios posee siempre una gran fuerza creadora y santificadora como ilustra Juan en la escena en la que interviene Nicodemo. Este recibir al Señor se extiende como acto efectivo  a su corazón donde posee la mayor eficacia.  En la  dinámica de este dialogo aflora la concepción de Fe de este hombre que no era un desprevenido más (ser maestro de la ley implicaba un conocimiento pleno y una experiencia de Fe). El interrogante de Nicodemo es válido y el cómo nacer de nuevo (en la manifestación del Espíritu)  toca la vida y misión del bautizado que descubre su auténtica vocación como creyente  precisamente en la vivencia de este definitivo Pacto. Para todos nosotros el volver a nacer implica tácitamente el segundo nacimiento que es precisamente el de la Fe, donde la Justicia de nuestras vidas debe generar absoluta comunión con el entorno que nos rodea. Creer en Cristo implica tener vida como quiera que la vida brota del Señor  y es la propuesta que entendió perfectamente Nicodemo… Nacer de nuevo es una realidad enlazada con el Bautismo como hemos dicho antes, es el interpretar la dinámica humana en cuanto hacemos directamente bajo el influjo de la Gracia. La Imagen de la Trinidad de Dios se manifiesta en la unidad del ser creado y redimido y revelado en la humanidad y Persona Divina del Verbo revelador de la vida de las Personas Divinas.  Nacer de lo alto es referencia de la vida y propuesta de Cristo para cada uno de nosotros. Encajamos perfectamente en la esfera trinitaria cuando vivimos la noción de Dios familia en nuestro entorno y así mismo producimos relaciones llamadas  a trascender por su orden y santidad. Nacer de nuevo es nacer para la vida revelada de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Si queremos un orden distinto y vital el nacer de nuevo es necesario en la dialéctica y discurso aprendido de nuestra Fe.




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